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El cine documental bajo la mirada de Uli Stelzner, fundador de Memoria Verdad Justicia
Ana Lucía Mendizábal Ruiz elPeriódico
En noviembre de 2022, la ‘Muestra Internacional de Cine Memoria Verdad Justicia’ realizó una gira de un mes por el interior de la República. A través de cortos y largometrajes documentales, los miembros de muchas comunidades pudieron reconocer hechos de su pasado y circunstancias del presente en la gran pantalla.
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A través de algunas de las producciones cinematográficas que retrataban aspectos del Conflicto Armado Interno los pobladores encontraron puntos de identifica- ción con esas historias que habían sido, muchas veces, transmitidas solo de boca en boca.“Hubo una respuesta increíble de las personas, porque ya estamos con otra generación que a lo mejor no recuerda e incluso, ni cree lo que cuentan sus papás, abuelas y abuelos”, afirma Uli Stelzner, fundador de la muestra cinematográfica.
El cine documental tiene la virtud de retratar la realidad de muchas comunidades y hechos históricos relevantes.
A punto de comenzar la 13a edición de la muestra cinematográfica Memoria Verdad Justicia, cuya columna es precisamente el cine documental, Stelzner recuerda cómo se ha desarrollado este tipo de cine y cómo se ha ido formando al público que no solo asiste a las funciones, sino también participa en los foros y desarrolla un sentido crítico más agudo a partir de lo que ve en la pantalla.
EL LENTO DESARROLLO EN EL PAÍS Stelzner destaca que en Guatemala nunca hubo una industria cinematográfica. El cineasta atribuye este retraso en el campo cinematográfico en gran parte al “largo conflicto armado”. “Los jóvenes que querían hacer cine se fueron al exterior y algunos al exilio”, indica.
Agrega que, quienes hicieron algunas cintas acerca del país fueron en su mayoría cineastas extranjeros. “No se podía hablar de una cinematografía propia ni de muchos aportes. Sobre todo en el campo del documental, porque no hubo apoyo de parte de instituciones gubernamentales. Hubo algunos pocos esfuerzos individuales de personas que hacían cine con un perfil muy bajo y con poco público”, asegura. Esta situación prevaleció hasta finales de los años 1980 y principios de los años 1990. “Fueron senderos muy complicados porque las puertas establecidas para ese tipo de cine estaban todavía muy cerradas. Hacíamos pequeñas presentaciones en universidades y algunas comunidades”, recuerda.
Para ese entonces, el Festival Ícaro había comenzado su trabajo. Sin embargo, el cine documental requirió de más esfuerzos porque la sociedad no estaba acostumbrada para ese tipo de cine. “No había formación de público en ese sentido”, indica.
