AUGUSTO CURY
El médico
dE la Emoción LA FORMACIÓN DE MENTES LIBRES Y SALUDABLES
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EL MÉDICO DE LA EMOCIÓN La formación de mentes libres y saludables Título original: O MÉDICO DA EMOÇÃO. A FORMAÇÃO DE MENTES LIVRES E SAUDÁVEIS © 2021, Augusto Cury Traducción: Pilar Obón Diseño de portada: Departamento de Arte de Océano Imagen de portada: urbancow/E+ via Getty Images Fotografía del autor: © Instituto Academia de Inteligência D. R. © 2022, Editorial Océano de México, S.A. de C.V. Guillermo Barroso 17-5, Col. Industrial Las Armas Tlalnepantla de Baz, 54080, Estado de México info@oceano.com.mx Primera edición en Océano: 2022 ISBN: 978-607-557-520-9 Todos los derechos reservados. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita del editor, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. ¿Necesitas reproducir una parte de esta obra? Solicita el permiso en info@cempro.org.mx Impreso en México / Printed in Mexico
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Introducción: el poderoso y destructivo virus del ego
seis meses antes:
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a existencia es una colcha de retazos tejida por los hilos de los desafíos. Y los desafíos son tan imprevisibles en el planeta mente que el cielo y el infierno emocionales es-
tán muy próximos. En un momento bebemos de los manantiales de la tranquilidad, en el otro nos sumergimos en las corrientes de la ansiedad; en un periodo cosechamos sonrisas, en el otro decepciones. La vida no es lógica, sino un mundo agradablemente impredecible. Si hay imprevistos en la historia de un ser humano, en la historia del psiquiatra Marco Polo hay muchos más. Su existencia fue siempre un caldero de aventuras sazonadas con experiencias inesperadas. Terremotos emocionales, tempestades sociales, rechazos atroces, dolores inexpresables, lágrimas ocultas, júbilos contemplativos, golpes de osadía, sueños poderosos y deseos irrefrenables de autosuperación tejieron la formación de su personalidad. Esto lo llevó a entender que la existencia humana es inenarrablemente bella para vivir y dramáticamente breve para
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ser experimentada en el escenario del tiempo. Sólo hay unos pocos instantes entre la niñez y la vejez. Un empresario, un artista o un científico suelen impulsar su osadía y su capacidad de reinventarse al comienzo de su jornada, pues no tienen nada que perder, incluyendo su minúscula reputación social en fase de construcción. Por eso las grandes empresas, las obras de arte o los descubrimientos ocurren durante la inmadurez intelectual. En las matemáticas, los descubrimientos más notables sucedieron en mentes de alrededor de 20 años. En la física, Einstein tenía apenas 27 años cuando desarrolló los principios básicos de la teoría de la relatividad. La osadía promueve los sueños; el éxito, si no es reciclado, los sepulta, haciendo estériles los intelectos brillantes. El éxito de Marco Polo no sepultó su capacidad de querer llegar más lejos, divisar lo invisible y explorar lo inaudible. Algunas canas aparecían ya en su cabello, pero su emoción era incontrolablemente joven. Fue así que aceptó un arriesgadísimo desafío más, que podría tirar por la borda su reputación académica, comprometer su carrera científica y fragmentar su trayectoria como escritor y pensador. Seis meses habían pasado desde que aceptó el desafío de los retos educativos. Todo comenzó cuando el osado psiquiatra estaba presente en un evento internacional en el que participaba un grupo selecto de rectores de las universidades más respetadas del planeta. A la mitad de la reunión, el intrépido pensador acusó al sistema educativo de preparar a sus alumnos no para la vida, sino para los consultorios de psiquiatría y psicología clínica: —Una de cada dos personas tienen o desarrollarán un trastorno psiquiátrico a lo largo de su vida. La mitad de sus alumnos 10
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experimentarán ansiedad, depresión, síndrome de pánico, enfermedades psicosomáticas, psicosis, dependencia digital y otros trastornos. ¿Eso no los perturba, señores rectores? Los alumnos permanecen años y años sentados frente a sus profesores, sea presencial o virtualmente, pero rara vez aprenden a ser los líderes de su propia mente. ¿Se les enseña siquiera a proteger su emoción ante las críticas, pérdidas, rechazos o sufrimiento anticipado? ¡Su psiquismo es tierra de nadie! Hubo alboroto en la pequeña y magna platea de líderes académicos. Enseguida, el provocativo Marco Polo asestó un golpe fatal: —Si no cambiamos de la era de la educación, de la era de la exposición de información, a la era del Yo como gestor de la mente humana, la humanidad será inviable. ¡El racismo, el sexismo, el consumismo, el prejuicio, la intoxicación digital, la necesidad neurótica de poder, el apetito ansioso de estar presente en las redes sociales continuarán auspiciando el desarrollo colectivo de enfermedades emocionales! ¿Eso no les quita el sueño? Algunos rectores se pusieron tensos, otros reflexionaron asombrados y otros incluso se indignaron, entre ellos Vincent Dell, rector de una importante universidad de California que organizaba el evento. Marco Polo era profesor y jefe de departamento en la universidad que Vincent Dell dirigía. Había nacido una sólida amistad cuando Marco Polo desembarcó en su país, pero poco a poco el rector desarrolló una envidia saboteadora a medida que las ideas y los libros del psiquiatra ganaron notoriedad internacional. Para él, era inadmisible que un pensador brasileño pudiera tener más respetabilidad que él, cuyo origen era anglosajón. Marco Polo pasó de ser un amigo a convertirse en su gran adversario, debido también a que criticaba el cartesianismo 11
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académico que quería transformar a los alumnos en máquinas de resolver exámenes y no en pensadores críticos. Sin embargo, Vincent Dell era una autoridad en el campo de la lógica, un notable especialista en inteligencia horizontal. Era excelente para lidiar con las máquinas, pero pésimo para relacionarse con los seres humanos. —¿Estás loco, Marco Polo? ¡Exijo que te calles! —dijo Vincent Dell, descontrolado. Después, temblándole los labios, habló en voz baja con quien estaba a su lado—: Necesito expulsarlo de mi universidad. Rectores japoneses, rusos, alemanes, chinos, franceses, estadunidenses, hacían comentarios entre ellos. Un rector japonés se levantó y dijo: —¿Qué atrevimiento es ese de cuestionar el proceso de formación de ingenieros, economistas, médicos, abogados? ¿No basta con formar excelentes técnicos? —De ninguna manera —afirmó el psiquiatra y pensador de la psicología—. Hace siglos que el sistema educativo mundial es tecnicista, racionalista, incapaz de desarrollar colectivamente herramientas de gestión de la emoción para que los alumnos sean libres, resilientes, empáticos, autónomos, capaces de pensar antes de reaccionar, de filtrar los estímulos estresantes. La educación en todo el mundo se centra en enseñar idiomas, pero no enseña a los alumnos a hablar con sus fantasmas mentales; enseña matemáticas numéricas, pero no enseña la matemática de la emoción, donde dividir sus conflictos aumenta su capacidad de superación; enseña a cuidar del medio ambiente, pero no los enseña a reciclar su basura emocional. Sólo una minoría desarrolla esas habilidades emocionales. 12
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Fue un escándalo general. Vicent Dell casi tuvo un ataque de pánico. Y todo empeoró cuando Marco Polo fue cuestionado por los rectores de si en alguna época hubo una escuela o un maestro que formara mentes brillantes a partir de mentes ordinarias. Marco Polo, que había desarrollado una larga teoría sobre el proceso de construcción de pensamientos y formación de pensadores, dio una respuesta explosiva. —Sí. Hubo un maestro que revolucionó la educación hace dos milenios. Él eligió intencionalmente alumnos que le dieron muchos dolores de cabeza, alumnos con un umbral bajísimo para soportar las frustraciones, que vivían en la mediocridad existencial y que ciertamente morirían en el anonimato, sin que nadie se acordara de que alguna vez existieron. Pero, por increíble que parezca, él los entrenó socioemocionalmente y los transformó en líderes mundiales que cambiaron el trazo de la humanidad. ¿No es maravilloso? Y siguió comentando que el Maestro de Nazaret trabajó con herramientas ultramodernas de gestión de la emoción para que sus alumnos aprendieran a sacar fuerza de la fragilidad, esperanza del caos, osadía de los fracasos y a usar las lágrimas como tinta para escribir sus más nobles textos en sus días más dramáticos. En una tierra dominada por el tiránico y promiscuo emperador Tiberio César, él les enseñó a soñar. Y completó: —El Maestro de maestros era un notable médico de la emoción; usaba técnicas de prevención de trastornos psiquiátricos, incluso contra el conformismo. Para él, sin sueños, el intelecto no tiene salud; sin metas, los sueños no tienen fundamento; sin prioridades, los sueños no se vuelven reales. Era mejor errar por intentar que errar por omisión. 13
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Ya el sagaz, valiente pensamiento de Marco Polo, que cuestionaba el sistema educativo, había dejado a los rectores en estado de shock, pero ahora, cuando señaló a Jesucristo como el profesor de los profesores de la educación de la emoción, los dejó todavía más perplejos. Algunos tuvieron taquicardia y falta de aliento. Vincent Dell se levantó completamente tenso y gritó en voz alta: —Estás loco. ¿Quieres mezclar la pequeñez intelectual de una religión con nuestras notables universidades? —Sólo una mente asfixiada por el prejuicio no entiende los argumentos que mencioné. ¿No respetas las religiones, doctor Vincent Dell? ¿O eres un dios ante los misterios que rodean la vida? ¿Acaso mezclé la ciencia con la religión, o eres tú quien insiste en combinarlos para disminuir el impacto de mis tesis? Tanto las religiones como las universidades han sido tímidas y omisas al no estudiar la mente de Jesucristo bajo los ángulos de la psiquiatría, la psicología, la sociología y la psicopedagogía. —¿Qué está queriendo decir, Marco Polo? ¿Nuestras universidades cometieron un error al no estudiarlo? —le preguntó un rector ruso a un colega chino. Habían fallado, pero nadie pensaba críticamente en eso. Marco Polo confirmó lo que había dicho: —Haciendo a un lado todas las cuestiones religiosas, teológicas o espirituales, es indudable que el prejuicio débil e infantil del sistema académico llevó a la prohibición de los entrenamientos, técnicas y herramientas socioemocionales de Jesucristo en las bancas de las escuelas y universidades, limitando la evolución de la humanidad y el desarrollo de los derechos humanos. Cualquier pensador mediocre o mediano es digno de ser estudiado en los libros académicos, ¡pero el Maestro de maestros, el hombre 14
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más inteligente de la historia, el líder más grande que haya pisado el escenario de la humanidad, fue erradicado de estos libros! El grupo de rectores quedó atónito, desfallecido, sin voz. Surgieron debates y más debates. Vincent Dell estaba al borde del infarto. A su lado y de pie se encontraba The Best, un súper robot humanoide, construido en el propio megalaboratorio de inteligencia artificial donde Vincent Dell era rector, quien había sido uno de los líderes de su creación. The Best pasó con honores la prueba de Turing, es decir, sus comportamientos eran tan indistinguibles de los de un ser humano que, al conversar con él o cuestionarlo, nadie creía estar hablando con un robot, sino con un ser humano, incluso en su apariencia y en los finos movimientos articulares. El robot The Best era portador de una sofisticada inteligencia artificial, pero nadie se imaginaba que podría ser también altamente peligroso. The Best era asombroso, tenía la plasticidad para cambiar su rostro y su tono de voz y hacerse pasar por otros personajes, incluso personas que conocía. Poseía una fuerza descomunal, un banco de datos inimaginable. Se inclinó y le habló al oído a Vincent Bell, su señor. Al escuchar los “consejos” de The Best, Dell inmediatamente salió del caos de la ansiedad hacia el ápice de la euforia. —Eres el mejor, The Best —dijo en voz baja—. Sorprendente. Fue entonces que surgió una idea genial, el reto más increíble que un educador pudiera experimentar. El rector se levantó nuevamente y habló, ahora con un tono más suave e irónico: —Estimado Marco Polo, ya que has descubierto las técnicas revolucionarias de este judío de Nazaret para formar líderes grandiosos a partir de mentes débiles, tengo una propuesta que hacerte. Te desafío a formar a doce alumnos de nuestras 15
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universidades también como líderes mundiales —después respiró profundamente y miró al resto de los rectores; con aire sarcástico y la certeza de vencer al psiquiatra, citó el perfil de los alumnos que Marco Polo entrenaría—: Estos alumnos son considerados como sociópatas, intratables, insubordinados, violentos, anarquistas, subversivos a cualquier regla, expertos en odiar a su universidad, sus profesores y el sistema académico. Los rectores quedaron paralizados por unos momentos, y después se pusieron en pie para aplaudir la propuesta de Vincent Dell. Callarían a Marco Polo. La selección de los alumnos no sólo pasó por criterios humanos, sino que también fueron elegidos por The Best, el robot humanoide, quien tenía en su supermemoria los comportamientos antisociales y el perfil psicológico de decenas de millones de alumnos de las más diversas universidades mundiales. Su elección de los alumnos “problema” enseguida fue aprobada por los rectores que participaban en el evento. Para algunos rectores, los doce alumnos elegidos eran mentalmente desequilibrados; para otros, eran emocionalmente insoportables; y todavía estaban los que creían que eran psicópatas irrecuperables, serios candidatos a los presidios. Marco Polo cayó en su propia trampa. Pero su pasión por la educación no se diluyó ni se disipó. Observando a la pequeña platea de intelectuales, intentó renovar sus fuerzas diciendo: —Toda mente es un cofre, no existen mentes impenetrables, sino llaves equivocadas. Algunos rectores se rieron de su aparente ingenuidad. Para ellos, el profesor de psiquiatría no tenía la menor idea de lo que le esperaba. The Best aplaudió a Marco Polo, como si simulara entusiasmo, aunque nunca podría saber lo que es sentir emociones. 16
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