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Abigail A. Correa Cisneros Felipe Calderón protegió al Cártel del Chapo Guzmán
La batalla impulsada por el expresidente Felipe Calderón hace una más de una década, dejó 83 mil muertos a manos del narco.
El exfiscal de Nayarit y exencargado de seguridad pública en Tepic, Édgar Veytia, expuso al exmandatario como protector del Chapo Guzmán, durante el juicio contra García Genaro Luna.
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El expresidente Felipe Calderón quedó expuesto nuevamente en cuanto a su relación con los cárteles de la droga mexicanos. En el juicio que se lleva a cabo contra Genaro García Luna, el exfiscal de Nayarit y exencargado de seguridad pública en Tepic, Édgar Veytia, declaró que las instrucciones eran apoyar siempre apoyar al Chapo Guzmán.
Sin embargo, el exmandatario mexicano está tranquilo. Porque a pesar de los dichos, quienes lo señalan no tienen pruebas. Calderón negó las acusaciones y dijo, a través de Twitter, que nunca pactó con criminales.
El sexenio 2006-2012 fue de guerra en México. La estrategia del entonces presidente para combatir al crimen organizado acabó acorralándolo, eso si es que llegó a tener la intención de acabar con la inseguridad y la violencia que se incrementó durante el periodo calderonista.
Felipe Calderón niega que protegió al Cártel de Sinaloa, específicamente a Joaquín Guzmán Loera. Pero tampoco se hace responsable de la ola de violencia que se desató en su gobierno debido al combate contra el narco, que no fue más que guerra entre cárteles con el gobierno federal aliado de un bando. Periodo en el que oficialmente registraron 64 mil 786 muertes relacionadas con la lucha contra el crimen organizado, un recuento periodístico del semanario Zeta reveló que fueron 83 mil.
El daño al país es tal que existen zonas actualmente tomadas por el crimen organizado. Incluso el gobierno actual no ha podido recuperar territorios donde los grupos delictivos actúan libre- mente.
Los resultados de la guerra contra el narco en el sexenio de Calderón son nefastos. Por un lado, el aumento del consumo de drogas tanto en México como en Estados Unidos, donde el acceso a las drogas es cada vez más fácil y, por lo tanto, el incremento en su uso se elevó de forma alarmante. Por otra parte, evidenció la debilidad de las fuerzas estatales que más que combatir se dejaron corromper.
Esta guerra no acabó en 2012. A más de una década el problema persiste y es porque el gobierno federal no ha sabido distinguir claramente el dilema, si se trata de un asunto de seguridad o de uno de salud pública.
Felipe Calderón puso a disposición del cártel del Chapo Guzmán al ejército mexicano. Su justificación fue entonces ridícula. Salieron a las calles a combatir un supuesto aumento de consumo de drogas en niños y jóvenes que no había. Aseguró que se debía combatir la violencia rela- cionada al narco, cuando análisis como el del sociólogo Fernando Escalante demuestran que antes de la intervención del expresidente Calderón la violencia del narco era remota.
Asimismo, el control del territorio, así como las autoridades corruptas siempre ha estado presente. La sonada alianza entre el expresidente Calderón y El Chapo Guzmán se salió de control.
Porque antes las reglas del juego las ponía el gobierno y difícilmente los traficantes buscaban competir con el Estado o suplantarlo. Los narcos se limitaban a la búsqueda de acuerdos con las corporaciones policiales para emplearlas contra la competencia o como mercenarios. El resultado de la guerra de Felipe Calderón contra el narco fue que la violencia generó más violencia.
Despejar Misael Tamayo N Ez
Ricardo Monreal, el último en agregarse a la lista de “corcholatas” presidenciables en Morena, hizo el lunes una advertencia importante, que sus correligionarios deben tomar en cuenta.
En su gira por Sinaloa, el senador zacatecano, al ver la proliferación de anuncios y pintas a favor de Marcelo Ebrard, Claudia Sheimbaum y Adán Augusto, advirtió que eso es más que algo interno; es prácticamente una precampaña abierta y que a todas luces es algo ilegal.
Precisó que si fuese solamente una campaña interna, entonces se llevaría a cabo en foros cerrados, en reuniones programadas con anticipación, como lo están haciendo los aspirantes a suceder a Andrés Manuel López Obrador, pero sin recurrir a publicidad externa, en pintas y espectaculares, pues esto último implica un gasto que bien puede provenir del erario público y, obviamente, es financiamiento privado.
Experto en materia de Derecho, Monreal está dando una pauta importante que deben analizar los equipos asesores de Claudia, Ebrard y Adán Augusto, pues la ley es estricta en materia electoral y no olvidemos que hay muchos casos en donde las candidaturas les han sido retiradas por menos que eso.
Claro, también puede suceder que Monreal esté exagerando, no pudiendo él mismo organizar equipos de promoción política como los otros están haciendo, pues es un hecho que los tres punteros en la proceso de selección de candidatos en Morena, que aún no arranca de manera formal (léase en sus tiempos legales), traen ya a mucha gente a su alrededor en todos los estados del país.
Guerrero, obviamente, no es la excepción. Aquí tenemos ya bien definidos los equipos promotores de Claudia, Ebrard y Adán Augusto, quienes cuentan con estructuras regionales, municipales y coordinaciones estatales.
El primero en promoverse fue Marcelo Ebrard, a través de Luis Walton Aburto, quien comenzó esta odisea desde pasadas las elecciones de 2021, en donde fue un fallido candidato externo.
Al equipo que encabeza Walton se fueron añadiendo otros personajes, como la alcaldesa de Acapulco, Abelina López Rodríguez, quien incluso trajo a Ebrard a un evento público en el que anunció la gestión de una obra importante.
Hay también diputados locales, como el ex titular de la Junta de Coordinación Política, Alfredo Sánchez Esquivel, y en su momento llegó a estar la alcaldesa de Chilpancingo,
Norma Otilia Hernández Martínez, entre otros.
Luego, en cuanto asumió la gubernatura Evelyn Salgado Pineda, su equipo y el del senador Félix Salgado Macedonio se inclinaron por la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheimbaum, y las veces que la única mujer aspirante a la presidencia de la República por Morena ha visitado Guerrero, ha estado rodeada tanto por la gobernadora como por el senador Salgado.
El último en movilizarse en Guerrero y a nivel nacional fue el secretario de Gobernación y ex gobernador de Tabasco, Adán Augusto López, a quien el presidente de la República metió a la jugada de última hora en una sabia maniobra de equilibrar la balanza y meter a un tercero en discordia.
A Adán Augusto se le ha visto aprovechando como ninguno de sus antecesores su posición -la que retomó después de la ex ministra y senadora Olga Sánchez Cordero- para menearse por todo el país y reunirse con gobernadores, diputados locales, diputados federales, senadores, y miembros de la sociedad civil.
El proyecto de Adán Augusto está siendo dirigido en Guerrero por morenistas que no pertenecen si al grupo de Félix Salgado, ni al grupo de los externos encabezado por Walton, sino más bien gente de a pie o que estaba en la banca.
Lamentablemente para Ricardo Monreal, en Guerrero tiene poca o nula estructura, pues cada vez que venía a la entidad él prefería reunirse con priístas y perredistas, siendo el senador Manuel Añorve su más fiel anfitrión.
Generalmente se mueve en foros universitarios, de intelectuales de oposición, ex perredistas de a pie, etcétera.
Tras este amplio contexto, amable lector, considero que más allá de lo legal, que como ya expuse debe ser analizado y atendido por los asesores de los aspirantes, a mi juicio lo menos deseable (por no decir lo más grave), es la polarización de los equipos.
Quiérase o no se están formando “tribus” alrededor de los presidenciables, teniendo a cada uno de ellos como “jefes políticos”. O bien se les está apoyando por indicación de figuras intermedias, como sucede en Guerrero, y eso puede desembocar en una división interna grave, si no se le sabe dar cauce, que impacte lo local de manera irremediable.
La gente debe saber -y así se le debe informar- qué parte del proceso se está viviendo; debe saber que es algo interno, pero que llegado el momento cada uno apoyará a quien resulte ganador en la contienda.
Es peligroso ir haciendo una campaña interna, como lo hizo Ricardo Mejía Berdeja en Coahuila, aprovechando su cargo como subsecretario de Seguridad en el Gobierno de la República, sólo para ir creando un grupo político al que llegado el momento aprovecharán para afincar sus proyectos personales.
Indudablemente eso hará Ricardo Monreal; y por eso no se ha ido de Morena. Quiere anclar primero su proyecto en el partido lópezobradorista, para luego migrar a la oposición, que hoy por hoy carece de candidato fuerte y, sobre todo, candidato que se medio confunda con el lópezobradorismo.
El discurso ambivalente de Monreal así lo demuestra. Quiere ser obradorista pero al mismo tiempo opositor. ¿Para qué? Para confundir a la gente de a pie, y quedar bien con los jefes de la oposición. El zacatecano es el clásico ciclista de la política.
Pero lo peor es que los demás hagan lo mismo. Es decir, que Ebrard, Claudia o Adán Augusto, se estén preparando para ser los candidatos, pero nunca para no serlo. Y, lo más grave, es que se estén llevando entre las pezuñas a las bases morenistas. No se olvide que así se han perdido imperios.