Pensadores Griegos I - T. Gomperz

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un criterio ético de más relieve y presenta la suerte de los pretendientes ni más ni menos que como un castigo divino, Poseidón pueda perseguir, a pesar de eso, con implacable encono al sufriente Ulises, y socorrerlo Atenea salvándolo y aconsejándolo en todo trance peligroso? 20 Sólo al mandato soberano del dios supremo o dios del cielo se someten, aunque muy a menudo recalcitrantes y no sin agotar primero todos los recursos de la astucia y del fraude. Tampoco reposa el poder del soberano celeste en la base inconmovible de la justicia —en este sentido evidentemente comparable a su modelo terrenal—, puesto que no raras veces se ve en la necesidad de recurrir al apremio por amenazas y hasta al ultraje violento para conseguir la obediencia a sus mandatos. Una única e irremovible barrera se opone a las aspiraciones y pretensiones contradictorias de los celestiales: el oscuro poder del destino, la fatalidad (la Moira), a la que no pueden escapar ni los dioses ni los humanos y en cuyo reconocimiento se manifiesta un primer presentimiento crepuscular de que todo lo que ocurre en la naturaleza está regido por leyes. De este modo, en los monumentos más antiguos que poseemos de la vida espiritual helénica el aspecto antropomorfo de los dioses

58 se nos presenta llevado al más extremo límite compatible de algún modo

con un culto de adoración. Y en ciertos puntos, aun este límite es superado. Aquella aventura amorosa de Ares y Afrodita, que divierte a los feacios y provoca gran hilaridad entre ellos, demuestra una secularización de los conceptos religiosos que —del mismo modo que el culto exclusivo de la belleza del Cinquecento— difícilmente se podía propagar a amplias esferas populares sin dañar la seriedad de la fe religiosa en su más íntima esencia. Quien quiera sentir el estremecimiento que produce la más antigua religión griega no debe tratar de encontrarlo en el poema épico cortesano. La alegría y los goces mundanos, la holgura animosa de una existencia intensificada, han relegado al fondo los aspectos sombríos de la fe, eclipsándolos con su brillo, si se permite esta expresión. Tal estado de cosas se evidencia con la mayor claridad precisamente en los acontecimientos aislados, que parecen contradecirlo. 1) En la Odisea, el punto de vista ético resalta mucho más. Sobre todo el final, el aniquilamiento de los pretendientes, aparece como castigo divino; cf. particularmente XXII, 413ss. Por otra parte, muy cerca de este pasaje, ib. 475ss., se hallan rasgos de la brutalidad más salvaje. Al lado de los versos XIX, 109ss., de colores éticos sorprendentemente fuertes, nos extraña mucho el verso XIX, 395, en que el robo y el perjurio son citados como dones que Hermes presta a su preferido Autolico. En la Ilíada, Zeus aparece como vengador de la injusticia en XVI, 385ss.; castigos en el Hades para perjuros en III, 278. Para lo siguiente cf. DIELS, Sibyllinische Blätter, p. 78, nota 1. 20


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