El Nuevo Diario

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FOLKLORE CIENTIFICO

SABADO, 11 DE JUNIO DE 2016

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Yemayá, diosa de la santería y los misterios MOISÉS VARGAS (ANTROPOLOGO CULTURAL)

(1 de 2) a Antropología Cultural es la ciencia que estudia la cultura y costumbres de las sociedades humanas y dentro de una de sus materias tenemos el sincretismo religioso que abarca creencias, religiones, sectas, santería, satanismo, Vudú, macumba, candomble, kimbanguismo, religión yoruba, católica, judía, musulmana. Conocida en América como santería, misterios o brujería, en este caso trataremos sus dioses y diosas, con poderes sobrenaturales, según sus creyentes y adoradores.

L

Yemayá, diosa del mar Símbolo de la maternidad y una representación de las aguas del mar: es la protectora de las mujeres y, según una de las leyendas, adoptó a Changó y lo crió como su hijo; es austera e inmensamente rica, pues posee todas las riquezas de los siete mares; tiene siete aspectos y sus colores son azul y blanco; se le asigna el numero siete. Desde el fondo del océano surgió la Orisha (diosa) Yemayá, quien simboliza los siete mares y todas las aguas oceánicas. Mientras Olokun es una fuerza masculina representada por un ser mitad hombre y mitad pez, Yemayá es una fuerza femenina y un símbolo de maternidad, pues como los mares son la fuente de todos los seres vivos, Yemayá es vista como la madre de todo lo que existe. Los poderes de Yemayá sobre los otros orishas (dioses) son explicados en una de sus muchas leyendas. Un día Oloddumare-Olofi (dios) emitió un decreto que pedía a todos los orishas (dioses) que fue-

ran a su efin (palacio). Yemayá estaba en la tierra en ese momento. Cuando la noticia del decreto llegó a ella, estaba sacrificando un carnero, una de sus comidas favoritas. No deseando llegar con las manos vacías ante Olofi, y al no tener ningún otro regalo, colocó la cabeza del carnero en un platón de plata y la llevó al Creador. Mientras esto sucedía, ella fue la única de los orishas (dioses) que pensó en llevar un regalo a Olofi. Conmovido por esta atención, el Creador se levantó de su trono y dijo, “Awoyo Orí don re” (una cabeza traes, una de cabecilla serás). Y de ahí en adelante Yemayá fue colocada en un rango por encima de los otros orishas (dioses). De acuerdo a otra leyenda, Yemayá dio nacimiento al Sol, la Luna y las estrellas después de una breve coquetería con Olofi. Como un regalo por los magníficos hijos que ella le había dado, Olofi le dio su Ochumare, el arco iris, para que lo usara como co-

rona. Por esta razón el arco iris sólo aparece cuando Yemayá, como lluvia, ha caído sobre la tierra, y el Sol, su hijo, brilla a través de las nubes. Yemayá no disfruta destruir vida; su misma esencia se enfoca en darla. Sólo cuando ha sido profundamente ofendida por los excesos de la humanidad, ejerce su castigo llevándose los que da tan generosamente. Amorosa, tierna, cálida y maternal, buena y perdonadora, así es la más poderosa orisha (dios), cuyo manto azul está adornado con el espumoso encaje de las olas del mar. Ella recorre las aguas en su bote plateado, con su largo cabello negro cubierto de redes plateadas adornadas con perlas y algas marinas, y su túnica de turquesas que reluce con las escamas de mil peces plateados. Cuando entra a las aguas en alta mar se despoja de sus prendas para transformarse en una sirena. Cuando visita la tierra lo hace con la apariencia de

una hermosa mujer negra cuya inverosímil belleza embelesa a todos los hombres que la ven. Yemayá tiene siete aspectos y en cada uno posee diferentes características. Es una poderosa hechicera, y cuando danza lleva a veces una serpiente envuelta en el brazo como un brazalete. En otras ocasiones esconde su cara detrás de una máscara, un símbolo de Olokun. Cuando Yemayá entró por primera vez en la tierra, donde quiera que colocó los pies nació una fuente. De estas fuentes fueron creados los ríos, símbolos de su hermana Oshún. Pero debido a que todas las aguas pertenecen a la diosa del mar, los ríos deben regresar al océano, un símbolo de Oshún retornando a su hermana Yemayá. Uno de los primeros regalos de Yemayá a la humanidad fueron las conchas marinas, que son las boquillas de los orishas (dioses), a través de las cuales comunican a sus sacerdotes la

voluntad de Olofi. El gobernante del suelo fue otra deidad, Orisha-Oko, quien tenía el secreto de las cosechas. En los lugares donde la tierra estaba aún húmeda con las aguas de Yemayá, las cenizas de Aganyú se volvieron fangosas. Estos sitios se convirtieron en el territorio de otro orisha, Babalú-Ayé, quien rige enfermedades y pestilencia. Finalmente la tierra estaba seca y lista para producir nueva vida. El orisha Osain surgía ahora trayendo con él todas las plantas y árboles que son de su dominio. Debido a que la tierra había nacido del mar, necesitaba agua para sostener la vida. Los bosques y huertos de Osain y los cultivos de OrishaOko requerían de la bendición de Yemayá para crecer fuertes y sanos. Tan pronto cortó ella se enteró de las necesidades de la tierra, la amable diosa, del mar caminó a lo largo del planeta. Y como vimos antes, donde colocó, su pie se creó una fuente de agua. De estas fuentes surgieron los ríos y lagos, gobernados por Oshún, la hermana de Yemayá y diosa del amor del panteón Yoruba. Ahora la tierra estaba cubierta con un verde manto de rica vegetación, los campos se encontraban listos para ser sembrados y cultivados, y la mayoría de los volcanes se habían convertido en montañas. Encantado con los resultados, Obatalá decidió crear nuevas formas de vida para habitar el planeta. Creó toda clase de aves y bestias, de las cuales muchas podían ser usadas por la humanidad como ayuda para el cultivo de la tierra y otras tareas agotadoras. Pero las personas que vivían en Ile-Ife no estaban satisfechas. Empezaron a quejarse de las diferencias entre ellas y los orishas (dioses). Querían saber por qué todos se veían iguales y tenían la misma cantidad de ñames y dinero, mientras los orishas lucían diferentes y poseían poderes distintos. Simplemente no era justo, clamaban ellos.


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