Pensadores Griegos I - T. Gomperz

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misma, y la más destacada, parece substraerse a esta interpretación, al menos por el momento. No sólo el mundo exterior de las cosas, sino también el del espíritu fue reducido a números 116. El amor y la Amistad, por ejemplo, en su calidad de armonía cuya expresión más clara es la octava, estaban identificados con el número ocho, la salud con el número, siete, la justicia con un numero cuadrado, esto último evidentemente porque el concepto del talión, igual por igual, recuerda la formación de un número por dos factores iguales. Tal vínculo de la asociación de ideas seguramente relacionaba los conceptos con sus números correspondientes aun donde ya no podemos percibirlo. Pero ¿ qué quiere decir todo este juego de ideas, expuesto con rigurosa seriedad? ¿Qué es lo que se imaginaban los pitagóricos al declarar los números como verdaderamente esenciales también en el terreno intelectual y moral? La contestación exacta quizás podía rezar así: una vez llevado el número al tipo de la realidad en el dominio del mundo corpóreo, se hacía inevitable incorporar al mismo tipo otras realidades, y como tales se consideraban en aquella época y aun mucho después los conceptos en que nosotros sólo vemos abstracciones. Por mucho que nos cueste seguir su modo de pensar: se estaba en cierta manera ante la alternativa de negar la existencia de la salud, de la virtud, del amor, de la amistad, etc., o de reconocer como su esencia intrínseca justamente aquello que había demostrado ser el núcleo central de toda la realidad restante, es decir, los números. También conviene recordar aquí el encanto fascinador que 139 las configuraciones de números ejercen no sólo sobre la mente de las masas susceptibles de ilusionarse, corno lo demuestra la historia de las religiones, sino en algunos casos también sobre espíritus fuertes y sutiles; conviene tener presente el poder embriagador con que el aire rarificado de estas vastísimas abstracciones influye sobre quienes habitan exclusivamente estas alturas o no poseen un contrapeso suficiente en ocupaciones o facultades de otra índole.

El carácter sagrado del tres lo encontramos ya en Homero, en las plegarias que incluyen en una misma invocación una tríada de dioses (Zeus, Atenea y Apolo). En el culto de los antepasados, que destaca al padre, al abuelo y al bisabuelo como tritopatores (trinidad de padres) de toda la serie de antepasados, en el número de las ofrendas expiatorias, de las libaciones, de los días de los funerales, de las Gracias,, de las Parcas, de las Musas, etc., este mismo número y su cuadrado, el nueve, asumen el papel más importante entre griegos e itálicos no menos que entre los arios del Oriente; apenas es ne138 1) Los comprobantes, muy dispersos en este caso, pueden verse en Handbuch der Geschichte der griechisch-römischen Philosophie, I, 469ss. 116

BRANDIS,


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