Ante aquella situación de emergencia, Marta, una chica de más o menos tu edad, convocó a sus amigos en el parque de los toboganes sin fin. Antes de comenzar, resopló, y su flequillo moreno, liso y perfectamente recortado en línea recta, se descolocó por un instante para luego volver a ocupar su sitio. ―Tengo algo muy importante que deciros ―y sin más palabras y ante el asombro de sus amigos, dijo—:
el monstruo de la basura, Trash, ha llegado a la ciudad. Sobre el sillín de su bicicleta roja, Rodri escuchaba atento; el helado que sostenía entre las manos comenzó a derretirse y por su piel negra serpentearon surcos blancos con sabor a nata. ―¡Oh, es él quien ha transformado la ciudad! ―exclamó René mientras se ataba los cordones de sus zapatillas rosas.