—No. Pero es mejor que no duerman en la playa, sino dentro de alguna embarcación. Fueron a la lancha, a darle la mala noticia al abuelo, quien bajó a conversar con el pescador. Sin embargo, no lo encontraron por ninguna parte. Fueron entonces hasta la base militar y allí les otorgaron permiso para acampar. Cuando estuvo lista la tienda de campaña, prepararon los equipos de buceo y al fin entraron al agua.
8
Era como si nacieran súbitamente en un universo distinto, un paisaje inédito, de formaciones caprichosas, espectaculares. Estuvieron vagando como en sueños por aquel mundo ideal y fantástico. Por entre los corales asomaban sus tímidas cabezas rojas los peces, habituados al amparo de las piedras. El abuelo logró arponear un enorme mero. Pensaban prepararlo a la parrilla para el almuerzo, cuando llegó de nuevo el viejo pescador. —Si quiere yo le descamo el pez y se lo dejo listo para asar, don... El abuelo aceptó la oferta inmediatamente. Mientras trabajaba junto a la orilla, los jóvenes lo observaban. Aquel anciano manejaba hábilmente el cuchillo y las escamas volaban por el aire cayendo luego en el agua. —¿Por qué antes nos dijo que nos fuéramos? —quiso saber Reinaldo, siempre tan curioso. —Yo no les dije que se fueran. Sólo que no durmieran aquí en la playa —respondió el pescador.