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• Juan Ángel Salinas Chávez ¦ Conmemoración Testigo TRES recorridos por la ciudad de Héctor García

LA GRAN URBE NO SÓLO FUE MOTIVO CENTRAL EN LA OBRA DEL FOTÓGRAFO, CELEBRADO ESTE AÑO, SINO UN DETONANTE DE REFLEXIÓN CRÍTICA Y SOCIAL

Por Juan Ángel Salinas Chávez Seminario de Investigación en Fotografía, IIE-UNAM cupula@elheraldodemexico.com

ICONO. Jaque, Héctor García, Ciudad de México, 1958. Foto: cortesía Fundación María y Héctor García.

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Con motivo del centenario del natalicio de Héctor García (19231912) el equipo del Seminario de Investigación en Fotografía de la UNAM preparó junto con la Fundación María y Héctor García tres exposiciones que se inauguran entre agosto y septiembre de este año: Ciudadanos (Galería Abierta de las Rejas de Chapultepec), Ciudad vorágine (Centro de la Imagen) y Ciudad espectro (Museo de la Ciudad de México). Estas muestras permiten al público ver a través de la lente de uno de los fotógrafos que mejor retrató la acelerada expansión de la Ciudad de México hacia mediados del siglo XX. En la fotografía de Héctor García la ciudad no sólo es un motivo central, sino un detonante de la reflexión crítica y social. Y es que la obra del fotoperiodista se desplegó cuando la ciudad experimentó una verdadera revolución urbana que transformó las relaciones sociales, las prácticas culturales y los modos de vida de sus habitantes. Tal transformación se debió al cambio del modelo económico impulsado por el Estado mexicano en la década de 1940, que aceleró la industrialización del país y lo llevó al crecimiento económico conocido como milagro mexicano. Durante tres décadas, la capital se convirtió en lugar predilecto de ese modelo y, por esa razón, se realizaron una serie de obras de infraestructura para acabar con el México viejo y levantar uno nuevo, moderno y urbanizado.

Pero mientras el Estado mexicano producía, visibilizaba y hacía constar que una metrópoli moderna se expandía, otra ciudad se levantaba en sus márgenes. La migración de miles de personas condujo a la saturación de vecindades del centro y a la creación, en sus periferias, de un cinturón de miseria al que los especialistas denominaron herradura de tugurios

MÁS EXPOS

El Museo del Estanquillo contará con ¿Qué me ves? Héctor García, cronista de la lente, curada por Rafael Barajas “El Fisgón”. En Los Pinos se inaugurará una exposición dedicada a las imágenes de García sobre los movimientos sociales del 58 y el 68.

MIRADA SOCIAL

Ese fenómeno de expansión motivó la búsqueda y apropiación de terrenos en los alrededores de la ciudad a fin de asentarse ahí y beneficiarse del crecimiento económico que se experimentaba en la urbe.

Los claroscuros y contradicciones de la historia reciente de la Ciudad de México fueron documentadas apasionadamente por Héctor García a lo largo de varias décadas, principalmente entre 1950 y 1970. Desde diferentes posiciones, ángulos y medios de transporte, construyó un retrato único, distinguible y particular de la urbe y sus fenómenos. El fotorreportero también refleja inevitable y simultáneamente su propia vida en las calles. Retrata su historia como hijo de la Candelaria de los Patos, como personaje callejero al que su madre calificó atinadamente de pata de perro. En la obra de García encontramos fotografías de barrios, colonias proletarias y cinturones de miseria; amplias y modernas construcciones; trolebuses, automóviles y motocicletas que campean en el paisaje capitalino; mujeres, hombres y niños que desde distintas posiciones de la escala social se incorporaron a la dinámica urbana. Desde los suelos hasta los cielos, retrató todo aquello que formó ese espacio único que es la ciudad de Héctor García.

A inaugurarse el 23 de agosto, la exposición Ciudadanos propone un viaje a pie de calle por la ciudad. En la muestra podremos constatar cómo los gestos, movimientos y desafíos de los urbanitas fueron capturados como escenas excepcionales del trajín cotidiano. La urbe sirvió al fotógrafo como telón de fondo para enmarcar las acciones de niños voceadores, mujeres a la moda, policías controlando el tráfico y cientos de personas que, como nosotros, hemos recorrido el espacio de la calle apropiándonos de ella.

Ciudad vorágine acompañará, a partir del 30 de agosto, el itinerario de Héctor García por el torbellino imparable de la modernización de la capital. La selección de un centenar de imágenes y documentos invitan a descubrir la doble realidad retratada magistralmente por García desde los años 50: tanto la ciudad del milagro mexicano, como las ruinas y la desigualdad que éste fue dejando a su paso. Incluye fotografías de la construcción de avenidas, estructuras de altos edificios y conjuntos arquitectónicos que se convertirían en símbolos de la urbanización moderna como Ciudad Universitaria y el Conjunto Urbano Nonoalco Tlatelolco. La exposición también reúne fotografías de la vida en los tugurios, de las dificultades de habitar las periferias. La exposición contará con materiales hemerográficos, documentales y audiovisuales que permitirán conocer la vida y obra del fotógrafo. Adicionalmente, en el Fotomuro del Centro de la Imagen se reproducirá a gran escala las imágenes aéreas de García que Salvador Novo incluyó en su libro Nueva Grandeza Mexicana, de 1968. La tercera exposición, Ciudad espectro, se inaugurará el 30 de septiembre. Con cerca de 70 fotografías, la muestra pondera la astucia y sagacidad visual de García para capturar en sus imágenes de baja luz, los brillos y sombras de los escenarios urbanos en el ocaso y la noche. La muestra constituye una travesía noctámbula que muestra el rostro poético, luminoso y onírico de la gran metrópoli.

UNA MÁS Héctor García. Miradas sobre un monumento abrirá en el Munal, sobre las imágenes que hizo, en las que aparece El Caballito.

TAMBIÉN DEDICADO A LA IMAGEN, EL HIJO DEL FOTÓGRAFO DE LA CIUDAD

Héctor García:

Rememora Los Impulsos Que Tuvo Su Padre Para Accionar La C Mara

Por Héctor García hectorgasa@gmail.com fundacion.hg@gmail.com

omo fotógrafo de prensa me gusta pensar que el título de una de las obras más conocidas de Héctor García Cobo, mi padre, define muy bien al oficio que compartimos: ¡Córrele! Fundamentalmente, de eso se trata. De andar para arriba y para abajo, siempre con el tiempo encima y con el riesgo inminente de que la fotografía precisa, el “instante decisivo” del que hablaba Henri Cartier-Bresson, ocurra antes de poder accionar el obturador de la cámara. El riesgo de perder una imagen siempre es altísimo y le ocurre hasta a los mejores cazadores.

Hoy, cuando nos alistamos a conmemorar los 100 años de su nacimiento con un programa de nueve exposiciones, pienso que mi padre encaró este riesgo como pocos y, tal como lo muestran sus decenas de fotos icónicas, casi siempre salió victorioso de esta batalla contra la fugacidad. La fotografía a la que me refiero, ¡Córrele!, fue tomada en 1947, y muestra a un hombre con indumentaria de campo: sarape al hombro, sombrero, morral y ropa de manta, que atraviesa a toda velocidad una avenida repleta de automóviles. La niña pequeña, que lleva de la mano, batalla para que sus piecitos alcancen a seguirle el paso.

Famosamente llamado el “Fotógrafo de la Ciudad” por su amigo Carlos Monsiváis, Héctor García consiguió una de sus instantáneas más perdurables —de eso se trata este oficio— con esta composición, que resultó una metáfora muy precisa sobre el momento que vivía la capital. Con la enorme mole de un edificio del Banco Nacional de México a la espalda, los dos personajes de la fotografía, provenientes del campo mexicano paupérrimo, menguante y desatendido, corren por sus vidas entre el frenetismo de la modernidad que, con sus automóviles velocísimos, amenaza con llevárselos de corbata. ¿No fue precisamente ésta la experiencia de miles de paisanos que llegaron a la Ciudad de México a finales de los años 40 del siglo pasado? El rostro del protagonista, oscurecido por su sombrero, hace pensar que podría tratarse de cualquier persona, o de todos al mismo tiempo.

Resulta verdaderamente increíble pensar que una imagen tan elocuente, que dice tanto a un sólo golpe de vista, pudiera hacerse con las condiciones en las que los colegas trabajaban en aquel tiempo. Por aquellos años, mi padre utilizaba una cámara analógica de 6x6, que apenas permitía 12 tomas, y que implicaba que debía estar realmente cerca de los protagonistas de sus encuadres, como siempre lo estuvo, de forma tanto física como empática.

La carrocería que se asoma, difuminada, en el primer plano de la fotografía, da cuenta de que, para lograr esa foto, Héctor García tuvo