EL NARRATORIO ANTOLOGÍA LITERARIA DIGITAL NRO 26 ABRIL 2018

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Cierro los ojos y dejo que las gotas de agua de las goteras mojen mi frente. Las flores amarillas que están en un florero sobre la mesa donde siempre me siento son las únicas flores que no se han marchitado o que tan siquiera sé que siguen conmigo, el resto de la flora y fauna que había dentro y fuera ha muerto ahogado. Pero… Con todo eso, aún puedo escuchar a alguien llamando, dice: “Apunta al paraíso.” Aparecen las hojas de una libreta en las que solía escribir, están colocadas sobre una libreta de cuero negro y las hojas dicen: Yo, Lugar: hogar desconocido. Año 2033, después del Gran Diluvio. ¿Y esto? ¿Por qué desconocido? Esta es mi casa, bueno, tal vez era de alguien más, pero nadie llegó o tal vez se fue hace tanto tiempo que no lo recuerdo. Parpadeo al darme cuenta de que sigo parada enfrente de la ventana y mis ojos van hacia adelante. Las épocas que vivió este lugar se ven reflejados en su interior y no me han alterado; las décadas pasan y los fantasmas entran y salen. Son recuerdos del pasado, míos y de este lugar que se entrelazan. Recuerdo la primera vez que vine. La brisa era fría y vine sola. Los recuerdos de toda una generación arden dentro de mí en estos momentos. La Flora del pasado se sienta en una mesa con flores amarillas en su centro, la Flora del presente gira para verla. Ese día, en el pasado, había salido tarde de la escuela y ella se sentía agotada con solo veintitrés años. Se le acerca su mejor amigo que trabaja ahí. Felipe no ve a la Flora actual pero ella sí, y sus ojos se humedecen. —Luces agotada, ¿esta vez fue un caso congelado? —Felipe vuelve a aparecer.— Esos casos siempre te drenan, realmente debes estar cansada como para venir aquí, nunca vienes a verme aquí. La Flora del pasado estira los brazos sobre la mesa y suspira sin verlo a la cara. —Esta vez fue complicado, pues la acusada es mayor de edad, pero te juro que tiene cien años; solo sabe decir incoherencias. Hacer que hablara fue un sufrimiento, tuvimos que ir con un psicólogo para que la convenciera. Él ríe sin desviar la mirada de la antigua Flora. ¿Flora, te gusta la herbolaría, verdad? La Flora del pasado se reincorpora con una expresión de sorpresa y mira hacia Felipe, quien poco a poco se vuelve más transparente. ¿Pero qué dices? Sabes que sí. ¿Entonces por qué no dejas las leyes y te dedicas a eso? Posa una mano sobre la mesa. La antigua Flora agacha la cabeza y decide no contestar eso, él se da cuenta de

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