Kiyo estuvo muchos días llorando por su amor perdido. Pero más adelante, según pasaba el tiempo, las lágrimas se transformaron en una rabia profunda. Estaba furiosa. Quería vengarse de aquel que la había abandonado, pero no sabía cómo hacerlo. Hasta que, finalmente, fue a preguntar a las deidades que administraban la justicia y les pidió fuerza y poderes mágicos para castigar al monje. 146
Le fue concedido el don de transformarse en un dragón y ella se alegró mucho. Con llamas, fuego y una fuerza tremenda sería capaz de aniquilar al joven sin ningún problema. Sin embargo, antes de atacarlo, Kiyo lo invitó a la casa de té en un último intentó de convencerlo para que volviera con ella. Él aceptó la invitación, pero también en esa ocasión se mantuvo inflexible y aseguró que nunca volvería con ella. En ese momento, la rabia y la furia cegaron a Kiyo, y bajo la mirada asustada de su antiguo amado, se transformó en un dragón feroz. 147
Kiyo estuvo muchos días llorando por su amor perdido. Pero más adelante, según pasaba el tiempo, las lágrimas se transformaron en una rabia profunda. Estaba furiosa. Quería vengarse de aquel que la había abandonado, pero no sabía cómo hacerlo. Hasta que, finalmente, fue a preguntar a las deidades que administraban la justicia y les pidió fuerza y poderes mágicos para castigar al monje. 146
Le fue concedido el don de transformarse en un dragón y ella se alegró mucho. Con llamas, fuego y una fuerza tremenda sería capaz de aniquilar al joven sin ningún problema. Sin embargo, antes de atacarlo, Kiyo lo invitó a la casa de té en un último intentó de convencerlo para que volviera con ella. Él aceptó la invitación, pero también en esa ocasión se mantuvo inflexible y aseguró que nunca volvería con ella. En ese momento, la rabia y la furia cegaron a Kiyo, y bajo la mirada asustada de su antiguo amado, se transformó en un dragón feroz. 147
—Sígueme hasta mi palacio —la invitó, extendiendo su mano. Medusa lo siguió y así vivió junto al rey del mar. Hasta que un día, la diosa Atenea llegó al palacio y nada más ver la fulgurante belleza de aquella joven, se puso muy celosa. —¿Quién es? —inquirió. —La belleza ilumina mi casa gracias al esplendor de Medusa —contestó Poseidón. —¿No pensarás que es la más guapa de todas? —respondió rápidamente Atenea. Estaba en completo desacuerdo con aquella idea. ¿Cómo podía ni siquiera suponer que aquella pequeñez fuera capaz de igualar en elegancia y encanto a una diosa como ella?— Tampoco es que sea tan hermosa —comentó, irritada— y seguro que menos que yo.
24
Sintiéndose ofendida, Medusa se atrevió a contestar: —Si Poseidón dice que nadie me supera en hermosura, yo lo creo y así será. Atenea enfureció inmediatamente y decidió castigar semejante osadía. En un abrir y cerrar de ojos le lanzó una maldición y, ante la estupefacta mirada de Poseidón, transformó a la bella joven en un monstruo.
—Sígueme hasta mi palacio —la invitó, extendiendo su mano. Medusa lo siguió y así vivió junto al rey del mar. Hasta que un día, la diosa Atenea llegó al palacio y nada más ver la fulgurante belleza de aquella joven, se puso muy celosa. —¿Quién es? —inquirió. —La belleza ilumina mi casa gracias al esplendor de Medusa —contestó Poseidón. —¿No pensarás que es la más guapa de todas? —respondió rápidamente Atenea. Estaba en completo desacuerdo con aquella idea. ¿Cómo podía ni siquiera suponer que aquella pequeñez fuera capaz de igualar en elegancia y encanto a una diosa como ella?— Tampoco es que sea tan hermosa —comentó, irritada— y seguro que menos que yo.
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Sintiéndose ofendida, Medusa se atrevió a contestar: —Si Poseidón dice que nadie me supera en hermosura, yo lo creo y así será. Atenea enfureció inmediatamente y decidió castigar semejante osadía. En un abrir y cerrar de ojos le lanzó una maldición y, ante la estupefacta mirada de Poseidón, transformó a la bella joven en un monstruo.