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Capítulo uno

INTRODUCCIÓN AL TRIÁNGULO DRAMÁTICO

aprimera vista podrían pareCer cuatro historias muy diferentes: una breve escena de la funesta senda que lleva a la ruptura sentimental; una relación que muy probablemente continuará (hasta que quizás un día Sally se harte); un pequeño encontronazo (pero que al parecer genera más marejada de lo que debería; ¿por qué será?); y un incidente que acabó con dos vidas y arruinó por lo menos otra.

Este libro sostiene que todas estas historias tienen en común más de lo que cabría esperar: todas ellas pueden explicarse utilizando el mismo modelo psicológico; y todas podrían haberse evitado utilizando ese mismo modelo. Todos y todas podemos aprender de él para llevar una vida más agradable, saludable, apacible, cómoda y feliz.

El modelo no es otro que el triángulo dramático creado por el Dr. Stephen Karpman, un psicoterapeuta de California, a finales de los sesenta (aunque el término apareció por primera vez en un artículo de 1968). Desde entonces ha sido utilizado por coaches, terapeutas, formadores y profesionales de recursos humanos de todo el mundo. Sin embargo, todavía me encuentro con mucha gente que no ha oído hablar de él, aunque cuando empiezo a explicarlo enseguida lo «pillan» y quieren saber más. De ahí que escribiera este libro.

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EL TRIÁNGULO DE KARPMAN EXPLICADO

Como todos los grandes modelos, el triángulo dramático de Karpman es maravillosamente simple pero capaz de llevarnos a lugares de gran complejidad.

El modelo es el siguiente:

Así de simple.

Las letras de cada esquina representan los tres roles: Perseguidor, Víctima y Salvador.

Interpretar el rol de Perseguidor implica ser una persona que va intimidando a los demás, que siempre arremete contra todo o que plaga las redes de mensajes de odio. Significa controlar, amenazar, criticar, emitir juicios duros, sermonear, menospreciar, tener mucha maña soltando comentarios ofensivos, o recurrir a mecanismos legales por pequeñeces. También puede conllevar actos de violencia física.

Asumir el papel de Víctima implica estar —o creer que se está— en el extremo receptor de tal conducta. Esta figura se lo toma todo a pecho. De algún modo, es lo que la sustenta y lo que parece apropiado. Ten en cuenta que si estuviese en el extremo receptor de la persecución pero no se lo tomase en serio, no estaría encarnando realmente a la Víctima. Como Eleanor Roosevelt dijo una vez: «Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento».

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V S

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Desempeñar el rol de Salvador implica salir al rescate a lomos de un corcel blanco metafórico para poner fin a toda esa persecución y victimización, pero de un modo que tiene más que ver con parecer o sentirse una buena persona que con hacer realmente el bien. Esta manera de proceder a menudo también deja a quienes son «salvados» tan indefensos como lo estaban antes.

Los protagonistas de las historias anteriores desempeñaban claramente estos papeles, aunque en diferentes grados. También embaucaban a otras personas para que asumieran alguno de los roles y, a mitad de la historia, cambiaban de papel: de ahí las flechas de doble punta que aparecen en la parte exterior del triángulo.

Estaban recreando un drama, y lo hacían con gran maestría gracias a las largas horas de ensayo que, con total inconsciencia, llevan a sus espaldas. La mayoría seguramente pensaba que su forma de reaccionar ante las circunstancias era perfectamente razonable a tenor de la lógica emocional de la situación, arguyendo cosas como: «Yo soy así» o «Así es como hago las cosas». Otras personas, en cambio, puede que hayan salido heridas y se hayan preguntado: «¿Por qué me meto en semejantes líos una y otra vez?». O puede que simplemente se dijeran a sí mismas: «Otra vez la misma historia…».

De hecho, en sus manos está obrar de otra manera, aunque para ello necesitarían comprender las raíces de su manera de actuar y hacer algo al respecto. Sin embargo, se encuentran atrapados en sus patrones actuales, no solo conductuales, sino también de interpretación de las acciones ajenas, y de creencias y sentimientos sobre sí mismos y el mundo que los rodea. Tales patrones pueden modificarse, pero solo cuando se comprenden y son cuestionados.

Este libro aborda la naturaleza humana

Es probable que las historias anteriores nos hagan pensar en algunas personas conocidas, en esa gente «difícil» que parece vivir sumida en el drama.

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EL TRIÁNGULO DE KARPMAN EXPLICADO

Sin embargo, no se trata de un libro que hable solo de «los demás». Todos y todas participamos en dramas. Y, si bien es cierto que hay quienes hacen más drama que otros, el contenido de este libro es universal. Cualquier persona puede mejorar su vida si entiende el triángulo del drama y cambia su forma de pensar y actuar en consecuencia.

El peligro de la simplificación excesiva

El triángulo dramático a veces se simplifica en exceso para presentar un mundo lleno de individuos claramente etiquetados como «Perseguidores», «Víctimas» o «Salvadores». Sin embargo, en las historias anteriores vemos a personas que desempeñan varios roles y pasan de uno a otro. Emma, por ejemplo, comenzó interpretando el papel de Víctima, pero luego pasó a ser la Perseguidora.

Los roles de Perseguidor, Víctima y Salvador son papeles que asume la gente en un momento dado, no rasgos que las definen.

Casi todos tenemos un papel «predilecto», que probablemente aprendimos a interpretar en nuestra infancia. Sally, por ejemplo, suele desempeñar el papel de Salvadora. Con todo, sigue habiendo un buen trecho entre identificar el papel predilecto de alguien («¡Siempre igual!») y encasillar a esa persona en una de las tres etiquetas. Al fin y al cabo, encasillar no deja de ser una forma de persecución.

Este libro se basa en el principio fundamental de que incluso las personas más dadas al drama son mucho más que los roles que representan. Todos y todas contamos con una sólida base sobre la que construir un cambio a este respecto.

El dinamismo del triángulo

Las flechas del diagrama, situadas a cada lado del triángulo, son muy importantes. El verdadero valor de este modelo va más

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