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Introducción-justificación
Miguel Barragán de León
El presente ensayo es resultado de muchos años de observar y escuchar de manera atenta lo que ocurría en los distintos escenarios del ‘Campo Ébano’. Pensé que algún día estas formas de cultura podrían documentarse; así, cuando me encuentro en ‘la flor de la adultez mayor’, es que decido registrarlas.
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Hay un pasaje que es particularmente singular, la primera mitad del siglo xx, donde se forja la identidad del petrolero ebanense, donde se amalgama el peón campesino con el técnico carpintero, electricista, plomero, mecánico, ‘oficinista de primera’, el músico y otros ‘oficios’ y haceres profesionales en la naciente zona industrial; personas provenientes de diversas entidades del país y municipios de nuestro San Luis Potosí, donde la sociedad se familiariza con el comercio y los servicios que realizan ciudadanos chinos que atraídos por el oro negro de Tampico; se radican en este pueblo pionero del crudo, lugar con descendientes italianos y españoles, y también con ciudadanas norteamericanas que todavía conocimos en la ‘zona residencial del Cerro’, a mediados de los años cincuenta.
Debo aclarar que cuando me refiero ‘al Cerro’, hablo del Cerro El Ébano (originalmente Cerro de la Dicha), sitio ‘ícono’ de la cabecera municipal, lugar donde se asentaron las autoridades económicas y profesionales de la compañía norteamericana Huasteca Petroleum Company (HPC 1904-1938) y, después, las autoridades de la Superintendencia del Distrito Norte de Petróleos Mexicanos (DN 1939-1990). Cuando escribo ‘Campo’, la referencia es la mancha urbana que nació junto a los primeros talleres o zona industrial, luego se poblaron La Estación y la Colonia Obrera; fue común, entonces, escuchar a la agente decir ‘voy al Campo’ o ‘vengo del Campo’.
Las primeras décadas del pasado siglo fueron muy difíciles en los renglones laboral, social, en seguridad y educación. No obstante esa vida, el ebanense se dio tiempo para llenar sus días de anécdotas, de poner apodos, de hacer alarde de la ‘chispa improvisadora’ a través de sus ocurrencias o ‘puntadas’. Así, en este texto, lo cotidiano o empírico se ‘apuntala’ con breves construcciones técnicas, con teoría del hacer de la sociología, de la lingüística y de la pedagogía para dar sentido y dimensión histórica al quehacer del pueblo.
La anécdota sirve de pretexto, en algunos casos, para narrar acontecimientos que fueron significativos en la vida de la sociedad ebanense, sus actores, circuns-
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tancias y formas de pensar en el quehacer cotidiano del Campo. Me ocupo de la anécdota, del apodo y de la ocurrencia, porque con ello narro también la historia de un lugar al que las nuevas generaciones de “paisanos” pueden y deben comprometerse para contribuir en una mejor condición de vida social, política y cultural del municipio de referencia.
Este ejercicio documental se compone entonces de:
Un marco conceptual de lo que significa la anécdota, su temporalidad y la breve narrativa de ellas, bien que las aportaron informantes clave, bien que las viví. El apodo, su significado, sentido social y lingüístico, su ubicación en el tiempo y, desde luego, una relación de los que escuché y me compartieron. Finalmente, me ocupo de las ocurrencias que investigué y las que son ‘contemporáneas’, como un reconocimiento a la agudeza humorística del huasteco.
Agradezco de manera por demás valiosa a las siguientes personas por su entusiasmo y compromiso al intercambiar parte de sus recuerdos: Manuel Barragán Baltiérrez (q. e. p. d.), Elia Georgina Barragán de León (q. e. p. d.), Juan de León Méndez, Marcos Silva de León, Francisco Sánchez Mosqueda, Víctor Manuel Barragán de León.
Hago un reconocimiento a mis queridos amigos de la infancia: Francisco Sánchez Mosqueda, Antonio Roger Gómez Lara, Antonio Ahumada López, Humberto Uquillas Paz, Regino Sosa; y a los de adolescencia y juventud, a la “barra” por un buen tiempo inseparable: Francisco Sánchez Mosqueda, Gilberto Salas Banda, Eugenio Ortiz Cuéllar (q. e. p. d.), David Lara Martínez, y José Santos Tapia Berman (q. e. p. d.)
Sería ingrato no agradecer a todos los paisanos y paisanas que consciente o inconscientemente, intencionada o inintencionadamente, aportaron sus anécdotas, ocurrencias y apodos en la cotidianeidad del Campo Ébano. Por último, mi agradecimiento enorme para Mtro. Francisco González González, quien propuso el diseño editorial del presente ensayo, para José Carlos Carrillo Reyes y Camila Ruiz Muñoz, practicantes de la Licenciatura en Diseño Gráfico de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, por último para Jorge Amaya Torres, quien dedicó buen número de horas en la revisión del texto que está en tus manos.
Miguel Barragán de León
El Míkiri
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1. Marco conceptual de anécdota
a) Conceptualización
En términos generales, se le llama anécdota al relato breve (verbal o escrito), basado en hechos y personajes reales. El o los protagonistas acostumbran tener participación directa o indirecta sobre lo que se cuenta. En el caso que nos ocupa, las anécdotas, apodos y ocurrencias, fueron recabadas en trabajo de campo, no habían sido documentadas.
b) Características
Las más comunes son:
Espontaneidad. El relato es improvisado, producto de la misma conversación, sirve para ejemplificar o ilustrar una situación ocurrida.
Brevedad. Una anécdota ha de ser concisa en hechos relevantes, con descripciones breves del lugar en que ocurre, apenas para contextualizar lo acontecido.
Expresividad. Ya sea oral o escrita la anécdota es valiosa para llamar la atención, por ejemplo: ¿qué crees que ocurrió?, ¿te acuerdas de…? Orden cronológico. La anécdota cumple un orden en el tiempo lineal, según suceden las acciones en los momentos: planteamiento, nudo, desenlace.
Un hecho pasado. El relato es acontecimiento ocurrido, por lo tanto, se emplea el tiempo pretérito simple: me presenté, corrí, hablé, etc. Si el suceso es reciente al que se cuenta la anécdota, se emplea el tiempo pretérito compuesto: me he presentado, esta mañana he corrido, estos días he hablado, etc.
c) Pautas
Algunas pautas para contar o escribir anécdotas que tengan coherencia y cohesión son:
»Inicia el relato con poca precisión en el tiempo: un día, hace días, hace tiempo, etc. Conforme avanza el relato emplea expresiones como: luego, después, al poco rato, etc. » Lo sucedido debe ser creíble, si te ocurrió, coméntalo en primera persona: yo estaba; si le ha ocurrido a otra, entonces comenta en tercera persona: él estaba; o puedes combinar ambas personas en la narración.
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»Es recomendable usar verbos que denotan acción y movimiento para dar celeridad al relato, sin detalles que hagan perder el interés por lo narrado. » Situar al interlocutor en el espacio de los hechos: encima de, del otro lado, etc.
d) Apartados
Tres apartados breves componen la anécdota: planteamiento, nudo, desenlace.
»Planteamiento. Tiene el propósito de poner en contexto al interlocutor. Pueden emplearse las siguientes preguntas: ¿cuándo ocurrió?, ¿a quién le ocurrió?, ¿dónde ocurrió?, ¿cuál era la situación inicial?
»Nudo. Aquí se desarrollan los acontecimientos. Responde a las preguntas: ¿qué sucedió?, ¿qué ocurrió luego? » Desenlace. Este apartado actúa como cierre del relato y pueden emplearse preguntas como: ¿en qué quedó todo?, ¿qué consecuencias tuvo? Las anteriores características, pautas y apartados de la anécdota espero se vean cumplidas, en mayor medida; de manera didáctica en el siguiente apartado.
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2. La anécdota: temporalidad y narrativa
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En los años que ocurrieron los siguientes hechos, Ébano, S.L.P. era una delegación perteneciente a Tamuín, S.L.P. No llegaba a los cinco mil habitantes, su economía se alimentaba de la zona industrial, la ganadería y agricultura.
El horario de trabajo del petrolero era discontinuo, de 7 a 12 y de 13 a 16 h; de tal manera que, por muchos años, los pobladores se acostumbraron: al ‘silbato’ de entrada y salida de los obreros, que se escuchaba en todo el pueblo; al tránsito de trabajadores vestidos de ‘caqui’ por sus calles, ya fuese a pie o en vehículos oficiales (caserío y zona industrial componían la mancha urbana); a escuchar la vida laboral con sus tragedias y alegrías. Las familias no eran muchas, tanto en la Col. Obrera y la Estación, lugares donde también residían trabajadores de Pemex.
La vida social se acrecentaba en las festividades patronales, los bailes, las fiestas de navidad y fin de año, los festejos de la expropiación petrolera (18 de marzo), las “pachangas por cumpleaños” de viejos trabajadores de planta, en los partidos de béisbol, vólibol, básquetbol. Lugares donde ocurrían acontecimientos que, más tarde, serían las anécdotas y donde se ‘acuñaban’ los apodos y ‘saltaban’ las ocurrencias, que por buen número de años serían ‘socializadas’ en los talleres de la zona industrial, el corredor o la sala de la casa, el mercado y, desde luego, el jardín principal.
Durante esos años (1940-1950), aún vivía en Ébano buen número de los primeros trabajadores que se contrataron con las compañías extranjeras, eran viejos respetados. Las historias contadas en sus domicilios, reuniones sociales, pláticas entre jubilados en la plaza, las escuchábamos los chiquillos con atención, parecía que narraban una película de aventuras, por el medio político y laboral en el que fueron protagonistas.
EL CERRO desde la plaza de Ébano
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Los recuerdos son ‘la materia prima’ para la siguiente narrativa, así es que, el lector podrá encontrar en algunos casos más imágenes literarias que en otros. Las tres primeras anécdotas ya se escuchaban en los años cincuenta en el contexto petrolero. Probablemente, fueron sucesos de la década anterior; las posteriores, las vivimos o sucedieron en nuestra niñez. un “buen día” llegó por la mañana un trabajador al taller y saludó a todos los presentes: “¡Mony gud!” (por good morning). A partir de ese momento, al trabajador en el Campo se le conoció como el Mony gud.
De aquí pa’llá, yo; de allá pa’cá, ¿quién?
El Mony gud
La relación laboral entre ‘gringos’ y mexicanos en el Campo durante casi 40 años (1901-1938), creó una cultura de comunicación ‘singular’, con aprendizajes de una y otra parte. Así, La Superintendencia del Distrito Norte de Pemex, con sede en Ébano, S.L.P., contaba con una central telefónica, caseta ubicada obviamente en el Cerro. Cuentan que el primer encargado del servicio al contestar una llamada dijo: “Bueno, de aquí para allá, hablo yo; de allá para acá, ¿quién?”




TALLERES de la zona industrial. Fotos de 1994
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El 24 y 31 de diciembre en los talleres de zona industrial
Fue costumbre que la zona industrial del Campo tuviera fiestas generalizadas los días 24 y 31 de diciembre. Todos los talleres, unos más, otros menos, después del horario reducido de trabajo y con autorización de la Superintendencia del Distrito Norte de Pemex, el ‘jolgorio se instituía’, no faltaba la comida, bebida y música viva. Quienes vivíamos cerca de la ‘zona’ escuchábamos al conjunto norteño, el trío huasteco o música de órgano. Al día siguiente (25 de diciembre y 1 de enero), se intercambiaban nuevas anécdotas, apodos y ocurrencias.

PERSPECTIVA de la zona industrial. Foto de 1994 Texto
Cerritos y Carboneras (frente al cine)
Un ‘huateque o guateque’ de gran concurrencia también lo fue ‘la topada’ entre los baloneros de Cerritos y Carboneras (la balona es un género musical de la zona media de S.L.P.). Su escenario fue la calle Hidalgo, frente al cine/ sindicato petrolero, evento que daba inicio a las 19 h del 31 de diciembre y terminaba al día siguiente, año nuevo, a las 7 h.
La ‘tertulia’ de los trovadores empezaba con respeto, entre ‘amigos’ de la región (cada quien en su tarima, como de 2.5 m de altura, y a 7 u 8 m una de otra). Conforme avanzaba la noche y la ingesta de ‘bebidas espirituosas’, el tono de los mensajes versificados aumentaba, hasta terminar con intercambio de envases a manera de proyectiles para ‘acérrimos enemigos’. Todo el proceso comunicativo entre gritos y risas de los presentes. Y, claro, esto se constituía en material para enriquecer el breviario cultural del Campo.
Quienes vivíamos frente al cine, disfrutamos este ‘espectáculo musical’.
Los chiquillos jugábamos antes del encuentro; una vez iniciado, nos sentábamos como espectadores; desde luego, no aguantábamos toda la ‘jornada cultural’, nos íbamos a dormir, tal vez, a las doce de la noche o una de la mañana.
Caravana artística en el sindicato
Célebres también fueron ‘los artistas’ que ‘conocimos’, gracias a la política de la Secc. 3 y a la Comisión de Previsión Social, quienes organizaban eventos socioculturales para el 18 de marzo y, con ello, festejar la Expropiación Petrolera. Eventos realizados en
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el edificio del sindicato, es decir, la sala de cine, así recuerdo a: Fernando Casanova (el Águila Negra), Ángel Infante (hermano de Pedro Infante), David Silva, Matilde Sánchez (la Torcasita), el Charro Avitia.
En el campo de béisbol 18 de Marzo, la memoria registra a cantantes de diversos géneros, como Lucha Villa y Los Rebeldes del Rock. A veces pedíamos permiso, a veces no, de todas maneras estábamos presentes al pie de la tarima donde actuaban los artistas que antes veíamos en la ‘pantalla de cristal’ (versión Enrique, el Paper); de joven (no hace mucho), acudí al Salón Social frente ‘al 18’, a escuchar al popular Chico Che.
Las serenatas con la Orquesta Secc. 3
Uno de los ‘servicios sociales’ que realizaba la Orquesta Secc. 3 del Sindicato Petrolero fueron las serenatas, que primero se escenificaron en el quiosco de la plaza y, después, en la ‘concha acústica’; las audiciones eran los jueves y domingos de las 19 a las 20 h.
Recuerdo que los chiquillos jugábamos en la plaza mientras los adultos escuchaban la música, ya de preadolescentes nos sentábamos con atención para ver a los ejecutantes, así logramos identificar esos ‘músicos’ que hicieron época en la capital potosina, zona media y por el golfo en Tampico, Tamps., Poza Rica y Cerro Azul, Ver.
Un poco de historia en torno al quehacer de la música en la ‘tierruca’. A mediados de los años cincuenta, el director de la orquesta era el Mtro. David Jiménez Figueroa; posteriormente, la dirige el Sr. Jorge Rentería, en cuya época se integran: Pascual Beltrán, que ejecutaba el saxofón; Pablo Torres, en la guitarra y el saxofón; en la batería, la Pájara; don Jorge Rentería tocaba el piano. Para los sesenta y setenta, ya la orquesta había cumplido un ciclo y sufre una renovación, con igual calidad en sus ejecutantes, periodo que terminó a fines de los años ochenta.

ORQUESTA Secc. 3 Ébano Texto Texto
Encuentros de vólibol en la Art. 123
Épicos fueron los ‘partidazos’ de vólibol que protagonizaron, allá por los años 1956-57, equipos de Ébano y Tampico. En la rama femenil, jugaban las muchachas: Tencha Puga, Concha López, Leti Ahumada, la Coca y Licha Nava (hermanas), Coco González, Chela Amaya, Carmela Escobar, Olga Torres, Chabela Torres, Carmela
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Orozco. En el equipo varonil, jugadores como: Jesús Juárez, los maestros Daniel Horsman y Nicolás Campos, otros jóvenes como Toño Rodríguez y Juan Banda (cuyos ‘saques olímpicos’, de espalda a la red y golpeando con efecto, eran verdaderos “misiles” que se clavaban apenas el balón cruzaba la red, lo que hacía poco menos que imposible para el jugador contrario controlar o contestar el saque).
En el básquetbol, aparte de la Esc. Art. 123 como escenario, también recuerdo juegos en las canchas del Cerro, con jugadores como: Memo Balderas, Manuel y Guillermo Gómez (hermanos), Francisco Gómez, César Chávez, Mtro. Daniel Horsman, Carlos López, Antonio y Mario Rodríguez (hermanos). Las canchas, tanto de la Artículo como del Cerro, se abarrotaban y las porras se ‘caldeaban’, sobre todo en los partidos contra equipos foráneos.

EQUIPO DE VOLEIBOL femenil de la Superintendencia DN de Pemex en Ébano, S.L.P. PROFR. NICOLÁS CAMPOS con el equipo femenil de vólibol

El béisbol y fútbol en el 18 de Marzo
Otro escenario de grandes batallas deportivas, lo fue el entonces Parque Deportivo 18 de Marzo. Cuenta el Bigotes que, en los años 1951-52, en la Liga del Golfo recuerda jugadores del equipo local como: Panchillo Conde, Ángel Castro, Ramiro Cuevas, Mónico Silverio, Pedro Sosa, Jesús Cadena, Héctor Frausto y Armando Constantino, entre otros. En la Liga Petrolera participaban peloteros como: Elías López, Héctor Frausto, Chebo Ordaz, Juan Urbina, Juventino Reyes, Hilario y Adolfo Torres (hermanos), Juan Hernández de Monterrey, Silverio Guzmán, Jesús Cadena, unos hermanos Cuevas de San Luis.
Aunque el fútbol soccer se practicó años después, no pocas veces asistí al 18 a ver jugar al Ébano Junior en la Liga Regional (en la que participaban equipos de S.L.P., Tamps. y Ver.), con muchachos como: el Maracas, la Lengua,
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el Pelón, el Squiur, la Buchona, el Mayín. En una ocasión, tuve la oportunidad de presenciar un juego entre el Ébano Junior y el Tampico, este de segunda división profesional. Allí conocí a jugadores de ‘la jaiba brava’ como: Palmareño Solís, Miguel Saint André y el peruano Grimaldo. Las gradas eran insuficientes para la cantidad de aficionados que acudíamos a ver esos encuentros.

BANDA DE GUERRA de la Esc. Sec. Benito Juárez en el Parque Deportivo 18 de Marzo
El carro del humo
Durante los años 56-60, en el Campo Ébano se fumigaban las casas habitación contra el mosquito del paludismo (Anopheles) por parte de Pemex (después lo hizo la Comisión Nacional para la Erradicación del Paludismo). Un día nos encontrábamos los chiquillos jugando en la calle, frente al cine, serían entre siete y ocho de la noche, al ver ‘el carro del humo’ dejamos todo y nos sumamos a la diversión que sentíamos de correr tras el ‘cañón de insecticida’ que salía de la bomba, en la caja de la camioneta. Al regresar a casa, un tanto sudoroso, dice mi mamá: ‒Al baño. ‒Ya me bañé. ‒Sí, pero hueles mucho a ‘humo’, así que al baño otra vez. Ese día me bañé dos veces con intervalo de tres horas.
En los años 1957-1958, aproximadamente, estábamos en casa, ya muy noche, cuando escuchamos: “¡Se quema la Cooperativa!”. Rápido salimos al corredor y alcanzamos a ver cierto resplandor por el rumbo de la plaza, mucha gente caminaba de prisa y otros de plano corrían hacia el centro del Campo. Yo me escapé de la mano de mi mamá, corrí sin hacer caso de sus gritos, llegué, me colé entre la gente y me instalé ‘en primera fila’ frente a la casa de los Hernández.
Miraba incrédulo cómo se ‘retorcían’ las vigas de acero y caían los muros de la Cooperativa de la Secc. 3 del STPRM (edificio ubicado en lo que hoy es la explanada de la concha acústica). Los trabajadores de contraincendio poco pudieron hacer para evitar el desastre, que significó la destrucción de ropa, calzado, línea blanca, abarrotes y demás enseres de consumo.
Al regresar a casa no me libré de unas ‘buenas nalgadas’ y de los regaños ‘adjuntos’ que me propinaron mis papás.
Quemazón en tienda de los chinos Andrés y Arturo
Por los mismos años que se quemó la cooperativa, ocurrió otro incendio grande: la tienda de abarrotes de Andrés Eng y Arturo (chinos que seguramente llegaron a Ébano en los ‘tiem-
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pos de las compañías’, 1905-1930). Mi mamá y yo fuimos a ‘misa de gallo’. Al salir, escuchamos que se quemaba la tienda de Andrés, como mi madre era clienta asidua, nos dirigimos hacia el ‘lugar de los hechos’, nos paramos frente a la casa de los Ortiz y con tristeza vimos acabarse el patrimonio de los chinos; en esta ocasión, ‘los tragahumo’ de Pemex evitaron que el incendio se propagase a otras viviendas que prácticamente estaban ‘pegadas’.
Nos regresamos a casa, a ratos pensativos, a ratos haciéndonos preguntas; esta vez no hubo regaños ni nalgadas.
Corte de mango en el Cerro
Una práctica, entre los chiquillos del ‘barrio del Cine’ en los años 1957-1960, era ‘el corte de mango’ en el Cerro. Previa exploración, sabíamos que los mangos ‘japoneses’ (variedad paraíso) estaban en su punto (más verdes que maduros), acordábamos incursionar entre las nueve y las diez de la noche (algún viernes o sábado) por debajo de la malla donde ahora vive el Sr. Marcos Silva. Evitábamos (en lo posible) despertar a los perros y en nuestras camisas ‘liábamos’ la fruta cortada. Al llegar con el ‘botín’, las mujeres preparaban los mangos rebanados con chile en polvo y, en familia, sentados en los corredores para mitigar el calor de mayo y junio, entre pláticas y risas, dábamos cuenta de ellos.
El hurto de plomo en taller de baterías
Igual, a principios de la década de los sesenta, atrás de la ‘cuartería’ donde vivíamos los Ahumada, Sánchez y Barragán, estaba la casa de Héctor Frausto y su familia. Con ellos vivía su cuñado Horacio, el cual tenía un taller de baterías para auto (acumuladores). Por las tardes, en periodo de vacaciones, jugábamos y, entre juego y juego, rompíamos baterías (ya inservibles) para sustraer las celdas de plomo, fundirlas, ‘emulando a Horacio’, y hacer figuras o como ‘parque’ para resortera. En un principio, el cuñado de don Héctor se molestaba y daba la queja a nuestros padres, sin embargo, después se hizo el desentendido y se acabaron las reprimendas en casa.
El incendio del carro de Horacio
De los juegos que más nos gustaban, destaca el de ‘policías y ladrones’. En cierta tarde de vacaciones, nos metimos, como en tantas ocasiones, al carro abandonado de Horacio, frente a la casa de don Héctor. En esas estábamos, ‘huyendo de los policías’, cuando alguien prendió un cerillo, este cayó al asiento, no lo pudimos apagar y el peligro nos aconsejó correr: el auto se consumió. Llegó la queja de Horacio a nuestros padres y, por algún tiempo, nos prohibieron jugar en torno de la casa de ‘Hectorín’, hijo de don Héctor Frausto.
Ver la TV con Antonio Roger
A mediados de los cincuenta, en pocas casas de Ébano había televisores. Una de ellas era en la de nuestro amigo Antonio Roger Gómez Lara. Los sábados o domingos nos dábamos cita,
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a partir de las siete de la noche, para ver programas como: El Llanero Solitario, El cuento de Cachirulo, Rin Tin Tin, Lassie, las caricaturas del Pájaro Loco, Tom y Jerry, y otros más.
Los chiquillos nos sentábamos en el piso, de piernas cruzadas, y los adultos, en el mueble. Desde luego, el ritual comenzaba una hora antes, durante la cual jugábamos en el corredor o patio de la casa de ‘Royer’.
La caza de un armadillo
Otro pasatiempo de infantes fue salir a ‘pajarear’ (matar pájaros) con resortera. Lugares para tal actividad eran atrás del Cuartel, rumbo a la Laguna Chica, a un lado de la Presa de Chapo y atrás de las Calderas. En cierta ocasión, decidimos ir a un lado de la Presa de Agua, rumbo al 21, donde había un bosque de ébanos. Éramos como cinco ‘cazadores’, yo me quedé un poco atrás y alcancé a ver cómo un armadillo se metió en el hueco de la raíz de un árbol. Grité entre temor y alegría, acudieron los compañeros y con palos logramos hacer que el animal saliera. Su torpe andar no fue obstáculo para darle fin, ahí terminó la aventura. Lo amarramos en un palo, cual trofeo, lo paseamos por el barrio y se lo regalamos a doña Corina, esa misma noche supimos que hizo chicharrones de armadillo.
Es puro cabrón
Yo tendría unos siete años (1956), cuando al salir de la escuela pasaba por mi papá al billar, me gustaba verlo jugar dominó y escuchar sus pláticas mientras ‘hacían la sopa’ (revolver las fichas). En una ocasión, ya rumbo a la casa, casi frente a la tienda del chino Sam Lo, le pregunté: ‒Papá, ¿cómo se llama el ingeniero con el que jugó? ‒¿Cuál ingeniero? ‒Ese que estaba a su derecha y que usted le decía: “Te toca ingeniero”. ‒Ah. No hijo, ese es puro cabrón. ‒¿Así como usted? Riendo me preguntó: ‒Ah, ¿entonces yo soy puro cabrón? ‒No papá, que si él también es ‘trabajador de la zona’. ‒Sí, hijo, trabaja ‘ahí adentro’. Seguimos nuestro camino y me di cuenta que lo había ‘raspado muy apenas’.
Bañarse en la presa del 21
Era común que el calor de mayo y junio nos llevara a refrescarnos un rato a la Presa del 21. En realidad, una excursión allí podía servir para tirarle a los pájaros, patos (poco común) o tortugas, de pesca o de plano para un chapuzón; para esto último, se tenía el cuidado de no adentrarse al centro del vaso, solo en la orilla y, desde luego, evitar cierta área de tule (que podía ser hábitat de ‘culebras de agua’), que crecía y daba un toque ‘ecológico’ entre el agua y el cemento de la presa.
Competencias de ‘burros’ o ‘aguantadores’ en tubería de Calderas
Nuestra niñez implicó ciertas tareas o deberes, uno de tales, fue el dotar de ‘agua hervida’ a nuestras casas. Pemex tenía el servicio de ‘potabilizar’ el agua para consumo humano: una toma, con cuatro o cinco llaves, estaba en lo que hoy es la Funeraria de la Secc. 3; otra, en las Calderas, rumbo al 21. Mientras
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hacíamos fila, lo cual nos llevaba hasta una hora, los muchachos mayores se divertían colocando el ‘burro’ o ‘aguantador’ (palo en el que se cuelgan con mecate o cadena delgada y se soportan en el hombro las latas o cubetas de agua) en el tubo que, de manera intermitente, daba salida al vapor. Ganaba quien más lejos arrojaba el vapor su aguantador. Bajar una hondonada para recogerlo, subir y volver a la competencia, era buen ejercicio; en lo personal, solo fui espectador.
En los sesenta, la cotidianeidad registró los siguientes hechos anecdóticos.
Como dijo Marquitos “ya no psss”
Asiduo asistente a los bailes o pachangas fue Marquitos, paisano cuyo interés era ver bailar y escuchar las conversaciones o puntadas de los ‘parroquianos’, su debilidad era el refresco. Se cuenta que una vez, ya de madrugada, alguien invitó a Marquitos otro ‘chesco’. Tan satisfecho estaba que solo atinó a decir: “Ya no pssss” (eructo del gas).
Oigo pasos… Veo sombras… Si son rebeldes, los pateamos
En esa década de los ‘rebeldes sin causa’, se comentaba en el Campo que una noche departían unas ‘bien muertas’ (cervezas frías), el Pampi (corto de oído), Polo (corto de vista) y Bacho (con una pierna de palo). De pronto, el primero dice: “Sssh, oigo pasos”. El segundo agrega: “Veo sombras”. Y el tercero concluye: “Si son rebeldes, los pateamos”.
Esta es una anécdota o puntada de las primeras que escuché en mi infancia y, además, tuve la oportunidad de conocer a los tres ‘protagonistas’, personajes muy populares.
Como quiera es peso
Cuando surgió el Campo Tamaulipas (Altamira, Tamps.), aparte del servicio de transporte foráneo que prestaba la Línea del Golfo, de Ébano a ese nuevo centro de trabajo, también lo hacían algunos trabajadores en sus autos particulares. Cuentan que un día no fue a trabajar un ‘cliente’ del Sr. Corbeira (o Corveyra), dueño del carro. Al cobrar este la semana, aquel dice: ‒Solo pago cuatro días, porque no fui uno. El dueño contesta: ‒Vayas o no vayas, como quiera es peso. Y, sí, la frase se popularizó por muchos años.
Tiroteo en el cuartel
Todos los campos petroleros fueron sedes de cuarteles militares por razones de seguridad nacional. Ébano contaba con el suyo, en el lugar donde hoy está el Centro de Maestros, junto a lo que fue La Presa de Chapo. Una noche hubo una balacera; al día siguiente, supimos que un teniente fue ‘baleado’ por un soldado ‘mariguano’; a su vez, otros compañeros de tropa lo ‘venadearon’, hecho que conmocionó al pueblo por varias semanas.
Cartelones en el cine
Una satisfacción que tuve, por mi habilidad en el dibujo, fue hacer en
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cartulina o pliegos mayores ‘pinturas con gis’ protegidas con una película de ‘spray’ y pegarlas en el lugar de la cartelera. Así, recuerdo que hice trabajos de las películas Ben Hur, Los Diez Mandamientos, Espartaco y otras. El pago, la entrada al cine de manera gratuita, obvio. El Pechugón, quien cortaba los boletos de entrada, me franqueaba el paso.

EDIFICIO del S.T.P.R.M. Secc. 3 y sala de cine
Venta de refrescos en el interior del cine
De los vecinos, quien primero vendió ‘chescos’ al interior del cine, fue Pancho Sánchez; después, a invitación de él, también le entré al ‘jale’. Empleábamos un cajón chico con seis bebidas, de cola y otro sabor; o bien, cajón grande con ocho ‘refres’. En una ocasión, alguien me llamó para pedirme ‘el cambio’, le dije que yo no le vendí; le pregunté a Pancho, y me dijo riendo: “Ya no pases por ahí, regrésate”.
Dotar de hielo a la refresquería del cine
Muy seguido, Bacho (encargado de la dulcería del cine) nos pedía o nosotros ofrecíamos traerle hielo de la “Planta de Luz y Fábrica de Hielo” de la zona industrial. Nuestro único material era un mecate. Ya en la planta, el encargado movía el malacate, accionaba el aire y sacaba del área de congelación la caja metálica, la bañaba con agua y así despegaba la barra de hielo. Con pinzas la bajábamos evitando se rompiera, la amarrábamos y arrastrábamos hasta la puerta trasera del cine (aproximadamente quinientos metros), para deslizarla por el pasillo de la sala hasta la dulcería y picarla para llenar las hieleras de los refrescos. Después del arduo trabajo, Bacho nos pagaba dos pesos a cada uno y todos felices.
Las películas por la rendija del portón del cine
Los Ahumada, Sánchez y Barragán éramos ‘clientes’ de los ‘coscorrones’ del Pechugón (portero). Cuando la película nos parecía emocionante, valía la pena arriesgarse al ‘moquete’, y todo porque veíamos la ‘cinta’ por la abertura del portón. Tan ‘picados’ estábamos a veces, que era demasiado tarde para evitar el ‘llegue’ y el “sáquense muchachos ca...” del celoso ‘cortador’ de boletos. Nos retirábamos sobando la zona dolorida y, al rato o al día siguiente, la historia se repetía. Aunque también debo decir que, cuando se descuidaba el ‘cancerbero’, nos colábamos, considerando esto una verda-
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dera hazaña digna de presumir a los otros ‘calaveras del vecindario’.
Ahí no, porque me duele
Era común que a las fiestas o ‘ferias’ entre pueblos, como Tamuín, Ébano, Pánuco y Tampico, acudiera gente de esos lugares para divertirse. Se cuenta que un fin de semana, en la Feria de Pánuco, sorprendieron a un paisano ‘haciendo del uno’ atrás de un ‘stand’. Por ese tiempo, el ejército apoyaba en tareas de vigilancia, uno de los mílites lo sorprendió y le dio un ‘culatazo’ en las costillas; el paisa dijo: “No, ahí no porque me duele”. La frase se quedó por un buen tiempo entre la ‘palomilla’.
Pues lo que traigo en la bolsa, no te lo comes de sal
Una ocasión, el compañero de secundaria Gustavo Beltrán y yo fuimos a Tampico a comprar material para el taller de Dibujo Técnico Industrial. Compradas las cosas, dimos una vuelta. Ya para regresar, después de comprar los boletos, Beltrán me invitó un licuado en la refresquería que estaba a un lado de la Terminal del Golfo. Pidió los preparados. El joven nos miró y dijo: “¿Traen con qué pagar?”. Me quedé callado y Gustavo le contestó molesto: “Pues seguro que lo que traigo, (señalando una bolsa de su pantalón) no te lo comes de sal”. El ‘chavo’ procedió a preparar y servir las bebidas en un incómodo silencio. Nos subimos al autobús y Gustavo dijo: “Este cabrón nos vio cara de limosneros”.
Las cenas de Noche Buena y Fin de Año con Antonio Roger
Entre los vecinos, practicamos una bonita y sana amistad: los Ahumada, los Sánchez, los Barragán, los Sosa, después se sumaron los Luna. Para Navidad y Fin de Año, en casa de Antonio Roger se preparaba el pavo; muy temprano hacíamos acto de presencia en el ritual que realizaba Andrea: coger el ‘cócono’, sacrificarlo, cocerlo, desplumarlo, prepararlo y meterlo al horno. Mientras esto sucedía, nosotros jugábamos o leíamos los ‘monitos’ de Superman, Tawa, Los Halcones y otros, historietas que nunca faltaron en casa de Toño. Ya cansados volvíamos a casa y, por la noche, bañaditos y cambiaditos de vuelta con Roger. Veíamos un rato tele y ¡a cenar los ricos platillos que preparaba Andrea! (incluía una cerveza Nochebuena). Presidía y marcaba la pauta don Roger Gómez, hombre paciente y tolerante con la alharaca y, a veces, travesuras de los amigos de su hijo.
En los años setenta, sucedieron estas otras anécdotas.
Como dijo doña Vale
Frente a la plaza de Ébano, vivió doña Vale. Ya viuda, abrió una cervecería donde acostumbraban no pocos trabajadores ‘llegar al agua’. Una tarde, después de la jornada llegaron varios petroleros y bebieron por un buen rato; al cabo del cual, se vieron unos a otros y uno de ellos tomó la iniciativa y valor: “Oiga doña Vale, pues le vamos a deber estas últimas cervezas porque se nos acabó el dinero”. La doña
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solo atinó a balbucear: “Mmmmjjj”, tradúzcase ‘uh, que la chin…ita’. Y sí, se volvió ‘viral’. Al día siguiente pasaron a pagarle, y no se fueron de ‘oquis’.
Salí a buscar pendejos y dieron conmigo
El Bigotes o Bigotón (mi papá) me contó: “Cierta tarde estábamos ‘la palomilla del dominó’ en casa de mi compadre Héctor Frausto. Alguien divisó al Wiri dirigirse cabizbajo hacia nosotros. Al llegar le preguntan qué trae, porque lo ven medio apachurrado. El aludido responde: “Nada, que salí a buscar pendejos y dieron conmigo”. Todos, al unísono, tiraron la carcajada.
A propósito del juego de dominó, abro un paréntesis para compartir un registro a entrevista que hice a mi papá. En 1951-1952, los primeros encuentros de dominó fueron en la tintorería de don Rosalío Vázquez (don Ros Vaz); allí asistíamos don Tano, Ricardo Sánchez, Trinidad Ahumada, Antonio Gutiérrez, Bartolo Ortiz, Isidro Tello, Antonio Valles y Manuel Barragán. El horario regular fue de 11 a 17 h, todos los días.
Para 1954, el ‘cuartel general del dominó’ se traslada al billar El Vesubio, propiedad de don Víctor Pacce; asiduos jugadores fueron los señores: Aniceto Martínez, Juan Perales, Constancio Méndez, Fernando Nava, Daniel Banda, Rafael Piñones, Daniel Arteaga, Serapio, Odón Uresti, Agapito, Héctor Frausto, Ernesto Lara, Adolfo y Facundo Torres, Filiberto Trujillo y sus hijos Cayetano y Filiberto, Federico Zapata, Genaro y Ricardo Sánchez, José Reyes, Sergio Osorio, el Flaco Lara, Alfonso Lara, Manuel Cobos, Manuel Barragán, Reynaldo y José Pizaña. El horario era de 10 a 23 h (permanencia voluntaria), todos los días.
La mayoría de estos jugadores ganaron un torneo entre la Secc. 3 de Ébano, la Secc. 33 de Tampico y la agrupación Caballeros de Colón, del puerto jaibo. El finalista por Ébano fue don José Ortiz Reyes, quien se trajo (mejor dicho, se llevó) el trofeo para su casa.
Ya en 1960, también funciona, en el Casino Petrolero, otro grupo de (con cariño) ‘vagos del dominó’ con los señores: Aarón Díaz, Jorge Rentería, Constancio Méndez, el Dr. Meníndez, Alberto Pérez, Jaime Pérez Herrera y su hermano, Mario Lara, los hermanos Trujillo, Lico Zapata, Manuel Cobos, Manuel Barragán. Encargados del juego: don José Méndez y don Daniel Banda; aquí el horario fue de 17 a 7 h (como en Pemex, había turnos).
Es entendible que después de diez o más años de conocerse y convivir en el juego, entre bromas, algunas más pesadas que otras, los niveles de tolerancia eran grandes. Un hecho que se convirtió en anécdota, es el siguiente: una de tantas tardes de dominó, uno de los jugadores dice: Ahí viene el Húngaro y viene ‘bien servido’. Este se coloca frente a las mesas de juego, observa a todos y dice con voz ‘audible’: ‒¡Chinguen a su madre todos!. Nadie contesta. El Dr. Meníndes (profesionista del hospital de Pemex, respetado y respetable) pregunta: ‒¿Yo también Cayito? ‒¡TODOS! El galeno deja las fichas, se levanta y sale del Casino en
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medio del más completo silencio.
Finalmente, una ‘cuarta época del dominó’ surge al inicio de los ochenta en casa de don Héctor Frausto, con los señores: Constancio Méndez, Eusebio Ordaz, Hectorín (hijo de don Héctor Frausto), Jaime Pérez Herrera, Cayo y Fili Trujillo, Mario Lara, Beto Pérez, Genaro Díaz, José Reyes, Jorge Rentería, Dr. Meníndez, Adolfo y Facundo Torres, Lico Ávila, José Méndez, Daniel Banda y otros. Horario de 17 a 24h, todos los días.
Maña chingada de decir ya cayó
Entre los años cincuenta y noventa en Ébano, era común que se diera ‘ray’ (aventón) en vehículos de Pemex. La gente no caminaba mucho y menos con el sol en pleno. Una ocasión, frente a ‘Rayadores’, el Brujo (mayordomo de un taller) pidió un ‘ray’ para el sindicato. Apenas ponía un pie en la caja de la camioneta, cuando el copiloto dice: “Sale… Ya cayó”. El mayordomo cae de bruces, se levanta enojado y dice: “Maña chingada de decir ya cayó”. Otros trabajadores que iban atrás tiran la carcajada. Desde entonces, por un buen tiempo, la frase se hizo célebre.
Un viernes de ‘calor sabroso’ estábamos tres amigos en la carnicería del Negro Tapia. Uno dice: “Estaría bueno hacer mañana sábado una parrillada con unas cheves”. Nos miramos y otro dijo: “Órale, compramos medio de carne y tres cartones de cerveza”. Todos entendimos la ‘proporción’ y tiramos las carcajadas. Desde luego, no hubo parrillada pero sí las frías.
Cigarros arriba de la TV
Los fines de semana solíamos, tres o cuatro amigos, cooperábamos para los Mapleton o Philip Morris con aroma a chocolate o menta que comprábamos en El Esfuerzo y fumábamos por la noche, en las gradas de las canchas del Cerro. Al terminar, nos tocaba alternativamente guardar los cigarros en la casa; obvio, evitando ser sorprendidos. Una noche, ya bañándome, recordé no haber sacado los cigarros del pantalón y esconderlos. Rápido terminé, salí con toalla en la cintura, busqué y… ¡nada! Mi mamá me pregunta: ‒¿Qué buscas hijo? ‒Una feria que traía en el pantalón. ‒No traías dinero, solo cigarros y encendedor, están arriba de la televisión…
Fumando frente a la Art. 123
Cierta noche nos dirigíamos tres amigos a una fiesta de cumpleaños de una amiga, pasábamos frente a la Escuela Artículo 123, cuando uno de los ‘cuates’ dice: ‒Míkiri, ahí viene tu papá. No le creí, cuando reacciono ya estamos frente a él, dejo caer el cigarro. Nos pregunta: ‒¿A dónde van? ‒A casa de Ofelia, nos invitó a su fiesta. ‒Está bien, tengan cuidado. Se acerca un poco y me dice: ‒No fumes mucho. Del susto pasamos a las risas y terminamos divirtiéndonos en la fiesta.
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Ora cabrones, es mi hermana
En ocasiones, nos juntábamos en vacaciones ‘la barra’ de amigos y solíamos caminar por el área sombreada del Cerro. Una mañana de esas, nos detuvimos en una de las esquinas de la superintendencia, que permitía ver en perspectiva el área de trabajo. De pronto, sale una muchacha de la oficina y alguien dice: ‒Miren cabrones, qué buena vieja. Los otros: ‒’Deveras’. Uno que había guardado silencio dice: ‒Ora cabrones, es mi hermana. De momento tiramos la carcajada, luego callamos y nos retiramos del lugar un tanto en silencio, hasta recobrar la confianza y la plática volvió entre cuates.
Accidente en cascadas de Tamasopo
En unas vacaciones de Semana Santa, decidimos los amigos planear un viaje a Tamasopo. Salimos temprano de la plaza, pasamos por Pancho que trabajaba en la zona industrial, se brincó la malla, y enfilamos rumbo a Tamuín; en este lugar compramos cerveza y hielo. Antes del crucero de Tamasopo, abrimos las primeras frías y les hicimos los honores. Así llegamos al lugar de recreo, nos tomamos otra, nos cambiamos y ¡al agua!
Dos compañeros ya estaban subiendo por las rocas junto a la pequeña cascada. Yo iba como a medio río; de pronto, siento ‘calambres’ en una pierna, sigo nadando con dificultad… cuando ya no puedo y aún faltan metros para alcanzar la orilla, grito pidiendo auxilio, me hundo. Por segundos pasa rápidamente una película con imágenes de mi vida… Eugenio trata de sacarme jalando de la camiseta, pero lo arrastro hacia abajo. Se borra la visión y soy impulsado hacia arriba por Pancho; finalmente, estoy sentado recargado en una llanta de ‘nuestra’ camioneta. Los amigos me piden ya no volver al agua y respirar de manera profunda. Así estuve librando un conflicto: ¿me tiro al río, pero ya, o no? Resuelvo lo primero y les pido a dos amigos que cuiden mi intento de cruzar. Así lo hacen, cruzo sin problemas y regreso para sentarme y sentirme en paz. Me tomo otra cerveza, me cambio para esperar a los compañeros sin más baño para mí. Ya de regreso a la casa les dije: “Agradezco a todos… pero ni una palabra de esto”. Y así se guardó por muchos años, hasta que yo mismo le conté a mi mamá, no me dijo nada solo me miró.

BARRA DE AMIGOS en el mirador del Cerro: Desde la izquierda José Santos Tapia (q.e.p.d.), David Lara, Francisco Sánchez, Eugenio Ortiz (q.e.p.d.) y Miguel Barragán
Me tuve que regresar en reversa
En los círculos o pueblos pequeños,
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no falta el compañero que exagera o se vale de fantasías para hacerse escuchar. Así, en nuestra ‘tierruca’ había un personaje que gustaba de ‘bañarse con hazañas’, mismas que después circulaban entre la palomilla. Una de esas proezas la narró así: “La semana pasada iba para Valles. Y por Tamuín, ya no quiso avanzar la camioneta. Así que tuve que regresarme a Ébano en pura reversa”. ¡Cerca de 70 km!
Llevo prisa cabrón
Entre los personajes del Campo, había un señor de nombre Flavio, muy respetuoso, cuidadoso y precavido en eso de manejar su Renault de los sesenta; tanto así, que aseguraban no transitaba arriba de los 20 km por hora.
Por contraparte, se cuenta de otro señor, también respetuoso aunque bromista y de andar rápido, apodado la Tabla, que un día caminaba rumbo al Cerro, sobre la avenida Benito Juárez, a la altura del billar El Vesubio, cuando se le empareja don Flavio y le dice: ‒Súbete, te doy un ‘ray’. El invitado voltea, lo mira y contesta: ‒¡Llevo prisa, cabrón!
A fines de los años setenta, principios de los años ochenta, mi comunicación con los paisanos se limitó a dos o tres amigos y las visitas al terruño fueron más distantes, razón por la cual el número de anécdotas es menor. Sin embargo, las que comparto son igualmente valiosas, aunque el contexto petrolero ya es escenario poco común.
La capa del padre
En una de las cantinas más ‘emblemáticas’ de Ébano, que se encuentra en La Colonia Obrera (¡adivinaron!: Las quince letras), se dio el siguiente hecho (aportación cultural de Pancho Sánchez). Estaba un buen número de parroquianos ‘chupamaros’, cuando entra un joven de aspecto humilde y se acerca a las mesas pidiendo apoyo económico para ‘la capa del padre del Campo’. Algunos le dieron unas monedas, pero cuando llega a donde se encontraba uno de esos ‘ateos’ que no faltan, se le queda viendo y le dice: “Mira, yo coopero, pero quiero ver que lo capen aquí”. La risa no se hizo esperar, el joven movió la cabeza en desaprobación y se retiró con una sonrisa.
Quemazón de la carnicería El Ebanito
Una tarde de juegos de básquet en las canchas del Cerro, se da la noticia en las gradas: “¡Se quema la carnicería El Ébanito!” (negocio de nuestro amigo el Negro Tapia). El juego se suspende porque había jugadores ‘traga humo’, rápido se trasladan al sitio. Estaban en labores con manguera contraincendio en mano, cuando Pancho Sánchez le pregunta al Burradas: ‒Oye, ¿cómo vamos en el marcador?, ¿crees que lo ganemos? Ambos se ríen y le contesta: ‒Agarra bien la manguera cabrón, no la sueltes.
Denle chiche a ese chiquillo
En una ocasión, el equipo de béisbol de Ébano incursionó en Aguascalien-
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tes para jugar dos juegos con el equipo de Jesús María, municipio conurbado con la ciudad capital de ese Estado. Ya había ganado nuestra ‘tierruca’ el primero, el juego estaba muy cerrado, la porra petrolera alentando a su equipo, el Cadena cambia al pitcher, un niño de nuestra gente tenía rato llorando, el Chicho con voz audible dice: ‒Callen a ese niño. ‘Aguas’ se sube una carrera, el niño lloraba, el Chicho: ‒Callen a ese chiquillo, hombre. Los petroleros cometen otro error y entra otra carrera contraria, el niño llora, el Chicho: ‒Denle chiche a ese cabrón chiquillo para que se calle. La celebración no se hizo esperar y una serie de carcajadas rompió los nervios. Al final, Ébano perdió el segundo juego.
Ahora, unas anécdotas de los noventa.
Quemazón en la Superintendencia DN
La fecha precisa no la recuerdo, sin embargo, el 18 de marzo de 1994 fui a Ébano al festejo de la Expropiación Petrolera y pude tomar fotografías del estado que guardaban las oficinas de la Superintendencia del Distrito Norte de Pemex en la cima del Cerro, recién quemadas. Aproveché para hacer lo mismo con el edificio en ruinas de lo que fue el primer hospital del Campo Ébano, construido por la HPC, y, para cerrar con ‘broche de oro’ mi incursión, también tomé fotos de la zona industrial. Aquel día de festejo se tornó de tristeza, impotencia y coraje por ver cómo se perdía un patrimonio histórico del Estado de S.L.P., México.


SUPERINTENDENCIA DN quemada
Envía un mensaje a esos cabrones
Recientemente, me contó por teléfono Pancho Sánchez: “El sábado pasado llegué de la calle, me senté a la mesa donde ya estaban tres o cuatro de mis nietos, todos agachados. Esperé como quince minutos y nadie levantó la vista. Entonces se me ocurre: ‒Oye (con palmada en la espalda le dije al nieto más próximo), mándale un mensaje a esos cabrones, diles que ya llegué. Solté la carcajada y le dije: ‒Pues sí, mejor forma de comunicarles tu presencia no había.
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3. Apodos
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a) Conceptualización
El estudio de los apodos forma parte de la antroponimia, disciplina de la onomástica que estudia los nombres de las personas, en particular los nombres propios y apellidos. En América Latina, se consideran como sinónimos el apodo, mote, alias y sobrenombre, aunque no todo sobrenombre es apodo.
Etimológicamente, apodo y la acción de apodar significan poner en limpio; sin embargo, aproximadamente a partir de 1225 toma el significado de comparar; es decir, se construye la metáfora con un plano real y otro imaginario, a partir de una comparación.
Los apodos, entonces, son figuras de la lengua que poseen identidad y significado cultural entre la gente ordinaria y más común en los pueblos (Ébano fue pueblo hasta 1965, en que se declaró municipio libre). El apodo obedece a diferentes motivos: por afecto, por sátira o peyorativos (que caracteriza y caricaturiza a un individuo conocido).
b) Características
Se puede decir que el apodo: » Redesigna, repone o recoloca un nombre.
»Resignifica el nombre propio desde algo figurado, expresivo/emotivo. Desde la semiótica (ciencia que se ocupa de los sistemas de comunicación en las sociedades humanas), puede ser corporal, actitudinal, moral. Desde la retórica (disciplina que estudia el uso técnico del lenguaje, bien de manera persuasiva o estética), como metáfora (figura retórica que desplaza el significado entre dos términos con finalidad estética); circunloquio (figura retórica que emplea más palabras que las necesarias para expresar una idea o concepto); sinécdote (figura retórica que designa una cosa en el nombre de otra, la incluye; hipérbole (figura retórica que exagera un hecho, circunstancia o relato); hipersemia (nombre o sustantivo que determina la realidad: personas, objetos, sensaciones, sentimientos, etc.) y antisemia (la exposición de una idea por la idea contraria). » El apodo permite una transferencia de significado mediante la metáfora: lo real y lo imaginario a manera de comparación. » Se da en el apodo una intencionalidad humorística, pícara, mordaz, pe-
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yorativa, laudatoria con cualidad altisonante.
»Incluso, el apodo puede conside rarse acto de juzgamiento. » Siempre le precede un determinante el-la como potenciador del nombre, pero al mismo tiempo cosifica, en equivalencia a un objeto: la Cuatana (bolsa grande para cargar granos o semillas), un tipo de boca grande.
c) Naturaleza
La costumbre ha permitido la vigencia del apodo hasta nuestros días, sobre todo en zonas rurales o pueblos pequeños y entre algunos gremios o grupos sociales como ferrocarrileros, petroleros, electricistas, futbolistas, toreros, etc.
Dado la limitación del repertorio de nombres de pila, los apodos cumplieron un rol importante: si atendemos a la toponimia, por ejemplo, Jaime Montes; de referencia forestal, Carlos Olmos; de oficios, como Arturo Herrero.
Podemos considerar que el apodo da cuenta de una riqueza lingüística, sociológica o humanista. Así, describe a la persona, la dibuja mediante el lenguaje. Si bien, en ocasiones de manera agresiva, ofensiva o, en veces, para denotar conducta social y modo de convivencia.
Una característica común es que el apodo ha de ser una construcción ingeniosa, que funciona como diversión, que a través de una mirada escrutadora, talentosa e inventiva, ilustra exageradamente lo ya exagerado, de aquí su rasgo humorístico y lúdico: el Tres manos, dos que ya tiene y una de chapo (un sujeto moreno, casi negro).
Su atención se centra en la concisión y exactitud conceptual. Esto favorece su circulación, cumpliendo así una función socializadora de cercanía, incluso puede cohesionar el grupo, sobre todo en círculos sociales pequeños o cerrados. Para espacios más abiertos, el apodo requiere una explicación de la situación para mejor comprensión o efecto de sentido (lo que se hace, en algunos casos, en este espacio), de tal manera que, el apodo producto del ingenio utiliza la ironía, la paradoja, el absurdo y la ocurrencia.
Como en las anécdotas, muchos de los apodos que ya escuchábamos en los años cincuenta, seguramente fueron obra del contexto del Campo en crecimiento, es decir, desde los años veinte o treinta, porque supimos que ya al papá del ‘portador’ le decían igual.
Vamos a encontrar, entonces, apodos cuyo origen es el lugar de donde proviene: p. ej., el Cerritos, el Caracol; otros, del ambiente o condiciones de trabajo dentro del taller o la zona industrial: p. ej., el Café Tabaco; algunos más por cierto parecido o cualidad de algún animal de la región: p. ej., la Liebre; desde luego, también los hay porque cometió el portador un lapsus entre la ‘palomilla’ y se le quedó: p. ej., eI Mony Gud.
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Igual que en la anécdota, espero que con el apodo se cumplan de una manera clara, en su mayoría, ‘los requisitos’ enunciados por la teoría consultada.
Omitimos los nombres propios de los portadores para evitar todo inconsciente de morbo, solo enunciamos el apodo, para bien de la capacidad humorística (a veces mordaz o peyorativa) que caracterizó al petrolero y/o habitante de Ébano, S.L.P., para ‘retratar’ al compañero de trabajo, de juego o para reconocer incluso el liderazgo entre el círculo de amigos.
d) Temporalidad y nombres de apodos
Algunos de los apodos que se enlistan fueron puestos antes de los cincuenta, según informantes, y todavía en los noventa tengo memoria de haberlos escuchado. El lector encontrará algunos apodos en plural, esto debido a que fueron varios hermanos y al papá así lo “rebautizaron” en su tiempo.

El Negro, el Mikiri, la Negra, el Grillo y Geño en El Bañito, Ciudad Valles. El Pichi La Zorra El Colorado La Polka El Pinolillo El Pollo La Muerte La Bimba Los Chiviris El Flaco El Wiri La Calma El Tomate El Negro La Muelle El Canteado El Papión La Mónica La Glostora El Palillo La Mona El Manis La Granada La Chiva La Pulga La Nigua La Burra El Naco El Burradas Los Chorejas Los Tambores Los Tecos Los Zarcos Los Chupiros El Húngaro Los Valientes La Tima Los Chapitos Los Chicayanes Los Manoletes Las Crías El Mony Gud El Tlacuache
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La Coyota Las Palomas Los Rayones La Rana El Pri La Lengua La Negra El Tarolas El Paricutín El Zurdo El Hierro El Camay El Traca El Mandibulín El Manotas La Lija Las Liebres La Tabla Los Lecheros La Tripa El Promo La Yegua El Potol Los Cuervos El Chicharrón Los Barbujas La Araña El Paquis Charchai El Oso La Chabelona El Cordobés El Cerritos El Chonene El Cubano El Pájaro El Pinolillo El Aracuán El Chanoc Pilotillos La Cácara El Macuco La Quila La Licua El Camote El Semental El Alazán La Guásima (Huásima) El Bambú El Rápido Los Rufos Los Chupiros El Monadas El Violinista El México El Mamacueros La Chicharra El Tun Tun El Cocodrilo El Sobera El Pechugón El Peludo El Zeta El Changuito El Frijol El Güero Onasis El Chicho El Cachuny El Pelón La Buchona El Maracas El Esquiur
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4. Ocurrencias o puntadas
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a) Conceptualización
La ocurrencia o puntada es una idea inesperada y repentina, también se considera como un dicho ingenioso y original que surge en cualquier lugar, momento o circunstancia.
b) Contexto
Recordemos que el Campo Ébano (como fuente petrolera) se funda al iniciar el siglo XX, con familias de diversas regiones del Estado y del país con diferentes orígenes socioeconómicos y culturales.
Seguramente, las difíciles condiciones de trabajo, realizado por los obreros para las compañías inglesa y norteamericana, llevaron a esos pasatiempos (anécdota, apodo, puntada) en los momentos de receso o en condiciones de intensas lluvias que impedían las labores en el Campo.
Así, las ocurrencias aparecían en el centro de trabajo, el descanso, el juego, la asamblea, la reunión social, la comida, en el café de chinos, en cualquier lugar donde estuviese un trabajador del Campo, bien para una broma de buen gusto, para empezar una relación de compañerismo, pero también para ‘pullar’ o fastidiar a los concurrentes o interlocutor.
Debo admitir que las ocurrencias, en mayor número, se ubican en los 50-60, por ser los años en que me resultó más valioso este ‘breviario cultural’.
c) Temporalidad y narrativa de ocurrencias
Ya en los años 60, se escuchaban las siguientes ocurrencias o ‘puntadas’ de los paisanos...
Se tomó unas para hacer hambre
Fue (o es) una expresión característica para con aquel sujeto que andaba (o anda) ebrio. Originalmente era: “Voy a tomarme una cerveza para hacer hambre”.
Mientras llegan las de hule
Se aplica para quien no ‘enclocha’ bien antes de poner en movimiento un vehículo y se escucha ‘el crujir’ en la caja de velocidades.
Te volaste la barda
Cobra sentido para quien realiza algo
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de manera extraordinaria, tomado del contexto beisbolero. Ébano ha tenido historia de buen beisbol a nivel estatal y regional; alguna vez fue sede distrital de los Diablos Rojos del México.
Te calentaste en la novena entrada
Otra buena ‘puntada beisbolera’, se dirige para quien inicia una actividad poco antes de terminar la jornada o el tiempo destinado para acabar la ‘talacha’ no le alcanzará.
Ni modo que te dé vale
En la zona industrial de Pemex, particularmente en el Almacén, se pedía vale para todo artículo solicitado o, de lo contrario, no se entregaba; así, se aplicó para cuando se compraba cerveza o se cuestionaba la entrega de un servicio solicitado fuera del ámbito laboral.
Agua, que se quema el radiador
Clásica ocurrencia del contexto mecánico para hacer sentir la necesidad de tomar unas cervezas y mitigar la resaca o ‘cruda’.
Se me cruzaron los cables
La decía, a manera de disculpa, el trabajador que cometía un desacierto o desatención en la actividad. Puntada que seguramente tuvo su origen en el contexto del taller eléctrico de la zona industrial.
Anda hasta el eje
Esta ingeniosa frase también pudo nacer en el Depto. de Transportes, cuando los vehículos de Pemex se ‘atascaban’ o ‘sentaban hasta el eje’ en lodazales de brechas. Aplicada también para quien se ponía ‘superebrio’ y difícilmente podía ponerse en pie.
No estás tomando con Gastón Santos
Dada la vecindad con el Mpio. de Tamuín, S.L.P., y la condición económico social del hijo de don Gonzalo N. Santos, exgobernador del Estado, alguien de manera brillante le dijo a su compañero, al cual le invitaba unas cervezas: “Acábatela cabrón, no estás tomando con Gastón Santos” (tamuinense que fue actor y rejoneador) .
No voy a morir de parto
La dice quien no atiende recomendación o consejo para evitar un mal mayor o complicación en su salud y se ‘justifica’ de esa manera.
Estás entrado con unas
Se le recuerda a alguien que debe un servicio o favor, para que después lo pague con unas cervezas.
Estás bien jodido y malo del culo
Se aplica para quien está muy equivocado en su juicio o punto de vista.
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Jálale que es catán
El catán o peje lagarto era un pez que abundaba en ríos y lagunas de la Huasteca. Había ejemplares grandes que implicaba mayor esfuerzo del pescador para sacarlo del agua. Probablemente, tal ocurrencia tuvo su origen en la laguna del Cerro de la Pez. Se aplicó por extensión al trabajador que debía jalar o arrastrar algo en el taller, también para quien quería o necesitaba expulsar una flema, acepción más festejada.
Y si quieres más, me avisas
Cuando se dio alguna rencilla y a falta de mejores argumentos esta llegó a los golpes, no faltó el ‘remate’ del ganador hacia el perdedor.
Óyeme cachito
Tal vez esta ocurrencia se construye a partir de una canción: “Cachito, cachito, cachito mío, pedazo de cielo que Dios me dio…”. La ‘raza’ la aplicó para dar a entender que resolvió favorablemente algún pendiente o como sinónimo de ‘por supuesto que sí’.
Comes como ejidatario en mitin
La observación y picardía queda manifiesta cuando no faltó el tragón que aprovecha la ocasión. Puntada a partir de los clásicos mítines políticos de la ‘aPRIanadora’ en los años 40-50 en zonas rurales, principalmente.
Ya sácate el tordo
Expresión humorística que con un grito y a la distancia se le bromeaba a un bigotón.
Bueno, ahí nos vemos
Se usó para hacer renegar al que llegaba para integrarse a la ‘palomilla’ que se encontraba platicando en una esquina del barrio. A una voz se cantaba la frase y se dispersaban entre risas, para dejarlo con un palmo de narices.
Quiero tulo…
En Ébano, vivió Beto, un joven con lesión cerebral y su lenguaje deteriorado, así p. ej., decía la ‘t’ por ‘c’. Se dice que un día Beto empleó esa frase con su papá. Este le gritó a su esposa: ‒Vieja, dale a Beto lo que pide. Al escuchar la mamá a su hijo, le contestó a su esposo: ‒Dáselo tú, cabrón.
Pero muévete como anoche
El contexto laboral, bien dentro del taller o en el Campo, implicó celeridad y compromiso por parte de las ‘cuadrillas’ de obreros. Cuando el mayordomo quería más rapidez para uno o todos los trabajadores, aplicaba esa frase.
De lujo
Buen tiempo se escuchó esa ocurrencia para decir que el artículo adquirido estaba en inmejorables o excelentes condiciones.
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Ahí va la diésel
Es posible que esta construcción tenga su origen en algún centro ferrocarrilero y se llevó al Campo Ébano o, bien, se obtuvo del Taller de Maquinaria Pesada, cuyos tractores quemaban efectivamente diésel. Tuvo su aplicación para decir que alguna situación ‘caminaba bien’ o ‘iba por buen camino’.
Así es la móvil’oil
El paisano la empleó como ‘extensión’ de ‘así es la movida’ o quiso decir que es la manera adecuada de hacer algo.
Le dio cran
En 1911 ó 1912, aparecieron los primeros vehículos en el Campo. Para arrancarlos, se empleaba una varilla por el frente del auto y se ‘daba cran’. El significado de esta acción se aplicó, pero en sentido opuesto, es decir, para ‘terminar la relación con alguien’ o ‘suspender lo convenido’.
¡Pa’su mecha!
Todavía se emplea esta frase entre los paisanos para expresar asombro o para algo que resulta difícil de creer.
Te pegaron por la espalda
Bien que alguien había sufrido un accidente, sobrio o no, y se golpeó la cara o evidenciaba las huellas de algún enfrentamiento a golpes (y sacó la peor parte), lo cierto es que ‘la raza’ lo bromeaba como diciendo ‘ni cuenta te diste’.
Apúntalo en hielo
Expresión, a manera de broma, que empleó quien pedía ‘fiado’ algún refresco o ‘unas bien muertas’.
Y todo por no estudiar
Por esas décadas (60-70), muchos adolescentes y jóvenes salimos a estudiar, bien a Tampico o a San Luis Potosí. Algunos paisanos desertaron y decidieron trabajar en Pemex; no faltó ‘un malora’ que circuló el “y todo por no estudiar”.
En los años setenta...
Isidro ‘Fuentes Bustos’
Hablando del quehacer político, hubo un presidente municipal (Isidro) que durante su administración se construyeron dos fuentes de agua y se colocaron dos bustos en el centro del Campo; la raza lo rebautizó como Isidro ‘Fuentes Bustos’.
Si no he hecho nada
Casi para terminar Isidro su administración, se dice que una noche tocó a su puerta la muerte y le dijo: ‒Vámonos, ya vengo por ti. Sorprendido preguntó: ‒¿Por qué, si no he hecho nada? La parca respondió: ‒Precisamente por eso.
Hmmm, pos ahí te secas
Una vez, el papá (petrolero de base y próximo a jubilarse) le dijo a su hijo: ‒Mira Jorge, te voy a dejar la planta
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cuando se te quite lo homosexual. El hijo le contestó: ‒Hmmm, pos ahí te secas.
La cinta de aislar, en la ferretería de enfrente
Dicen que una vez llegó el Negro Tapia a la botica del centro (Doña Elenita) y dijo: ‒Me da un curita color carne. La dependienta le contestó: ‒La cinta de aislar se vende en la ferretería de enfrente.
Quieres más o te frío uno
Era común que en alguna diferencia de opinión o ‘debate’ por puntos de vista distintos, en ese ‘esgrima de argumentos’, el que ganaba remataba diciendo: “Quieres más o te frío uno” (producto de gallina).
Pues ahí, pinchemente
Nunca faltaba también ‘la modestia’ del que respondía algún halago o felicitación por su obra y daba a entender que de manera ‘humilde’ lo había logrado.
Con redilas
Fue una frase que, por buen tiempo, se escuchó para decir que estaba demasiado lleno el recipiente o que no cabía la cantidad en el recipiente, de ahí la sugerencia sarcástica de “ponle redilas”.
En los años noventa...
Qué tal me veo
Cuentan que una señora le decía a su muchacho aficionado a las ‘chelas’: ‒Hijo, no tomes; te ves muy feo. El muchacho la oía, pero no la escuchaba. Hasta que un buen día su conciencia pudo un poco más, no tanto, y cuando con los amigos tomaba la segunda cerveza, se para, ve al espejo y siguió tomado. Así estuvo, hasta que a la docena de ‘chelas’, medio tambaleante, pregunta: ‒¿Qué tal me veo cabrones? Otro le contesta: ‒Te ves bien, chíngate la otra. Y, desde entonces…
En el ‘chicle’
Nunca, así me parece, la acción de ‘comunicación’ entre vecinas o comadres fue mejor ilustrada de manera verbal que con esta brevísima ocurrencia: “Están en el chicle”.
Hmmm, cabrón, si Cuco Sánchez no volvió a Altamira, yo por qué a Ébano
Después de los años ochenta, mucha gente emigró de Ébano. Algunos solían visitar la ‘tierruca’, otros de plano nunca regresaron. Se dice que uno de aquellos le preguntó a uno de estos: “¿Por qué ya no volviste a Ébano?”. Y recibió esa puntada por respuesta.
En el 2018...
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Cada catorcena que vengo a Ébano, lo veo catorce días más jodido
Muchas familias originarias del entonces ‘pueblo chapopotero’, radicaban en la región tamaulipeca (Tampico, Cd. Madero o Altamira), en la Cd. de San Luis Potosí y, algunas más, en el norte. Entre la ‘palomilla’, se conoce la ocurrencia de un paisano que cada dos semanas se le ve por su terruño, y esa imagen tiene del mismo.
Deseo que esta experiencia lectora que terminas haya sido motivadora, como lo representó para mí su escritura, y contribuya al conocimiento de la microhistoria de un pueblo, al que la clase política, en los planos nacional, estatal y municipal, le sigue debiendo “un chingo y la mitad de otro”.
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Miguel Barragán de León
Bibliografía
www.edu.xunta.gal, Contar y escribir anécdotas
www.tutarea.com, ¿Qué es una anécdota?
www.cervantesvirtual.com, José Delfín Val Sánchez
www.partidero.com/de-ocurrencias-y-puntadas/, Felipe Cobián www.scielo.conicyt, Los apodos: individualizadores conceptuados de Bruno Cárdenas Maragaño
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Créditos
Coordinadora editorial
LCMM Georgina Barragán Aguilar
Diseño editorial de páginas interiores
Mtro. Francisco González González
Maquetación
Camila Ruiz Muñoz
Diseño editorial de portadas
José Carlos Carrillo Reyes
Revisión ortográfica y corrección de estilo
Jorge Amaya Torres
Donación de fotos de archivo
Josefina Banda Castillo
Jaime Santoyo Lerma Pablo Luis Torres Martínez
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Editado por El Educador Reflexivo, se terminó de editar en la oficina de
la misma empresa, ubicada en Fray Junípero Serra Núm. 156, Fracc. Villa Jardín II, C.P. 20235, Aguascalientes, Ags. el 26 de mayo de 2021.
www.eleducadorreflexivo.com
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