ASÍ HABLÓ LA PLANTA Los sorprendentes hallazgos sobre la consciencia de las plantas y la comunicación con ellas y entre ellas
Monica Gagliano
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Título original: Thus Spoke The Plant Traducción: Blanca González Villegas Diseño de cubierta: equipo Alfaomega © 2018, Monica Gagliano Publicado por acuerdo con The Society for the Study of Native Arts and Sciences, una empresa sin ánimo de lucro que opera como North Atlantic Books en California, Estados Unidos. De la presente edición en castellano: © Gaia Ediciones, Distribuciones Alfaomega S.L., 2019 Alquimia, 6 - 28933 Móstoles (Madrid) - España Tels.: 91 614 53 46 - 91 614 58 49 www.alfaomega.es - E-mail: alfaomega@alfaomega.es Primera edición: julio de 2020 Depósito legal: M. 10.945-2020 I.S.B.N.: 978-84-8445-866-1 Impreso en España por: Artes Gráficas COFÁS, S.A. - Móstoles (Madrid) Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
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A la humanidad
El vacío canta para que todo llegue a ser. Tú eres el vacío que canta. ¡Canta, entonces!
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ÍNDICE
Prólogo ......................................................................... 13 Preludio ....................................................................... 19 Capítulo O ~ Oryngham ............................................ 29 Capítulo R ~ Granos de verdad .................................. 47 Capítulo Y ~ El caldero de la osa ................................ 65 Capítulo N ~ Algo que re-conectar ............................ 87 Capítulo G ~ A… sombroso guisante ......................... 109 Capítulo H ~ Como es arriba es abajo ........................ 129 Capítulo A ~ Ser en el tiempo y en el espacio ............ 147 Coda M ~ La primera historia de todas ...................... 171 Notas ........................................................................... 183 Índice temático ............................................................. 209 Agradecimientos ........................................................... 213 Recursos y enlaces útiles ................................................ 216 Acerca de la autora y la artista colaboradora ................ 217
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PRÓLOGO
C
amina por el campo ,
en cualquier parte del mundo, y abre tus sentidos. No uno ni dos, sino todos ellos. Los sonidos de las altivas copas de los árboles meciéndose con la brisa, la vista del verde profundo que tranquiliza el alma, el olor de la tierra y de la corteza y el aliento de oxígeno que penetra en tus pulmones, el tacto de las suaves hojas que rozan tus manos, el sabor de la fruta dulce en tus labios. En Así habló la planta, Monica Gagliano te pide que te abras a la posibilidad de que las plantas tengan los mismos sentidos —la capacidad de oír, ver, oler, sentir y gustar— y una serie de modalidades distintivas, dimensiones nuevas —como detectar los campos electromagnéticos, los sonidos y las vibraciones de bajo voltaje— que den sentido a su mundo. A continuación, comprueba tu propio círculo de conciencia: tu mente, tu corazón, tu alma y tu cuerpo. No solo los cinco sentidos, sino también el espíritu. Tú también posees múltiples modalidades, igual que las plantas. Y es probable que ahora estén más alineadas que antes de que salieras al campo. Tu mente se calma, tu corazón se llena, tu alma se tranquiliza y tu cuerpo se siente vibrantemente vivo. Te sientes pleno, más conectado por dentro y
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más sintonizado con el mundo. Percibes el poder para actuar en tu vida y para ayudar a formar una sociedad más evolucionada que esté conectada y sintonizada consigo misma y con la naturaleza. La mayoría de nosotros reconocemos el papel esencial que desempeñan las plantas en nuestro bienestar, en el mismo aire que respiramos. Han ayudado a crear una atmósfera oxigenada que permitió la evolución del ser humano. La evolución de las plantas ha sido tan buena que hoy en día constituyen más del 99 por ciento de la biomasa viva de la tierra. La presencia de los seres humanos y del resto de los animales es diminuta en comparación con la suya. Sin embargo, los seres humanos caminamos por la naturaleza considerando a las plantas no como criaturas sumamente evolucionadas, sino más bien como especies inanimadas, pasivas e inferiores. Hemos construido una visión simplista de ellas como seres carentes de inteligencia, agencia o capacidad de percibir sensaciones. Las hemos relegado al escalón más bajo de un orden jerárquico encabezado por el ser humano. Este constructo ignora la historia evolutiva y ha dado forma a nuestras preguntas científicas, en las que nos limitamos a encontrar solo unas respuestas determinadas para el significado de nuestra vida. Y desde este complejo de superioridad hemos justificado el maltrato a las plantas en todo el mundo. Y no solo a las plantas, sino a toda criatura que consideremos inferior al ser humano…, es decir, todas las especies. Por supuesto, no todas las culturas sufren este complejo de superioridad antropocéntrico, pero sí la más dominante y poderosa hoy en día en la tierra, y eso ha generado múltiples crisis a escala global. Llegados a este punto, para evitar el desastre socioecológico va a hacer falta una revolución científica que requerirá la deconstrucción de
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nuestro enfoque reduccionista y provinciano de la vida y la invención de formas totalmente nuevas de entender el mundo. En Así habló la planta, Monica Gagliano te ofrece una forma completamente novedosa de comprenderlo y conocerlo. No solo el mundo de las plantas, sino el mundo en su conjunto. Te pide que te quites las anteojeras culturales que has llevado puestas toda tu vida y que abras todos tus sentidos para dar entrada al mundo de las plantas. Para ayudarte a conseguirlo te muestra cómo afrontó ella misma sus propios prejuicios: para empezar, cambió de profesión, escuchó sus sueños y actuó basándose en su intuición para hablar, con la orientación de videntes indígenas, con las plantas que la visitan. Las plantas acuden a ella para que les dé voz y para guiarla hacia el conocimiento de sus poderes cognitivos. Este viaje personal y profesional la lleva a plantear preguntas brillantes y a diseñar experimentos sencillos e ingeniosos que descubren modalidades nuevas de la inteligencia de las plantas. Nos enseña que estas pueden comunicarse, que son capaces de aprender, que tienen memoria, que toman decisiones y que son conscientes de que tienen un propósito más amplio, además de su propio éxito darwiniano, para las comunidades en las que viven. Con Monica Gagliano, las plantas han elegido a la mente más abierta, inquisitiva y brillante como portavoz. Ella tiene los pies firmemente asentados en el método científico y en la sabiduría de las plantas y aprovecha la multidimensionalidad de la naturaleza para acabar de una vez por todas con el asfixiante enfoque provinciano con el que abordamos nuestro entorno. Ante el repetido rechazo de sus trabajos por parte de la comunidad científica, ha seguido adelante y publicado sus experimentos en las principales revistas de ecología vegetal. Tenemos con ella una deuda
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de gratitud por haber nadado a contracorriente y por abrir nuestra conciencia incluso cuando la resaca intentaba hundirla. La conocí en el 2016 en un comité de expertos sobre la comunicación de las plantas organizado por la Fundación Bill y Melinda Gates en Seattle. Unos treinta científicos importantes en el campo de la comunicación de las plantas se habían reunido para analizar la manera de sentar las bases de una agricultura sostenible en todo el mundo con sus descubrimientos. La juventud de Monica, en particular, escondía una sabiduría y un volumen de trabajo que la mayoría de los científicos no consiguen alcanzar jamás. Yo acababa de presentar mi trabajo sobre las redes de micorrizas que unen árboles madre con la multitud de árboles y plantas del bosque y en él explicaba que los pueblos aborígenes de Norteamérica conocían desde hace mucho tiempo su importancia para la salud del bosque. Siguieron muchas otras presentaciones brillantes, pero lo que más recuerdo es a Monica defendiendo la correcta atribución de la asociación de cultivos a los pueblos primitivos de las Américas en lugar de a las nuevas patentes científicas industriales. Había viajado mucho con ellos y estaba defendiendo las plantas y los pueblos nativos. Al pedirnos que abramos todos nuestros sentidos y asumamos otros nuevos que ni siquiera hemos explorado, Monica, a través de sus historias personales y sus descubrimientos científicos, ha abierto un camino que nosotros podemos seguir. Así habló la planta no trata solo de descubrimientos científicos; nos habla de una revolución que nos obligará a ver el mundo a través de una lente completamente nueva y nos motivará a cambiar nuestra actitud, nuestra conducta y nuestros actos para así alterar el curso de la crisis sociomedioambiental que hemos creado. Abre tu mente, deja a
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un lado tus prejuicios y prepárate para cambiar tu forma de ver el mundo y tu lugar en él… para siempre. Dra. Suzanne Simard Catedrática de Ecología del Bosque Universidad de Columbia Británica 25 de junio de 2018
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PRELUDIO
Sigue buscando la verdad en los lugares equivocados y nunca la encontrarás. Deja de buscar ahí, ahí afuera. Encuéntrala aquí, donde reside.
S
las historias… ¿Y a quién no? Hay infinitas y siguen creciendo dentro de nosotros y a nuestro alrededor. Por eso da la impresión de que nos acompañan allá donde vamos. Algunas nos atrapan con sus mentiras, otras nos sorprenden con sus verdades y otras tantas nos inspiran enormemente con su coraje. No importa la enorme variedad de sus colores, todas ellas son hilos luminosos que nos tejen al tapiz de la vida, filamentos vibrantes que hacen realidad nuestro mundo y luego lo deshacen. Las que encontrarás en este libro sueltan un hilo que te invita a reclamar un nivel de percibir el mundo mucho más profundo que aquel al que quizá estés acostumbrado. Es posible que abran una ventana a un panorama mucho más verde que ya habías olvidado. De todas formas, vamos a dejarlo claro…: esto no son delirios de grandeza. Aunque admito que algunas de las aventuras y sucesos que se describen en las próximas páginas pueden parecer, al menos para algunas personas, raros, fuera de lo normal o absolutamente increíbles, esto no es una obra de ficción ni un cuento imaginario que me han transmitido y que te iempre me han encantado
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pido que creas. Es un informe real y de primera mano de mis investigaciones científicas sobre el mundo vegetal a lo largo de la última década, que te coloca tras los bastidores de la ciencia académica y describe el funcionamiento interno de un viaje de investigación que revela el papel dinámico de las plantas a la hora de instigar una nueva formulación de la ciencia contemporánea. Se trata de una historia muy potente acerca del encuentro inesperado pero extraordinario entre el conocimiento científico y la sabiduría de las plantas. Este tipo de encuentros tienen lugar en la frontera, allí donde se unen el mundo físico tal y como (creemos que) lo conocemos y los dominios alternativos de la realidad (más raros de lo que pensamos). En este lugar, lo ordinario y lo peculiar van de la mano y, en ocasiones, chocan uno contra otro para alumbrar todo el mundo con posibilidades nuevas, incluso paradójicas. Llegué a este mundo nuevo sumida en un miedo sobrecogedor a lo que podría perder y con una curiosidad irreprimible por lo que podría encontrar, tanto en términos profesionales como personales. Nadie me dijo que iba a tener que dar un salto mortal completo dejando atrás mis ideas de lo que es «normal» para adentrarme en lo desconocido, ni que iba a aterrizar en un suelo sólido, con un pie en cada mundo y sin embargo juntos. Al principio resultó una experiencia traumática y una situación peligrosa; ¡da pánico perder pie cuando caminas sobre una línea delgada y resbaladiza que serpentea entrando y saliendo de distintos paisajes de percepción en los que hay que aprovechar las oportunidades… y sin tener barandillas a las que agarrarse! Lo que parecía ser una hazaña imposible —el matrimonio entre la objetividad del método científico y el conocimiento y la subjetividad de las experiencias trascendentales y la intuición— no solo resultó ser absolutamente posible, sino incluso un gran logro increíblemente profundo y emocionante.
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Este libro pretende llevarte a ti a ese mundo. No te asustes. No se te pide que te afilies a ninguna doctrina concreta ni que estés de acuerdo con unas creencias quijotescas, sino más bien todo lo contrario: debes dejar de lado todas tus creencias, tus presuposiciones culturales, tus juicios y tus prejuicios y limitarte a escuchar. Y, si lo necesitas, puedes llamarme loca, pero hazte un favor y resiste la tentación de rechazar esta historia como imposible antes de salir de la casilla de lo que para ti es «normal» y así permitir que el absurdo mágico de tu experiencia subjetiva camine junto a la racionalidad objetiva de tu mente lógica. Este libro explica cómo aprendí a confiar en ambas y dónde me llevó ese aprendizaje.
Cuando el final es el principio Este libro va sobre plantas, pero su historia no empezó con ellas, sino con un animal, un pequeño pez tropical que habita en las aguas multicolores de la Gran Barrera de Coral en las que unas circunstancias que en un momento dado eran normales se volvieron inexplicablemente extrañas al siguiente. En esa encrucijada crítica, todo cambió para mí y el mundo dejó de ser lo que me habían enseñado que era. Esto es lo que sucedió. Gran parte de mi vida profesional anterior podría describirse como «agua en el agua»: las aguas del cuerpo humano sumergidas en las grandes aguas del cuerpo de la tierra. Por mi formación como investigadora de la ecología animal marina, pasé años respirando bajo la superficie de las aguas de la Gran Barrera de Coral, el mayor arrecife de coral del mundo y el único fenómeno natural visible desde el espacio, para estudiar la vida privada de una especie de pequeño pez damisela conocido comúnmente como damisela de Ambon y formal-
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mente como Pomacentrus amboinensis. Durante los cálidos meses del verano australiano pasé innumerables horas de investigación observando cómo las hembras ponían huevos en recovecos perfectos dentro de la compleja estructura del arrecife, y cómo los machos protegían con agresividad estos nidos bentónicos del ataque de depredadores de huevos y otros intrusos. Los huevos permanecen bajo la atenta mirada paterna unos pocos días antes de eclosionar. Luego, bajo la brillante luz de la luna llena y equipados con un saco vitelino grande y nutritivo que mamá les ha preparado, las diminutas larvas salen agitándose del nido y se alejan, embarcándose inmediatamente en un valeroso viaje lejos del arrecife para llegar al mar abierto. Solo un puñado sobrevivirá y podrá regresar a su hogar. Allí, con el paso del tiempo, los bebés transparentes se convierten en confiados jovenzuelos de color amarillo vivo que se aventuran audazmente cada vez más lejos de su agujero para atrapar algo de plancton del agua o competir por los sitios buenos de la hacienda coralina. ¡Y antes de que nos demos cuenta, la columna de agua se llena de brillantes cuerpos amarillos de diferentes tonos, tamaños y edades que aletean como si fuesen confeti silvestre! Su presencia es como un auténtico milagro, una celebración de la vida. Hoy en día, esta reflexión me llena de asombro. En aquel entonces, sin embargo, cuando esta especie era el objetivo principal de mis investigaciones científicas, su compromiso con la vida no me impedía cumplir con la necesidad homicida de la ciencia. Y así fue hasta que los peces dejaron de ser un dato anónimo en una hoja de cálculo, un simple «pez» más en el sentido acordado de la palabra, las fronteras categóricas centradas en el ser humano establecidas según el sistema de clasificación de Linneo, pura ficción creada por una perspectiva particular del mundo. Cuando dejó de ser una entidad imprecisa vacía de individualidad, el objetivo de mi
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investigación se convirtió en el tema de mi aprendizaje. Y todo cambió. Recuerdo esa mañana con toda claridad. Llevaba meses metiéndome a diario en el agua para vigilar el resultado reproductivo de parejas silvestres de P. amboinensis. Todos los días nos encontrábamos en el borde donde terminaba el arrecife y yo extendía la mano abierta. Al cabo de una semana, aquellos animales salvajes se acurrucaban dentro de mi mano mientras yo doblaba suavemente los dedos alrededor de sus cuerpos escamosos y volvía a abrirlos. Me conocían y yo los conocía a ellos, uno por uno. El último día del estudio me metí en el agua con la intención de despedirme antes de volver por la tarde a capturarlos y, tal y como prescribía el protocolo, matarlos a todos. Recuerdo bien aquella mañana. No había ninguno a la vista. Nadie se acercó a mí y mucho menos a mi mano abierta. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. En ese momento me di cuenta de que sabían lo que iba a pasar. Sentí la sangre de todas las matanzas que había hecho anteriormente en nombre de la ciencia y una terrible sensación de culpabilidad inundó mi corazón. Congelada y sin saber qué hacer, hice lo que sabía. Esa tarde volví a entrar en el agua con redes y bolsas y los maté a todos. Ahora comprendo que fue por su parte un sacrificio increíble que me concedió el único regalo capaz de cambiarlo todo. La intimidad de nuestros encuentros, el tiempo que pasamos juntos y el hecho de estar con ellos habían roto la frontera taxonómica. En esa permeabilidad había surgido una auténtica desnudez, el tipo de vulnerabilidad necesaria para establecer la apertura. Ellos me enseñaron empatía. Me enseñaron lo que significa la camaradería y la comunión. Y no volví a matar nunca más1. Todo esto sucedió en el 2008, un año que supuso para mí un momento profesional (y personal) clave. Yo era una becaria de posdoctorado que estudiaba Ecología del Cambio Cli-
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mático en la Universidad James Cook. Como resultado de la experiencia vivida en el arrecife, había desarrollado un profundo conflicto interior que se había desatado al darme cuenta de que no existe ninguna cuestión científica suficientemente significativa o excepcional como para matar a otro ser vivo. A esto le siguió inmediatamente el horrible problema de cómo continuar con mis investigaciones científicas sin hacerlo. Lo intenté, pero no logré alcanzar la calidad suficiente; en el templo de la ciencia moderna, el sacrificio de sangre a los viejos dioses de la Iluminación sigue siendo, en general, el procedimiento ceremonial exigido. Por eso, sin darme cuenta de que en este caso iba a ser yo la ofrenda entregada en sacrificio, me esforzaba torpemente por seguir manteniendo con desesperación lo que ya se había venido abajo, lo que había seguido su curso natural. Por entonces no era todavía consciente de que mi carrera como investigadora científica de los animales había llegado a su fin para dar entrada a otra nueva, que estaba a punto de comenzar, como científica de las plantas. Tampoco me daba cuenta de que ya se había cursado una invitación del mundo vegetal y, desde luego, todavía tenía que comprender que las plantas no solo acudirían a rescatar mi carrera, sino que, además, iban a transformarla de manera radical volviendo a hechizar tanto a la mente racionalmente empoderada de la científica como al corazón inspirado por el asombro del ser humano que habitaban dentro de mí. Mi vida profesional y personal estaba a punto de dar un giro increíble y salvaje mientras yo avanzaba a trompicones por un territorio desconocido y, como Alicia, caía por la boca de una madriguera de conejos bastante extraña. Este libro trata de lo que encontré en esa madriguera. Narra los encuentros íntimos y personales que establecí con las propias plantas —y también con chamanes, ancianos indígenas y místicos de todo el mundo—, el modo en que estas ex-
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periencias se integraron en un increíble viaje de investigación y los revolucionarios descubrimientos científicos que surgieron de ellos para relacionar este nuevo conocimiento avanzado con la cultura moderna. Estas páginas te ofrecen un espacio original e innovador para reconcebir las conexiones entre las plantas y la humanidad y contemplar unos hábitos de vida mejorados entre los seres humanos y los no humanos de este planeta, como parte de un todo. Ha llegado el momento de hacerlo.
Afinación con las sinfonías verdes Este libro habla de las plantas y está escrito por las plantas. Es una fitobiografía, una colección de historias cuyos guiones han sido redactados junto a un personaje vegetal y en nombre de él. Estas historias se cuentan a través de la voz narrativa tanto de la persona como de la planta, mediante el lenguaje de las plantas y mi lenguaje para ellas. Quiero dejar bien claro este tema tan delicado. No tengo la intención, ni la necesidad, de hacer de ventrílocua asignando voz a las plantas ni hablando en su nombre para hacer que estas historias resulten inteligibles a nuestra mente humana. En este caso, el ser humano no es un intérprete que traduce una representación mental (que está en su cabeza) del habla de una planta y luego la pone en palabras o la garabatea en una página para que podamos comprenderla o leerla. Es más bien un oyente que filtra el ruido personal para oír hablar a las plantas, que entabla un diálogo activo con estas inteligencias no humanas que son mucho más reales de lo que nuestros actuales constructos científicos nos permiten abordar. En este caso, el ser humano actúa como un coautor que transmite físicamente estas conversaciones a las páginas. Como tal, las historias emergen de
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una empresa de colaboración entre la persona y la planta y de un estilo de escritura mixto que, en mi opinión, podemos denominar con mucha precisión escritura de la planta. A través de este tipo de escritura, este libro trasciende la perspectiva de las plantas como objetos de materialismo científico y refuerza una visión nueva y al mismo tiempo inmemorial del mundo, en la que consideramos a las plantas como las personas y compañeras que son y en la que cada encuentro está cargado de bondad y generosidad. Al tejer estas historias de plantas y seres humanos en un viaje mágico de descubrimiento e interconexión, este libro reafirma el precioso regalo que ha supuesto nuestra asociación con las plantas a lo largo de la historia evolutiva de nuestra especie, y también nuestro intento de comprender lo que somos y para lo que hemos venido. A este respecto, sospecho que cualquiera que se atreva a embarcarse en esta búsqueda acabará encontrando las respuestas. Las historias de cómo cada uno de nosotros puede conseguirlo serán muy diferentes, y cada una de ellas estará maravillosamente hecha a medida de nuestro gusto individual. Sin embargo, lo más probable es que las respuestas no lo estén. Por eso, aunque estas son mis historias, que van siguiendo lo que me sucedió en mi vida como científica profesional en busca de mis propias respuestas sobre la esencia de nuestra experiencia humana, este libro trata de cualquier otra persona tanto como de mí, y estas historias nos pertenecen a todos tanto como a mí. Son nuestras historias sobre lo que hace falta para permanecer alineado con una visión superior y darle vida en el mundo. Pertenecen al corazón de nuestra humanidad y están codificadas con los recuerdos de nuestra especie y de todas las formas de vida de las que descendemos. Al igual que una magnífica sinfonía orquestal, cada una de ellas está anotada por separado para una planta concreta y, a pesar de todo, todas suenan a la vez para recordarnos nuestra
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profunda historia de conexión e interdependencia con todos los demás seres (humanos y no humanos), así como para conectar de nuevo nuestra magnífica mente con nuestro precioso corazón a fin de que nos atrevamos a soñar un futuro realmente inspirador para el conjunto.
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