En la guarida del MAYO ZAMBADA: Cronica de un encuentro insolito

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Escape imposible

Todos, hombres, mujeres y niños, abandonaron sus casas y salieron de Los Naranjos. Dispersos, corrieron rumbo al monte. Ahí, asustados, se escondieron durante dos horas. Cuando la gente se percató de que los sicarios se habían ido empezó a bajar, coinciden los lugareños, y precisan que hasta ese momento pudieron subir a El Aval por los cadáveres. –¿Quién venía dentro de la cabina? –Sergio venía manejando. A un lado estaban Erika y Yolanda. En la cabina de atrás iban Juana Francisca y Yesenia. Mis hijos, Lázaro y Pedro, estaban en la caja de la camioneta, junto con Carlos, Margarito e Iván, dice la señora Cabrera. –¿Fue una venganza? –le pregunta la reportera. –Tenían problemas desde hace muchos, muchos años, por cosas que pasaban antes. –¿Qué cosas? –Problemas… problemas... Entrevistada fuera de la capilla en la que fueron tendidos los 10 cuerpos, la señora Estela Mancinas Partida, mamá de Juana Francisca y Yesenia, es la más renuente

a hablar. “Tengo coraje –confiesa–. Sabía que mis hijas iban a venir, por eso cuando escuché la balacera presentí que eran ellas”. –¿Por qué pensó que se trataba de un ataque a sus hijas? –Presentí que eran ellas. No somos muchos los que vivimos ahí. –¿Tenía miedo? –No había miedo, lo que tenía era coraje. No supe hasta qué hora pude acercarme a mis chiquitas. Apenas tenían 15 y 17 años, estaban estudiando secundaria aquí en Los Naranjos. Esto es todo lo que la señora Estela acepta platicar a la reportera. Información publicada en periódicos locales anteriormente da cuenta de que no es la primera pérdida que sufre doña Estela. Dos de sus hijos: Justo y Armando Sarabia Mancinas, de 26 y 20 años, respectivamente, fueron asesinados el 22 de febrero del año pasado. Un grupo de sujetos los ejecutó a balazos en el interior de su camioneta, una Ford pick up con matrícula del estado de Texas. Esto ocurrió en El Salto, la cabecera municipal. Las versiones periodísticas destacan

que en ese entonces la señora Estela y su familia vivían en el poblado El Campamento al que, desde Los Naranjos, en vehículo se llega en hora y media. Ahí vivieron hasta junio de 2009, cuando un grupo de sicarios se apoderó del pueblo y quemó su casa con todo lo que tenían, incluyendo las parcelas. Algunos lugareños señalan que en El Campamento había 50 casas habitadas, pero las familias optaron por emigrar antes que hacer frente al grupo que, aseguran, es de zetas. Anastasia Sarabia es abuela de Yolanda, Iván, Erika y Margarito. Con dificultad camina, pero aún así bajó hasta Los Naranjos a velar los cuerpos de sus nietos. Entrevistada mientras descansa, sentada a la sombra de un muro de la capilla, platica: “Aquí vivo desde junio del año pasado. Yo vivía en El Campamento y nos salimos huyendo del peligro. Ahora dicen que El Campamento está solo… Yo pienso que mataron a los muchachos por envidia, porque ellos podían andar por todos lados, eran chiquillos de escuela, estaban en la secundaria. 1744 / 4 de abril de 2010

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