El Dictamen 10 de Febrero de 2019

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Veracruz, Ver. a Domingo 10 de Febrero de 2019

El pasado 3 de febrero recordamos el sexto aniversario de que nos dijo HASTA LUEGO nuestro padre, autor original de esta columna, Don José Pérez de León y Cruces. Después de una vida llena de todo tipo de experiencias, aventuras, sinsabores, grandes satisfacciones y sobre todo, de grandes y fieles amigos, con quienes estuvo en las duras y en las maduras; ya que como él nos enseñó, el amigo es amigo siempre; pasó por un largo lapso de limitaciones físicas que no lo vencieron pero sí lo alentaron, hasta que llegó el momento de descansar y dejarnos su recuerdo y por supuesto también, sus enseñanzas. Fiel a esta casa editorial de la mano de la cual sentó un precedente hasta el momento inigualado: ser pionero en desempolvar los recuerdos de aquel viejo Veracruz para que las generaciones presentes lo conocieran, no solo de palabra, sino viéndolo. Por ello, fue nombrado cronista de la ciudad y sobre todo, cronista gráfico del puerto de Veracruz, y gracias a eso ahora podemos ver miles de imágenes del antiguo Veracruz y aprendimos así, a amar la historia local, de la ciudad de los abuelos y raíz de nuestro presente. Hoy les traemos, por nostalgia y como en aquella infausta fecha de su partida, en preludio del Carnaval, su imagen en aquel 1953 en que fue coronado como REY FEO de las fiestas y la última columna por el dictada, que se publicó precisamente el día en que nos dijo “hasta pronto”, en la que se retrata a sí mismo como era, bullanguero, desmadroso y jarocho por vocación hasta el tuétano del hueso. “Disculparán ustedes amigos lectores el chayotazo de hoy pues la imagen que les presentamos, a propósito de las fiestas de carnaval, es la de un servidor hace SESENTA AÑOS cuando, por votación unánime, claro está, fui electo Rey del Carnaval del año 53. Y como diría la canción, ¡parece que fue ayer! Sin embargo, ya ha

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transcurrido un titipuchal de años, seis décadas para ser exactos, en que nos tocó ser envestidos con tan alto honor. A diferencia de otros monarcas, el suscrito elegí para tal ocasión, un elegante frack color negro, sin mas ornamento real que la corona y el cetro. Claro que después, para los paseos, usamos otros atuendos más coloridos al estilo Aladino, pero para la coronación el preferido fue este. Entonces al rey del carnaval le llamaban el Rey Feo y a sus achichincles, Mariposones, sin que esto significara ofensa alguna. Los paseos se hacían por la avenida Independencia regresando por Cinco de Mayo, en el mas completo orden, utilizando sillas que los propios espectadores traían de su casa. Lo más que aventaban era confeti y serpentinas, la música se podía escuchar por toda la ciudad como eco remoto de la fiesta y ésta duraba hasta el miércoles de ceniza con el entierro de Juan Carnaval. Sin duda alguna, los esfuerzos para que las fiestas carnestolendas continúen en Veracruz han dado su fruto, hoy es una monumental pachanga que atrae a turistas de todos los rincones del mundo y se hace al aire libre, por el magnífico boulevard que bordea al puerto y se extiende varios kilómetros; las comparsas se preparan desde muchos meses antes, pues ese recorrido no lo aguanta ni un competidor olímpico de caminata, con la diferencia que los comparseros se meten unas estocadas entre pecho y espalda y así, ni lo sienten. A diferencia de Río de Janeiro donde la fastuosidad es el centro de la fiesta, que se lleva a cabo en un recinto de acceso restringido como lo es el Sambódromo, en Veracruz los desfiles son abiertos, pero en perfecto orden garantizado por las autoridades correspondientes para un mayor lucimiento. Lástima que ya no podamos andar moviendo el bote por ahí, como antes solíamos hacerlo los de la palomilla, pero al menos los recuerdos siguen presentes.”


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