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Maracay, Sábado 19 de noviembre de 2011

Crónicas del Olvido

Para recordar a Eugenio Montejo ENCUENTRO CON BLAS COLL

ALBERTO HERNÁNDEZ

-En verdad, no. Pero sí su ectoplasma. 3.-

La tarde seguía instalada en el cristal que nos separaba de la calle. Otro par de cervezas aligeró la carga de la afirmación anterior. Eugenio se quitó los lentes y sonrió con diplomacia, a sabiendas de que quien lo escuchaba no poseía la virtud de conectarse con el maestro.

1.-

¿

En qué momento descubrí -al frente de varias cervezas y un montón de libros que su autor, Eugenio Montejo, dedicaba a quien esto escribe, en un bar de esta ciudad-, que Blas Coll andaba de mesa en mesa calificando símbolos, anudando realidades? No en vano, Montejo, con la amabilidad que lo caracteriza, intentaba aplacar la desmesura de quien lo miraba distraído, inquieto en descifrar el color de los ojos del viejo maestro de Puerto Malo? El poeta -el de carne y hueso- auspiciaba la calma de la calle desde su privilegiada posición en el local. No tenía yo la posibilidad de reconocer al hombre reflejado en el vidrio, aquella tarde de cualquier mes de hace cinco años. Por los vientos que soplaban (hacía un calor intenso en esta ciudad), Montejo llevaba en algún lugar del cuerpo la marca de su maestro. Por eso asentía cada vez que una palabra encajaba en sus acuerdos, en la redondez de una respuesta. O en el silencio que aparecía sin permiso mientras esperábamos a otro poeta que se había quedado rezagado en el laberinto de sus emociones. "-Los hombres en cualquier época son fatalmente conservadores, no hay más que ver cómo se comportan ante los cambios del lenguaje. En todo tiempo se hallan prestos a demoler el mundo para rehacerlo de cabo a rabo, aunque ello no sea más que engendro de su hastío metafísico. La lengua nuestra, en cambio, con cuánta comodidad se adecua a la indolencia de antiguas formas. "Pueden meterse con todo, pero no toquen el lenguaje",

decía el travieso Voltaire", se le oyó decir al celaje que pasó por los ojos de Eugenio. 2.-

Precisión, coherencia, dicción. La voz del poeta de Papiros amorosos nada cuestiona. Se aferra al eco del maestro. Inclina la cabeza y se concentra en la dedicatoria. Sorbe la cerveza. Se le nota un aire de Lisboa en el acomodo de los gestos. -¿Cómo era Blas Coll? -Quienes lo conocieron lo describen con rasgos más o menos aproximados. Anoto, de mis averiguaciones, las señas que más se reiteran: era menudo, de mediana estatura y rostro ovalado. Llevaba siempre gafas doradas y un sombrero de fieltro, al parecer su prenda más definitoria, junto con lápiz achatado sobre la oreja derecha... -Entonces, ¿para Montejo es un fantasma, una referencia verbal? -Sí y no. Te lo puedo res-

ponder con las mismas palabras que usé para una bella edición, la más reciente: "Tarde, muy tarde han llegado a mis manos los restos del cuaderno de Blas Coll, cuyos fragmentos más legibles trato de recomponer en las anotaciones que transcribo. Su autor ya tenía más de 20 años de muerto al momento de mi hallazgo..." -Me pareció verlo hace sólo un rato, poeta. -¿A quién, por favor? -A Blas Coll. Creo que hacía de mesero. Y casi afirmo que usted también lo vio. Hasta oí algo que le sopló muy cerca. La última palabra fue Voltaire. ¿Me equivoco? -Bien, suele aparecerse, pero no es un fantasma común y corriente. Es una aparición encantadora. Un maestro del silencio, de los susurros... destaca por un perfume que suele contagiar, como un limonero en una sala cerrada. ¿No sentiste ese olor?

-Debo aclararte que Blas Coll era mudo por voluntad propia. Entonces, ¿cómo fue que oíste parte de lo que me dijo al oído? -No sé, pero algo me llegó. La palabra Voltaire me sacudió. Y no porque lo haya leído en el cuaderno. Hasta el tono de su voz se familiariza con la realidad. Es decir, la ficción, lo que nos atrevemos a afirmar como tal, queda descartada. O en todo caso, la imaginación nos traiciona. -Podría ser. Se dice que Blas Coll no es su nombre verdadero. Desde que llegó a la bahía en 1932 se le conoció con ese nombre. -¿Y cuál es la duda? -Ninguna, sólo que haberlo oído fuera de mí es algo extraño, lo que significa que se podría corporeizar en cualquier momento... -Creí haberlo visto. -O imaginado. -¿Y no es lo mismo? -Sí, en eso no cabe discusión alguna. Es lo mismo: la imaginación es la única realidad que nos queda, como la poesía, la última religión. 4.-

-El mismo Coll nos da la razón cuando afirma que "La lógica sirve a la realidad tanto como la geometría a las nubes. De llegar a mostrarse a través de formas rígidas y predeterminadas, qué poco encanto ofrecerían a la contemplación

las cambiantes formas de un nubario matinal". -Sí, hermoso pasaje. -Pero, Eugenio, ¿no será acaso Blas Coll producto de una fiebre contemplativa? -¿Qué diferencia tiene esa frase con la creación? El hecho creador entraña un desdoblamiento. Es una suerte de enfermedad. -Que no nos extrañe entonces toparnos con Coll a la vuelta de esquina. -Seguramente, pero no hablará. Lo que oíste fue parte de este momento de ficción que vivimos. Somos retazos de la realidad. Es decir, encajamos perfectamente en ese invento trágico y a la vez maravilloso llamado tiempo. -Es decir: "La contemplación es el abandono de las imágenes lingüísticas por las más inmediatas de las cosas en sí mismas". -Justamente. Blas Coll llegó a creer que el único hereje verdadero de estos tiempos era él. De manera que no es extraño que lo veamos en la calle, sumergido en su silencio, con la esperanza de retornar a Puerto Malo. La mesera trajo más cervezas. La tarde pellizcaba la superficie del vidrio. La ciudad, allá afuera, era una condición. Un rato más adelante, la calle nos recibió. Por el oeste se escapaba la memoria del día. Eugenio Montejo se despidió con el abrazo de siempre. Mientras su carro se alejaba, alguien, sentado en la orilla de la acera exclamó bajito: ¡Qué raro se nos hace dirigirnos con un mismo pronombre a seres tan distintos, a tan variadas personas¡. Recitó otras cosas que no logré entender. La pesadez de la bebida me condujo a un laberinto del cual no he podido aún salir. Sin embargo, suelo entablar un denso diálogo con una voz que ya me es familiar. Ese día con el poeta Montejo descubrí que los imaginados éramos los dos.


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Maracay, Sábado 19 de noviembre de 2011

Tres notas sobre

Isaac Chocrón MANUEL CABESA

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n una pequeña calle de La Florida, en Caracas, hacia 1959 funcionaba el Teatro Venezolano Francés, que por aquel entonces dirigía Romeo Costea. En esa sala se estrena la primera obra de un joven que con el tiempo llegaría a ser una de los dramaturgos más importantes del teatro venezolano: Isaac Chocrón, nacido en Maracay en 1930 y descendiente de una familia sefardí quienes tenían un negocio en la cuadra que hoy ocupa la plaza Bicentenaria en la época de Gómez. La pieza en cuestión se llama Mónica y el florentino el primer parlamento lo pronuncia la sirvienta de la casa de las hermanas Laudini cuando recibe a Adán Martes quien llega por primera vez al lugar: "Aquí comienza todo", dice. Y me parece que la frase es premonitoria, porque sí allí comenzó todo, no sólo el espectáculo que los espectadores caraqueños de 1959 fueron a ver, sino una también una carrera fructífera en el desarrollo de una obra que incluye más de 20 piezas teatrales, ocho novelas y varios libros de ensayo. Luego de este primer estreno, Chocrón se consolida como dramaturgo en la escena nacional con “El quinto infierno” en 1961 y después con “Animales feroces” de 1963. En esta última Sol uno de los personajes principales y madre de Ismael, el protagonista, dice “Esto no es un país, es un clima” con lo cual define a Venezuela como algo inestable, cambiante como el clima mismo. Y es que una de las características del teatro de Chocrón es que sin ser de corte político o de denuncia como sería el de César Rengifo, siempre ha tenido una mirada crí-

tica y al mismo tiempo afectuosa sobre el país. Tal es el caso de Asia y el lejano oriente (1966) donde unos personajes de nombres disímiles deciden vender el país donde viven, un país imaginario llamado como el título de la pieza. La metáfora no puede ser más simple, en tanto que nación Venezuela siempre se ha visto amenazada por compromisos económicos externos lo cual en distintos periodos de nuestra vida democrática la ha llevado a adquirir crecientes deudas que laceran la economía nacional. En tono de comedia Asia y el lejano oriente era una advertencia para el futuro que fue desatendida. 2

Un momento culminante dentro de la historia del teatro venezolano fue el estre-

no de La revolución en 1971 dirigida por Román Chalbaud y con Rafael Briceño como Gaby y José Ignacio Cabrujas como Eloy únicos personajes de la pieza, es decir la crema y nata del mejor teatro venezolano. ¿Pero qué era La revolución? Cito el cometario de A. Mayo publicado en el suplemento Séptimo Día de El Nacional en 1973, que me parece que resume mejor de lo que yo puedo hacerlo el contenido y la intención de esta obra: La trama de 'La revolución' es aparentemente grotesca y simple: un mesonero desteñido y adulante llamado Eloy presenta al público para su diversión un viejo y gordo transformista retirado, 'la sin par, la inigualable, Miss Susy'. Los dos homosexuales marchitos con sus amaneramientos y replicas punzantes recrean el mun-

do sórdido del vodevil y de ese mundo de marginados al cual ellos han pertenecido. Son dos personajes repudiados aunque patéticamente humorísticos. A medida que discuten sobre la suma recaudada de los espectadores, aparece una de los temas que es fundamentales en todo lo que escribe Chocrón: la compra-venta. Aquí es quizás peor porque más que comprar o vender, lo que se está efectuando es el alquiler de un ser para que el público se ría de él. 3

Otro tema, aparte de la compra venta referido A. Mayo, que se reitera en la obra de Chocrón es la falta de afecto y la toma de una autoconciencia para definirla de alguna manera. Varios de sus personajes novelísticos son seres abrumados por la soledad:

Miky en “Pájaro de mar por tierra”, Daniel en “Rómpase en caso de incendio”, Mercedes Alcántara en “50 vacas gordas” y otros más son seres abrumados por un vacío interior que no compensa las veleidades del mundo externo. Mercedes quizás para combatir su monótona existencia se embarca en una improvisada investigación policial, al estilo de La reportera del crimen, que termina delusoria y acaba por enfrentarla a sí misma conociendo una faceta inédita de su espíritu. Hasta aquí estas notas, pues los editores me pidieron brevedad, lo cual resulta imposible ante la magnitud de una obra como la de Isaac Chocrón, rica en matices y sugerencias. (Tomado de la revista IUTAR HOY. Nro. 14; Maracay noviembre de 2008)


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Ramos Sucre:

Transfiguración y catarsis del verbo ALFONSO SOLANO

to de acto inusitado y encandilado de praxis poética y experiencia extremada de asunción a los más altas cimas del espíritu creativo humano.

oncebir una óptica de la vida desde un punto de vista trágico, vale decir; desde la experiencia de acontecimientos y nociones de una realidad penetrada por los eventos contingentes del vivir, ha sido la senda por donde han transitado- en su peregrinar de ideas- todos los filósofos y pensadores desde los antiguos griegos hasta los más contemporáneos como Soren Kierkegaard y Arthur Schopenhauer, sin dejar de mencionar al "apóstol del pesimismo trágico" como algunos críticos han llamado al filósofo de origen alemán F. Nietzsche. En efecto, para el autor de "Así habló Zarathustra" La tragedia, desde un punto de vista dionisíaco, era el punto de partida en donde se situaba la verdadera naturaleza de la "realidad" para el hombre, una noción para lo cual el tema estético adquiere un rango de principio ontológico. En la concepción y visión trágica del mundo, "vida y muerte, nacimiento y decadencia de lo finito, se encuentran entrelazados" como bien lo acota Eugen Fink en su obra "La filosofía de Nietzsche". Filosofía es para este autor, sabiduría trágica. En el fenómeno de lo trágico ve él "la verdadera naturaleza de la realidad" (Ob.cit. pág. 21) El pathos trágico, es la esencia de la vida. Para Nietzsche, el "sentimiento trágico no es un pesimismo huero" (Pág. 28). Este pathos es más bien, un sentimiento de afirmación de la vida; es reiteradamente un "sentimiento jubiloso, incluso, a lo terrible y horrible, a la muerte y a la ruina" (Pág.22). Tal concepción estética fue adoptada por sus seguidores casi de forma dogmática, y ella misma constituyó el norte por donde se enrumbaron los movimientos artísticos de principios del siglo XX. Uno de ellos, el más importante a nivel literario, fue el de los poetas simbolis-

UN VIAJE SINGULAR El mundo de imágenes y la geografía poética abordada por este atormentado bardo creador, es uno de los símbolos más estudiados de su "poiesis", tanto dentro como fuera de nuestro país. En efecto, en una atmósfera candorosa y sugerente, los procedimientos utilizados por Ramos Sucre en su verbo creador, se entrelazan con su ingente erudición y su conocimiento de la historia y tradiciones clásicas de occidente. Sin embrago, la obra de Ramos Sucre no es "ni una evasión candorosa regocijada en sí misma, ni una elaboración preciosista" como nos advierte prudentemente Guillermo Sucre en su ya imprescindible "la Máscara, la Transparencia" (Monte Ávila editores, 1975). En este sentido sus poemas, no tienen un referente histórico per se, aunque estén inspirados en temas del pasado. Sus procedimientos y su "mapa de visión" eran distintos, como no los indica Guillermo Sucre: "de la historia o de la literatura misma tomaba unos pocos elementos, un pormenor o un detalle no congelado por la erudición o susceptible de ser visto como una experiencia todavía viva y con ellos creaba una situación nueva" (Ob.cit. pág., 82). Así que, es erróneo atribuirle a Ramos Sucre "el pasado como ilustración del presente" ya que "el mismo sería una fórmula inadecuada" (Pág., 83). El mismo Ramos Sucre confesó: "lo único decente que se puede hacer con la historia es falsificarla" (citado por Guillermo Sucre). El recreó, a su manera, la visión de un mundo paralelo, con sus recuerdos y sueños, acontecimientos vividos dentro de la experiencia lúcida y elusiva de sus lecturas, acaecidas en el entre-sueño y en sus interminables, agotadores y atormentados insomnios. Ramos Sucre tuvo

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tas franceses que con su actitud artística y enunciados de principios, movieron el edificio estético de toda la tradición en Occidente de forma irreversible y sentaron las bases para una total renovación del género. De igual manera, la obra poética del bardo José Antonio Ramos Sucre (18901930) funda en nuestro país, una de las tentativas más luminosas y reveladoras a las que se haya dedicado creador alguno entre los venezolanos, como bien nos recuerda Eugenio Montejo en su obra "La Ventana Oblicua" libro capital de ensayos en donde se incluye un estudio minucioso acerca de la obra del gran poeta de origen cumanés. En este mismo estudio denominado: "aproximación a Ramos Sucre"- que mantiene una vigencia absoluta- el poeta Montejo nos da las claves para descifrar el "organom" psíquico y estético de este supremo poeta nuestro que "escapó sustancialmente a sus contemporáneos" en un ámbi-

además el don de recrear un espacio lírico, con un lenguaje suntuoso, a partir de la memoria de un dato histórico o literario que, de forma súbita, llegaba a su recuerdo. Esto explica, como lo han repetido en muchas ocasiones sus estudiosos, que Ramos Sucre creara todos sus verbos en forma presente. Pero en un "presente mítico producto de la divagación y el ensueño" como nos dice el poeta Montejo en su ensayo, antes mencionado. Este mismo procedimiento se encuentra en muchos de los inicios de sus poemas: -"Yo escucho las violas y las flautas de los juglares; en la sala antigua" ('La cuita' de La Torre de Timón, Antología poética, Monte Ávila editores, 1998., pág.46) - "Yo concebí y ejecuté el proyecto de avecindarme en otra ciudad más internada y en salvo" ('El Emigrado', Ob.cit. pág, .122) - "Yo cavilaba a orillas del lago estéril, delante del palacio de mármol…" ('El Mensajero', pág., 90) Este incesante proceso fabulador- al decir de Montejo- concede en su ingente expresividad "a un creador en posesión de una cultura como la suya, la más excitante libertad" HERBOLARIO PRIMARIO Lejos de acentuar su suntuosidad en el lenguaje y su énfasis casi hiperbóreo en la imágenes presentes en su poética, Ramos Sucre nos ofrece algo que va más allá de sus apuntaciones; son las 'claves de sus signos' las que han pasado a la posteridad y las que, de una manera tardía, han sido estudiadas y valoradas por todos aquellos que se atreven a navegar en estas aguas profundas y turbulentas. De modo que este lenguaje suntuoso e hiperbólico, este énfasis notorio en sus adjetivaciones exóticas e inusitadas, es lo que produjo incertidumbre y debió "hacerse inaudito al momento de su aparición" como nos acota Eugenio Montejo en su ensayo. El avanzó, a pasos agigantados, en la búsqueda

de un ritmo interno, de un aliento propio de esa "horma a trazos elípticos" con los que nos dibujó su pensamiento, parafraseando al poeta Montejo. En una noción cosmogónica e inusitada del verbo creador, Ramos Sucre se consagró a la palabra en su 'contenido nuclear', es decir, en su orbita y ritmo interior. En su poema "vestigio" el último de su libro 'La torre de Timón' leemos: "vestías de azul y blanco, los colores de la ola momentánea, y tus ojos, de mirada atónita y lejana, compendiaban un nostalgioso panorama oceánico". (Ob.cit. pág., 112) Dentro de estos procedimientos poéticos para liberar la palabra de su quicio pragmático y liberarla de su sentido primario para dejarla al libre albedrío de la imagen pura, Ramos Sucre, como bien lo han acotado sus biógrafos, suprimió de forma absoluta, el 'que' relativo con los que logró "dotar a su frases de un tono elíptico profuso y de ritmo amplio". Otra de Las características de su "corpus verbae"- como bien lo acotó el poeta Montejo- fue la acentuación del "yo" con valor tónico, un recurso que realza el plus de la comunicación de su obra. En un ensayo luminoso titulado: "el artesano del silencio" dedicado a la figura y obra de Pierre Reverdy, Alfredo Silva Estrada nos recuerda que "el espacio del poema no es el espacio cuantitativo que ocupan los versos sobre la página y entre sus blancos (…) es un espacio-otro: ese que se prolonga en la imaginación y la memoria del lector". Para Ramos Sucre esto debió ser una obsesión permanente, pues sus procedimientos inusitados nos llevan a una "zona herbolaria" en la cual ciertamente, nos sentimos exhaustos y perdidos, pero muy iluminados:"El sol de un mes de lluvia provocaba el hechizo del plenilunio en el espejo del suelo glacial. Yo salí a recrear la vista por calles y plazas y pregunté el nombre de las estatuas, vestidas de hiedra".


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Rincones TEXTO Y FOTOGRAFÍA WILFREDO CARRIZALES

para no morir por causas ajenas a su condición. El polvo trata de quitarle lustre al momento, mas priman las tonalidades que el gris decide para trascender. *

Las enamoradas se apartan a los rincones en busca de sus almohadillas. Allí se esconden y dejan pasar los días, agachadas bajo las ventanas y con las manos metidas en la entrepierna.

Durante las semanas que vierten sus antiguas prosapias ciertos rincones enmudecen y odian los bullicios. Entonces llegan escobas que se recuestan y adoran el retiro.

*

*

Las aves demasiado gordas para moverse se arrinconan. Desde el estanque cercano los peces asoman sus bocas fuera del agua e indolentes se burlan de ellas.

Nada es sobrante en los rincones, ni siquiera su propio desvelo. Si llegasen a perder terreno caerían en la desgracia y los dominarían los vientos.

*

*

Estuvo la vasija llena de vino alejada en un rincón. La oscuridad atrajo a las larvas solitarias y cercaron a la vasija. El vino desapareció inducido por la tentación.

La humedad, a veces, moja la ansiedad de los rincones. En esos casos, se hace imprescindible interponer su autoridad y su prestigio para que fertilice de nuevo el drama de las edades.

* En el rincón del jardín se cuchichea. También se adula. Es mejor salvar el muro trepándolo y divertirse a sus anchas sin exceder el tiempo límite para el regreso. * La lluvia sorprende a quien se oculta en un rincón a cielo abierto. La oportunidad le brinda un profundo significado, pero un resfriado se asoma por encima del hombro y le obnubila el umbral visual. * ¿De qué lugar se ilumina mejor un rincón? ¿Desde un huerto o desde un jardín o desde un agua profunda asentada en un costado? Sólo una beldad puede saberlo y para ello dispone de faroles en forma de luna invitada. * En los rincones se pierden las llaves (también los virgos) y luego su sonido agradable al oído repite sin cesar el vértigo de las sombras en el recinto cerrado. * La luz del sol escarda en la certeza del rincón que se comprende. Las arañas pierden la vida al sentirse sorprendidas y una densa elegancia nutre por todos los lados al rincón. * Hay un pájaro alto y ágil que escoge un día fasto para buscar en los rincones lo abstruso y misterioso. En su buche posteriormente aparecen migajas, sueños, residuos de pestañas. * Se humedecen los rincones y tiritan de frío. Resulta obvio que el flujo del jade alejado les es necesario para dilatarse.

* * En un insólito rincón se manifiesta un epitafio. El sol naciente juega al ajedrez con el rocío y estimula la sagacidad de quien debe pronto partir hacia una borrachera sutil. * Se tuerce un rincón y se aleja de un supuesto peligro. Se da prisa un cuerpo en congraciarse con las hendeduras que se desvanecen. Se activa la sangre y en un abrigo de cal el ancón fondea su zigzag. * Cansado, el rincón quieto muestra su aspecto magro. Sin embargo, ya entrada la tarde irriga con su oscurana a la mujer que desea ser preñada en un santiamén. * Un rizo se enrosca en la pared; se encoge hasta plegarse. Entonces el rincón surge de su adentro, aunque imperfecto, pero vital. *

leza, el rincón identifica a sus amigos y a sus enemigos. Luego con su flexibilidad y resistencia atrae a los corpúsculos solares y acumula espectaculares ocasos.

El orín corroe a los rincones que pierden su apetito de novedades. Se graba encima de sus epidermis la confusión de los sucesos y los vectores que traza el tiempo añadido a su sustancia.

*

*

La prolijidad se agrupa a menudo en los rincones. Las lagartijas se friccionan sobre ella y se deshacen de lo superfluo y acaso redundante.

Secretan los rincones más anónimos señales de escarabajos. En los alrededores de su ámbito de influencia un diagrama maligno puede guiñarnos los ojos y atraernos hacia un aislamiento que nos enemiste con nuestra concordia de alternancias y ritmos.

* Un gusano se arrastra por el rincón menos sobresaliente. Se sumerge después, discretamente, en la emulsión que otorga lucidez. Al final, penetra en la estación lluviosa del rincón y afirma su honra con la pintoresca costumbre de contraerse y ser médula transmutada en parte elegida. * De buen augurio se engalana el rincón para recibir a la escoba. Entre ambos intercalarán un mes en el calendario que sobrevive arrumbado en la espesura del bosque. *

Un gorrión termina su música al borde del rincón más magnánimo. Un poema se apodera de la escena y enciende la parentela que organiza las atalayas domésticas.

En un instante, frente a mis ojos, un rincón expuso su tamiz ante la crónica que decidió estimularlo. El rincón se curó de su soledad y se curtió para untarse la textura de corrimientos y paisajes de sombras.

*

*

Los rincones contienen las pulpas olvidadas de las cosas. Desde sus arterias radiales se rechazan los ambages y la feracidad de la imaginación encuentra acomodo en su interior.

¿Habrá espíritus en los ángulos que dicten órdenes y constaten su cumplimiento? En las líneas dudosas de los rincones los puntos se desentienden y ganan una geometría para una estética donde las luces se enderezan.

* Ningún rincón pasa inadvertido para el ojo escrutador. Como un cuchillo de clara natura-

* Un montón de sillas se ejercitan en un rincón

* Decae el ímpetu de los rincones al convertirse en blanco de trasplantes. Únicamente la moderación calculada puede sacarlos de tal estado catastrófico. * Con el crepúsculo matutino los rincones se abren y la fiebre los muerde hasta más allá de lo extraordinario. Ellos son expertos en el arte de adueñarse de las brumas oportunas y las palideces que arroja la escarcha. * Dentro de los rincones resuenan los prematuros enlaces de la carne y la pasión. Como un tejido de seda y algodón se enlazan los fluidos y se ajustan las proporciones que provocan jadeos y cadencias. * En un patio delantero un tallo de hierba se estaciona en un rincón y se arriesga a avanzar con coherencia por entre el aire ventilado. La pupila del ojo lo acompaña hasta que los dados irrumpan y decidan al albur la pintura que mejor acompañará al rincón.


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