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Figura 3. Folículo quístico único junto con los cuerpos lúteos de gestación.

El calor origina un consumo menor de alimento y una mayor pérdida de peso que puede determinar alteraciones metabólicas y disfunciones endocrinas en la cerda.

peso que pueden determinar alteraciones metabólicas y disfunciones endocrinas en la cerda. La frecuencia y amplitud de liberación de LH es insuficiente en las cerdas que se encuentran en estado catabólico. Por lo tanto, el crecimiento folicular y la consecuente salida en celo se retrasan y las manifestaciones clínicas de la infertilidad estival incluyen una mayor duración del intervalo destete-cubrición (IDC) y una disminución del porcentaje de cerdas que presentan un índice destete-salida en celo menor de una semana. Para que el porcentaje de cerdas en anestro posdestete (figura 2) en la granja sea menor al 7 % (Rodriguez-Estevez, 2010), los esfuerzos deben dirigirse a ofrecer una dieta equilibrada adaptada a las diferentes necesidades de cada cerda, tanto durante la gestación como durante la lactación. Además, se debe conseguir que las cerdas coman durante toda la lactación pese a la disminución del apetito que producen las altas temperaturas. El aumento de la duración de la lactación y la alimentación individualizada puede mejorar el estado corporal de las cerdas. Otra alternativa en hembras muy delgadas es la administración de altrenogest durante 8 días comenzando el día anterior al destete. La hembra recupera su estado corporal y sale en celo tras la retirada del progestágeno. Como medida preventiva del anestro estacional también puede ser útil la inyección de peforelina o 400 UI de eCG y 200 UI de hCG al destete o al día siguiente al destete

Celo y ovulación El incremento térmico, la disminución del apetito y el aumento de la hormona del crecimiento podrían relacionarse con una reducción de la actividad aromatasa que convierte los andrógenos en estrógenos en las células de la granulosa de los folículos antrales (Xu y col., 1995). Como consecuencia de los niveles menores de estrógenos, los síntomas de celo pueden ser más débiles tanto en las cerdas nulíparas como en las multíparas. Estos celos silenciosos son difíciles de identificar y solo es posi-

Figura 4. Ovarios con cuerpos lúteos de mala calidad y escasa producción de progesterona

ble hacerlo en aquellas granjas que tienen personal muy cualificado y un excelente protocolo de detección de celo. En el resto de las explotaciones aparece un elevado porcentaje de hembras erróneamente clasificadas en anestro estacional (pseudoanestro) (Falceto y col., 2004). En verano existe mayor variabilidad del intervalo entre el comienzo del celo y la ovulación, y puede ser más corto. Es probable que aparezca un desfase entre el momento de la inseminación y la ovulación y aumente la infertilidad o disminuya el tamaño de la camada. Para evitar este problema, la sincronización del momento de la ovulación mediante el uso de análogos de la GnRh (Falceto y col., 2014) podría ser una interesante alternativa durante el verano.

nes de celo tanto regulares (18 a 24 días) como irregulares (25 a 38 días) y tardías (39 a 150 días) (Lida, 2013). En las cerdas adultas son más frecuentes en verano las repeticiones de celo regulares por fallo en la concepción o pérdidas embrionarias muy tempranas y en otoño las irregulares por mortalidad embrionaria. Tras el periodo de infertilidad estival se aprecia una menor tasa de partos posiblemente relacionada con fallos de la preñez asociados a disminución de la progesterona por desarreglos hormonales o mala calidad luteal (figura 4), aumentando el número de abortos (síndrome del aborto otoñal) y cerdas vacías a parto. La disminución del apetito en verano puede condicionar una menor secreción basal de LH en hembras gestantes prime-

En verano puede comprometerse el desarrollo folicular posdestete, la calidad de los ovocitos, el proceso de implantación del embrión y su supervivencia, lo que aumenta la mortalidad embrionaria y disminuye el tamaño de la camada.

En algunas hembras, tras una reducción de la ingestión de alimento motivada por las altas temperaturas del verano el pico preovulatorio de LH puede ser menor. Se ha encontrado una correlación significativa y negativa entre la temperatura y la tasa de ovulación (Falceto 1992) y una mayor frecuencia de quistes únicos durante el verano (Falceto y col., 1994). El fallo en la ovulación de un folículo no interfiere necesariamente en la ovulación de los otros folículos y en la posibilidad de gestación (figura 3).

Gestación Las hembras primerizas son más sensibles al calor que las cerdas más viejas y, por tanto, más predispuestas a repeticio-

rizas y multíparas. La LH es una hormona luteotrofa. La atenuación del pico de LH parece afectar al proceso de luteinización del cuerpo rubrum (Aherne y Kirkwood, 1985), lo que puede comprometer la calidad del cuerpo lúteo y, por tanto, el mantenimiento de la gestación.

Tamaño de la camada y parto

La influencia del verano sobre el tamaño de la camada es diferente según la zona geográfica, ya que se observa una reducción en los países cálidos (Wegner y col., 2016) y valores normales en los países fríos. En verano, cuando hay una reducción de la ingestión de alimento durante la lactación, puede comprometerse el desa-

¿Cómo reducir los efectos del calor en la actividad ovárica? La mejor opción para contrarrestar los efectos negativos del calor en las granjas es controlar la temperatura y la humedad ambiental. Cuando la temperatura es superior a los 30 ºC se debe refrescar a las cerdas y asegurar que no les falta el agua. Además es muy útil revisar la alimentación y el manejo reproductivo en cada fase productiva, teniendo en cuenta las necesidades individuales. Es fundamental reducir el estrés causado por fallos de manejo y aumentar el bienestar de las cerdas reproductoras. Los tratamientos hormonales preventivos son útiles durante el verano, pero solo son una solución temporal durante el resto del año, mientras se detectan y corrigen las causas del fallo reproductivo.

rrollo folicular posdestete, la calidad de los ovocitos, el proceso de implantación del embrión y su supervivencia, lo que aumenta la mortalidad embrionaria y disminuye el tamaño de la camada. Niveles de insulina menores favorecen la atresia folicular y disminuyen el pool de folículos seleccionados para su ovulación. La disminución del factor de crecimiento insulínico tipo 1 (IGF-1) (Simmeny col., 1998) dificulta la foliculogénesis y la maduración nuclear de los ovocitos con repercusiones en la fecundación y en la supervivencia embrionaria. Durante las épocas de calor se podría reforzar la dieta inmediatamente antes y después del destete. La mayor duración del parto en los meses cálidos tiene como consecuencia el aumento del número de lechones nacidos muertos. Con el calor también aumenta la mortalidad periparto, especialmente en las cerdas jóvenes.

Lactación Una menor ingestión de alimento en las cerdas lactantes durante el verano y principios de otoño podría disminuir la producción de leche y reducir el peso de la camada. •

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