TRAUMATOLOGÍA EN PEQUEÑOS ANIMALES
• Metáfisis: zona de transición entre la diáfisis y la epífisis. Es la zona por donde los huesos crecen en longitud, al albergar en edades tempranas las placas de crecimiento. Cada una de estas partes está formada por un tipo diferente de hueso en función de las fuerzas que debe soportar (fig. 1): • Periostio: es una membrana de tejido conectivo que envuelve la zona diafisaria. Su grosor va disminuyendo con la edad y es el responsable del crecimiento en diámetro de la diáfisis del hueso. Se encuentra muy vascularizado y posee una gran cantidad de células multipotenciales capaces de diferenciarse en osteoclastos y osteoblastos, según sea necesario. El periostio es por tanto fundamental en las primeras semanas de los procesos de cicatrización ósea. • Endostio: es una membrana similar al periostio pero de menor relevancia, se sitúa tapizando el interior del canal medular. • Agujero nutricio: se encuentra localizado a mitad de la diáfisis y es la vía de entrada y salida de la arteria y la vena nutricias, responsables de la vascularización intramedular.
Tipos de hueso Básicamente existen dos tipos de hueso, el cortical y el esponjoso. • Hueso cortical: este tipo de hueso es el más abundante en el organismo. Su estructura (fig. 1) está diseñada para soportar principalmente cargas axiales, por eso forma principalmente la diáfisis de los huesos largos. El tejido óseo se encuentra dispuesto en columnas orientadas longitudinalmente y pegadas unas a las otras en todo el espesor de la cortical, creando un tubo con una cavidad interna, el canal medular. Esta estructura es resistente a la vez que ligera. En la diáfisis de los huesos, las laminillas óseas se organizan formando los sistemas de Havers, los circunferenciales, interno y externo, y los intermedios. Cada sistema de Havers está formado por un cilindro largo, paralelo a la diáfisis y constituido por 4-20 laminillas óseas concéntricas. Los conductos de Havers se comunican con la cavidad medular y con la superficie externa del hueso por medio de conductos transversales u oblicuos, los conductos de Volkmann que atraviesan las láminas óseas. Los conductos de Havers y los conductos de Volkmann forman la red vascular intraósea. • Hueso esponjoso: este tipo de hueso se encuentra situado principalmente en las epífisis de los huesos largos así como en el interior de los huesos planos. Aparentemente se en2
cuentra desorganizado con una estructura similar a la de una esponja (fig. 1). Sin embargo, las trabéculas óseas se disponen creando arcos de fuerza, semejantes a las estructuras arquitectónicas existentes en catedrales y ojos de puentes, con el fin de resistir más eficientemente las cargas que deben soportar las epífisis. A diferencia de las diáfisis en las que las cargas son casi siempre paralelas al eje longitudinal del hueso, en el caso de las epífisis las cargas pueden cambiar. La dirección de las fuerzas que soportan los cóndilos de una articulación varía según la extremidad se encuentre en flexión o extensión, por lo cual la estructura del hueso se ha modificado para poder amortiguar esta variación de cargas (fig. 2). El hueso esponjoso sirve también como zona de protección para las células hematopoyéticas.
VASCULARIZACIÓN Como todo tejido vivo, el hueso necesita su aporte sanguíneo (fig. 3). La gran diferencia del tejido óseo con respecto a los tejidos blandos es la precariedad en cuanto a su vascularización y la lentitud con la que esta se restituye cuando se lesiona. Existen diferentes vías de aporte sanguíneo en un hueso:
• Vascularización intramedular: proviene de la arteria nutricia, la cual se incorpora a la diáfisis ósea a través del agujero nutricio. Inmediatamente, la arteria se divide en dos ramas, una ascendente y otra descendente. En caso de que se produzca una fractura diafisaria, esta vascularización se interrumpe, restableciéndose aproximadamente en una semana. Durante este periodo de tiempo el aporte sanguíneo debe suplirse desde otros puntos. • Vascularización extraósea: engloba los sistemas de aporte sanguíneo que recibe el hueso a través de los tejidos circundantes. Dentro de esta se pueden diferenciar dos sistemas: • Aporte periosteal: la vascularización periosteal es aquella que recibe el hueso a través del periostio, formando lo que viene a denominarse como plexo periosteal. Dicho plexo está formado por una red de pequeñas arteriolas procedentes de las inserciones musculares que irrigan el periostio. A partir de este parten otros vasos que van a proveer de nutrientes a la cortical manteniendo la vascularización intraósea. La preservación y el cuidado de los tejidos blandos circundantes al área de una fractura son vitales para la