01-Medianoche

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Claudia Gray

Medianoche

Esperaba que me dijera que sí, que haría cualquier cosa para volver a estar con ellos. O que me dijera que no, que a pesar de todo no habría encontrado las fuerzas para acabar con sus vidas. Cualquiera de las dos respuestas me diría mucho acerca de cuánto duraba el dolor, hasta cuándo tendría que soportar la angustia de haber perdido a Lucas. Lo que no esperaba era que Balthazar se detuviera en seco y me mirara con dureza. —Si pudiera volver atrás, moriría con mis padres —contestó. —¿Qué? Estaba tan sorprendida que no se me ocurrió nada mejor que decir. Balthazar se acercó a mí y me tocó la mejilla con su mano enguantada. Su gesto no fue cariñoso, como el de Lucas. Lo que Balthazar intentaba era abrirme los ojos, despertarme a la realidad. —Tú estás viva, Bianca, aunque todavía no sabes apreciar lo que eso significa. Es mejor que ser un vampiro, mejor que cualquier cosa. Ya apenas recuerdo qué se sentía estando vivo, y si pudiera volver a sentirlo, aunque solo fuera por un día, no podría pagarlo ni con todo el oro del mundo. Incluso volver a morir, para siempre. Los siglos que he vivido y las maravillas que he visto no pueden compararse a estar vivo. ¿Por qué crees que los vampiros de aquí son tan crueles con los alumnos humanos? —Porque... Bueno, porque son unos esnobs, supongo... —Te equivocas, es por celos. —Nos miramos en silencio un largo rato antes de que añadiera—: Disfruta de la vida mientras puedas, porque no dura... Ni para los vampiros ni para nadie. Jamás me habían dicho nada por el estilo. Mis padres no añoraban estar vivos, ¿no? Nunca les había oído decir ni una palabra al respecto. Y Courtney, Erich, Patrice, Ranulf... ¿De verdad todos ellos deseaban ser humanos? —No me crees —dijo Balthazar, tal vez adivinando mis dudas. —No es eso. Sé que no me mientes, no me mentirías sobre algo tan importante, tú no eres así. Balthazar asintió y al ver la lenta y leve sonrisa que empezó a dibujarse en sus labios, tuve la sensación de haber dicho más de lo que pretendía decir. Esa luz esperanzada en su mirada era algo que no había visto desde la noche del Baile de otoño, antes de que me decantara por Lucas. Sin embargo, lo que más me reconcomía era que yo también había dicho la verdad: Balthazar nunca me mentiría acerca de algo importante, ni aunque la verdad me resultara ingrata de oír. Balthazar era alguien en quien se podía confiar, una buena persona, y deseé ser como él, alguien que antepusiera el bien común a sus propios intereses, alguien que se hubiera merecido la confianza de Lucas.

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