El fantasma de la glorieta 1 quinta epoca

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Revista de literatura

Director: Félix Morales Prado Quinta Época. Nº 1 - Martes, 17 de octubre de 2017 ISSN: 1577-8851

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EL REGRESO

l fantasma de la Glorieta” ha vuelto, con paso vacilante, sin saber muy bien por qué. ¿Alguien lo sabe? ¿Alguien sabe el porqué profundo de las cosas? Si seguimos el hilo enmadejado de las causas, ese hilo nos llevará siempre al misterio. Es su naturaleza. Es razón última. No se esconde a los ojos que saben aceptarlo. Y está en cada matiz de la apariencia. También en lo invisible, en lo inasible, en lo inefable. También en los fantasmas. Ha regresado después de un largo paseo por el no. Posiblemente mira el agua. O, como ausente aún, se mira dentro. Vevacío. Tal vez ruinas lejanas y están cerca. Todo se superpone, niños, árboles, astros, bombas, sismos, discursos, dinero, risas, hambre, viento, canciones, gritos, besos, confusión, multitudes, sol, esperanza, lluvia sucia…

O la luna rielando dentro, allí, entre las olas. Lágrimas surcan el rostro espectral. Los fantasmas no lloran. ¿De quién será ese llanto? Una tormenta, crepúsculo, aurora nocturna despierta en su interior. Y desde el cielo anubarrado, azulino, paradójico, caen rayos poemas, restallan relámpagos relatos, braman pensamientos truenos, en chaparrón que respira una vez más. Una vez más. Vuelve su rostro. Sus ojos fulguran. Y deja en vuestras manos la palabra. Yo soñé anoche con jardines. Se sucedían como esIlustración: Daniel Bilbao Peña tampas de un álbum, uno tras otro, cada vez más extraños, entrañados de enigma. Al fin estaba el mar, tremendo, alegre, amenazante hogar, enrollado con forma de serpiente.

Textos: María Antonia Blesa, Francisco García Castro, Capitán de las Dunas, Alberto Blanco, Marcelo Díaz, Agustín María García López, Francisco Aguado Ortuño, Mª Ángeles Garrido, Francisco Blesa, Gregory Corso, Ana Deacracia, Dolo Vidosa, Ibirico,Ysabelino Eloy Maderal, Juan Villa, Manolo García, Manuel Moya, Juan Antonio González Márquez, José Antonio Moreno Jurado, Rafael R. Costa. Ilustraciones: Daniel Bilbao Peña, George Wooliscroft Rhead, & Louis Rhead, Francisco de Goya, M.C. Escher, Francisco Aguado Ortuño, Mª Ángeles Garrido, Martin Lewis, Max Ernst, John M. Keating y Henry Clark Coe, Leonardo da Vinci , Blanca Morales, Caspar D. Friedrich.

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D E L A RE I N A María Antonia Blesa

Hoy, a veinte del mes de julio de mil novecientos noventa, serena y deslumbrada, cubierta la cabeza con fresca tela de [ ], reseca la garganta y embrollado el corazón de tagarros, lagartijas y pequeñas hormigas aladas: diminutas hadas madrina del mediodía.

v Gritan los niños y sus voces arrastran agua. Agua, ahora, en verano. Agua y el sueño que no llega hasta muy entrada la noche. Y el sueño que no llega porque se vive en él, ahora en verano. Mi corazón tiene hambre del sagrado corazón de ese sueño: de la mordedura blanca de las farolas, de los jazmines, de los torsos desnudos de los hombres asomados a sus puertas y sin una palabra que decir, de la larga carretera entre chicharras de fuego, del resplandor turquesa, inmóvil de la piscina, del amor en los zaguanes en sombras y en los lavaderos (del amor en las catacumbas del verano), del dolor de ese amor… abriéndose paso sobre el campo de grama como un largo espigón sobre mar abierto. vi Deja que la luna alta y dura (rara piedra o hueso talismán del cielo) te traiga como hombre o como mujer. Y como nada y como todo respira este viento que encabrita a las mulas. vii Nada te inquiete sino todos los cuerpos. El tronco de la palmera, el tacto de la luz, la carne azul del cielo, los labios risueños de un hombre, la mano de una mujer que se me ofreciera... en nada y en todo difieren para mí que los sueño. Yo estoy en el deseo (asustada y capaz) o no estoy en parte alguna. Intro-vertir: verter dentro. viii Que cada uno de tus gestos sea una reflexión que se libera. ix La halladora.- Figúrame arriba o abajo pero nunca en, prendida a esta sarta de elucubraciones toscas. Pues esa misma pasión que aguijonea tu vida sella mis labios. Solo en las horas en que nadie hay tras la ventana y la piedra fría arde en mis manos, hablo o muero, despertando entonces la conciencia implacable de todo, quizás verdadero lenguaje. Mas tú me ves así: haciendo gestos torpemente vivos, hirviendo en una excitación desprendida de causa, de espaldas al cielo y su descenso sobre la ciudad en calma… y vuelvo a perdérmelo todo, como una sibila atrapada en el gong de sus sentencias. Sí, sentenciosa, otorgada al nuevo mundo como una religión chirriante, habladora, destrozadora, tatuada de pies a cabeza en no sé qué carne infalible del alma. 2


x He venido para herir a sangre y fuego el aura vieja de mi cuerpo en la colina. Más extenuada por la intrincada vegetación de los días que por la reflexión de las oscuras noches aún amo, pues nada he poseído que no me poseyera antes desde la luz y desde el bullicio. Digo: ¿mas que visión se corresponde, sino la alta pendiente del cielo que recuerda a la plata en su impostura magnífica? xi Amo la vida. Y la amo más según se cobra en mí el precio de su imposible inteligencia.

Ilustración: George Wooliscroft Rhead, & Louis Rhead

POEMAS Francisco García Castro

TREGUA Tregua en la siembra Sopa campera Ronca la espiga

AHÍ Qué ingenuidad la del serrín Ahí, ínsistiendo 3


CARTAS DE ORIENTACIÓN A MARCELO (3ª carta)

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Capitán de las Dunas

uídate de las fieras de los pensamientos. La cabeza tiene sus cuevas profundas y complicadas donde viven las bestias feroces y se reproducen. Las hay que gritan como endemoniados desde la mañana a la noche, que se relamen los colmillos y miran con los ojos afilados de la maldad, brutales criaturas de espeso instinto, la dimensión de las alimañas agresivas y sus pisadas que te acompañan sordas y profundas reventando flores y yerbas que vivían por donde transita tu paso. Las más peligrosas son silenciosas y de leve huella, se enredan en tus palabras, envenenan el propósito de tus intenciones, donde sus ojos miran aparece la tristeza como la diosa oscurecedora de la existencia, cuando su palabra dice desde una lluvia amarga se inundan las pobres vidas de equívocos y filosofías obscenas. Son frías larvas que anidan en los santuarios de tu alma. Allí se hacen fuertes y multiplican sus colmenas hediondas, la podredumbre del rastro de gusanos que se mueven como una escritura viva, infame, hechizada. Cuidado. Cuídate de la palabrería impía, la que sólo nombra cosas de este mundo, cosas de madera, de piedra, de humo, cosas, sin eternidad en su fondo, sin coloquio con lo divino, palabras que se posan como pajarracos positivistas en el ramaje de los jardines sin bondad ni belleza. Si quieres leer el Libro de los Seres mueve tus ojos sobre sus páginas como los pasos de un niño en el dulce prado que orillea el río en la tarde. Y los juegos de la inocencia te darán la medida de ese amor que se puede intercambiar con todo lo creado. De este modo que te digo debes poner en orden los movimientos de tus ideas, darles la disciplina que se necesita para sobrevivir entre tanta batalla, y conformar a su armonía el decir que brota del ser y para nada es aturdido ni superficial. Ni oigas ni temas ni entres en un cuerpo a cuerpo con esas fieras que como te decía se mueven en las dimensiones misteriosas de tu cabeza y reptan y aúllan y saltan como si fueran las reinas de una selva que vive nocturna en lo oscuro de tu mente. Llaman a este bestiario el ensueño de la razón y es verdad que de ahí brotan los monstruos de las quimeras mortales. No les prestes atención, pasa junto a ellas como el astuto Ulises entre las sirenas, sigue tu camino, tu camino del que ya te escribiré algo otro día. 4


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Ilustraciรณn: Francisco de Goya


EL CAOS HABITA EN LAS ENTRAÑAS Alberto Blanco

Lo saco de las entrañas para estremecerte Me pongo en pie para volver a rodar Toco el cielo para acercarme al infierno Evoco a la muerte para seguir viviendo Me enamoré de ti para ser amado Pido la palabra para no decir nada Extiendo mis alas para notar el suelo Leo tus poemas para sentir la caricia de la pluma Me enveneno de letras para vomitar frases Bebo mi propia sangre para desangrarme Me encierro en la oscuridad para preservar mi luz Me adentro en el caos para hallar la paz Me tumbo en la orilla para habitar el mar Le di la espalda al mal para emerger cada día 6


UN TIEMPO MENOR Marcelo Díaz

Imagen de fondo: M.C.Escher

Aquí la esfera,

los ciclos los ciclos los cic los los ciclos.

El tiempo representado, cuadrado para el lápiz de los ojos. A un lado la memoria, inexacta, archivo de afectos, sensorial, callada al fuego de saberse. Por delante los verbos, los días sin espejo, desmedida la distancia.

los ciclos los ciclos los ciclos los ciclos los ciclos los ciclos los ciclos

Siempre el tiempo es menor en nosotros.

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DÍPTICO DEL RETORNO Agustín María García López

1 (… cuando todas las cosas eran como palabras… )

JOSÉ MARÍA VALVERDE

Por un bosque de enebros huyeron las palabras; quedó la edad del niño huérfana de palabras: los cromos esmaltados —álbum Lejano Oeste, color, n.º 2—; el atlas de Salinas; el plumier que guardaba su corazón de cedro; la espada de Amadís, y el retrato de Oriana, la de almendrados ojos… Por una acequia de oro volvieron las palabras; palabras que eran besos, besos como palabras. Un viento torbellino envolvió con mis besos tus palabras. Del vientre de las rosas —las rosas centifolias, encendidas— renacían las palabras. 2 Cansado de ser otro (tal vez de ser yo mismo), me entregaré a las cosas que no ambiciona nadie para ignorar con ellas, libre de otros dominios.

LUIS FELIPE VIVANCO

No se atrevía a mentir. Pero era un embustero. Prestaron su concurso los lápices Alpino. Plantó en la mar naranjas, y sandías en los pinos. Era un mastuerzo: no decía la verdad; una vez y otra y otra: para salvar los grillos, para escribir sin faltas, para beber los vientos y recorrer las plazas. Yo iba de Fu-Manchú y tú vendías juguetes. Ambos nos sorprendimos. Por más que haya pasado la noche de los tiempos, y el yelmo de Mambrino sea tan sólo un recuerdo; por más que los nenúfares de rosa y lapislázuli se hallen entrevelados por manantíos de niebla, una sola mirada de tus ojos rescata las palabras de este abismo. No es otro que vivir este oficio de niños.

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Francisco Brines Poema e ilustración: Francisco Aguado Ortuño

Mi casa daba al mar. Mientras la contemplaba grandes jazmines cayeron del cielo y enraizaron en el jardín. Naranjos detrás de la verja se levantaban para ver la rosa de mi piel y el oro de mis cabellos. Mi infancia no fue muy feliz. Ya entonces me hice amigo de la soledad y me circundaban las sombras. En mi juventud el sol se posó en la yema de los dedos y la mirada. Aún así me perseguían casas desiertas, oscuros silencios y rosas negras. Después vino el cansancio del espíritu, el espejo roto, la intuición del vacío. Hoy soy el humo de una antigua hoguera que ya ni recuerdo y que el viento oscuro se llevará al olvido. Yazco en el hueco absurdo donde se multiplica la ceniza y en el que la nada es un monstruo devorando la vida.

PALMERA

Poema e imagen: Mª Ángeles Garrido

La palmera alza sus alas Y la plata estrellada de los cielos Se funde con su vuelo. Su suave aleteo limpia el mundo, barre mis recuerdos. Mi mente reposa serena en su silencio, E invoco un alumbramiento En el abismo de mis ojos. 9


MARI B L E S A Francisco Blesa

I Iba detrás de la ternura y encontré las flores arrancadas. Iba persiguiendo mi aliento y lo encontré en un verso. Y porque he querido tanto y lo sé, hoy vivo estremecida. Tengo rota una parte del corazón y me llamo Mari Blesa, Antonia, María Antonia, mientras hay pájaros delante de mi ventana que me esperan, enredaderas, árboles. Debéis saber que solo fui la mágica que anduvo sigilosa por ciudades y bosques entonando su canto. Tan solo me valí de las alas invisibles que los dioses conceden a quien se sabe. A quien se sabe y canta y vuela temblandito como la mariposa azul del limonero. Oh¡ si me estoy yendo, ¿no lo veis? Con una ropita blanca y frenesí, los labios rojos, el alma enamorada. Que me hundo en un río de este mágico Sur y en aguas del que llaman el Charco del Cujón (y son turquesa) bajo álamos blancos del inmenso verano. Pasa cerca la barca del Barquero Mayor mientras me hundo. Y me rescata y dice ven. Y yo le digo sí. Mi piel es otra historia que él conoce y yo no. Y necesito ahora cantar y poseerme. Ser aquélla y comer flores, teñirme la barriga de amarillo, adornar con barro mi inocencia. Quiero morir para el mundo que desconoce el Ser, mientras ya me deslizo suavemente llevada. ¡Qué grande es y cuánto significa vivir en lo distinto! Estoy enamorada, convertida en arena, piel de luna, voz de pájaro. Así fui y ahora me encuentro. II Por las laderas va la historia de mi vida y lenta se despeña. Apalabrada por mis versos viaja en una carroza de sangre y violetas. Como una reina siento (la más hermosa reina de los cuentos de hadas) que me han desposeído. Tiemblo entonces de frío y por la hermosura tiemblo. Muy cerca estará la nieve. Amado, ya no me pertenezco. III Salgo de casa a las 9’34. Busco un tren que me llevará a ninguna parte, lo sé, de este mundo apenado. Sin embargo me afano y quiero libremente viajar por la indigencia. 10


Sentirme olvidada, marginada igual que ellos, junto a ellos, tantos. Llevo el pelo lavado y una bolsa con nada. Nadie habrá en el andén que me diga te quiero, no te pierdas, vuelve, cerecita del alma, frenesí. Así que voy cantando, y son las diez, por un camino negro bordeado de acacias. Mamá quedó en la casa mientras yo le decía sé muy feliz y olvida. De la breve despedida recuerdo su pañuelo blanco como la nata dulce y la lengua del perro. Déjame que también te diga ahora que no quiero. Desposeída de sí avanza la reina con manto de piel de higuera hacia los vastos incendios, los sagrados marjales, otra vez (siempre) la noche. IV No a ti sino al Otro y de eso doy fe. Ya no me busques. Vivo, entregada a las nubes o a los trenes o a las aguas inquietas de los ríos, la más hermosa historia de mi vida. Solo quise ser la Alegre y ahora la barca desciende en mi busca mágica y sigilosa por la charca turquesa bajo álamos, entre pájaros, bajo el sol que no cesa de alumbrarme esta tarde de agosto, de iluminarme y pervertirme y perderme para el mundo que me vio nacer. No estoy huyendo, corazón, sino encontrándome. Que esta osadía secreta sirva de beneficio para la duda intensa, con la que nací y he vivido atormentada. Post data: me he puesto para el atardecer el vestido amarillo que a nadie le gustaba. Estoy bebiendo ron. De vez en cuando me levanto las enaguas y canto una canción.

Ilustración: Martin Lewis

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PARÍS

Gregory Corso Trad: Daniel Viconsa Alda

. Ciudadniña, Abrilciudad, Espíritus angélicos agachados en los zaguanes, Poetas, gusanos en el pelo, hermoso Baudelaire, Artaud, Rimbaud, Apollinaire, Miran la ciudad nocturna, Informadores y conserjes, Aflicción montparnassiana, Notre Dame letal, Al círculo nocturno, cúpula reliquia, Miran Hugo y Zola enterrados juntos, Trampa mortal arlequinesca, El Sena produce cieno abominable, La Eiffel mira hacia abajo –ve gatear a la hormiga apocalíptica, Apocada New York, Ciudad de alemanes muertos e idos, Casa de Muñecas de Mamá Guerra.

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POEMA

Ana Deacracia

Eran trocitos, pedazos pequeñitos, casi no eran. Casi rojos, casi nada. Mi corazón. Temblaban, en una especie de túnel donde lo negro pesaba más que el plomo o la piedra. Así, como de noche, como de noche en la noche perdida. Así, así surgieron las palabras. Cientos de hadas besándome los labios. Y me vestí poema, y fui poesía, dios!!, fui Poesía en una catarsis de alimentos. Un ratito de vida en mi infierno de hojas. Esa parte de aire que llena los pulmones, esa entonces, rimaba con la luna. Así, sin esperarlo…, llenándome de hierba la carne que moría. Y después, después el poema, el poema se hace añicos… Son trocitos, pedazos pequeñitos, casi no son, casi blancos, casi nada. Con tus besos, amor mío, con tus besos he virado lo oscuro hacia la luz. Vamos pintando de nuevo las paredes. Nos devuelve el tiempo al tiempo de amarnos. Mientras ambos somos más que Luna. Más poderosos, y más niños, amor, y más niños, con la ilusión de aquellos que comienzan. Imagen: Max Ernst (fragmento)

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LAS SEÑORAS NO LLEVAN EL PELO SUELTO Dolo Vidosa

Las señoras no llevan el pelo suelto. Ni bailan sin ton ni son por la casa si suena la música del vecino. Las señoras no escriben poemas sin rumbo fijo. No dan volteretas mentales cuando ven una puesta de sol. Ni hacen miles de fotos compulsivamente para atrapar la belleza. Las señoras, las señoras de mi edad han de hablar siempre con los pies en la tierra, si no, ¡menudo ejemplo! Recuerdan su juventud, -eso que pasó hace mucho tiempocon gracia, agrado y condescendencia. Tienen sentimientos, sí, pero descafeinados, y a ser posible cero por ciento alcohol y sin azúcar. Las emociones van ordenadas y dentro de sus casillas. Las señoras compran cosas para tener de todo en las despensas, y productos de limpieza para el suelo y la cara, y saben el precio de las joyas buenas y de las bisuterías. Las señoras de mi edad no tienen amigos dispares. Tienen amigos y amigas de su edad y formales, preferentemente martiri-monios. Las señoras de mi edad no pierden el tiempo en tonterías. Las señoras de mi edad no miran a los ojos plenamente. Las señoras de mi edad no llevan el pelo suelto.

Imagen: Martin Lewis (fragmento)

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POEMA VISUAL IB IR ICO

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DE LAS OBRAS INCOMPLETAS DE YSABELINO ELOY MADERAL Décimas poco aptas para la termomensura y debidas al fértil y descabadalado ingenio del malogrado poeta erótico onubense

PRIMERA ENTREGA Ysabelino Eloy Maderal pertenece de manera indiscutible a “la generación del 39”, antologada en su día por Ricardo Bada para la Editorial Mensaje, de Nueva York, una de las muchas empresas que se deben (le debemos) al afán promotor de Odón Betanzos. Y si digo que YEM pertenece a esa generación es porque en él se cumplen los tres requisitos que RB estableció para semejante membresía: a) haber nacido en Huelva; b) haberlo hecho el año 1939; y c) haberse autoexiliado en edad muy joven. Cabe añadir que YEM es, además, el único poeta full time de la generación. Si bien es cierto que varios de los demás miembros de la misma publicaron algún que otro poema en las páginas del diario Odiel o de la revista Camino, antes de autoexiliarse, no menos cierto es que dichos adefesios tan sólo certificaban, si es que, una rara vocación para la creación de productos desechables, o bien, según lo definiera uno de sus miembros, con expresión tan feliz como autocrítica, “basura cuidadosamente seleccionada”. Dicho sea con todos los respetos. Por otra parte, la obra de YEM es -hasta donde sabemos- la única de su generación que se produjo de manera íntegra en el extranjero. En cuanto que albacea de la misma, por expresa designación del malogrado poeta, he respetado su deseo de que no se publicasen ni sus décimas ni sus sonetos hasta bien entrado el tercer milenio. Si ahora doy 15 de las primeras a la luz pública es porque mi avanzada edad me puede jugar una mala pasada cuando menos lo espere, y en ese caso se perdería una obra poética hasta la fecha inédita, y de la que soy el único depositario. Pero es que además existe más de un motivo entrañable para hacerlo por este medio, ya que YEM fue durante toda su ¡ay! breve vida!, un lector empedernido de El Fantasma de la Glorieta. R. B. Meredith, asimismo miembro de “la generación del 39”, natural de Huelva y vecino de Weiß / Colonia, a orillas del Rhin, en Alemania

Primera de las jubilosas décimas compuestas por Ysabelino Eloy, cuando una su literaria amiga prometiole espontánea el envío de una foto donde veríale otros encantos que los de su intelecto, bien que la dama reclamábale parejo signo de confianza previo, e invocaba para ello la autoridad de García Lorca: 16


Los tus encantos, cautivos en foto, vasme a enviar, y a cambio de tu juglar quieres foto en cueros vivos, "sin bridas y sin estribos". A un trueque así ¿quién se niega? Ahí pues mi foto te llega, mostrando el tieso artefacto con el diámetro exacto para el cruce de tu Y griega.

Imágenes: John M. Keating y Henry Clark Coe. Leonardo da Vinci.

Recibió la dama de los penensamientos de Ysabelino Eloy la foto que este enviádole había, y comentola sin que, al parecer, retribuyese su obsequio con la prometida foto que ansiaba ver nuestro vate. Tal vez ello explique lo un tanto grosero de su nueva décima: Dijístele a tu juglar, después de ver la su foto donde mostraba hasta el poto, que él era un juglar sin par; e hicístele cavilar. Entre otras muchas razones porque, aunque números nones, lo que entre piernas le cuelga no es el tronco de una acelga sino un buen par de cojones.

(Continuará en el próximo número)

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MICRORRELATOS Juan Villa

(Ilustraciones: Daniel Bilbao Peña)

CHASCO En estas, el bote de tinta cayó al suelo y se rompió. La solería se empapó de un intenso azul tornasolado. El novelista, aterrado, miraba la mancha extenderse y subsumirse por los poros de las losas hidráulicas de su estudio. Era un bote de tinta intonso que llevaba semanas esperándole con su generosa oferta: aquel líquido mahón guardaba una historia, una historia única e irrepetible como cada bloque de mármol contiene su propia escultura; quizás una maravillosa historia que ahora veía como se escurría irremediablemente por el cemento gris del subsuelo.

EXPIACIÓN ITERATIVA Iba tomando el templado anciano una a una las viejas cartas recién halladas por su cuidadora en un cartapacio azul disimulado tras los libros en la balda más alta de la biblioteca. Las leía. Todas eran cartas de antiguas amantes. Leves sonrisas, leves asombros, leves sorpresas, leves nostalgias…sólo palideció ante una que aún permanecía cerrada.

MALENTENDIDO Parece ser que el opulento Critón -Platón dixit- propuso a Sócrates -la noche antes de que le fuera administrada la cicuta- la posibilidad de huir a nado hasta una nave que él mismo había fondeado, por prudencia, a un estadio de distancia del puerto de Atenas. El gran filósofo se negó en redondo a tal fuga. Y dicen que fue ante la insistencia y perplejidad del amigo que no entendía sus razones después de uno de sus sesudos diálogos que les llevó hasta la madrugada, cuando, con su legendario aplomo y un poco hasta las narices, soltó aquello de “¡sólo sé que no sé nadar!”, que, con perversa variante, ha pasado a la historia de las grandes sentencias.

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EL CUENTO DE LAS CARPAS KOI Manolo García

l rumor se difundió pronto y, en un rato, buena parte de los vecinos se encontraban contemplando aquel espectáculo a orillas del estanque. Era tal y como había advertido el viejo cordelero tras encontrarse con aquel maravilloso fenómeno en su paseo matinal. Y, aunque era obvio, para darse importancia, el alto comisionado cultural lo expresó mientras se acariciaba la barbilla: “Es cierto, las carpas koi nadan poéticamente”. En efecto, las carpas koi no nadaban como lo hacían de forma habitual, sino poéticamente, algo que tenía a toda la aldea fascinada. Nadie sabía el origen de un comportamiento así, por lo que decidieron encomendar la solución del misterio a alguien con la suficiente potestad intelectual. Dado que no quedaba ni un solo científico en la prefectura tras la epidemia de 2014, optaron por recurrir al nigromante. Este – que a pesar de ser adepto de la parte más oscura de las ciencias, al menos poseía un método para organizar sus pensamientos- , aceptó el encargo, abordó su misión y, en unos días, congregó al pueblo para hacer públicos los resultados de su investigación. Al parecer, el riachuelo del que se alimentaba el estanque nacía en un pantano varias leguas aguas arriba, y junto a este se ubicaba una gran imprenta especializada en libros de poesía. Los libros cuyos cantos eran mal guillotinados en el departamento de encuadernación, se arrojaban al pantano desde un ventanuco que había al efecto en la parte trasera. Las cuchillas de la guillotina cada vez eran más romas y cortaban peor, por lo que numerosos libros de poesía se descomponían en aquellas aguas someras, mezclados con las algas filamentosas y los berros. Haciendo, de paso, que la tinta de los poemas se diluyese en el agua y que, leguas abajo, las carpas koi del estanque de la aldea nadasen poéticamente. Para festejar tan hermoso descubrimiento, los aldeanos dispusieron nombrar alcalde al nigromante, tras ajusticiar de forma cruenta al antiguo. Se organizaron unos juegos florales de siete semanas de duración, tan bonitos y alegres que fueron muy celebrados en toda la comarca y se incluyeron dos carpas koi, nadando poéticamente, en el escudo del municipio.

Imagen: M.C. Escher

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DESAPARECER (ALGUNOS EJEMPLOS PRÁCTICOS) Manuel Moya

Fotografía: Blanca Morales

DESAPARECER (1), zas Ese instante en el que te sientes mirado por alguien y quisieras desaparecer, y de golpe, sin que sepas cómo o por qué, zas, desapareces. DESAPARECER (2) bolita de arroz Ese instante en el que miras fijamente a alguien que está de espaldas y no puede ver que lo estás mirando y se da la vuelta y escribe una profunda interrogación en sus cejas y tú vas empequeñeciéndote, empequeñeciéndote hasta convertirte en una bolita de arroz y al fin, zas, desapareces. DESAPARECER (3) curare Ese instante en el que sientes clavada sobre ti la mirada de tu enemigo como una flecha de curare y le sonríes, como diciéndole, jódete, tu curare no me alcanza, so cretino, y el enemigo, azorado, hace como que comenta algo a su acompañante, qué casualidad, y entonces aprovechas para quitarte de encima toda esa mugre y toda esa ponzoña hasta que, zas, desapareces. 20


DESAPARECER (4) ella Ese instante en el que ELLA te mira con sus ojos eternamente azules y tú te quedas en blanco porque no puede haber río u océano como ese que estás viendo, y dices, dios mío dios mío, y le tocas el cabello o le rozas el pecho y ella sonríe y tú te dices a ti mismo, dios, ELLA ESTÁ AQUÍ, y entonces ELLA te dice, joder, vuelve, vuelve, que por un instante me ha parecido como si, zas, desaparecieras. DESAPARECER (5), ven Ese instante en el que ella te dice con esa sonrisa que tú tan bien conoces: “ven, ven aquí” y abre mucho esos enormes ojos eternamente azules y tú te vuelves hacia ella, te hundes en ella y a medida que te hundes y te hundes y te hundes aún más, te vas diciendo sin decírtelo, dios mío dios mío, y hundes tus dedos en su espalda y sientes su aliento en tu cuello, en tu pecho y ella abre y cierra los ojos y tú te dices a ti mismo, dios, dios, y entonces ella, clavándose a ti, te pide que ahora no te pares, por favor, que no te pares y entonces no sabes cómo, dónde, por qué sientes que, zas zas zas, estás a punto de desaparecerte. DESAPARECER (6), granos Ese instante perfectamente líquido en el que te acabas de levantar y, por una cuestión de imprudencia o de dejadez, zas, ya has desaparecido, y tu cuerpo pasa a la otra parte y te ves, te estás viendo, no dejas de verte, y esa sin duda es tu cara, y ese que se mueve es sin duda tú, pero tú ya estás atrapado en este lado del espejo, reproduciendo burda, solícitamente lo que ocurre en el lado de verdad y quisieras desaparecer, pero para desparecer ese tipo que tienes frente a ti tendría que desaparecer, pero no, el muy cretino justo ahora se revienta, puafff, con los dedos los granos de la cara. DESAPARECER (7), zas zas Ese instante en el que ya estás desaparecido y no sabes dónde estás y te buscas por todas partes, y llamas a tu propio teléfono y corres al espejo, y te buscas en google y no, no hay manera, ya no estás en ninguna parte y alguien habla de esparcir un puñado de cenizas que llevaban quince años en la repisa de la chimenea y al cabo no sabes si de un día, de un mes, de un segundo, zas, sientes cómo te disuelves en la atmósfera. 21


“ENTRE EL RECUERDO Y EL OLVIDO” (Presentación del libro Depósito de objetos perdidos de Juan Carlos de Lara) Juan Antonio González Márquez

Acertarán si piensan que es la amistad el motivo principal que hoy me convoca aquí, entre ustedes, para presentar la obra Depósito de objetos perdidos de Juan Carlos de Lara. Esa amistad que encuentra su templo y su fundamento teórico en la Ética a Nicómaco , y en la que sitúa Aristóteles una de las raíces fundamentales de nuestra humanidad. Amistad que es compatible, absolutamente compatible, con esa pulsión hacia la verdad que debe caracterizar a los filósofos y a todos aquellos que con la filosofía tenemos algún trato. Así lo vio el mismo estagirita cuando señala su amistad con los platónicos, su proximidad de origen con la teoría de las formas y su deber de preferencia para con la verdad. Así pues, interpreten mis palabras como muestra de este compromiso con la verdad para con mi amigo, para la estirpe con la que entronca y para con su obra, aunque sea ésta una verdad interpretada e hija de la perspectiva. Onubense del año 1965, hijo y hermano de poetas, hombre del Instituto La Rábida, pues nuestro instituto es elemento de destino y de elección de Juan Carlos: allí hizo su bachillerato y allí vuelve en el año 1993 como profesor de Geografía e Historia, tras licenciarse en esas disciplinas en la Universidad de Sevilla y ejercer como profesor en los institutos Alto Conquero y Saltés de Punta Umbría. Es Juan Carlos fino, elegante y riguroso ensayista como bien hemos podido comprobar en sus textos sobre el joven Juan Ramón, Bécquer o la historia del Instituto La Rábida. De su valía como editor hablan los números de Hojas Nuevas que desde el año 93 visitan nuestra ciudad y el hermoso caserón de Pérez Carasa y que tanto disfrutamos sus lectores. Como poeta nos acompaña desde que en 1985 publicara Caminero del aire, al que le 22


seguirían

Elegía del amor y de la sombra (1987), Antes que el tiempo muera (2000), Memoria del tiempo claro (2008), Paseo del Chocolate (2008) y este Depósito de objetos perdidos, que ha merecido, con toda justicia, el trigésimo cuarto Premio Leonor de Poesía

2015, convocado por la Excma. Diputación Provincial de Soria. De la importancia y seriedad de este premio nos dan noticia los galardonados entre los que destacamos a Antonio Hernández, Carlos Murciano, Joaquín Márquez, José María Parreño, Jesús Aguado y Chantall Maillard, Olvido García Valdés, nuestro paisano Manuel Moya o José María Algaba, y el prestigio intelectual del jurado formado por Irene Gracia, Juan Malpartida y Juan Antonio Masoliver. Y ahora quiero contar mi pequeña historia personal de la lectura de este libro. El día 24 de marzo le escribía a Juan y le decía: “Querido Juan Carlos, acabo de terminar una primera lectura rápida del libro, nunca un día mejor que este Jueves santo. Lo he leído de corrido, lleno de emoción y de alegría por tener como amigo a un poeta tan grande!!! ¡Enhorabuena! Madurez poética y vital, esa dificilísima sencillez al alcance de tan pocos, la emoción y el dolor de los recuerdos, el tiempo que nos fundamenta y nos constituye, el amor que nos salva… Y una poética del ser herederos absolutamente hermosa. ¡Gracias por este regalo verdadero!” Y tras esta primera impresión, les ofrezco estas modestas notas que quizá nos ayuden a situar y calibrar la importancia de esta obra. Juan Carlos, como todo creador auténtico, trasciende la pura facticidad humana para convertirla en materia poética, universalizando esas experiencias vitales que van conformando nuestra existencia en el tiempo. El poeta es así un alquimista del alma, pues a través de la palabra transforma la pura cotidianidad en palabra íntima, memorable que fija estas experiencias en las que todos nos podemos reconocer, purificándonos en la emoción que nos produce su lectura y su rememoración en nuestras vivencias. Es Depósito de objetos perdidos: -Testimonio del paso del tiempo, que nos va esculpiendo, hiriéndonos, modelándonos, ora con violencia, ora con suavidad y que va dejando su huella en los surcos del alma. -Es el transparentar de un ser humano que se nos abre en canal, que nos muestra, con un respeto inmenso, su intimidad al trasladar al verso, al poema el amor y el amor herido, el desamor y el despecho, el recuerdo de la primera adolescencia y todos aquellos amores perdidos, añorados o rememorados y que han dejado su huella en el rostro del alma, es el transparentar el abismo de la quiebra, de la ruptura… pero es también la apertura al amor que vendrá y que se hace ya presente. -Es testimonio bellísimo de “amor filial” y de “amor paternal”. Lejos de matar al Padre, a la Ley o de manifestaciones saturnales hay en Depósito de objetos perdidos poemas en los que Juan Carlos da cumplida cuenta literaria de ese imperativo filosófico o 23


de esa cruzada contra el adanismo que impulsara el gran maestro Ortega y Gasset: sí, somos herederos y nos constituimos frente a, junto a esa primera personificación de la circunstancia que son nuestros padres y el envés o revés de la vida con nuestros hijos, y en dramática tensión de deseos, esperanzas, ilusiones, recuerdos… en pos de una vida propia. -Es poética reflexión sobre la temporalidad, en su triple dimensión agustiniana: el pasado no es cárcel, pero nos puede raptar; el presente no está fijado, pero sí puede estar encauzado por las corrientes de la vida. No estamos condenados, porque podemos revivir ese pasado, aprender de sus trampas, de sus cautelas y cerrarlo, dándole vida para siempre a través del recuerdo. Sabe el poeta que puede resucitar el pasado, que tiene ese poder de trascender el tiempo presente y volver al origen, pero sabe también que no puede enquistarse en esa vuelta, porque sería atentar contra la esencia del mismo fluir de la existencia. Sabe el poeta de la pesantez del tiempo, sabe del poder de las raíces, de las ataduras de la tierra, de la llamada del fundamento, sabe que sabe el tiempo, sabe que es tiempo no cerrado, abierto y por eso labra el presente amorosamente y lanza su verso al futuro o a lo que aún está por hacer… -Es Depósito de objetos perdidos iluminación benjaminiana, rayo que alumbra la oscuridad de la tormenta y que hace resplandecer de un golpe de vista la totalidad de lo real, dignificando lo aparentemente inútil, lo que parecía insustancial, lo mínimo, aquello perdido en el desván de la memoria en ese Depósito de objetos perdidos y que ahora resplandecen en su plenitud gracias al poeta que, lleno de misericordia, ha sabido darles nueva vida, porque es él el que descubre su “aura”, “aura” que solo el creador sabe traslucir y mostrarlo ante todos nosotros.

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CUADERNOS DE UN POETA EN MAZAGÓN José Antonio Moreno Jurado

5 La Plaza de Odón Betanzos, en Mazagón, rodeada de árboles, con pretensiones de pequeña coqueta, con una fuente diminuta y con bancos de madera de color marrón, presenta dos caras diferentes según la estación del año. En invierno se reúnen allí, no sé si por motivos de trabajo, jóvenes de piel negra de diferentes países, rumanas en corrillos que hablan con delectación su propia lengua, ucranianas que pasean en carritos a sus hijos más pequeños, enseñándoles a decir “da” o “nie” y marroquíes que gastan a placer el jornal del día y, por ello, carecen de casi todo. En invierno, anda de puntillas por la plaza un aire frío, casi gris, con aroma de mar y de salitre. Oscuras nubes que se pierden lentamente hacia alta mar, llevándose consigo una tristeza infinita, tendida en el suelo o desprendida de cada muro, de cada casa vacía. La pobreza, el destierro de la patria, el abandono del padre y de la madre, la distancia que separa el corazón de cuanto le pertenece. El invierno de la piedad, de la miseria, de una esperanza que no llega nunca a completarse, a hacerse mayor, a convertirse en hombre o en mujer verdaderos. En verano estalla la plenitud de los rostros. Las manos que se juntan en un gesto, en un saludo, en un guiño. Desaparecen los extranjeros, como por encanto, y se reúnen en la plaza matrimonios de cierta edad para mitigar un poco el calor de la tarde y matar, al mismo tiempo, el aburrimiento. Son dos escenas diferentes para un mismo decorado, con nubes amenazadoras en invierno y con azul casi cobalto en verano. No llegué a conocer a Odón Betanzos ni pude presenciar su entierro en Rociana, un día funesto de tormenta, de lluvia imperdonable, del agua que se repetía a sí misma hasta la saciedad. Ni siquiera llegué a conocer su poesía completa, sólo poemas sueltos y al azar, ni tuvo tiempo Juan Drago de presentarme al poeta cada vez que llegaba desde Nueva York a Mazagón o a Rociana. 25


Y, sin embargo, la plaza me es familiar, como entrañable, blanquísima y tierna, con ademán de gacela e inundada por un perfume de dama de noche, envolvente, terriblemente desnudo y próximo. Tras el ocaso.

21 He vuelto a ver la camarina. Aquellas plantas de perlas blanquecinas que crecían en la Cuesta de Maneli, en la arena y entre los pinos, bajo la luz heridora y plena, llena de sí misma, escanciada a borbotones sobre las dunas de tierno tacto y multiformes. La he visto otra vez, más cerca de Mazagón ahora, en una curva de la playa que accede al Parador. No sé dónde he leído que se encontró también en Punta Umbría en el año 2007. Sin embargo, casi todos los estudios se refieren a la camarina de Galicia y de Aquitania. El olvido del Sur una vez más haciendo de las suyas. Y, al contemplarla, vinieron a mis ojos, mejor a mis emociones, los ecos lejanos, aunque vivos aún, de una leyenda que me contaron en diciembre unos “camponeses”, mientras tomaba un “pingado” en la plaza del mercado de Vila Real de Santo António. Isabel de Portugal, casada con Dionisio I, amante de las artes y trovador, sospechaba de la fidelidad de su marido. Un día, acompañada de unos guardias y de dos ayas que conocían los devaneos del rey, marchó a un pinar, que se encontraba al borde de la playa, y descubrió la infidelidad de su marido. Sus lágrimas se extendieron por todas las matas del pinar y se convirtieron en las perlas blancas de la camarina. Me dijo Luis Manuel de la Prada que Juan Ramón Jiménez se refiere a la camarina en una de sus obras y que antiguamente se vendían sus perlas blancas, ya maduras, en cartuchos de papel de estraza para saciar el placer de los transeúntes. Y era en Moguer, sin necesidad alguna de marchar a los nortes fríos y espesos de neblinas y lloviznas.

13 Y, mientras reflexiono, sentado en este banco para matar el tiempo, repito, sobre la profunda enemistad entre lo vivido y lo no vivido, por culpa de mi convencimiento o de mi carácter, me vienen a la memoria dos disparos de revólver. Casi siempre me 26


acompañan en momentos de angustia. Tan sólo dos disparos: el de Antero de Quental y el de Kostas Karyotakis. El primero, miembro de la Escuela de Coímbra, escribió casi siempre sonetos a lo largo de toda su vida, además de cuestiones filosóficas y de preocupaciones sociales en una prosa excelente que sirvió de modelo a prosistas posteriores. Perfecto polemista y verdaderamente preocupado por la clase trabajadora, escribió sonetos dedicados a Dios, a Cristo, a la Virgen y alucinaciones parecidas que nunca conseguí entender. Entre su personalidad combativa, sus problemas nerviosos y sus sonetos percibo una grieta, un abismo que no me conduce a parte alguna. Incluso uno de sus estudiosos llega a decir: “Um monge cristâo escreveria isto. E Antero de Quental nem é cristâo, nem crê em Deus, nem na Virgen, segundo o sentido ordinário da palabra crer”. Y un amigo de infancia decía de él: “Sempre o conheci socialista desde os verdes anos…Quer-me parecer que o era mais por simpatía pelas clases desvalidas, do que por ter feito un estudo profundo das questôes sociais”. En una carta autobiográfica, en la que exponía detalles de su vida y de su obra, su refirió a su futura muerte con estas palabras: “Morí”, decía literalmente, “después de una vida moralmente muy agitada y dolorosa, en la placidez de pensamientos muy hermanos de las más íntimas aspiraciones del alma humana y, como decían los antiguos, en la paz del Señor. Así lo espero”. Sin embargo, sucedió todo lo contrario. Compró una pistola y, al día siguiente, se pegó un tiro, sentado en un banco, parecido a éste mío de ahora, que se encontraba al lado del Convento de la Esperanza, para mayor paradoja. Era el 11 de septiembre de 1891. Kostas Karyotakis, máximo exponente del pesimismo griego tras la descomposición de la Gran Idea en 1922, influyó positiva o negativamente, con sólo tres libros de poemas, en una miríada de poetas que lo siguieron. Tras el intento fallido de ahogarse en el mar, compró una pistola y se suicidó al día siguiente, 21 de julio de 1928, tras haber dejado escrita su razón y su desapego: "Mi gran defecto ha sido tener una cu¬rio¬si¬dad desenfrenada, una imaginación morbosa, intentar conocer todas las emo¬cio¬nes sin pro¬bar ni experimentar gran número de ellas. Todo lo real me es repugnante. Pago por todos los que, como yo, no han encontrado un ideal para su vida, y que consideran toda su existencia co¬mo un juego sin sustancia". Alguien viene a sentarse a mi lado en este banco de madera, en la Plaza de Odón Betanzos de Mazagón. Sin mirar a derecha ni a izquierda, me levanto y me voy. Es difícil, en nuestros días, comprar una pistola.

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SOBRE EL ROMANTICISMO

BORRASCOSAS HAN DE SER LAS CUMBRES

B

Rafael R. Costa

Imagen de fondo: Caspar D Friedrich

orrascosas han de ser las cumbres para encontrarse al final de un camino con una cancela comida de herrumbre y desencajada, anclada entre dos pilastras de piedra descompuesta, con largos barrotes que terminen en punta de alabarda. Una cancela un palmo abierta esperando a ser empujada por el desorientado visitante, que guarda un jardín al amparo del descuido, cuajado de árboles susurradores de donde pende fruta seca, y tapizado de hojarasca que se queja a cada paso que sobre ella se da. Y en el centro del jardín que languidece en el valle olvidado una casona, encorvada como una vieja que resiste, mostrando su porche de tejadillo antes pintado de rojo ocaso y ahora descascarillado, al que se accede por cuatro peldaños de madera para toparse con una mecedora donde ya no se sienta nadie excepto una sombra a mediodía, y que algunas veces se balancea según el viento de inframundo, el aliento de gatos enflaquecidos o el enlutado aleteo de mariposas nocturnas. Hallar una moneda de plata encima de la mesa, un álbum de sellos de correos desparramados en el suelo crujiente, mezclados con pequeñas fotografías de retratos nebulosos, sepias, ajadas, de bordes mordidos. Y cual si fuese un latido agónico de último estertor de moribundo por toda la estancia se oye el tic-tac de un reloj de bolsillo y sin agujas, descuidadamente arrastrado bajo el lecho, inyectándonos la sensación de que todo allí palpita. Encima del boudoir del dormitorio entre barras de labio, peine de plata y horquillas destaca una carta de amor sin concluir ni la fecha ni la misiva ni el amor, a medio redactar y falta de firma; sobre ella, inánime y descapuchada, permanece una pluma con la tinta reseca y una pistola que aún parece humeante. Y entre el olor persistente a tabaco, a rancio perfume, a besos caducos, suena todavía un gramófono de gran trompeta negra, con un disco rayado, que repite una y otra vez, como música con fiebre, las primeras notas de Pavana para una infanta difunta. Es aquí, entre la madera de cotidianas alucinaciones y las mohosas llaves de los cementerios, en las despedidas suicidas y en el espectro de la joven de pelo suelto que viste gasas, en la dipsomanía de un poema inconcluso y en el paso de un ave extinguida, en un precipicio de roca virgen y en un grumete escondido en el barril de los humores, en mechones y rizos guardados en escapularios y en el brandy de contrabando inglés, en las cápsulas de tiempo y en pañuelos con iniciales bordadas, en la mirada que concluye en un sollozo, en el humo de un ferrocarril y en el ladrido de un perro muy lejano, en la proa del barco hundido y en la ópera vacía. Es aquí donde reside el romanticismo, en el hallazgo de una flor sin nombre, y no en esas novelas llenas de lubricante y besos. 28


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