1 minute read

Intolerancia en nuestro tiempo

La intolerancia se traduce en la negación o restricción de la libertad de expresión de ideas, que es un derecho fundamental. En todo caso, el respeto a la libertad de pensamiento y expresión es esencial para que las personas puedan externar o manifestar sus pensamientos, ideas, ideologías, sueños, enfoques, opiniones, puntos de vista, válidos o legítimos para unos o equivocados para otros, así como para que la ciudadanía se mantenga informada, para que el debate pacífico fluya y sustituya a la supresión del otro y a la violencia fratricida, para que los gobernantes se impongan de lo que piensa y plantea la oposición política y la disidencia. En fin, el respeto al libre juego de opiniones conlleva la armonía en la diferencia y la convivencia pacífica.

Al respecto Jorge Eduardo Fascetto expresa que “no hay personas ni sociedades libres sin libertad de expresión de ideas, y el ejercicio de ésta no es una concesión de las autoridades, sino un derecho inalienable de los pueblos”.

Advertisement

Sin tolerancia la confrontación de ideas no es posible y sin esta esencial contradicción no hay inteligencia crítica y sin ésta el pensamiento crítico cede ante el dogma, la demagogia, el fanatismo, el anti diálogo, el abuso y la imposición.

En ese sentido, Gregorio Badeni afirma que “si a las personas se le niega el acceso a la información, se les veda expresar sus pensamientos, se les priva de su derecho a emitir y conocer opiniones, la manifestación de sus ideas no será libre. Sin libertad de expresión no puede haber convivencia democrática ni como forma de gobierno ni como estilo de vida”.

En América Latina, especialmente en México, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Venezuela, Cuba, Bolivia y Argentina, la intolerancia y la criminalización de la libertad de expresión de ideas siguen siendo una realidad ostensible y lamentable. También en los EE.UU. y Europa los niveles de intolerancia han ido elevándose conforme se fortalecen los extremismos, se afianza la pretensión de grupos de poder por imponer un pensamiento único y los enemigos de la democracia arremeten, con odio, contra las instituciones y el régimen de legalidad.

Para ninguno es un secreto que en los estados de corte autoritario o totalitario los comunicadores son objeto de atentados, agresiones, censuras, imputaciones falsas, encarcelamientos arbitrarios, torturas, destierros y, por supuesto, de la barbarie y brutalidad de intolerantes que no soportan que se diga la verdad, que se les contradiga o, peor aún, que se les denuncie y evidencie.

This article is from: