Eclosiones en el pensamiento económico

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El impresionismo y la economía política clásica

contempló la mezcla racial de los naturales con portugueses y españoles, situación que no suministró un pensamiento industrioso y produjo un continente mestizo que comenzó a industrializarse hasta la segunda mitad del siglo xix. Para el siglo xvi y xvii, la combinación de bienes entre América Latina y Europa, además del oro y la plata, trajo consigo trigo, cebaba y ganado, y llevó maíz, papa, tomate, además de cacao; este último en el laborioso territorio de Flandes convirtió a Amberes en la capital del chocolate. El entorno económico que lleva a reflexionar sobre la riqueza de una nación empezó en aquélla que, consolidada con territorio y una capital, logra con Luis XIII y Luis XIV una estabilidad interna sostenida por una agricultura y ganadería florecientes sumadas al impulso industrial que los administradores Richeleau, Mazarino y Jean Baptiste Colbert promovieron. No podía ocurrir así en otra parte del mundo. La delantera del imperio francés era la evidencia de la historia universal, pero la cuantificación sólo la provee una medición que únicamente se obtiene calculándola, partiendo de la población total y ubicando en ella a los productores de bienes y servicios y de estos últimos a los que, en ese tiempo y en ese sitio, contribuyeron a construir la riqueza que hizo de esa nación la vanguardia de la humanidad en el siglo xvii. Y esa medición aún está pendiente. Pero construir la riqueza mueve irremediablemente a medirla. Calcular la riqueza era tan difícil como construirla. Cuando Braudel observa que la economía mediterránea no tuvo una medición, buscó la forma de realizarla; encontró estadísticas dispersas de Génova, Barcelona y Sevilla, entre otras; conocía el monto de los préstamos a Felipe II, los valores de los trigos embarcados y hasta la suma anual de embarcaciones en un puerto determinado. No había más. Braudel realizó un esfuerzo y consiguió calcular el producto bruto anual Mediterráneo entre 1200 y 1500 millones28 de ducados, con lo que además estimó un monto de 20 a 25 ducados per cápita. Él mismo advierte sobre lo poco confiable del mencionado esfuerzo. Determinar el monto de la riqueza es un asunto común en un negocio cualquiera, dado que su propietario lo conoce, sabe lo que tiene y lo que invierte, lleva por costumbre su propia contabilidad, aunque sea de manera rudimentaria. El esfuerzo de nuestro historiador para calcular el producto de la economía mediterránea supone cuestionarse sobre qué territorios incluye de Europa, Asia Braudel, Fernando, op. cit., p. 610. El mismo historiador da cuenta de la poca consistencia de los diversos cálculos que se realizaron para medir el impacto del oro y plata traídos de América, sumados a los metales preciosos ya existentes en Europa (p. 599).

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