13.02.2018 El Correo de Andalucía

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El Correo de Andalucía Martes, 13 de febrero de 2018

/ OPINIÓN / CARTAS

Correr juntas contra el cáncer

¡Ojalá! fuese todo como un carnaval Mezcla de intrigas y complacencias ante lo oculto y desconocido. ¡Esto es carnaval! Coloridos daltónicos bajo la máscara de la doble moral que avala la subsistencia. ¡Música maestro, chirigotas al poder, va por ellos! Los antifaces urbanos que armonizan y dan colorido al juego ilusorio de inocencias con guiones de picardías. Sátiras y críticas hacia las originales comparsas, aquellas que nos complace, nos concilia y enamora bajo la batuta orquestal de la economía y el baile carnavalesco de la necesidad y, por extensión, de la manipulación. Parece que el respeto a los demás en el contexto del llamado estado del bienestar, duró solo el tiempo que se tardó en desenmascarar la avaricia del hombre, que no dejó siquiera maquillar el egoísmo intrínseco con el que nace. De tal calado la soberanía del pueblo no debería llevar ningún disfraz con el que desenmascararse cada cuatro años, ni la libre designación de nuestros representantes se condense ante los ocultos designios que los programas electorales conllevan a posteriori. Habría que articular fórmulas para ajustar en la práctica el verdadero sentir de la democracia. Es decir, a cara descubierta el sentir popular. Quizás sólo entonces la realidad de los disfraces cobraría valor humano en este folclore de la vida llamado convivencia. ¡Ojalá la vida fuera así, como un carnaval, teniendo como premisa reírnos de nosotros mismos para así poder respetar a los demás! El humor y la música condicionarían el resto de los ingredientes para que los diferentes sentidos armonicen el arte y la gracia, lo contrario de todo ello lo declararía como un vacío: máscara social de indiferencia y egoísmo, que tanto define, desgraciadamente, al ser humano. ¡Esto es carnaval! José Muñoz Pulido. Sevilla

Portavozas y machistos Con motivo de la flatulencia progresista de la podemita Irene Montero, con eso de las portavozas y la supuesta invisibilidad que condenaría a las mujeres si no utilizamos tan absurdo vocabulario, ha vuelto a circular por internet una carta anónima atribuida a una profesora. En ella, su autora se declara orgullosa por tener la suerte de haber estudiado «bajo unos planes educativos... que primaban el esfuerzo y la formación de los alumnos por encima de las estadísticas de aprobados y de la propaganda política»; y donde se aprendía «a amar nuestra lengua, nuestra historia y nuestra cultura». Explica también cómo el participio activo de algunos verbos de acción determina que para referirse a quien ejerce dicha acción –con independencia de que sea hombre o mujer– las palabras finalicen en ente; como: presidente, estudiante, cantante, paciente, residente, ardiente, etc. Y la carta termina diciendo que lamentaba haber aguado la fiesta a un grupo de hombres que habían firmado un manifiesto en defensa del género, como «el poeto, el sindicalisto, el pediatro, el deportisto, el atleto, el gimnasto, el fubolisto, el ciclisto, el motoristo, el golfisto, el funambulisto, el proyectisto, el turisto, el contratisto, el taxisto, el artisto, el periodisto, el pianisto, el trompetisto, el violinisto, el guitarristo, el arreglisto, el contratisto, el maquinisto, el electricisto, el dentisto, el oculisto, el masajisto, el policío del esquino y, sobre todo, ¡el machisto!». Una lista que quizás habría que actualizar añadiendo al progresisto, fuere derechisto o izquierdisto, socialisto, comunisto o podemito. Miguel Ángel Loma Pérez . Sevilla

E

n mi pueblo, como en otras latitudes del terror a la muerte y sus razones, el cáncer no ha tenido nombre, ni solución, hasta hace un rato. Durante toda la vida de su muerte en vida se llamó «una cosa mala». «Se ha muerto de una cosa mala», decían las mujeres en susurros, sin fijar la mirada en su interlocutor. «Se ha muerto de eso que hay ahora», decían otras tragando saliva, como si verdaderamente la causa perversa de una defunción tan temprana fuera una novedad y esta mitigara el dolor por su azaroso zarpazo. Una cosa mala. El primer triunfo de cualquier maldición es su carácter inefable, el hecho de que no

La Tostá

Las cartas de los lectores no excederán de 20 líneas y vendrán avaladas por la firma del autor y la fotocopia del DNI. No se admiten ni iniciales ni seudónimos.

opinion@correoandalucia.es

competencia en la que participen abuelas, madres y nietas. Todas en la complicidad femenina de comprar por cinco euros una camiseta para reírse uniformadas de una amenaza contra la que se seguirá luchando arrimándole 25.000 euros a la investigación que debe adelantar en la carrera a la enfermedad. El dorsal número cero lo portará una luchadora nata como Mercedes Soyo. El metafórico sprint de estas mujeres vaticina otra victoria. Porque la del cáncer, como todas las pruebas de la vida, la gana quien adelanta a la muerte en la velocidad del apoyo mutuo, la esperanza cierta, la felicidad compartida. ~

Encima, cuchufletas

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Ética y lingüística femenina

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VIÉNDOLAS VENIR

haya palabra para nombrarla, que no tenga nombre. En el momento que se bautiza, pierde su omnipotencia. Por eso el cáncer, hoy, es cáncer y punto. Nada del otro mundo, sino de este. Con nombre, apellidos, razones y, en buena medida, soluciones gracias a la investigación específica contra él; al diagnóstico sin miramientos que esos ángeles de este mundo que se llaman oncólogos hacen de la bestia cogiéndola por los cuernos. La lucha contra el cáncer se ha popularizado tanto que, en Los Palacios y Villafranca, se organiza por segunda vez una Carrera Rosa que persigue reunir a 5.000 mujeres el próximo 11 de marzo en una fiesta sin

antó Francisco Granados. Si yo fuera la Justicia metería a todos los dirigentes del PP en una jaula y los dejaría que se despellejaran vivos, pero, eso sí, después de que cantaran hasta por martinetes y que se sacaran entre ellos los trapos sucios de ese pútrido partido que debería estar ya ilegalizado porque huele tela marinera. No solo es que huela, es que son ya tantos casos de corrupción y tantas mentiras, que raro es que no se hayan echado ya a la calle sus mismos militantes y simpatizantes exigiendo dimisiones en masa, en primer lu-

Manuel Bohórquez

Álvaro Romero

a portavoz de Podemos en el Congreso de Diputados, Irene Montero, se ha hecho muy visible inventando la palabra portavoza para visualizar a las mujeres reavivando las disputas lingüísticas del pasado en una de las cuales, incluso, terció nada menos que José Vissariónovich Dzhugashvili, más conocido como Stalin, contradiciendo a uno de los padres de la Lingüística, Ferdinand de Saussure. La portavoz Montero es psicóloga y tan joven que, seguramente, no tuvo que estudiar aquellos años de Comunes que,

gar la de Mariano Rajoy por estar bajo sospecha –el presidente del Gobierno de un país no puede estar bajo la duda de nada, sin irse–, y luego la de toda esa caterva que ha acabado con un partido, el de la derecha, tan importante en estos últimos años para la estabilidad política. Pero si ya se siente uno impotente ante esta chusma hedionda, ¿qué me dicen del gran jefe pidiendo que ahorremos para poder aspirar a una pensión digna y educar a nuestros hijos, en un país de sueldos bajos e impuestos tan altos? Encima, cuchufletas. ~

Antonio Zoido

HISPALÍNEAS

en las carreras de Letras, introducían en los campos más variados. Decir portavoza para resaltar la feminidad o femineidad resulta una majadería porque la palabra es compuesta y, además, voz –la voz– un sustantivo femenino. Pero, yendo a lo de la visualización de las mujeres, una consigna hecha bandera de determinadas mujeres en busca de su visualización, habría que recordar que se está olvidando a miles de millones –miles de millones, repito– de otras mujeres que en los países árabes siguen siendo invisibles hasta

por la ropa obligadas a llevar: Maloma, esta chica de Mairena esfumada en Tinduf, las simboliza. Si en vez de intentar sacar cosecha propia de un palabro se llamara a algo tan sencillo como lo que hizo caer la segregación en Sudáfrica: el boicot universal a quienes la tenían como regla, seguramente las mujeres –todas– estarían más cerca de ser visibles. Para eso no hay que echar mano de la lingüística sino de la Ética –la de Kant– que, puesta en femenino dice: «Lo bueno para una es aquello que es bueno para todas». ~


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