Revista (5)

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porqué no hay

ue festejar laNavidad Mi amigo, que dejó de ser cieguito cuando yo le regalé el ojo que me falta es un tipo medio raro. Tengo la impresión que es de esos individuos a los que le~ gusta estar en la contra, en la crítica destructiva, como dice una tía mía, simpatizante de este gobierno. Ahora se le ha puesto que no ebe festejarse la Navidad. -Justamente ahora que ya la gente em.zó a festejarla, ahora que todo ! mundo está contento y dispuesto a divertirse como loco, él se pone en la contra y lo malo es que pretende fundamentar su actitud. Ayer nomás me decía, mientras trataba de sacarse un cohete encendido que había entrado por l¡i ventana y se había alojado en el mismo centro de su cuello, hay muchos accidentes. Con estas aparentemente inofensivas cañitas voladoras pueden quemar una casa, un niño o un perro. A mí no me pueden hacer demasiado daño y sf me lo hacen no lo siento demasiado. oero · pienso en la demás gente, que tiene dos ojos y la mayor sensi bilidad. que yo. Esa gente come demasiado y se enferma. chupa a lo loco y se pelea, hasta con los hermanos y eso no me gusta. Mis padres, creyentes fervorosos, me enseñaron muchas cosas. Algunas las aprendí y en otras fracasé estrepitosamente. Mi madre siem9re decía que hay que poner la otra mejnla. Siempre entendí lo que me quería decir, pero nunca lo pude hacer, jamás pude llevarlo a cabo. Ella sí. Si hasta lo per· donó al hombre que con un co~ete espantó a mi perro, mi compañero y guía de la época más feliz de mi vida, inseparable compinche de mi venturosa niñez, más hermosa cuando más lejana. En aquella época no existía la televisión ni las preguntas y res· puestas millonarias, pero ella res'lond ía a todos mis interroganes. Recuerdo que una vez se de' JVO un hombre a pedir limosna.

Amí no me gustó el tono de voz

DON BAUTISTA, EL MEMORIOSO

.luan

Parrotti

del hombre, además lo sospeché sucio y miserable. Recuerdo también que se lo dije a mi madre y su voz dulce me respondió: todo hombre es mi hermano, ha dicho nuestro Señor y si tu perro·se ha ido es porque El lo ha decidido. Este hombre no hubiera llegado hasta nuestra casa si El no lo hubiera dispuesto así. Crees tú que Dios habita palacios y se viste de lujo escandaloso?

Ha pasado e l t iempo, mi madre se ha ido y yo debo confesarle que no perdoné, no pude perdonar al hombre que me espantó al perro, en cambio, siempre. desde ese día creí y sigo creyendo que ' todo hombre es mi hermano'. Ahora bien, Yo y usted sabemo~- que vamos a pasar una Navidad fel iz. Tornaremos una ~opa, hablaremos de nuestros seres queridos. Sin llantos, sin tristezas, convencidos de que cumplieron su ciclo vital y que, en tantos seres humanos, sufrieron y fueron dichosos. tal vez en igual proporción. los evocaremos y muchos de ellos esa noche ·estara con nosotros. También estará mi perro que (ahora lo sospecho) debió ser parecido a aquel otro perro. el del cuento de Nalé Rax!o. Aquel que en la mirada tenía anidada el alma de un niño. Como ve, nosotros no la pasaremos mal. a menos que recordemos que "todo hombre es nuestro hermano' y que hay hermanos que no festejarán la Navidad porque estarán encarcelados. Por eso pienso que este año no debería festejarse la _Navidad. Como ustedes han podido ver este amigo es de los que no se conforman con nada. No le basta con estar libre él, quiere que liberen a todo el mundo y me palpito que lo va a conseguir va ser que lo · metan en cana a él, .iunto con sus hermanos. Quiere que liberen a todo el mundo pero los otros días liberaron los precios y gritaba como un chancho.

Cuando el mozo preguntó si a la ginebra la servía natural, don Mense lo miró torvamente. Después se acomodó la raya del pantalón y dijo: Est.íbamos con don Zapata y el viejo me contó una de sus historias: era una tarde como esta, de mucho calor. Lleijie a la pulpería y até mi yegüita al palenque, entré. y pedí mi ginebra, mejor deme la botella, le dije al pulpero y me fui a sentar. Calculo que ya había dao cuenta de la mitad del pote cuando este se me cae. Oesesperao le tiro un manotón y no lo alcanzo. Me acomodo pa no errar y caigo echo un ovillo. El pote pega en mi cuerpo y se salva. En el apurón yo he alcanzao a frotarlo con el codo. Se produce una nube olor azufre y yo en tro a maliciar que se trata de alguna cosa de Mandinga. Pelo el cuchillo mientras me cubro el brazo izquierdo con el poncho y y veo salir un hombrecito por la boca del pote. Me preparo entonces pa levantarlo de un patadón y el hombrecito me dice: ilO inicies la represión todavía. T ené paciencia y recuerda que todos somos iguales ante la ley, aunque tu seas más grande. Al oir esto casi me da un ataque se risa. Cómo no lo hiban a meter en una botella si creía en esas cosas. Se me fueron los temores. Este de dia'blO no tiene nada, me dije. Es nomás medio mamerto y lo dejé hablar. iPara qué lo habré hecho! Me contó una larga historia para finalmente decirme que tenía poderes y que me concedería las tres cosas que a mí se me ocurriera pedirle. Debió notar que yo titubecb<: y por eso decidió ayudarme: ¡¡uieres ser presidente? , rne preguntó. Ni loco, le respondí, mientras pensaba en lrigoyen, Frondizi, !llia, etc.;_ etc. Quieres viajar a Norteamérica? Menos que menos, le dije. Es que pensaba en lo que les había ocurrido a Lincoln, a Kennedy y también ¡¡I bueno de Charles Maoson. Quiero, le dije, y una sonrisa luminosa apareció en el rostro del hombrecito al ver que me decidía, que detengas el alza del costo de la vida. El duendecillo me miró fijamente. Nunca he 11]5 to tanta desolación ,tanta tristeza en una mirada. Después se llevó la manito izquierda a los ojos y lloró amargamente. lo consolé larga, pacientemente. fiuería renunciar, que lo decla raran prescindible. Lo metí en la botella y le aconsejé no salir por lo rnenos hasta que hayan pasado otros trescientos años.. El duendecillo asintió con la cabeza.

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