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La mayor falacia del siglo XX fue hacernos creer que la democracia consistía en dejar el control del gobierno en manos del pueblo. Pero si aquella mentira fue mala, la del siglo XXI fue mucho peor: hacernos creer que otorgar a una máquina el control del gobierno era una buena idea. “Los adultos quieren que las cosas sigan como están; los adolescentes sienten el impulso de crear un mundo nuevo. Esto forma parte de lo que puede dar lugar a motivos de fricción grave, a veces destructiva, que puede hacer daño a todos, adolescentes y adultos por igual”.

Tormenta Cerebral, el poder y el propósito del cerebro adolescente

La cúpula de cristal que por fin cubría la ciudad era la estructura más extraordinaria jamás ideada por el ser humano. Levantarla había supuesto largos años de esfuerzo y, para muchos, con su construcción se había llegado a desafiar las propias leyes de la física. Pero ahí estaba, alzándose esplen dorosa bajo aquel despejado cielo azul, cubriendo los restos de lo que en su momento fuera una de las ciudades más prósperas del planeta.

Y aunque en la actualidad la habitaban solo cincuenta mil personas, todas ellas celebraban con satisfacción aquel logro descomunal. Una cúpula pio nera, que anticipaba las muchas que estaban por concluir a lo largo y ancho de todo el continente. La joven Alexa, que paseaba maravillada junto a dos de sus mejores amigos, Candy y John, era de las más emocionadas.

–¡Y se terminarán en breve unas cincuenta más! –exclamaba Alexa mientras caminaba alegre por la ancha avenida.

PRÓLOGO

–¿No os sentís mucho más seguros sabiendo que estamos a salvo del exterior? –dijo Candy notando un escalofrío al recordar lo que había más allá de la cúpula.

–Seguro que no es para tanto –dijo John haciéndose el valiente–. Cuentos para niños. Además, no tenéis de qué preocuparos estando yo cerca.

–No fuiste tan valiente hace unos meses, cuando se pidieron voluntarios para cubrir el perímetro exterior –le recriminó sonriente Alexa.

–Estaba ocupado estudiando para los trimestrales –se justificó John sonrojado–. Prefería estar cerca de vosotras para protegeros en caso de peligro.

–¡Como no sea por peligro de aburrimiento mortal! –exclamó Candy–. Además, te recuerdo que sus pendiste la mayor parte de los exámenes.

–Eso ha sido un golpe bajo –le recriminó John enfurruñado.

–¿No notáis que hace mucho calor? –les interrumpió Alexa sintiendo cómo una gota de sudor resbalaba por su cara.

–Es verdad –respondió Candy algo agobiada por el aumento de la temperatura.

Alexa miró a su alrededor y percibió que algo no iba bien. La gente que deambulaba por la calle, preparando el desfile del Día de la Gran Festividad, estaba tan desconcertada como ellos y miraba a su alrededor buscando una respuesta a la sensación de sofoco que iba en aumento.

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–Esto no me gusta nada –dijo Alexa al notar que algunas gotas de agua caían sobre su cabeza–. ¿Qué demonios está pasando?

Alexa elevó la mirada hacia la cúpula y vio cómo se empañaba. Una especie de pátina gris semitransparente se expandía con rapidez sobre el cristal.

–¿Habéis visto eso? –señaló John confundido.

–¡Qué sofoco! –repitió Candy, que sentía el goteo cada vez más intenso sobre ella, mientras la temperatura continuaba incrementando–. ¿De dónde sale toda esta agua?

–Imagino que es un sistema de refrigeración natu ral ideado por IRIS –dijo John.

–Me temo que no. Creo que se trata de condensación –respondió Alexa preocupada, sin apartar la mi rada del techo.

–Llámame loca, pero creo que cada vez me cuesta más respirar –dijo Candy desabrochándose varios bo tones de la camisa, al tiempo que escuchaba el sonido de la estática de los altavoces que anunciaba que IRIS iba a dirigirse a ellos:

Estimados conciudadanos, debido a un grave fallo en el sistema de cálculo, la temperatura en el domo se elevará en unos minutos hasta más allá de lo soportable por el ser hu mano. Por desgracia, no hay tiempo para una evacuación, por lo que se sugiere que se preparen para una muerte inevitable. Será rápida, aunque desagradable. Muchas gracias.

Alexa no se podía creer lo que estaba sucediendo. Durante un instante creyó que se trataba de una bro

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ma, pero sus peores temores se confirmaron en cuan to vio a la gente correr de un lado para otro. Era una luchadora, lo había sido durante toda su vida, por lo que le costaba rendirse y aceptar sin más aquel fatal destino. Pero al ritmo en que aumentaba la temperatura del lugar, era evidente que no tardaría en desmayarse.

Aun así, buscó con la mirada alguno de los vehículos anti-gravitacionales con la idea de subirse a él e intentar alcanzar alguna de las puertas que conducían al exterior. Se lanzó a toda velocidad hacia el que tenía más cerca, seguida por sus desconcertados amigos.

Pero apenas subió, sintió cómo las fuerzas le falla ban y empezaba desvanecerse.

–Dale al sistema de refrigeración del vehículo des lizante –Leinm instó Candy justo antes de desmayarse en el asiento trasero.

Alexa, haciendo acopio de todas sus fuerzas, logró conectarlo y sentir el alivio del aire frío recorriendo el vehículo. Todavía mareada, lo puso en marcha y se dirigió hacia la Puerta del Norte mientras a su alrede dor la gente comenzaba a desplomarse.

–Acelera –le suplicó John nervioso.

–No recuerdo haberte pedido que vinieras, de modo que puedes bajarte cuando quieras –replicó Alexa, que conducía tan rápido como podía.

John se limitó a cerrar la boca y mirar de nuevo por la ventana hacia la cúpula, de donde procedía un extraño y preocupante ruido.

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–¿Qué es eso? –preguntó esta vez Alexa.

–No me lo puedo creer. Me da la sensación de que la cúpula se está resquebrajando.

Alexa no daba crédito. ¿Cómo podía estar suce diendo algo así? Hasta aquel momento IRIS había sido un ejemplo de perfección absoluta, no había fallado nunca y contaba con un historial inmaculado.

Al cabo de unos minutos, tras atravesar a toda velocidad el bosque que rodeaba la ciudad, alcanzó la Puerta Norte, aunque para su desesperación compro bó que esta permanecía cerrada y que los dos oficiales que la custodiaban yacían inconscientes en el suelo.

–No me lo puedo creer, ¿cómo es posible? –maldi jo Alexa frustrada, mientras en el interior del vehículo deslizante la temperatura comenzaba a elevarse de nuevo.

–Creo que el sistema de refrigeración ha reventado –advirtió John.

Alexa se llevó las manos a la cabeza buscando una solución. Siempre la hay, siempre la hay –se repetía mientras sentía que su tiempo se agotaba y comenza ba a perder la consciencia.

En el último instante apretó el acelerador al máximo, y alcanzó la robusta puerta justo antes de desva necerse.

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PRIMERA PARTE

DESPERTAR

Las pesadillas que acosaban a Alexa eran cada vez más frecuentes. A menudo despertaba sudorosa y con el corazón agitado. Resultaban tan vívidas que en ocasiones le parecían más reales que sus recuerdos. Aunque lo que más le preocupaba era que la falta de sueño comenzaba a afectar de for ma negativa a su rendimiento en el nuevo instituto.

Por ello, intentaba prestar toda la atención posible a la clase que con tanta emoción impartía Rebecca, su profesora de Historia Contemporánea. El principal problema, aparte del sueño que la invadía, radicaba en que todo lo que escuchaba le sonaba siempre a mero discurso propagandístico, aunque el entusiasmo de aquella recién llegada le resultaba encomiable. Rebecca había sustituido, hacía poco, a la ya retirada Señorita Marcela y había retomado las clases desde el inicio del nacimiento de IRIS, la inteligencia artificial encargada de conducir sus destinos. Pero a Ale xa, como buena adolescente que era, le costaba creer en todas aquellas falacias de un mundo feliz. Aunque

CAPÍTULO 1

tenía que reconocer que los resultados de IRIS eran tan evidentes como abrumadores: había acabado con el hambre en el mundo, erradicado el 90% de las enfermedades y unificado el planeta bajo una sola ban dera. Y todo ello en el tiempo récord de siete décadas, conmemoración que en breve se festejaría alrededor de todo el mundo.

La contaminación, la guerra o el hambre eran ahora recuerdos de un infausto pasado del que todos renegaban, simples capítulos de los viejos libros de his toria. Pero incluso así, Alexa se rebelaba y sentía la insatisfacción propia de la juventud. O al menos eso era lo que preferían pensar sus tutores escolares.

–El concepto de IRIS, no por simple, deja de ser un elemento complejo –recitaba alegre Rebecca a sus alumnos–. Del mismo modo en que la conexión wifi sustituyó al fax cuando la tecnología lo permitió, IRIS se encargó de reemplazar a los vetustos sistemas de gobierno anteriores, que tan malos resultados nos habían dado. Monarquía, autocracia, oligarquía o incluso la tan sobrevalorada democracia forman ahora par te del pasado.

–Pero señorita…

–¿Señorita? –reprendió la profesora con impostada sonrisa.

–Perdón, Rebecca –rectificó Alexa.

–Mejor.

–¿No es peligrosa esa dependencia de IRIS? ¿No podría colgarse, corromperse o ser hackeada?

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–Imposible. Al contrario que los antiguos y volu bles gobernantes humanos, IRIS es incorruptible y se actualiza constantemente en función de los parámetros que observa en la sociedad. Se adapta a nosotros, no al contrario. Y en cuanto a ser hackeada, IRIS lo controla todo, detendría cualquier ataque antes de producirse… En el caso de que quedara alguien con tan obyectas intenciones.

–Pero si IRIS lo controla todo, ¿no es en cierta manera una forma de fascismo? –apuntó Alexa con gra vedad, y dudando sobre lo apropiado de aquella pregunta.

–No lo es mientras obedezca a los patrones que le fueron asignados por nuestros antepasados –respondió su profesora sin perder la sonrisa.

–¿Y si dejara de hacerlo o esos patrones quedaran obsoletos?

Señorita, hace usted demasiadas preguntas –ob servó Rebecca paciente mientras de reojo veía cómo Esther llegaba tarde a clase y entraba con disimulo por la puerta–. Si sigue así, llamará la atención de IRIS, y entonces las Brigadas del Pensamiento tendrán que intervenir para limpiarle esas ideas –añadió provocando las risas amables del resto de los alumnos–. Le aseguro que puede dormir tranquila porque estamos en las mejores manos posibles.

Alexa no dijo nada más y asistió en silencio al resto de la clase. No hacía mucho que había sido transferida de colegio y prefería mantener un perfil bajo para no

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llamar mucho la atención de sus compañeros. Tenía pocos amigos y prefería no perderlos jugando a ser la anti–social de la clase. IRIS podía haber erradicado el hambre del mundo y encandilado a niños y mayores, pero la adolescencia podía ser muy larga sin las amistades adecuadas.

Al acabar la clase, Alexa se disponía a recoger su pequeño aparato ordenador cuando escuchó una voz masculina a sus espaldas.

–Me ha gustado mucho lo que has dicho en clase. Ha sido atrevido y acertado.

Alexa se giró al reconocer aquella voz. Se trataba de Jack, el capitán del equipo de fútbol, y le resultaba increíble que una de las personas más populares del instituto le estuviera dirigiendo la palabra.

–Me alegra ver que queda gente que se atreve a pensar diferente –añadió ante la todavía perpleja Alexa, que apenas unos instantes después escuchó una segunda voz, femenina y sensual esta vez, dirigirse a ella.

–Deberías reunirte con nosotros esta noche –le su girió Esther, la chica rubia que precisamente había llegado tarde a clase, y que resultaba ser la novia de Jack y jefa del equipo de animadoras–. La gente discrepan te es siempre bienvenida.

–¿Reuniones? –preguntó Alexa confusa, sin saber muy bien a qué se refería.

–Nada demasiado formal. Nos dedicamos a hablar mal de IRIS y de esta sociedad dócil y resignada que

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` Extracto del LITEXPRI

[…] Las causas principales que condujeron a la toma de una decisión tan drástica como ceder el gobierno plane tario a un organismo cibernético fueron dos: el peligro por parte de las cuatro potencias dominantes de iniciar una Tercera Guerra Mundial y la devastación causada por la denominada Gran Plaga que asoló a la Humanidad, diez mándola hasta reducir la población mundial a poco más de cinco millones de habitantes.

nos rodea –respondió Esther mientras bajaba el tono de voz.

–Vale, será un placer –respondió Alexa sin acabar de creerse que Jack y Esther, los más populares del instituto, le hubieran siquiera dirigido la palabra, y mucho menos que compartiesen sus ideales subver sivos.

–Pues nos vemos a las siete en los sótanos, bajo el gimnasio –le invitó Jack mientras cogía la mano de su novia para alejarse por el pasillo. Esther y Jack parecían hechos el uno para el otro. Aquella atracción entre ellos surgió casi desde el pri mer instante en que se conocieron. Y aunque pudiera sonar a tópico –el capitán del equipo de fútbol del instituto y la jefa de animadoras–, nada más lejos de la realidad. Ambos destacaban como estudiantes y sobresalían en casi todo lo que hacían, representando

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para muchos el paradigma de que la humanidad ha bía dado un paso más en su evolución gracias a IRIS. Sin embargo, lo que muchos desconocían era el espíritu rebelde y contestatario que ardía en su interior. Algo que procuraban mantener en secreto para no llamar demasiado la atención.

–¿No estás cansado de interpretar siempre este es túpido papel? –le preguntó algo aburrida Esther de camino a la reunión de aquella noche.

–En absoluto, es como tener doble personalidad, como los superhéroes de los cómics de finales del siglo XX –respondió Jack henchido de orgullo–. Gracias a este rol podemos llevar a cabo nuestras actividades.

Esther no acababa de comprender aquella particular obsesión de su novio por los viejos cómics de superhéroes, especialmente por los de Spider-man y un grupo llamado Vengadores. Por alguna extraña razón, los cómics eran una de las pocas cosas pre-IRIS que el ordenador parecía tolerar entre sus vasallos (como a Esther le gustaba denominarlos), aunque ella solía pensar que su novio ya era un poco mayor para leerlos con aquella pasión desmedida. Son solo instru mentos de distracción –solía repetirle Esther–. Permitidos con el único fin de desviar nuestras mentes del objetivo primordial.

Aparte de las reuniones secretas, no hacía mucho tiempo que habían comenzado con lo que ellos llama ban incursiones. Se trataba de pequeños viajes a una zona situada cerca de los lindes de la cúpula, donde

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habían descubierto toda una serie de túneles de la época anterior a IRIS. Sin embargo, les podía la prudencia y preferían limitar aquellas salidas a unas pocas horas para, de ese modo, evitar cualquier tipo de peligro o encuentro indeseado, aunque por ahora no se habían topado con nadie del exterior.

Los viernes por la tarde era el día en que, junto a otros estudiantes autodenominados Insubordinados, llevaban a cabo las reuniones en los sótanos del instituto. Pero sus actividades se limitaban a hablar mal de IRIS y protestar con vaguedades sobre lo que consideraban que podía mejorar la máquina.

–¿Pero van a hacer algo alguna vez? –solía impa cientarse Esther.

–Tranquila, Esther, van a otro ritmo. Están desper tando –le repetía condescendiente Jack.

Despertar, así era como denominaban al hecho de ver la que consideraban verdadera realidad de IRIS, al aspecto fascista intrínseco e inherente a aquella máquina carente de sentimientos que regía sus destinos.

–La vida no solía ser así antes –se lamentaba Es ther–. Nos están convirtiendo en réplicas robóticas de IRIS, en seres sin sentimientos.

–Y en seres uniformes, idénticos entre sí –añadió Jack.

–¿Qué es lo que más te molesta de IRIS? –preguntó Esther por curiosidad.

–Tiene cosas buenas como el orden y la disciplina, pero es incomprensible el grado de deshumanización

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al que nos ha sometido. ¿Dónde se ha visto que solo podamos ver a nuestros progenitores los fines de semana?

–Y eso, ¿qué más te da? Llevas meses sin visitar a tus ascendentes.

–Eso no importa, mi caso es circunstancial. Ya sabes que mis progenitores son más particulares que IRIS. A pesar de eso, creo que habitar en un internado alejados del cariño familiar es algo contra natura.

–¿En qué estudio te basas para asegurar algo con tanta rotundidad?

–En el estudio más básico de todos, el del senti do común, el instintivo. Ningún padre que se precie abandonaría a su progenie de esta manera.

–En el fondo, mucho protestar, pero lo que sucede es que eres un sentimental.

–Lo que tú digas, pero acelera, que llegamos tarde a la reunión.

Apenas tardaron unos minutos en atravesar la pista de baloncesto y llegar hasta el sótano situado debajo de ella, donde ya se encontraban discutiendo de forma acalorada el resto de sus compañeros. Nada más entrar, todos se callaron. La presencia de Esther y Jack inspiraba respeto a aquel grupo de marginados antisociales.

–No paréis, podéis seguir –les instó Jack, a quien no agradaban aquel tipo de complacencias.

Debían de ser alrededor de una veintena de estudiantes incluyendo, al menos, a tres compañeros de

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` Extracto del LITEXPRI

[…] La continua devastación del ecosistema alcanzó un punto crítico casi sin retorno que tuvo que ser admitido incluso por los científicos más escépticos. La concentra ción de dióxido de carbono en la atmósfera alcanzó en 2019 más de 415 partes por millón (ppm), una cantidad muy superior a cualquier otro momento en los últimos mi llones de años.

El meteorólogo Eric Holthaus lanzó en aquel momento un mensaje: Esta es la primera vez en la historia humana que la atmósfera de nuestro planeta ha tenido más de 415 ppm de CO2. No solo en el tiempo del que tenemos re gistros o desde la invención de la agricultura hace 10.000 años. Desde antes de que existieran los humanos modernos hace millones de años. No conocemos un planeta como este. A partir de ahí, esa cifra continuó en aumento hasta alcanzar cotas insostenibles para el medio ambien te, con el consecuente incremento del gas de efecto in vernadero y el aumento de las temperaturas globales. Por si fuera poco, esto se vio agravado por la masiva contami nación atmosférica, con el incremento exponencial en el aire de materias y formas de energía que implicaban un grave riesgo para el ser humano y el resto de seres vivos.

La aparición de la Gran Plaga fue tan rápida como de moledora, provocando muertes masivas tan repentinas que, incluso, resultó imposible deshacerse con la rapidez necesaria de todos los cadáveres que se fueron acumu lando.

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clase. Desde donde estaban podía acertar a distinguir al regordete de Risti, la jovial Sandy y a Alexa, que parecía haber aceptado la invitación recibida algunas horas antes. En aquellos momentos, por lo que po dían escuchar, debatían la poca idoneidad del temario que estudiaban en el instituto –centrado en formarles como seres dóciles y cortados por el mismo patrón–y en la subjetividad de los contenidos de los libros cuando se referían a IRIS, ya que, en ocasiones, daba la sensación de que promovían su adoración.

–El problema es que la cosa va a peor –decía la joven Sandy–. Se está creando una sociedad cada vez más homogénea y con individuos clónicos.

–¿Alguien se ha fijado también en que los profesores cada vez adoctrinan más? –remarcó Risti.

–Sí, y están ultra-convencidos de la eficacia de IRIS –matizó Sandy.

–Más bien enamorados del armatoste, diría yo –co mentó Jack provocando las risas de sus compañeros.

–En el fondo no se les puede reprochar nada. Las cifras de la maquinita son abrumadoras –dijo Risti.

–Vaya, parece que alguien quiere cambiarse de bando –sonrió Esther.

–No sé quién querría pertenecer a un grupo que está dirigido por algo con nombre de mujer, por muy máquina o robot que sea –dijo Thomas provocador, sentado sobre un sillón en la parte trasera de la sala.

–Ya tardabas en decir alguna de las tuyas –le reprochó Sandy.

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` Extracto del LITEXPRI

[…] A lo largo del primer cuarto del siglo XXI, se había lle vado a cabo diversos experimentos encaminados a com probar la eficacia e imparcialidad de una inteligencia ar tificial en cuestiones de diversa índole. Se comenzó con pruebas sutiles como la conducción de automóviles autó nomos, el diagnóstico de enfermedades o la creación de un cuerpo especial de jueces robot. Esto último comenzó en Estonia a finales del año 2019, cuando se implementó una inteligencia artificial en juicios menores en los que la disputa económica era inferior a los 7.000 euros; de este modo se permitió acelerar las decenas de casos atrasados a los que los jueces no podían hacer frente.

A partir de ahí, la presencia de una inteligencia artificial se convirtió en algo habitual en el ámbito gubernamen tal, hasta que, por fin, ante la necesidad impuesta por los motivos antes mencionados, Naciones Unidas optó por ceder el control de forma temporal y escalonada a la inte ligencia artificial conocida como IRIS. Lo que nadie pudo predecir fue su gran eficacia, que acabó convirtiendo la decisión en definitiva.

La controversia inicial de esta medida provocó pe queñas revueltas entre los opositores de una decisión tan vanguardista como innovadora, habiendo incluso algunos muertos entre los manifestantes más radicales. Sin embar‑ go, la eficacia demostrada desde su inicio por el organis mo IRIS, sofocó por sí misma cualquier intento de resisten cia por parte de los enemigos de esta medida.

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–¿Lo ha dicho en serio? –preguntó Alexa descolo cada.

–Por supuesto. En serio y convencido –respondió Sandy con cierta repugnancia–. Y se ha contenido con respecto al color negro de tu piel por la presencia de Jack y Esther.

–Creía que el machismo o el racismo habían sido erradicados –comentó Alexa perpleja.

–Eliminar la estupidez humana es complicado –dijo Sandy

–Fueron suprimidos en el caso de los adultos –puntualizó Esther–, pero en las mentes adolescentes todavía subyacen vestigios del pasado.

–¿Entonces?

–Se supone que con la educación infalible que reci biremos de IRIS lograrán erradicarle esos pensamientos.

–Vais listas, princesas. Ni de coña. Ya procuro no tragarme ninguna de esas píldoras de colorines que nos dan para evitar que me laven el cerebro.

–¿No te las tomas? –preguntó Risti incrédulo.

–Paranoico –musitó Sandy asqueada.

–Lo que tú digas, monada. Pero conmigo no podrán.

La reunión continuó durante media hora más, hasta que finalmente Sandy se interrumpió a media frase.

–¿Habéis oído eso? –preguntó mientras señalaba hacia la puerta.

–¿El qué? –preguntó Sandy.

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Todo el mundo guardó silencio y agudizó el oído. Se oía un ruido detrás de la puerta y, tras varios segundos de suspense, un alarido los alarmó a todos. –¡Alto, que nadie se mueva! ¡Quedan todos arres tados en nombre de las Brigadas del Pensamiento!

` Extracto del diario de Esther (1)

[…] Nunca me ha gustado llamar diario a estas líneas que escribo en mi dispositivo portátil. De esta manera, me da la sensación de tener la obligación de escribir algo cada día, cuando lo hago solo para desahogarme y relajar me. Me gustaría más considerarlo como el relato de una adolescente en apuros o titularlo Las Crónicas de Esther. “Crónicas”, siempre me ha gustado cómo suena esa pa labra.

Hoy me toca hablar de nuevo de Jack porque al final… ¡ha ocurrido! Le he visto acercarse desde el fondo del pasi llo y me he puesto muy nerviosa. Conforme caminaba ha cia mí el corazón se me aceleraba más y más. Espero que no se me haya notado mucho porque por dentro estaba temblando. Me ha dado la sensación de que él también lo estaba, pero me cuesta creer que alguien tan seguro de sí mismo pueda ponerse nervioso por algo. El caso es que durante un breve instante me ha parecido verle inquieto, como si sintiera algo por mí. No sé, lo más probable es que solo sean imaginaciones mías.

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Sea como sea, el caso es que por fin se ha acercado a mí y me ha hablado. Me ha pedido los archivos de la clase de hoy, aunque estoy segura de que solo era una excusa para hablar conmigo. Casi no podía escuchar lo que me decía de la emoción, embobada como estaba mirando esa sonrisa suya que me tiene loca.

Pensaba que nunca captaría mis señales, las miradas que le lanzo de vez en cuando en clase o en la cafetería del insti (¡los chicos parecen de otro mundo!). Qué ganas tengo de que vuelva a acercarse y responderle a cualquier pregunta por absurda que sea.

Este día no voy a olvidarlo en la vida.

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