50sombras

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tengo la impresión de que estás despidiéndote de mí? —Porque voy a marcharme. —No es eso lo que quiero decir, y lo sabes. —Christian, tengo que pensar en todo esto. No sé si puedo mantener el tipo de relación que quieres. Cierra los ojos y presiona su frente contra la mía, lo cual nos da a ambos la oportunidad de relajar la respiración. Un momento después me besa en la frente, respira hondo, con la nariz hundida en mi pelo, me suelta y da un paso atrás. —Como quiera, señorita Steele —me dice con rostro impasible—. La acompaño hasta el vestíbulo. Me tiende la mano. Me inclino, cojo el bolso y le doy la mano. Maldita sea, esto podría ser todo. Lo sigo dócilmente por la gran escalera hasta el vestíbulo. Siento picores en el cuero cabelludo, la sangre me bombea muy deprisa. Podría ser el último adiós si decido no aceptar. El corazón se me contrae dolorosamente en el pecho. Qué giro tan radical… Qué gran diferencia puede suponer para una chica un momento de lucidez. —¿Tienes el ticket del aparcacoches? Saco del bolso el ticket y se lo doy. Christian se lo entrega al portero. Lo miro mientras esperamos. —Gracias por la cena —murmuro. —Ha sido un placer como siempre, señorita Steele —me contesta educadamente, aunque parece sumido en sus pensamientos, abstraído por completo. Lo observo detenidamente y memorizo su hermoso perfil. Me obsesiona la desagradable idea de que podría no volver a verlo. Es demasiado doloroso para planteármelo. De pronto se gira y me mira con expresión intensa. —Esta semana te mudas a Seattle. Si tomas la decisión correcta, ¿podré verte el domingo? —me pregunta en tono inseguro. —Ya veremos. Quizá —le contesto. Por un momento parece aliviado, pero enseguida frunce el ceño. —Ahora hace fresco. ¿No has traído chaqueta? —No. Mueve la cabeza enfadado y se quita la americana.


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