El Cuervo Informacion nº 18

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ABRIL 2007

Firmas

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-REFLEXIONES-

El hombre es un lobo para el hombre Antonio Amarillo LICENCIADO EN HISTORIA

Corría una mañana casi primaveral de este florido mes de abril cuando estando en mi refugio estudiantil, no hace muchos días, tocaron a la puerta. Saliendo de mi continua convivencia con la Historia, que tanto absorve a mis pensamientos, me dispuse a salir del mundo que estaba reconstruyendo en mi mente. Ante mi asombro, al abrir la puerta me encontré a dos mujeres con edades algo dispares. Poco tiempo discurrió del comienzo del discurso de una de ellas cuando percibí que su oratoria era la característica de aquellos que se hacen llamar testigos de Jehová. Lo curioso de todo esto fue que tras abordarme con una palabrería mecánica y que sonaba a discurso de “memorieta” sobre el porqué de la violencia en el mundo, me lanzaron la siguiente cuestión: “¿Es posible un mundo donde exista la paz? ¿Podemos eliminar la violencia del planeta?”. Ante esta pregunta, nada despreciable, mi mente se sacudió de lo que anteriormente estaba “devorando” para abordar con interés el reto que los hijos de Jehová buscaban introducir en mi hogar. Para no salir de mi asombro, y sin tiempo para comenzar a construir argumentos sólidos sobre la cuestión de fondo que me planteaban, que no era otra que la condición del hombre, intentaron “estamparme” en mis narices la solución a ambas cuestiones: “Todo está recogido en la Biblia. Aquí se recogen las soluciones a estos problemas y a esta situación actual que nos ha tocado vivir a los hombres y mujeres de nuestros días”. Pero recordando a Heródoto, padre de la ciencia histórica, me viene a la mente una cita suya que responde perfectamente a cuál fue mi actitud ante estas afirmaciones: “Sin duda es más fácil embaucar a una multitud que a un solo hombre”. La razón de traer a colación esta vivencia personal no es otra que la de dar justificación a la temática de estas líneas: la condición del ser humano, el espíritu del hombre, la naturaleza de su alma. Siguiendo con mi experiencia con Jehová y sus “discípulos”, comencé a argumentarles cuál era mi visión de la posibilidad o no de un mundo sin violencia, y la condición del hombre, que es lo que subyace por debajo de la cuestión. Mi argumentación fue la siguiente: La existencia de un mundo sin violencia es imposible mientras exista el hombre, porque el hombre es malo por naturaleza, la violencia nació con él, y también morirá con él. A raíz de

esto, les dije que leyeran en su Biblia cómo Caín mató a su hermano, Abel, y les invité a que buscaran entre líneas las causas. ¿Qué casualidad que los primeros hijos de la creación más perfecta de Dios, los hijos de Adam y Eva, iniciaran la Historia de la humanidad de esa forma? Este pesimismo antropológico, que ya reflejaron, entre otros, Maquiavelo, Lutero, Calvino, etc., es evidente, y les insté a comprobarlo en el discurrir de la Historia del mismo hombre. Un transcurrir en los siglos que continuamente se ha visto jalonado por las guerras, tanto internas o civiles como externas, como por los enfrentamientos de unos hombres contra otros. ¿Acaso no contamos con ejemplos para demostrarlo? Tenemos una casuística bastante amplia para demostrar la condición del hombre en su obrar, como es el caso de cualquier Imperio construido en cualquier periodo de la Historia de la humanidad. ¿Cómo se forjó el Imperio Romano? ¿Cuántas guerras se han realizado en nombre de lo que los hombres llaman religión, como simple excusa de su superficialidad material y que no son más que el perfecto disfraz de sus deseos y ambiciones carnales de poder? ¿Acaso tenemos dudas cuando hemos visto a lo largo de los siglos cómo los reyes se han enfrentado en batallas de miles de muertos implorando a la vez la ayuda del mismo Dios cristiano, puesto que ambos eran de la misma religión? ¿Me pregunto qué diría Dios en estas ocasiones? Cuando vemos continuamente cómo en nombre de lo que el ser humano llama Dios se han realizado tamañas barbaridades, me pregunto en lo más íntimo de mi ser cómo es posible que personas como las que llamaron a mi puerta sigan creyendo en que un mundo sin violencia es posible. El hombre es un lobo para el hombre, como dijo Plauto, y como recordó a lo largo de sus obras Thomas Hobbes (S. XVII) en especial en su obra Leviatán. El hombre es un lobo que se devora a sí mismo, es un continuo parir de maldad, ambición, envidia, sed de poder, etc. ¿O no es la Historia un repertorio continuo de relaciones de poder y de explotación del prójimo? ¿Acaso creemos que las guerras surgen por la dinámica apática de los largos siglos que han acompañado al hombre en su pasear por la Historia? La violencia nace en el mismo interior del hombre, es por ello que mientras exista el hombre habrá violencia, guerra, etc. Acercándonos a nuestros días, y ampliando el concepto violencia a la ambición de poder y la insolidaridad y por tanto explotación del semejante, podemos ver cómo la humanidad ha configurado un mundo donde aproximadamente una cuarta parte de la población mundial consume más de tres cuartas partes de los recursos mundiales. ¿Esto es lo que predican las religiones o es al contrario? Un mundo donde para que un sector mínimo de la población vivamos “bien” tiene que haber una inmensa parte que viva en pésimas condiciones, porque como ha mantenido la Iglesia durante siglos los pobres existen para que los

ricos se salven a través de sus actos de caridad cristiana, que no consisten en nada más que engordar el patrimonio de una institución que no sedienta suficientemente de poder y control de las mentes, disputó con el poder temporal la supremacía en la tierra. Así tenemos el ejemplo de la denominada “querella de las investiduras” con el Sacro Imperio Romano Germánico a lo largo de la Edad Media; la actitud de la Iglesia ante el liberalismo (syllabus) de finales del siglo XIX y la prohibición, a los italianos, de participar en política bajo amenaza de excomunión, y así podríamos tener un larguísimo etcétera. ¿Dónde está el revolucionario de Nazaret que plantó cara a un Imperio? La clase política de nuestros días es el mejor ejemplo, salvando muy contados casos, de la condición cínica del ser humano. En clara alianza con los empresarios y la clase mercantil, y haciendo gala de la falsedad de sus ideales, sean de izquierda o de derecha, enarbolan la bandera del neoliberalismo, y dilapidan los recursos públicos en políticas electoralistas y totalmente alejadas del beneficio colectivo. Una clase política que dada su incompetencia natural y condición “maléfica” no ven otra razón de politizar que la de la búsqueda del beneficio individual y personal. Y si alguno de ellos me rebate esto la batalla la ganaría demostrando honradamente si no es verdad con el dinero público que se recauda y circula no podríamos tener una Educación, Sanidad, Seguridad Social, etc. modélicas y envidiables en todo el mundo, y no tercermundistas como hoy podemos ver. Claro está la comisión y el robo de guante blanco, fruto de la ambición, avaricia e interés humanos siempre van a estar presentes, tanto a nivel local como a nivel nacional. Extrapolando mi situación actual, no sería mala idea que nuestros políticos se sometieran a un sistema de oposiciones públicas como muchos tenemos que hacer tras estar cinco costosos años estudiando. Claro está, si esto fuera así, creo que sobreviviría el 0.02% de los que están. Si todavía siguen dudando de la condición del hombre pregúntense porqué yo tengo que separar la basura, no malgastar agua, ni energía en forma de luz eléctrica, no coger el coche, etc. cuando los grandes complejos industriales de países como Estados Unidos no cumplen con los protocolos de emisiones controladas y compran las toneladas de emisión a países tercermundistas para seguir contaminando más que millones de personas juntas; cuando el mismo gobierno de nuestro país, comunidad o ciudad/pueblo por no arreglar infraestructuras de conducción de aguas pierde diariamente más agua de la que podríamos gastar nosotros en toda nuestra vida; cuando las fábricas y los propios ayuntamientos hacen con la basura lo menos recomendado por los profetas del cambio climático; cuando políticos locales, autonómicos y nacionales, por ejemplo los señores ministros, utilizan el coche oficial hasta para ir de paseo; cuando tenemos un sistema de justicia en nuestro país que ha

quedado con las vergüenzas al aire tras lo acontecido con la niña onubense Mari Luz, que permite que la víctima sea el verdugo, y el culpable el asesinado o perjudicado. Así podemos permitir que en España un juez tenga que gestionar 8.000 casos al año, un profesor o maestro tenga que “lidiar” en España con 30 o 35 alumnos de media por clase, cuando estos niveles se dan en países tercermundistas porque en Europa está en 18 o 20 alumnos por clase. Pues lo permitimos porque la solución está en poner más jueces, y más profesores, porque el volumen aumenta, pero los medios no. Y la solución que dan nuestros políticos es bajar el “listón” para así tener los mismos niveles de aprobados que en Europa, claro está, ellos con formación mucho más completa que aquí. Eso lo permitimos porque, para más INRI nos dedicamos a reírnos de nuestras vergüenzas, disfrutar con la vida íntima de los demás. Además lo mejoramos creando modelos de conducta como futbolistas, modelos, cantantes, etc. que ya es una aberración lo que ganan en moneda, pero aún es peor es que se constituyen en referentes a seguir por los “niños”, y no tan niños, creando una sociedad como la actual, totalmente carente de valores profundos y reales. Así nada más que nos preocupamos del parecer, de nuestra imagen y de qué puedo comprar o tener para ser más guapo o guapa. Sin valorar si quiera los males que ha provocado el hombre en la Tierra, los millones de personas que viven sin nada, porque claro cómo vamos a molestarnos en perder un segundo de nuestra preciada vida lúdica y tan ocupada en conocer la verdadera precariedad existente en el mundo, si tenemos preocupaciones más interesantes como hablar de las innovaciones del coche de Fernando Alonso o de la renovación de tal megaestrella de fútbol. El problema ya ni siquiera lo tenemos aquí, la gravedad extrema radica en que la mayoría de nuestra sociedad cree, y está plenamente convencido de ello, que el mundo que hoy tenemos es el orden natural que Dios ha establecido de acorde a su graciosa justicia divina. Toda nuestra sociedad de hoy es pura simplicidad y utilitarismo que vacía de contenido cualquier elemento que abraza. Si después de esto seguimos pensando en que el hombre es bueno y que es posible un mundo sin violencia, la solución es coger el maletín, ropa formal, adoptar una religión de entre la variedad existente e ir puerta por puerta vendiendo nuestra utopía a los ingenuos que en nuestros días, por desgracia, abundan y son accesibles. Eso sí, si vas con regalo tu club podrá conseguir más adeptos. Y recuerda, si quieres seguir convenciéndote de lo que en estas líneas se vierte te invito a que repases la Historia de la Humanidad, pero una historia libre de mercantilización y comercialización. Recordando al literato Oscar Wilde para cerrar este artículo, atentamente Antonio A. R.:

A veces pienso que Dios creando al hombre sobreestimó un poco su habilidad.


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