Tema 9 las transformaciones económicas y sociales del siglo xix

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TEMA 9 LAS TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES DEL SIGLO XIX 1. Las desamortizaciones y la agricultura. Durante el siglo XIX se produce en España la implantación del Estado liberal. Ello supone el desmantelamiento del Antiguo Régimen y sus estructuras socioeconómicas. Se pasa así de una economía agraria señorial a una economía agraria capitalista y de una sociedad estamental a una sociedad de clases. De acuerdo con los principios del liberalismo económico, la revolución liberal transformó la propiedad agraria del Antiguo Régimen (compartida, y vinculada o amortizada) en una propiedad individual, plena y de uso libre por el propietario. Para ello hubo que adoptar una serie de medidas legales: desamortización eclesiástica y civil, abolición del régimen señorial, desvinculación de las posesiones de la nobleza, supresión del diezmo y anulación de las normas que limitaban el uso de la tierra (libertad de cultivos, de cercamiento, y supresión de la Mesta). La desamortización consistió en la confiscación y venta en pública subasta, por parte del Estado, de las tierras pertenecientes a la Iglesia y a los municipios. Aunque durante el siglo XIX se fueron realizando algunos intentos, como la desamortización de Godoy en 1789, la prevista en la Constitución de Cádiz o la del Bienio Progresista, las dos leyes desamortizadoras más importantes fueron la de Mendizábal (1836) y la de Madoz (1855):

Mendizábal y Madoz

a. La primera, la de Mendizábal, afectó a las tierras e inmuebles del clero. b. La de Madoz afectó tanto a bienes municipales y algunos estatales como los montes públicos, tierras comunales y los solares del Ministerio de Guerra sin ningún uso. Se profundizó en la desamortización eclesiástica. Aunque con ligeras diferencias, ambos procesos desamortizadores compartieron las mismas causas: a. Conseguir el acceso a la propiedad de la burguesía que, en teoría, mejorarían la productividad de los bienes de manos muertas. b. La necesidad de obtener recursos para sanear la Hacienda Pública. c. Atraer al bando liberal a los compradores de bienes nacionales y debilitar a la Iglesia. d. Financiar la guerra carlista en el caso de la desamortización de Mendizábal y las obras del ferrocarril en el caso de la de Madoz.

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El proceso desamortizador fue lento por la oposición de los absolutistas y de los liberales moderados. En la mayoría de los casos, los objetivos apenas se cumplieron: a. Se abolieron los señoríos. Los señores perdieron la jurisdicción sobre las tierras, pero ganaron la propiedad. Ello explica el apoyo de gran parte de esa nobleza al régimen constitucional. b. El gobierno no recaudó lo esperado y la deuda pública siguió siendo uno de los grandes problemas que impedían el desarrollo económico español. c. Por otra parte, la desamortización no modificó sustancialmente la distribución de la propiedad, pues acentuó el latifundismo en la mitad meridional de España y el minifundismo en el norte peninsular. De esta manera, se impidió la creación de medianas propiedades, que son las verdaderamente productivas al permitir introducir innovaciones técnicas. d. Se produjo una exigua redistribución social de la propiedad, ya que las tierras de la Iglesia pasaron a manos de una burguesía terrateniente, afín al régimen liberal y que se convierte en clase dominante. Los campesinos pobres no pudieron pujar por las tierras desamortizadas, naciendo así una masa de jornaleros que cobraban sueldos de miseria. e. La desamortización sí amplió, de manera considerable, la tierra cultivada. Ello contribuyó al aumento de la producción agrícola durante el siglo, pero sin progresos técnicos y, por tanto, sin crecimiento de la productividad. Además, el aumento de tierra se produjo a costa de pastos y bosques, lo que provocó decadencia de la ganadería. Por todo ello, la desamortización no sirvió de impulso para le economía en general, ni la industria en particular. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, en la costa mediterránea se fue imponiendo una agricultura orientada a la comercialización, tanto en el mercado interior como para la exportación. Los cultivos de la vid, de los cítricos, del arroz -que se cultivaba principalmente en el Empordá (Girona), en el delta del Ebro y en la albufera valenciana- y de la caña de azúcar, se generalizaron en esta época, junto con otros productos cuyo cultivo no estaba tan extendido, como los frutos secos, el aceite de oliva y el esparto. Especialmente la vid, un cultivo tradicional que ya había experimentado cierta expansión de sus derivados, como los aguardientes y los vinos, tuvo un crecimiento sin precedentes en la segunda mitad del siglo XIX. Entre 1850 y 1875, España triplicó el volumen de la exportación de vinos a Europa, hecho que se explica por la ruina de la vid francesa a causa de la filoxera. España se convirtió durante las décadas de 1870 y 1880 en la primera potencia mundial en producción vinícola. Fue entonces cuando se configuraron zonas que aún tienen en la actualidad su principal fuente de riqueza en el monocultivo de la vid: La Rioja, el Penedés (Barcelona), Jerez de la Frontera, la zona de Utiel y Requena (Valencia), etc. La llegada de la filoxera a España en los últimos años del siglo XIX supuso una fuerte crisis del sector, El atraso del campo generaba escasos rendimientos reduciéndose las exportaciones a finales 2


del siglo más de un 40%. Se intentó paliar la caída de las exportaciones agrícolas basadas en el vino con el lanzamiento de nuevos productos, como el corcho, las cebollas, las almendras y, en especial, las naranjas, producto que experimentó una constante y creciente demanda exterior y que fue la base de la recuperación, ya en el siglo XX, de gran parte de la agricultura valenciana. Aparte de estos sectores agrícolas orientados a la exportación seguía predominando el cultivo cerealista tradicional y gran parte de su producción se exportaba. Pero el sueño de los terratenientes de que España se convirtiera en el granero de Europa se vio frustrado al terminar los conflictos europeos, como las guerras de Crimea (1853-1856) y francoprusiana (1870-1871), ya que el precio del grano español no podía competir con el de las tierras de cereales francesas, alemanas y británicas. En general, la agricultura española durante el siglo XIX era muy tradicional, basada su explotación en métodos muy rudimentarios, ya que la tecnificación era inexistente. Por eso, aunque como vimos la producción aumenta y esta se reorienta en el área mediterránea hacia la exportación, la productividad, es decir, los rendimientos son muy escasos, insuficientes para servir de sustento para una industrialización con garantías de éxito. 2. El comercio, la industrialización y los transportes. 2.1. El comercio y la banca. La política comercial centró el gran debate económico del siglo, entre proteccionistas (moderados) y librecambistas (progresistas). Los industriales textiles catalanes, los cerealistas castellanos, el sector carbonífero asturiano y los siderúrgicos vascos presionaron a los sucesivos gobiernos liberales para conseguir protección a sus productos, mediante el establecimiento de elevados aranceles. Los librecambistas defendían que la libre entrada de productos extranjeros estimularía la competitividad de la economía española. Hasta 1870 y coincidiendo con las etapas de gobiernos progresistas avanzó el librecambismo. A partir de 1870, en consonancia con el resto de Europa, se pasó a una etapa dominada por el proteccionismo El déficit crónico de la Hacienda española intentó resolverse con la reforma Mon-Santillán (1845), por la que se estructuraban los impuestos en directos (propiedad) e indirectos (consumos), además de establecer unos presupuestos generales del Estado y la implementación de medidas tendentes a corregir al deuda pública. Desde el punto de vista bancario, asistimos a la evolución de una banca tradicional a una más moderna ya en el siglo XX. Importante fue la creación del Banco de España (1856) como órgano rector del sector en nuestro país y que tenía su origen en el Banco Español de San Fernando.

Reforma fiscal Mon-Santillán

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2.2. La lenta industrialización de España En la España del siglo XIX no existió Revolución Industrial en sentido estricto; fue, más bien, una industrialización tardía, de crecimiento débil y limitada a determinadas áreas, como Cataluña, País Vasco y Asturias. Por eso seguirá siendo mayoritariamente agrario hasta la década de los sesenta del siglo XX, cuando se produce definitivamente el paso de una economía agrícola a una industrial. Las causas fueron: a. El fuerte peso del sector agrario que ya hemos analizado y la gran cantidad de inversiones que fueron hacia el mismo gracias a las desamortizaciones. b. La política proteccionista hizo que la industria española fuera poco competitiva. c. El bajo nivel de vida de la población española obstaculizó la creación de un mercado que estimulara el consumo. d. Inexistencia de un mercado interior por la ausencia de una buena red de carreteras y ferrocarriles. e. Otros factores que explican por qué España quedó rezagada en el proceso industrializador europeo son la escasez de fuentes de energía de calidad (caso del carbón asturiano) y la falta de financiación de las empresas (ayudas públicas). 2.2.1. La industria textil. La industrialización del siglo XIX se inició en Barcelona y se relacionó con la industria textil. A mediados del XVIII ya existía en Cataluña una importante manufactura dedicada a la producción de indianas (tejidos de algodón estampados). Hacia 1780 comienza la introducción de las nuevas máquinas de hilar (como la “spinning jenny”) de origen inglés. La consolidación de la moderna industria algodonera arranca de 1802, cuando se prohíbe la entrada en España de algodón hilado, lo que produce un arranque del textil catalán que se verá frenado por la desarticulación del mercado interior durante la Guerra de la Independencia y por la pérdida de las colonias americanas. A partir de 1832 el crecimiento de la industria textil catalana fue rápido sobre todo por la mecanización y la implantación de una política proteccionista.

Fábrica textil catalana a mediados del siglo XIX

La introducción de la energía del vapor y la mecanización de las fábricas textiles catalanas dio lugar a una disminución de costes y precios y a una multiplicación de las ventas, aunque fue más rápida en la hilatura que en el tejido. La política proteccionista prohibió la importación de tejidos de algodón, lo que permitió a los productos catalanes competir con ventaja en el mercado interior. Esto permitió mantener la expansión de la producción, pero ralentizó las inversiones y la modernización. 4


Esa fase de crecimiento del sector textil sólo se vio interrumpida durante la Guerra de Secesión de EEUU (1861-1865), que dificultó el aprovisionamiento de la materia prima (algodón americano). Desde 1874 se inicia una nueva fase expansiva marcada por la mecanización del sector del tejido. En definitiva, el impulso del sector algodonero catalán fue insuficiente para arrastrar al conjunto de la economía y para producir un proceso de industrialización en toda España, que queda rezagada con respecto a la europea. 2.2.2. La siderurgia y la minería. Fue el sector que estimuló la industrialización relevando al sector algodonero. La fundición del hierro en altos hornos y la elaboración de acero en convertidores requieren mineral de buena calidad y elevadas cantidades de carbón. Vizcaya poseía importantes minas de hierro y se convirtió en exportadora de ese mineral, sobre todo a Inglaterra. Pero la escasez de minas de carbón, las más importantes de las cuales se hallaban en Asturias, así como el bajo poder calorífico del carbón autóctono, limitó el desarrollo siderúrgico en un primer momento. Los primeros intentos de crear una siderurgia moderna se desarrollaron en Málaga, pero fracasaron por el uso de carbones vegetales. La existencia de yacimientos de hulla en Asturias, convierte a esta región en el centro siderúrgico de España entre 1864 y 1879. La producción asturiana creció con rapidez, siendo en ese momento la única zona de España en disponer de carbón mineral. Pero, desde Altos Hornos de Vizcaya en la ría del Nervión 1876, la llegada de coque galés más barato a Bilbao, como contrapartida de la exportación de hierro, condujo a la consolidación de la siderurgia en Vizcaya, donde se constituyen importantes empresas, como la Sociedad Anónima Altos Hornos de Vizcaya. Gracias a la Ley de Minas de 1868, que liberalizaba el sector y suponía una verdadera desamortización del subsuelo, la mayoría de las minas españolas, en manos del Estado, fueron vendidas o explotadas por empresas extranjeras mediante largas concesiones, lo que permitió modernizar las explotaciones e iniciar la mejora de la red de transportes del país, pero agotó los yacimientos más ricos de carbón, hierro, plomo, cobre y mercurio. 2.3. La red de transportes En cuanto a los transportes, la implantación de un Estado centralizado y la articulación de un mercado nacional, objetivo de la burguesía isabelina, exigieron el desarrollo de una red radial. Los gobiernos de esa etapa iniciaron la construcción de una red con centro en Madrid, de carreteras, de un servicio de correos y de la red telegráfica.

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Pero la novedad más importante en la etapa isabelina fue la instalación, con casi treinta años de retraso respecto a los países europeos industrializados, de la red de ferrocarril, que también adquiriría forma radial. Su construcción se inició en 1848 con la línea Barcelona-Mataró y continuó en 1851 con la inauguración del tendido ferroviario entre Madrid y Aranjuez. A finales del siglo XIX España tenía unos 14.000 km de vías férreas, dejando algunas regiones como Galicia, totalmente aisladas. La red tardó en extenderse y no alcanzo la densidad de otros países de Europa Occidental. Esta situación se explica por el atraso económico de España, pues no existían capitales ni técnicos para realizar su construcción. De ahí que, al final, fueran compañías y capitales extranjeros, sobre todo franceses, ingleses, belgas o alemanes, los que acometieron esa construcción. La Ley de Ferrocarriles de 1855 les proporcionó condiciones ventajosas, como subvenciones estatales y la libre introducción de hierros de todas clases. Por eso el ferrocarril no fue un factor importante de arrastre para el desarrollo siderúrgico e industrial. No obstante, la mejora de los transportes y la supresión de las aduanas interiores favorecieron el comercio interior. Moneda conmemorativa inauguración primera línea férrea Barcelona-Mataró

3. Los cambios sociales y demográficos. 3.1. El crecimiento demográfico. Estas transformaciones económicas hicieron posible un cierto crecimiento de la población al mismo tiempo que se desarrollaron, como consecuencia, cambios sociales. La población pasó de unos 10,5 millones a comienzos de siglo a unos 15,5 en 1860, alcanzando los 18,5 al terminar el siglo, siendo el crecimiento mayor durante la etapa isabelina que durante el Sexenio y la Restauración. Sin embargo, ese incremento se mantiene dentro de los rasgos del denominado régimen demográfico antiguo, que se caracterizaba por: •

Una alta natalidad, debido a la falta de medios anticonceptivos, gran peso de la religión, analfabetismo, etc.

Una alta mortalidad, sobre todo infantil que generaba baja esperanza de vida. De forma recurrente aparecían mortalidades catastróficas por las epidemias de cólera, fiebre amarilla o paludismo. A finales del siglo XIX se observa un cierto descenso en las tasas de mortalidad. Ello fue resultado de una mejor dieta alimentaria, del progreso de las condiciones higiénicas paralelo al desarrollo de

El cólera provocó mortalidad catastrófica en la segunda mitad del siglo XIX

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las infraestructuras urbanas, y de las mejoras sanitarias. El resultado fue ese significativo aumento demográfico, que no lo fue tanto en comparación con otros países de Europa inmersos en la revolución industrial. Se mantuvo también la tendencia, iniciada en el siglo anterior, al aumento del peso demográfico de la periferia respecto al interior peninsular, además de un aumento de la urbanización, sobre todo en País Vasco, Barcelona y Madrid y, en menor medida, en las capitales surgidas de la nueva división provincial de 1833, debido al éxodo rural. También se produce emigración hacia América (sobre todo, Cuba y Argentina) y Argelia. Las principales áreas emisoras fueron Galicia, Asturias, Cataluña y Canarias, hacia América, así como Murcia y Almería, hacia Argelia. 3.2. El nacimiento de la sociedad de clases. La sociedad de la etapa isabelina dejó de ser una sociedad estamental y se convirtió en una sociedad de clases, basada en la igualdad jurídica pero también en la desigualdad económica entre una élite y el resto de la población.

Modo de vida burgués a finales del siglo XIX

La clase alta estaba formada por la aristocracia y la alta burguesía. La vieja nobleza perdió sus derechos señoriales y estamentales, pero conservó la mayor parte de sus tierras, pasando a formar parte de una clase terrateniente y manteniendo su estilo de vida, imitado por la burguesía. Ésta se integró con la vieja nobleza formando una oligarquía política y económica que fue dominante, sobre todo, durante la etapa isabelina.

La burguesía se dividía en agraria, comercial y de negocios y, en menor medida, industrial (sobre todo en Cataluña). Su origen está en los cambios de la revolución liberal: compra de tierras desamortizadas, especulación inmobiliaria promovida por la reforma de las ciudades, negocios surgidos con las transformaciones del Estado liberal, bolsa y comercio ultramarino. También algunas capas participaron en el desarrollo industrial y el ferrocarril. Especial peso tiene la oligarquía agraria que refuerza su poder económico y social en el último cuarto de siglo. En cuanto a las clases medias, su número es reducido respecto a Europa, lo que explica la polarización social de España durante los siglos XIX y XX. Están en torno al 5% de la población a principios del XIX y se nutren de hombres de negocios, comerciantes, rentistas, fabricantes de nivel menor, profesionales liberales y funcionarios, etc. A finales de siglo su peso había aumentado, acercándose al 18%. La clase baja, en las ciudades, están integradas por artesanos, tenderos y trabajadores asalariados, que llamaremos proletariado. Los artesanos son mayoritarios, pues lo limitado de la industrialización da lugar a un crecimiento lento del proletariado, que tendrá cierto aumento en la primera etapa de la Restauración. En el campo, el principal grupo social son enormes masas empobrecidas de jornaleros, sobre todo en el centro y el sur, áreas de latifundio, cuyas condiciones de vida eran misérrimas. 7


4. Los inicios del movimiento obrero. Las condiciones laborales y económicas de los trabajadores en el nuevo marco industrial, así como la falta de protección social, favorecieron la aparición del movimiento obrero. Sus primeras reivindicaciones, sin intenciones políticas ni de cambios en la estructura social, se centraron en el derecho de asociación y en el mantenimiento del sueldo. A partir de la década de 1870, comenzaron a elaborar planteamientos ideológicos y políticos más precisos sobre la necesidad de transformar el sistema económico y la sociedad. Las condiciones laborales de la clase obrera industrial a lo largo del siglo XIX fueron duras. Los bajos sueldos, insuficientes para mantener un nivel de vida digno, provocaban al mínimo aumento de los precios, crisis de subsistencia y, como consecuencia, gran descontento y frecuentes revueltas urbanas. Las jornadas laborales podían superar las catorce horas diarias, tanto para las personas adultas como para los niños y las niñas desde los 8 ó 9 años. Las mujeres trabajadoras a menudo tenían que ir a las fábricas con los hijos y las hijas más pequeños, ya que no tenían dónde dejarlos. Además, su sueldo era más bajo que el de los hombres, aunque desempeñaran la misma actividad. Las condiciones en los puestos de trabajo eran precarias: ruido, temperaturas extremas en invierno y en verano, ambientes cerrados y sin ventilación, mala alimentación, falta de descanso y accidentes laborales frecuentes provocados por las máquinas, etc. A todo esto se añadía el despido libre, la rebaja de los salarios en épocas de crisis, las miserables condiciones de vida familiares, el analfabetismo y la inexistencia de cualquier clase de protección social. La salud de los obreros era tan precaria que, a mediados del siglo XIX, su esperanza de vida era casi la mitad (30 años) que la de una persona perteneciente a la burguesía (50 años). La implantación del movimiento obrero en España pasó por tres fases: a. Desde la década de los años 20 hasta 1868 (inicio del Sexenio) aparecen los primeros conatos de lucha obrera, caracterizados por su desorganización y clandestinidad: •

Entre 1820 y 1840 destaca la protesta contra el nuevo trabajo industrial expresado a través de la destrucción de máquinas (ludismo). Los dos episodios más importantes de esa forma de resistencia fueron el de Alcoy en 1821 y el de la fábrica de Bonaplata (Barcelona) en 1835. Pero el moderno conflicto industrial no se generaliza hasta la época del Sexenio democrático, protagonizado ya por las fuerzas del movimiento obrero organizado que utiliza la huelga como instrumento de lucha. Esa forma de conflicto se Incendio en la fábrica “Bonaplata” (Barcelona) da sobre todo en Cataluña.

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En cuanto al proceso asociativo, desde la década de 1830 aparecen las primeras asociaciones de socorros mutuos (germen de los futuros sindicatos), cuya primera muestra fue la creación, en 1840 en Barcelona, de la Asociación de Protección Mutua de Tejedores de Algodón, que llegó a tener miles de afiliados y que, en 1855, convocó la primera huelga general en defensa del derecho de asociación contra el gobierno progresista de Espartero. Ante la dura represión, las asociaciones obreras, desengañadas con los progresistas, se inclinarán por los demócratas y republicanos.

b. Durante el Sexenio Democrático (1868-1874) el movimiento obrero español conoció un gran auge, debido al reconocimiento del derecho de asociación y, sobre todo, a la llegada a nuestro país de las ideas de la AIT (Primera Internacional), que había sido fundada en Londres en 1864, bajo el influjo de Karl Marx. •

La AIT fue difundida en España por el anarquista Giuseppe Fannelli, enviado directamente por Bakunin. Así, en 1870 se fundó la Federación Regional Española (FRE) de la AIT.

En 1871, Paul Lafargue, yerno de Marx, difunde la tendencia marxista de la AIT entre los internacionalistas de Madrid, surgiendo un foco socialista en torno a la Nueva Federación Madrileña.

c. Durante la época de la Restauración, el movimiento obrero español también vivió la división en el seno de la AIT, entre marxistas y anarquistas, la aparición de los primeros partidos obreros modernos y de los sindicatos: •

Los socialistas madrileños fundan, de la mano de Pablo Iglesias en 1879 el PSOE. Sus objetivos básicos eran la abolición de las clases, la colectivización de la sociedad y la conquista del poder político por la clase obrera. Crearon su propio periódico, “El Socialista”, y participaron en la fundación de la II Internacional (Internacional Socialista), donde acabaron triunfando las tesis revisionistas de Bernstein que apoyaban la participación en el juego político burgués para conquistar el poder. En 1888 se fundó en Barcelona la Unión General de Trabajadores (UGT), sindicato de corte socialista dependiente del PSOE. El socialismo prendió sobre todo en los núcleos industriales, por tanto en las grandes áreas urbanas, como Madrid, Bilbao, Cantabria y Asturias. En 1910 el PSOE consigue su primer diputado, el propio Pablo Iglesias Pablo Iglesias.

El anarquismo tuvo mayor predicamento en las zonas rurales de Andalucía, Valencia, Aragón y Cataluña, porque consideraba que las bases de la revolución proletaria estaban en el campesinado sin tierras, además de en los obreros urbanos. En 1881 fundan la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE) que acabó disolviéndose por la escisión entre anarco-sindicalistas (partidarios de la lucha sindical) y anarco-comunistas (partidarios de la acción directa). Algunos sectores del anarquismo español practicaron el terrorismo, como el caso de la sociedad 9


secreta La Mano Negra en Andalucía, el asesinato de Canovas del Castillo o el atentado en el Liceo de Barcelona. Esto hizo que la represión policial contra el anarquismo fuese de una extrema dureza. En 1910 el sector anarco-sindicalista creó la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT). ACTIVIDADES 1. Observa los documentos sobre las desamortizaciones del siglo XIX y responde las preguntas: DOC A. PREÁMBULO DEL DECRETO DE DESAMORTIZACIÓN DE MENDIZÁBAL. Señora: Vender la masa de bienes que han venido a ser propiedad del Estado no es tan sólo cumplir una promesa solemne y dar garantía positiva a la deuda nacional por medio de una amortización exactamente igual al producto de las ventas; es abrir una fuente abundantísima de felicidad pública; vivificar una riqueza muerta; desobstruir los canales de la industria y de la circulación; apegar al país por el amor natural y vehemente a todo lo propio; ensanchar la patria; crear nuevos y fuertes vínculos que liguen a ella; es, en fin, identificar con el trono excelso de Isabel II, símbolo de poder y de la libertad [...] El decreto que voy a tener la honra de someter a la augusta aprobación de V. M. sobre la venta de esos bienes adquiridos ya para la nación, así como en su resultado material, ha de producir el beneficio de minorar la fuerte suma de la deuda pública, es menester que en su tendencia, en su objeto y aun en los medios por donde aspire a aquel resultado, se enlace, se encadene, se funda en la alta idea de crear una copiosa familia de propietarios, cuyos goces y cuya existencia se apoye principalmente en el triunfo completo de nuestras altas instituciones” Gaceta de Madrid, 21 de febrero de 1836 DOC B. Valor de los bienes desamortizados en España en el periodo 1936-1867

A. Explica las ideas fundamentales del documento A. B. Explica el significado que en el texto adquieren los términos señalados en negrita. C. ¿Por qué era importante para Mendizábal la creación de una “copiosa familia de propietarios”? D. ¿En qué periodos se desamortizaron más bienes? ¿Quiénes fueron los artífices? ¿Quién era el Jefe del Estado en cada momento? E. ¿En qué provincias se incautaron más bienes inmuebles? F. ¿Por qué decimos que las desamortizaciones no cambiaron sustancialmente la estructura de propiedad de la tierra en España?

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2. Observa el mapa y responde las cuestiones: A. Cita las líneas férreas que se construyeron en la primera mitad del siglo XIX. B. ¿Qué disposición tenía el ferrocarril español en sus inicios? ¿Qué ventajas e inconvenientes suponía esto? C. ¿Qué áreas no tenían tendido hacia 1868? ¿Qué suponía esto para su desarrollo industrial? D. ¿Qué importancia tuvo la ley de Ferrocarriles de 1855 para el ferrocarril español? E. Redacta en no menos de cinco líneas por qué no se puede considerar al ferrocarril como un verdadero tractor de la industrialización. 3. Observa los documentos y responde las preguntas.

A. Analiza de forma pormenorizada la evolución de la población española durante el siglo XIX. B. Compara las cifras con las de otros países europeos, extrayendo causas y consecuencias. C. ¿Por qué calificamos el crecimiento de la población española como “atenuado”?

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4. Realiza el análisis del texto histórico siguiendo el guión que ya conoces:

MANIFIESTO FUNDACIONAL DEL PARTIDO SOCIALISTA OBRERO ESPAÑOL

“Considerando que esta sociedad es injusta, porque divide a sus miembros en dos clases desiguales y antagónicas: una, la burguesía, que, poseyendo los instrumentos de trabajo, es la clase dominante; otra, el proletariado, que, no poseyendo más que su fuerza vital, es la clase dominada. Que la sujeción económica del proletariado es la causa primaria de la esclavitud en todas sus formas: la miseria social, el envilecimiento intelectual y la dependencia política. Que los privilegios de la burguesía están garantizados por el poder político, del cual se vale para dominar al proletariado. Considerando que la necesidad, la razón y la justicia exigen que la desigualdad y el antagonismo entre una y otra clase desaparezcan, reformando o destruyendo el estado social que las produce [...] el Partido Socialista declara que tiene por aspiración: Primero. La posesión del poder político por la clase trabajadora. Segundo. La transformación de la propiedad individual o corporativa de los instrumentos de trabajo (la tierra, las minas, los transportes, las fábricas, etc) en propiedad común de la sociedad entera [...]. En suma, el ideal del Partido Socialista es la completa emancipación de la clase trabajadora. Es decir, la abolición de todas las clases sociales y su conversión en una sola de trabajadores libres e iguales”. Madrid, 9 de julio de 1879. Alejandro Olcina, Gonzalo H. Zubiaurre, Victoriano Calderón, Pablo Iglesias.

A. Presenta el texto: título, autor, cronología, tipo de fuente, etc… B. Resume las ideas principales del texto. C. Define o explica el significado que en el texto adquieran los dos términos o expresiones en negrita. D. Explica brevemente el contexto o las circunstancias históricas en las que el texto se inscribe y las ideas que, en este contexto, defiende el autor.

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