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Aspergilosis generalizada en perro La aspergilosis es una infección oportunista causada por Aspergillus, un hongo ampliamente difundido en el medio ambiente. El diagnóstico precoz es probablemente el aspecto más importante para un mejor pronóstico de esta enfermedad. A. García1, M. Gil2, E. Varela2, JM. Alonso2, R. Barrera3, P. Ruiz3 Producción Animal, CICYTEX-La Orden Diagnóstico Laboratorial, Hospital Clínico Veterinario, UEX 3 Patología Médica, Hospital Clínico Veterinario, UEX Imágenes cedidas por los autores 1 2
Aspergillus es un hongo ampliamente difundido en el medio ambiente; por lo general se encuentra en el suelo, el agua y la materia orgánica. En un día normal, un perro puede inhalar entre 10 y 15 esporas del hongo (Greene, 2000; Saunders y col., 2004). Varias especies son consideradas patógenas oportunistas y causan infección local o diseminada en los animales y en el hombre. En perros la aspergilosis está generalmente confinada a la cavidad nasal o senos paranasales, y la forma invasiva o generalizada es un proceso raro o inusual. De hecho, muchos de los perros afectados presentan trastornos inmunodepresores subyacentes como diabetes mellitus, infecciones bacterianas u otras enfermedades (Seyedmousavi y col., 2015). En este mismo sentido, se ha descrito una predisposición genética en el Pastor Alemán, de ahí que la mayoría de los casos publicados hayan ocurrido en esta raza o sus cruces. Aunque no se conoce con exactitud la causa, algunos autores consideran que puede ser debida a una deficiencia o disfunción específica de la IgA, la cual daría lugar a un defecto en la inmunidad de las mucosas (Day y Penhale, 1991; Day, 1996). Otros factores predisponentes incluirían los daños en las membranas mucosas, el uso de catéteres o la administración de tratamientos inmunosupresores como glucocorticoides o quimioterapéuticos (Wilson y Odeon, 1992). Los dos agentes etiológicos implicados con más frecuencia en la aspergilosis invasiva en perros son Aspergillus terreus y A. deflectus (Schultz y col., 2008), seguido
Figura 1. Granulomas fúngicos blanco-amarillentos en la superficie del corazón de un perro muerto por aspergilosis diseminada.
Figura 2. Granulomas fúngicos difusos en la superficie del riñón de un Pastor Alemán.
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por A. fumigatus. Sin embargo, también han sido identificadas otras especies como A. niger, A. flavipes, A. versicolor, A. alabamensis y A. felis (Robinson y col., 2000; Day, 2006, Zhang y col., 2012; Burrough y col., 2012; Barrs y col., 2013). La vía de entrada más frecuente es la respiratoria, con diseminación hematógena subsiguiente a otros sitios. Entre los más comunes se incluyen discos intervertebrales, bazo, corazón, riñones, huesos largos y ojos (Sharp, 1998; Harjin, 2003). La formación de microémbolos y la estasis vascular son importantes factores en la patogenia de la aspergilosis diseminada, por el desarrollo de las colonias en áreas con menor flujo sanguíneo (Day, 1998). A. terreus es capaz de producir conidias accesorias o aleuriosporas en los tejidos infectados, por lo que se piensa que estas conidias desempeñan un papel fundamental en la diseminación del proceso. Se han descrito otras vías de entrada, como el tracto digestivo, el tracto genitourinario y las lesiones quirúrgicas o heridas cutáneas. Las especies de Aspergillus secretan numerosos metabolitos secundarios de bajo peso molecular conocidos como micotoxinas, sustancias capaces de provocar inmunosupresión en el hospedador, y de esta manera favorecer la infectividad del hongo (Bennett y Klich, 2003). A. terreus provoca una tasa de mortalidad más elevada que ninguna otra de las 20 especies de Aspergillus patógenas; entre las micotoxinas producidas por esta especie se encuentran: gliotoxina, citrinina, patulina, citreoviridina, etc.
Otros signos inespecíficos frecuentes son: anorexia, pérdida de peso, atrofia muscular, pirexia, debilidad, letargo, vómitos y linfadenomegalia. En la aspergilosis diseminada causada por A. terreus puede producirse aspergilosis renal con poliuria, polidipsia, incontinencia urinaria y hematuria (Starkey y McLoughlin, 1996).
Hallazgos laboratoriales Los hallazgos en el laboratorio clínico consisten en eosinofília, monocitosis, hiperproteinemia, aumento de urea, creatinina, fosfatasa alcalina y aminotransferasa. Las radiografías de los huesos largos afectados revelan áreas de lisis y destrucción cortical con alteraciones similares en el esternón y los cuerpos vertebrales acompañadas de discoespondilitis. La discoespondilitis puede atribuirse a trombosis y vasoconstricción secundaria al proceso inflamatorio. Las alteraciones macroscópicas incluyen múltiples granulomas pálidos diseminados por diversos órganos de 1-3 mm de diámetro. Histopatológicamente esta micosis está caracterizada por la formación de lesiones nodulares, donde el centro está constituido por una zona de necrosis, en la que se pueden distinguir los elementos fúngicos, en ocasiones dispuestos en un típico patrón radial (Jensen y col., 1996; Carrasco y col., 1997; Pérez y col., 1998). Estas áreas de necrosis están rodeadas por una reacción inflamatoria muy variable dependiendo del curso de la infección. Así, en los cursos agudos esta
En la mayor parte de las ocasiones, la enfermedad se desarrolla durante varios meses, y casi todos los perros que llegan a la consulta manifiestan enfermedad terminal. Sin embargo, algunos perros pueden presentar un inicio relativamente agudo de la patología. Los signos clínicos de la enfermedad sistémica generalizada dependen de los sistemas y órganos implicados. En general, los signos clínicos más comunes se relacionan con una alteración orgánica sistémica como pérdida de peso, fiebre, claudicación, dolor en huesos y columna, alteraciones neurológicas y enfermedades oculares (Bruchim y col., 2006). En la mayoría de los casos existe discoespondilitis y osteomielitis; los perros afectados presentan dolor vertebral, ligera dificultad en los movimientos de ambas extremidades inferiores, paraplejia o cojera; los animales renuncian a levantarse, comer o saltar (Harkin, 2003). Es probable la presentación de uveítis o endoftalmitis clínicamente aparentes meses antes de que se presente la enfermedad generalizada. La presencia de uveítis en el Pastor Alemán debe hacernos sospechar de aspergilosis, ya que en casi un tercio de los casos de uveítis se presentó aspergilosis diseminada concomitante (García y col., 2001).
falsos positivos como negativos (Day, 1996; Harkin, 2003). En la actualidad, se está utilizando la técnica de reacción en cadena de la polimerasa (PCR) que amplifica los genes fúngicos específicos de Aspergillus (habitualmente genes de ADN ribosómico) a fin de mejorar la sensibilidad y especificidad (Cuenca-Estrella y Mellado, 2003).
Tratamiento
reacción es muy escasa y está constituida principalmente por neutrófilos y escasos macrófagos, acompañada por la invasión de vasos sanguíneos que da lugar a vasculitis y trombosis (Day y col., 1986; Pérez y col., 1996; Carrasco y col., 1997; Carrasco y col., 1998). En cambio, en las formas crónicas el infiltrado inflamatorio es muy abundante y está formado por células gigantes, macrófagos, linfocitos, células plasmáticas y tejido conjuntivo fibroso (Jensen y col., 1996; Pérez y col., 1998).
El tratamiento de la aspergilosis diseminada es de larga duración y constituye un verdadero desafío. Incluye terapia de apoyo con fluidos y uso sistémico de anfotericina B asociada a un azol (Day, 1996). Son varios los azoles que se han utilizado, pero seguramente sea el itraconazol el más común (García y col., 2001; Schultz y col., 2008), dado que el ketoconazol presenta efectos hepatotóxicos y nefrotóxicos. Un número significativo de aislamientos de A. terreus se ha mostrado resistente a la anfotericina B (Blum y col., 2008), lo que demuestra la conveniencia de una correcta identificación de la especie causal. En años recientes se han utilizado varios azoles nuevos incluyendo el voriconazol, que parece ser más eficaz contra las especies de Aspergillus que causan enfermedad sistémica en personas y se ha relacionado con menos eventos adversos que la anfotericina B (Herbrecht y col., 2002). El uso de otros azoles nuevos como posaconazol y ravuconazol, que han demostrado eficacia in vitro, no se ha explorado aún en mascotas (Pfaller y col., 2002).
Diagnóstico
Conclusión
El diagnóstico definitivo de aspergilosis es difícil y generalmente se realiza cuando el proceso está muy avanzado, lo que dificulta el éxito del tratamiento. Los métodos diagnósticos de la aspergilosis incluyen el cultivo micológico de fluidos corporales (orina, sangre, líquido sinovial, líquido cefalorraquídeo) o fragmentos de tejidos u órganos lesionados obtenidos mediante métodos invasivos. El examen histopatológico a partir de las biopsias posibilitaría igualmente su confirmación diagnóstica (Harkin, 2003). Aunque se han probado técnicas serológicas para la detección de IgG anti-Aspergillus como ELISA, inmunodifusión en gel de agar e inmunoelectroforesis, se consideran poco fiables como prueba diagnóstica única, dado que pueden producirse tanto
El pronóstico de esta forma suele ser bastante desfavorable porque su diagnóstico no es fácil, y fundamentalmente, porque la sospecha de etiología fúngica en estos cuadros suele ser muy tardía, en una etapa en que ya la enfermedad se encuentra muy diseminada y el tratamiento no suele tener éxito. El diagnóstico precoz es probablemente el aspecto más importante para un mejor pronóstico de la aspergilosis diseminada en perro.
Un número significativo de aislamientos de A. terreus se ha mostrado resistente a la anfotericina B, lo que demuestra la conveniencia de una correcta identificación de la especie causal. Signos clínicos y lesiones
Figura 3. Crecimiento de Aspergillus terreus en Sabouraud dextrosa agar a partir del cultivo de líquido cefalorraquídeo.
Agradecimientos A. García agradece su contrato TA13003 a la Junta de Extremadura y el Fondo Social Europeo. Bibliografía disponible en www.argos.grupoasis.com/bibliografias/ aspergilosis185.doc