20413c

Page 1


C apítulo 1:

Los órdenes del amor

¿Qué es un sistema humano? Un sistema humano es un grupo formado por personas que se encuentran vinculadas entre sí por una causa o realidad co­ mún que las impulsa a interrelacionarse e influirse mutuamen­ te. Por ejemplo, una familia es un sistema, ya que está com­ puesta por un grupo de individuos vinculados por lazos de parentesco o de convivencia; una empresa sería un sistema, pues la integran un grupo de profesionales unidos para satisfa­ cer sus metas económicas, y un bloque de vecinos también lo es, porque sus habitantes mantienen un vínculo de conviven­ cia, aunque este sea mínimo. Por lo tanto, cualquier familia, organización, pueblo, ciudad, país, cultura o sociedad se puede considerar un sistema si sus miembros tienen un mismo obje­ tivo o contexto que los conecta entre sí. Los seres humanos pertenecemos a distintos sistemas gru­ pales, ya que, como mínimo, venimos de una familia o estuvi­ mos vinculados a un adulto que nos cuidó de niños, hemos nacido dentro de un país, somos miembros de una sociedad y compartimos con los que están a nuestro alrededor una cultu­ ra común (hindú, anglosajona, latina, árabe, etc.). Unas veces somos nosotros quienes decidimos pertenecer a un grupo —si hemos quedado seducidos por su singularidad e

El amor que libera.indd 31

12/6/19 13:33


32 | el amor que libera

idiosincrasia—, y entonces cumplimos con aquello que se re­ quiere para ser miembro; ejemplos de estos casos serían formar parte de un club selecto, afiliarse a un partido político cuya ideología coincida con la propia, establecer una relación de pa­ reja con alguien a quien se ama, ser socio de un equipo depor­ tivo, etc. Otras veces, el deseo de pertenencia viene originado por un interés material o estratégico, como, por ejemplo, ser empleado de una empresa para ganar un sueldo, inscribirse en una aseguradora por si se tiene un accidente o registrarse como socio en una cadena de supermercados porque te da derecho a descuentos. Y luego hay casos más extremos en que la motiva­ ción para pertenecer a ellos es garantizar la propia superviven­ cia, como cuando un joven se une a una banda callejera para estar protegido de las otras bandas, cuando te llaman a filas en una guerra civil para luchar por uno de los dos bandos, o cual­ quier otra situación en la que, o formas parte de ese grupo, o te consideran un enemigo sin opción a ocupar un lugar neutro. Los casos del párrafo anterior tienen un punto en común, y es que se decide pertenecer a ellos después del nacimiento, aunque esta decisión se deba a una cuestión de vida o muerte. Otro tipo de sistemas son aquellos en los que ya se nace siendo miembro o a los que se pertenece desde incluso antes de nacer, como es el caso del sistema familiar de origen, el pueblo, ciu­ dad o país de nacimiento y la especie Homo sapiens sapiens. Por supuesto, no todos los sistemas tienen el mismo poder de influencia sobre las personas. Entre ellos destacará siempre el de la familia, el sistema al que daremos más énfasis a lo largo de este libro, y después el del pueblo o la comunidad en la que se resida, y el del lugar de nacimiento o donde haya transcurri­ do la mayor parte de la infancia y adolescencia. Podemos afirmar, entonces, que de entrada nacemos siendo miembros de varios sistemas, y durante el transcurso de nuestra

El amor que libera.indd 32

12/6/19 13:33


los órdenes del amor

| 33

vida nos iremos sumando a otros y también abandonándolos. Sin embargo, a la familia perteneceremos siempre, desde nuestro nacimiento hasta la muerte, al igual que a nuestra tierra y a nuestra especie. Este hecho tiene como consecuencia que estos sistemas se vuelvan muy especiales para nosotros. Y todos ellos, juntos, tanto los que nos vienen de nacimiento como a los que nos sumemos después, ejercerán una gran influencia sobre nuestro destino y desarrollo como seres humanos. Ahora bien, para que un sistema de personas mantenga un equilibrio sano —es decir, que sus diferentes integrantes se relacionen cordialmente, que los conflictos que se puedan producir no lleguen a un punto en que se vuelvan irresolubles o que ninguno de sus integrantes quede excluido ni apartado— es necesario que cada uno ocupe su lugar y respete el de los demás. Veamos con más detalle en qué consiste esto del equilibrio sano, por ejemplo respecto a la familia. Todos los miembros de un clan familiar tienen una posición que es única e intransferible dependiendo del momento en el que hayan nacido y de quiénes hayan nacido. Esta posición es la que nos define como hijo o hija de nuestros padres, como hermano o hermana de nuestros hermanos dentro de un rango * determinado, como padre o madre de nuestros hijos, como pareja de nuestra pareja, e inmediatamente después como el nieto o nieta de nuestros abuelos, sobrino o sobrina de nuestros tíos, tío o tía de nuestros sobrinos y abuelo o abuela de nuestros nietos. A continuación se pueden añadir el resto de vínculos respecto a las anteriores generaciones y otros familiares, como pueden ser los primos hermanos, los tíos segundos, los primos segundos, los bisabuelos, los tatarabuelos, así como los suegros, los cuñados, los yernos, etc. * Con rango me refiero al número de hermanos, incluyendo los abortos, y el lugar que ocupemos en ellos: hermano mayor, hermano pequeño o hermano de en medio, y en este último caso, el segundo, tercero, cuarto, etc.

El amor que libera.indd 33

13/6/19 18:09


34 | el amor que libera

También cuentan como personas influyentes, tal como ve­ remos más adelante, nuestras exparejas, las exparejas de nues­ tros padres y, a veces, hasta las exparejas de nuestros abuelos. Hay que tener presente que, si las relaciones de pareja anterio­ res de nuestros padres o abuelos no hubieran finalizado en su momento, no se hubieran dado las circunstancias a partir de las cuales nosotros llegamos a la vida. Y si nosotros no hubiéramos terminado con nuestras exparejas, no habríamos tenido a los hijos que tenemos actualmente, si es el caso. Por esta razón, a las personas con quienes anteriormente tuvimos una relación, especialmente si esta fue importante y duró cierto tiempo, también se las debe reconocer en su lugar si no queremos que repercutan negativamente sobre nuestro destino y, desde noso­ tros, en el destino de nuestros allegados. A simple vista lo dicho parece bastante obvio, pero en la práctica en la mayoría de familias nos encontramos con des­ órdenes debido a los cuales uno o varios integrantes no sien­ ten que ocupan su lugar o no respetan el lugar de los otros. No se trata aquí tanto de analizar cuáles son sus acciones o los hechos concretos que dichos desórdenes generan, sino desde qué sentido se ejecutan esas acciones o se toma una decisión. Es decir, cuando una persona se hace responsable de aspectos familiares que no le pertenecen por la posición que ocupa, estará generando o participando de un desorden sistémico que repercutirá, evidentemente, en ella, pero tam­ bién en el resto de los miembros de su sistema familiar al estar todos conectados; y todo esto a pesar de que la inten­ ción de fondo probablemente fuera muy amorosa. De aquí la importancia de respetar el orden natural familiar y no ocupar una posición diferente a la que nos corresponde, porque, si no, nuestro amor se volverá en nuestra contra y en la de los nuestros.

El amor que libera.indd 34

12/6/19 13:33


los órdenes del amor

| 35

Afortunadamente, Bert Hellinger nos ha aportado las cla­ ves para que sepamos qué significa eso de ocupar nuestro lugar y qué debemos hacer si nos hemos perdido al respecto. Estas claves son «los órdenes del amor», a los que después se llamó también «los órdenes sistémicos» porque son determinantes no solo a nivel familiar, sino también para el resto de grupos de los que formamos parte. Por consiguiente, en las empresas, los paí­ ses, las sociedades o en cualquier colectivo de individuos de­ ben implantarse también dichos órdenes si no se quiere sufrir o provocar consecuencias graves. Estos órdenes son los siguien­ tes: de pertenencia, de jerarquía y de equilibrio entre el dar y el tomar.

Orden de pertenencia Todo miembro de un sistema tiene el mismo derecho de pertenecer a este que los demás miembros. En las familias, el derecho de pertenencia es un orden ab­ soluto, irrenunciable e irrompible, al menos sin consecuencias. Este orden consiste en que todos los miembros de la familia son parte de ella, y por este motivo nadie puede quedar fuera, apartado o excluido, independientemente de lo que haya he­ cho o dejado de hacer, o de cómo haya resultado su experien­ cia de vida. Cuando se nace en una familia se pertenece a esta para siempre, y, si los demás miembros confabulan consciente o inconscientemente para apartar o negar a uno de sus familia­ res, se producirán situaciones desafortunadas. Dichas situacio­ nes serán las necesarias para posibilitar que este orden sea res­ tablecido y que todos los que hayan sido excluidos de un modo u otro sean de nuevo reconocidos.

El amor que libera.indd 35

12/6/19 13:33


36 | el amor que libera

En muchas ocasiones se condena al ostracismo * a un miem­ bro de la familia por algo que hizo o dejó de hacer y que se considera imperdonable. Sobre esta persona recaen por parte de uno o varios familiares sentimientos negativos, tales como resentimiento, vergüenza, rechazo, odio, miedo o desprecio. Otras veces, la exclusión no es tanto sobre la persona en sí y sus acciones, sino debida a que se murió o se distanció, lo que generó mucha pena en quienes la amaban; en este caso, me­ diante el rechazo lo que se está excluyendo es la realidad de su ausencia o de su distanciamiento. Esto sucede como un intento de evitar entrar en el duelo por el dolor que supone superar una pérdida, o al revés: a veces la exclusión obedece al intento de no cerrar un duelo, de manera que se prolonga indefinida­ mente con tal de no afrontar el instante de la despedida final. Al no iniciarse o no cerrarse una vez iniciado este proceso que es puramente emocional, se está excluyendo interiormente la realidad de ese familiar: la de que se ha muerto, se ha ido o que ya no está del mismo modo en que estaba antes, aunque siga presente y vivo. Ejemplo de esto último sería una persona que se encuentra en coma indefinidamente o cuyas capacidades mentales se han deteriorado gravemente, por lo que ha dejado de ser la que fue. También estas experiencias requieren un duelo, porque suponen una pérdida. Me explico con más detalle: aceptar a una persona significa hacerlo al completo, a pesar de los que hayan sido sus actos o su destino. Por supuesto, para lograr esta aceptación a veces es necesario dolerse mucho y exteriorizar sentimientos muy pro­ fundos. Cuando no se hace así, queda interrumpido el proceso de asimilación emocional desde la que fuera esa realidad ad­ *  Ostracismo: cuando una persona o un grupo aísla sutilmente a otro individuo ignorándolo o evitando atenderle disimuladamente, actuando como si no estuviera pre­ sente o no se le oyera.

El amor que libera.indd 36

12/6/19 13:33


los órdenes del amor

| 37

versa, y, por lo tanto, la herida sentimental permanecerá abier­ ta. Esto no significa que, por ejemplo, haya que dejar que al­ guien violento nos haga daño para no excluirlo, o que tengamos que mantenernos próximos de quien represente un peligro para no rechazarlo. En estos contextos, lo mejor es alejarse —o defenderse de esa persona si no hay más remedio— para res­ guardar la propia integridad. Pero no podemos rechazar inter­ namente desde nuestro corazón a nadie de la familia, o lo que es lo mismo, no nos podemos permitir guardar sentimientos negativos de odio, rencor o pena profunda hacia esa persona, ni tampoco reprimir o congelar las emociones implicadas que sean. Todos estos estados representan excluir a alguien de nues­ tro corazón por no tolerar las emociones que este tipo de ex­ periencias nos provoquen. Y es que, en el momento en que tenemos el deseo o la fan­ tasía de que un pariente nuestro deje de ser miembro de nues­ tra familia, como si nunca hubiera existido o como si ya tuvié­ ramos superada la pérdida, cuando no es así, estamos excluyendo a esa persona de nuestro corazón. Lo mismo ocu­ rre si pensamos que su muerte no tendría que haberse produ­ cido o que su vida y sus circunstancias deberían haber sido diferentes de las que fueron. Tampoco vale, por supuesto, anes­ tesiarse ante todo ello, dejar de hablar de esa persona, actuar como si no hubiese fallecido o seguir hablando con ella o de ella como si todavía siguiera presente físicamente igual que antes. Todo ello son engaños que en su momento nos pueden permitir ganar algo de tiempo para prepararnos a transitar un dolor, pero, si nos mantenemos en ellos, será cuestión de tiem­ po que nuestro inconsciente y el inconsciente familiar tomen medidas al respecto: síntomas físicos y emocionales, bloqueos personales y relacionales o repetición de los mismos patrones o las mismas tragedias de quien ya no está.

El amor que libera.indd 37

12/6/19 13:33


38 | el amor que libera

En el peor de los casos, será un descendiente nuestro, como puede ser un hijo, un sobrino o un nieto, quien, por lealtad in­ consciente a nosotros, pague las consecuencias de que estemos excluyendo a un miembro de nuestro clan. Esto puede provo­ carle que se enferme, se deprima, sufra un grave accidente o repita los mismos patrones que el excluido inicial. Estudiando los árboles familiares encontramos con mucha frecuencia intrin­ caciones entre un abuelo y un nieto, de manera que el hijo que está en medio sufre el mismo tipo de maltrato o conflicto que sufrió por parte de su padre con su propio hijo; o tenemos una hija que imita a nuestra hermana en su destino drogándose, sien­ do agresiva o comportándose como la oveja negra de la familia. Cuando nos preguntamos por qué se repite la misma situación entre dos personas que resultan cercanas, a pesar de pertenecer a generaciones diferentes, la respuesta suele ser que quedó algo pendiente por sanar con quien inició el conflicto original. Este algo pendiente suele representar casi siempre una exclusión. Pondré ejemplos de tipos de exclusiones: si sentimos una pena profunda o rabia inmensa porque nuestra madre no fue cariñosa con nosotros, porque fue demasiada autoritaria o por­ que estuvo siempre ausente; si consideramos que nuestra her­ mana tendría que estar viva y no haber muerto en aquel acci­ dente; si nos cuesta aceptar que nuestra expareja fue injusta con nosotros por romper la relación. En estos casos, con esos pensamientos y sentimientos le estaremos dando un gran valor a una fantasía que no es real. Con fantasía me refiero a cómo consideramos que deberían haber sido las circunstancias, lo que provoca que nos quedemos resentidos o resignados ante la realidad que nos tocó vivir al compararla con lo que nos hubie­ ra gustado que sucediera o lo que consideramos que habría sido justo. Desde esta posición estamos pretendiendo, aunque no lo expresemos así, que las circunstancias obedezcan a nues­

El amor que libera.indd 38

12/6/19 13:33


los órdenes del amor

| 39

tras consideraciones o nuestros anhelos. O lo que es más grave todavía: insistimos en que nuestro pasado no tendría que haber sido el que fue, sino el que nosotros creemos que hubiera sido más justo o mejor. Todo esto representa una lucha contra la existencia y una pelea interna con lo que no está en nuestras manos resolver, por lo que tarde o temprano quedaremos afectados emocio­ nalmente —y hasta físicamente— por no aceptar la realidad. Incluso podemos, si mantenemos esta actitud mucho tiempo, acabar haciéndoles daño a personas que queremos y a las que jamás pretenderíamos hacer sufrir conscientemente, y todo ello debido a nuestra victimización o culpabilidad por lo suce­ dido. Todos hemos conocido alguna vez a alguien que, por hacerse tanto la víctima o machacarse tanto a sí mismo en nuestra presencia, acaba haciéndonos parte de su historia, ab­ sorbiendo nuestra propia energía. Al final, o te alejas de ese individuo o terminas igual que él, o incluso peor. La aceptación respecto a un ser humano es una de esas pocas cuestiones en la vida que se define como un «todo o nada». Si hay algo que rechazamos de un individuo, lo estamos rechazando al completo, y creer lo contrario es engañarse uno mismo. Eso sí, dentro de lo que representa la no aceptación hay grados que determinan hasta qué punto lo estamos recha­ zando, y estos influirán en la gravedad de las consecuencias que sufriremos para darnos cuenta de que debemos reconocer el lugar de esa persona. Si queremos evitarlo, necesitaremos tran­ sitar también el dolor que nos corresponda por ello, sintiéndo­ lo y expresándolo. La vida nos pone límites, y cierta resistencia por nuestra parte es necesaria, porque esta nos fortalece y nos permite de­ sarrollarnos en aquellos contextos en los que sí está en nuestras manos producir cambios. Sin embargo, cuando a lo que nos

El amor que libera.indd 39

12/6/19 13:33


40 | el amor que libera

resistimos es al pasado, por lo que sucedió, o a la forma de pen­ sar o a cómo decida vivir su vida un familiar o alguien cercano que es adulto, nos estaremos enfrentando a una realidad que nos va a superar por completo. Este enfrentamiento o negación puede generarse ante un hecho puntual o respecto a toda una persona. Sea lo que sea a lo que nos estemos negando o resis­ tiendo, repercutirá negativamente en nuestra vida. Puede que detrás de esa batalla habite un amor profundo por un ser que­ rido, nuestra preocupación por su felicidad o nuestro deseo de que se mantenga junto a nosotros, pero, si todo ello supera nuestras posibilidades y no queremos quedar atrapados, lo úni­ co que podemos hacer es aceptar la realidad, asimilar la expe­ riencia y seguir adelante. Eso sí, para lograr esto necesitaremos primero transitar un dolor emocional que será incómodo. Sobre el sentimiento de indiferencia, cuando alguien cuen­ ta que, ante sus padres, hermanos, hijos, abuelos o quien sea de su familia se siente indiferente y no le importan en absoluto esa o esas personas, se está mintiendo a sí mismo. La indiferen­ cia es un sentimiento imposible respecto a cualquier miembro de nuestra familia, es una manera más de engañarnos y de ha­ cernos más daño con ello. Detrás de esta supuesta indiferencia existe un gran dolor por ese familiar, y ese dolor se mantendrá oculto y generará consecuencias negativas desde el inconscien­ te mientras se mantenga a la espera de ser reconocido y expre­ sado. Es preferible que reconozcamos que estamos odiando, sintiendo pena, avergonzándonos o culpándonos por alguien que decir que nos resulta indiferente. Al menos, si lo reconoce­ mos, tendremos la oportunidad de sanar esos sentimientos y transformarlos en humildad y compasión. Desde la indiferencia simplemente nos cegamos y nos en­ sordecemos emocionalmente, y esto muchas veces puede tra­ ducirse en cegarse y ensordecerse físicamente también, es de­

El amor que libera.indd 40

12/6/19 13:33


los órdenes del amor

| 41

cir, en somatizarlo a través de los ojos o de los oídos. Toda indiferencia conlleva que los sentimientos genuinos queden recluidos detrás de corazas psicológicas en nuestro cuerpo, y la única forma que tiene un cuerpo de mediar con esas emocio­ nes cuando no son expresadas es exteriorizarlas de forma física con síntomas, enfermedades o accidentes fortuitos. En cuanto a la conducta de la autoexclusión —cuando es uno mismo quien se excluye de los suyos—, esta nace de un exceso de sentimiento de culpa o de inocencia. Cuando al­ guien se aparta de todos es porque hace responsables a los demás de su sufrimiento y se considera a sí mismo una víctima de ellos; o al contrario: el aislarse puede deberse a que se está cargando con una gran culpa y por ello uno no se siente mere­ cedor de disfrutar del contacto con los suyos. A veces esta cul­ pa o esta victimización se disfraza de ira y enfado para excusar­ se por el propio aislamiento; otras veces el disfraz es de lástima y de un autocompadecimiento que se hace tan grande que es imposible amar y agradecer la vida en esas condiciones, y otras, el disfraz empleado es el miedo, de modo que se amplifican las sospechas sobre todo y sobre todos, y uno se aleja con la excu­ sa de no sentirse seguro. En todos estos casos me estoy refirien­ do más a una autoexclusión interna que física, ya que uno pue­ de vivir con su familia y parecer que no está o que vive en otra parte. Esto no funciona, las emociones disfrazadas no solucio­ nan nada, sino que alargan la agonía y el sufrimiento de forma innecesaria. En cuanto a las consecuencias de una exclusión, las viven ambos, el excluido y el excluidor *, tanto si son la misma per­ *  Quien excluye a un miembro de su sistema familiar, al no estar cumpliendo con el orden de pertenencia, también se está excluyendo a sí mismo, lo cual le convierte en excluido. Es decir, el excluidor es también un excluido de sí mismo, por lo tanto, si no se responsabiliza de ello, dejará en la conciencia familiar sus patrones en espera de que un

El amor que libera.indd 41

12/6/19 13:33


42 | el amor que libera

sona como si son dos o más los que mantienen esta dinámica. Y si el excluidor en vida no se hace responsable de dichas con­ secuencias, tal como comenzamos a ver antes, la historia no terminará con él, sino que un miembro descendiente por fide­ lidad lo reproducirá desde su propio destino. Los descendien­ tes, a partir de un impulso inconsciente, toman como propias las emociones de enfado, pena, culpa, vergüenza o pánico que generaron los desencuentros entre excluidos y excluidores de generaciones anteriores. Por esta razón, se repiten los mis­ mos patrones transgeneracionalmente, hasta que por fin surge una generación que logra sanarlos reconociendo la pertenencia de quien quedó apartado. Por ejemplo, si el excluido acabó en la cárcel, olvidado en un hospital psiquiátrico, desatendido en la enfermedad o como vagabundo viviendo en la absoluta miseria, observaremos que un miembro de las generaciones siguientes repite su historia representándolo. Analizando el pasado familiar se puede com­ probar que muchas veces coinciden fechas de tragedias o si­ tuaciones semejantes en miembros de diferentes generaciones; también hay coincidencias respecto a las edades que tenían las personas cuando les sucedió una circunstancia semejante, y lo mismo sucede con los nombres: tal familiar, que se llama igual que tal antepasado suyo, puede coincidir con este último en no lograr casarse con la persona que amaba, ejercer la profesión por la que sentía vocación o que se le haya muerto un hijo pequeño. Por lo tanto, cuanto más rencor o más pena profunda le tengamos a un familiar nuestro, más probabilidades tendre­ mos de que a nosotros —o a un hijo nuestro— nos suceda más de lo mismo. Así que las fechas, los nombres y también los descendiente lo intente compensar. De esta forma, quien excluye se excluye, una razón más por la que no nos podemos permitir negar a nadie de nuestra familia en nuestro corazón.

El amor que libera.indd 42

12/6/19 13:33


los órdenes del amor

| 43

fuertes parecidos físicos entre parientes son pistas interesantes y esclarecedoras que facilitan el trabajo de toma de consciencia y de sanación respecto a lo que se haya podido heredar de lo no resuelto del árbol familiar *. A veces no se llega a conocer o averiguar nunca cuál es exactamente la persona excluida que se está representando. Esto sucede especialmente en aquellos casos en los que falta información, como, por ejemplo, en las adopciones. Gracias a la terapia de Constelaciones Familiares se puede trascender este impedimento, ya que nos permite descubrir cuando al­ guien falta, es decir, si hay un antepasado que no tiene lugar. Podemos utilizar a un representante de este excluido para pro­ bar si tal conexión existe, y la constelación nos mostrará si es así o se trata de alguna otra cosa.

Exclusión por vergüenza, rencor o culpa Voy a centrarme en este apartado en la exclusión que re­ presenta el no aceptar la pertenencia de cualquier miembro de nuestro sistema familiar al juzgarlo por lo que hizo, por lo que dejó de hacer o por las consecuencias que tuvieron sus accio­ nes u omisiones en el resto de integrantes de la familia. Por ejemplo, las personas que han sido delincuentes, drogadictas, que tuvieron algún tipo de trastorno mental que dificultase la convivencia con ellas o que fueron violentas y agresivas en su manera de relacionarse con los demás pueden terminar muy fácilmente siendo excluidas debido al resentimiento o el dolor que generaron. *  En Biodescodificación y Bioneuroemoción se estudian las vinculaciones entre familiares de distintas generaciones a través de sus fechas de concepción, nacimiento y fallecimiento, y también si se repiten los nombres o por parecido físico.

El amor que libera.indd 43

12/6/19 13:33


44 | el amor que libera

Dicha exclusión suele venir acompañada de una gran can­ tidad de silencios y secretos que giran alrededor de esa perso­ na, ya que suele ser mucho más lo que no se dice de ella que lo que sí se cuenta. O puede que solo se cuente lo malo y nega­ tivo de ese individuo, como si jamás hubiera hecho nada positi­ vo, lo cual es imposible, porque hasta la persona más cruel ha hecho algo bueno por alguien en algún momento en su vida. Hay casos en los que sencillamente está prohibido hablar de ese familiar, como si existiera una especie de pacto de silencio que exija que se actúe como si no hubiera nacido nunca o no se lo conociera. De alguna forma, con todo esto se está impi­ diendo mostrar ningún tipo de compasión o ternura hacia quien está siendo negado, y por este motivo las exclusiones se mantienen y se repiten en distintas generaciones. También es muy frecuente utilizar a un miembro familiar como cabeza de turco, es decir, como pantalla de proyección de toda la rabia, la frustración y la enfermedad que cargue el clan al completo. Así, se vuelcan sobre él todas las responsabi­ lidades, lo que provoca una grave herida de injusticia en esa persona, una herida que tarde o temprano se tendrá que sanar o se reproducirá en una siguiente generación. Sobre el miedo que pueden seguir inspirando los excluidos, especialmente cuando estos fueron violentos o perpetradores, se teme muchas veces que se propague este tipo de comporta­ mientos en forma de contagio. De alguna manera se intuye la necesidad del sistema de darle salida a toda esta violencia no resuelta, pero se comete un grave error cuando se cree que manteniendo todo eso en silencio se va a evitar dicho contagio; al contrario: lo silenciado tomará un mayor poder sobre el in­ consciente familiar y, por lo tanto, serán también mayores las probabilidades de que esa violencia vuelva a reproducirse pos­ teriormente. Los silencios son siempre más poderosos dentro

El amor que libera.indd 44

12/6/19 13:33


los órdenes del amor

| 45

de las familias que las palabras expresadas, así que, por mucho dolor que esos familiares infligieran, no se les puede negar su pertenencia. En el universo no falta ni sobra nada, y los sistemas familia­ res no dejan de ser universos reducidos, por lo que tampoco hay nada de más en ellos. A nadie se le ocurriría decir que le sobra un pie o un brazo de su cuerpo, sin embargo, cuando un pie o un brazo está enfermo, para que no se propague la enfer­ medad al resto del cuerpo, se amputa ese miembro para salvar la vida de esa persona, pero no como venganza contra ese pie o ese brazo; la parte del cuerpo amputada lo que hizo fue car­ gar sobre sí misma la enfermedad y el dolor, de modo que se sacrificó para que el resto del cuerpo quedase libre. De igual forma, si ese familiar existió e hizo lo que hizo es porque aque­ llo encajaba con las circunstancias que debían suceder dentro de este sistema en ese periodo concreto: era lo que tocaba vivir como resultado de todo lo que quedaba pendiente por resolver del pasado dentro de esa familia en cuestión, con lo que se deduce que quien tomó el rol de perpetrador o violento lo hizo motivado por algo muy superior a él que ni él mismo entendía. Eso también supuso un peso y una carga enorme para dicha persona, pero esto solo se puede entender desde una mirada sistémica libre de juicios y de odios. Hablaré también de la exclusión a través de la vergüenza o la culpa. Entran aquí los casos en los que el excluido fue una víctima de los demás miembros del sistema, alguien utilizado o manipulado por los suyos hasta tal punto que eso le impuso graves limitaciones en su vida. Estos sacrificios pueden obede­ cer a una ambición desmesurada por el resto del clan o a una gran inconsciencia de todos ellos, lo que les llevó a aprovechar­ se de uno de los suyos. Un ejemplo de este tipo de situaciones sería el caso de unos padres que han tenido varios hijos y esco­

El amor que libera.indd 45

12/6/19 13:33


46 | el amor que libera

gen a uno para que los ayude a cuidar del resto de sus herma­ nos y después de ellos mismos al hacerse ancianos. Si esto su­ cede, se está impidiendo que esa persona viva su propia vida, y, si los demás hermanos se acomodan y dejan que el cuidado de los padres ancianos recaiga únicamente sobre ese hermano, es­ tarán siendo también cómplices de un sacrificio tremendo. Esto les generará sentimientos de vergüenza y culpa de los cuales serán más o menos conscientes, lo que dará lugar a las correspondientes consecuencias, en ellos mismos o en sus des­ cendientes, por fidelidad al tío o tía con quien no se fue justo. Otro ejemplo son los casos en los que se han producido abusos sexuales que quedaron silenciados por el resto de la fa­ milia debido al temor al qué dirán o para no manchar la repu­ tación del clan. A esa víctima se la obligó a vivir su drama en soledad y se impidió que se expresara como hubiera necesita­ do, incluso puede que se la acusara de mentir o de estar loca. También en el caso de herencias en las que se deja a algún hermano fuera o se le engaña puede provocarse una vergüenza inconsciente que se transmita transgeneracionalmente. Una consecuencia muy frecuente en estos casos de herencias es que los miembros descendientes sienten, sin saber por qué, que el dinero es peligroso o algo sucio, y ante ello se bloquean econó­ micamente o se obligan a vivir inconscientemente en la caren­ cia. Sea cual sea el motivo, tenemos a alguien que no solo ha sido agraviado, sino del que se decide no hablar para evitar responsabilidades o por no dar una mala imagen como familia. Se pueden incluir también dentro de este sentimiento de vergüenza o desprecio —aunque afortunadamente esto ya se está superando socialmente— a quienes vivieron las siguientes circunstancias: las madres solteras, los hijos ilegítimos, los homo­ sexuales, los niños que nacían discapacitados o con alguna dife­ rencia destacable, los que decidieron cambiar de religión, los

El amor que libera.indd 46

12/6/19 13:33


los órdenes del amor

| 47

que renegaron de continuar con el negocio familiar, etc. Anti­ guamente, en muchos sistemas familiares se consideraba a los hijos como meras prolongaciones de estos. No importaban ni sus deseos ni sus aspiraciones. Nada más nacer recaían sobre ellos tantas expectativas que no les quedaba prácticamente ningún margen para poder mostrarse o expresarse libremente. Los había que, incluso, ya nacían sentenciados a ser menos que los demás por venir al mundo fuera del matrimonio, tener algún rasgo físi­ co excesivamente llamativo o ser hijo o hija de tal o cual perso­ na que ya había sido excluida previamente. Estas personas car­ gaban con un destino trágico al ser rechazadas sistemáticamente. Debido a la vergüenza que se siente por este tipo de fami­ liares, se deja de nombrarlos o se maquilla toda la historia para que parezca que hicieron todos esos sacrificios por gusto, o que en su época aquello era muy normal y se consideraba que no había remedio. Tanto si es a través del silencio como falseando los hechos, hay una exclusión, ya que no se reconoce la injus­ ticia perpetrada sobre ese familiar. Cuando estas personas sean por fin honradas y se reconozca su dolor y las injusticias que sufrieron, en el momento en que se dé espacio a su historia y a la que fuera su experiencia de vida, la familia entera podrá li­ berarse de un peso tremendo y evitar que este pase a las gene­ raciones siguientes.

Exclusión por evitar entrar en la pena profunda o por no querer salir de ella

Hay familiares que han vivido graves tragedias y sobre los que es fácil suponer que han tenido que sufrir mucho. Por esta razón, la tentación de lamentarse por ellos, de sentir lástima y de mirarlos como desgraciaditos o víctimas de las circunstan­

El amor que libera.indd 47

12/6/19 13:33


48 | el amor que libera

cias es enorme. Así lo hacemos como expresión de nuestro amor, pero se trata de un amor ciego e inconsciente. Hay quie­ nes incluso se sienten culpables de no sentir una gran pena por los suyos o de que esta no fuera toda la que ellos consideran que deberían sentir; hasta aquí puede llegar nuestra confusión de que, cuanto más tristes estamos por los nuestros, más los queremos. Todo esto convierte la pena profunda en la emoción más tramposa que existe, ya que nos hace sentirnos muy amo­ rosos, pero, en verdad, denigra a la persona sobre la que recae dicho sentimiento al considerar que no puede sostener su pro­ pio destino. La trampa consiste en medir nuestra capacidad amorosa y el amor que sentimos por nuestros seres queridos en función de la cantidad de pena que somos capaces de sentir por ellos respecto a lo que no les haya ido bien. Nos puede dar una lás­ tima terrible tener un hermano que falleció de niño, que nues­ tra madre fuera abandonada por sus padres, que a nuestro pa­ dre lo asesinaran injustamente o que nuestros abuelos pasaran hambre y terribles penurias. El problema es que con esta pena nos va a resultar prácticamente imposible darnos el permiso de ser felices porque «¿cómo me voy a permitir ser feliz con todo lo que han sufrido los míos?». Esta es una lealtad hacia el sufri­ miento y, aunque nos cueste creerlo, la sufrimos todos los seres humanos, incluso si no somos conscientes de ello. Representa una forma de amor en la que uno mismo se pierde de sí, es un intento de sentirse más inocente a través del dolor y un impe­ dimento a la hora de crearnos un buen destino, como si les debiéramos a los nuestros no ser felices del todo. Además, en esta lealtad tan poderosa no ayuda para nada la cultura judeocristiana en la que nos hemos educado. Da igual que no seamos creyentes, hemos respirado eso de que Jesucris­ to murió por nuestros pecados, lo de «bienaventurados los que

El amor que libera.indd 48

12/6/19 13:33


los órdenes del amor

| 49

sufren, porque de ellos será el reino de los cielos» o lo de «por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa», tal como expone la oración del Yo confieso. También influye en esta pena la creencia de que a través del dolor seguimos vinculados con quien ya no está, bien por­ que esa persona murió siendo todavía muy joven, bien porque se fue sin que nosotros estuviéramos preparados. Me he encon­ trado con pacientes que dicen que necesitan el dolor para sen­ tirse unidos a quien perdieron y que incluso tienen mucho miedo a soltar ese dolor porque, si lo hacen, se sentirían traido­ res o mucho más solos; luego están los que piensan lo contra­ rio, que la traición consistiría en llorar o apenarse, porque el espíritu de ese familiar lo pasaría muy mal al verlos tristes; también están los que reprimen sus duelos para consolar al resto de familiares, lo cual no deja de ser otra excusa ante el propio temor de tener que afrontar su dolor personal. Estos comportamientos, que no dejan de ser otra cosa que estrategias de huída, nos impiden procesar adecuadamente nuestras pér­ didas, pues nos estancan al inicio del proceso o en su momento final, que son siempre las dos fases más delicadas. Pero lo cu­ rioso es que haciéndolo así nos sentimos más amorosos, mejo­ res personas y más leales a nuestra familia. Realmente, ¿qué significa sentir pena profunda por un ser querido? Que consideramos horrible, inadecuado e incluso muy injusto lo que le ha pasado. Pero esta forma de pensar también implica que nos negamos a reconocer sus aprendiza­ jes o el hecho de que en la vida a veces es necesario transitar un dolor para evolucionar y ampliar nuestra consciencia. Por ejemplo, en el caso de un fallecimiento, el que muere no puede aprender de su propia muerte, al menos en el plano físico, pero sus familiares vivos sí que tendrán que aprender para ser capa­ ces de aceptar su pérdida, despedirse de su familiar y recono­

El amor que libera.indd 49

12/6/19 13:33


50 | el amor que libera

cer la dignidad que esto conlleva. Cuando no lo entendemos así, reforzamos tanto nuestro victimismo, por no aceptar la muerte de nuestro ser querido, como nuestra idea de que el muerto tuvo un final demasiado trágico, por lo que no consi­ deramos que su destino fue digno. Cuesta comprenderlo, pero es así: desde nuestra pena pro­ funda, a través de nuestra mirada, le transmitimos al otro que su destino es demasiado trágico y que le supera por completo, con lo que le restamos dignidad. Y si es un pariente fallecido, no llevamos a ese muerto en nuestro corazón, sino que carga­ mos sobre nuestra espalda, como un peso, el que fuera su des­ tino al ser incapaces de honrarlo y respetarlo cuando conside­ ramos que no debería haberle pasado aquello. En verdad, lo que estamos haciendo con este sentimiento es ocultarnos a nosotros mismos nuestra incapacidad de aceptar que la vida a veces funciona así. Es tan fácil perderse en los demás preocupándose todo el día por ellos e intentando por todos los medios que no lo pasen mal, que les sea todo lo más fácil posible y que su vida se ajus­ te a lo que nosotros consideramos que es lo mejor, que abusa­ mos muchas veces de ello para no tener que afrontar nuestras propias cargas existenciales. Y, encima, socialmente está bien visto, de manera que una madre se tiene que preocupar mucho por sus hijos para que se note que es una buena madre, y lo mismo un hijo por sus padres, o un hermano por el resto de sus hermanos. Con esto se consigue que, al estar todos preocupa­ dos por todos, se genere una gran distracción, un gran auto­ compadecimiento, y que todo ello represente mucho amor. Insisto, la pena profunda es una trampa mortal desde la que te denigran por amor y desde la que tienes que aguantar que te miren con excesiva condescendencia, porque se supone que con esa pena te están demostrando que te quieren mucho.

El amor que libera.indd 50

12/6/19 13:33


los órdenes del amor

| 51

¿Cómo se sana este sentimiento tan abrumador? No se tra­ ta de no sentir ni tampoco de convertirse en un pasota, se trata de bajarle el volumen a esa emoción y transformarla en com­ pasión. Desde la compasión vemos el dolor del otro y, aunque no podemos evitar que nos afecte, no nos perdemos en ello ni lo utilizamos para escaparnos de nosotros mismos. La compa­ sión nos permite aceptar que cada cual tiene que vivir sus pro­ pias experiencias y aprendizajes. Estos aprendizajes consisten en ampliar nuestra consciencia a base de sostener nuestros traumas, pérdidas, frustraciones y culpas sin que nublen toda nuestra existencia. Unas veces recibiremos ayuda externa y otras nos tocará hacerlo nosotros solos. En cuanto conseguimos aceptar que es así, nos dignificamos y dignificamos a quienes están a nuestro alrededor. Además, de esta forma conseguimos madurar, progresar y evolucionar. Gracias a nuestra compasión —desde nuestra mirada— le transmitimos fuerza a los demás para que sientan que pueden con su destino. Otro aspecto importante: cuando sostenemos con compa­ sión lo que han vivido nuestros padres, abuelos u otra genera­ ción anterior, reconocemos que venimos de una gran familia, no de una parentela de desgraciaditos. Vemos grandeza en nuestros antepasados, le damos sentido y valor a las experien­ cias que han tenido que pasar y nos volvemos capaces de res­ petarlos y honrarlos desde nuestra propia felicidad. Ese bebé que murió nada más nacer es digno, porque, según los desig­ nios de la vida, no le correspondía vivir más, y así sucedió; esa abuela que sufrió una discapacidad es digna, porque con esa vivencia en su interior aprendió y creció a partir de lo que le tocó transitar; esa persona de nuestro sistema que sufrió malos tratos o que fue incluso asesinada es digna, ya que con ello mostró algo enfermo en la familia que algún día se tendrá que sanar. Todo tiene una razón de ser y, aunque comprenderlo

El amor que libera.indd 51

12/6/19 13:33


52 | el amor que libera

muchas veces nos supera, lo que no nos supera nunca es nues­ tro propio destino. Detrás de ello hay algo mucho más grande que nosotros, y si lo juzgamos desde nuestra lástima infinita no lo estaremos honrando, por lo que terminaremos perpetuando sufrimientos innecesarios. Hablaré también de esas personas que encierran todos sus sentimientos para no sufrir por lo que a ellos les sucede ni por lo que les sucede a los demás. Tarde o temprano esos senti­ mientos se somatizan y provocan enfermedades, accidentes o un impulso irresistible de aislarse, vivir superficialmente o es­ conderse tras adicciones. No significa que no sean personas sensibles, más bien es lo contrario: no confían en su propia sen­ sibilidad y por esta razón realizan grandes esfuerzos para no sentir que son incapaces de hacerlo. Son aquellos a los que les cuesta llorar una barbaridad o que cuando alguien cuenta algo triste ironizan o lo camuflan detrás de un chiste fácil. A veces simplemente hablan de las circunstancias como si fuera algo que han visto en una película, o se limitan a contarlo en forma de datos neutros, sin emoción. De niños congelaron su corazón para sobrevivir, pero cuando se es adulto esa congelación ya no tiene sentido y provoca una gran desconexión respecto de la vida, de los demás y de uno mismo. La tristeza es una emoción sana y debe ser sentida para superar aquello que perdimos o que no pudo ser. Sin tristeza el pasado se convierte en una mochila tremenda cargada de piedras sobre la espalda, y uno, por mucho que se sienta muy fuerte y resistente, acaba aplastado por ella. También puede ocurrir que lo que uno se niegue a expresar lo termine hacien­ do un ser amado por lealtad, como un hijo, una pareja o un hermano, lo que tampoco es nada deseable. Entre la pena pro­ funda y la anestesia emocional existe un punto medio que es la tristeza liberadora, la cual amplifica nuestra capacidad de ser

El amor que libera.indd 52

12/6/19 13:33


los órdenes del amor

| 53

compasivos. Este es el camino que nos va a permitir superar nuestras pérdidas y las pérdidas de los nuestros de modo salu­ dable, procesar los duelos y cerrarlos cuando sea el momento, así como vivir sin sentirnos en deuda con las experiencias trá­ gicas que sufrieron o estén sufriendo los nuestros. Bert Hellinger utiliza tres expresiones diferentes para sim­ bolizar la fidelidad ciega que representa sentir una pena pro­ funda por un familiar: «yo contigo», «yo por ti» y «te sigo». La primera consiste en acompañar el dolor de los que están vivos sufriendo con ellos, como si así volviéramos más liviana su car­ ga; esto nos hace sentir muy inocentes respecto a ellos, pero es una inocencia que nada les aporta. La segunda, «yo por ti» —o lo que es lo mismo: «yo en tu lugar»—, significa sacrificarse como intento de evitar que el otro se dañe a sí mismo, por ejemplo cuando un hijo enferma para distraer a su madre de la depresión que ella sufre, o cuando se suicida si intuye que ella realmente querría morir. La tercera, «te sigo», conlleva el riesgo de morir para seguir a un familiar que ha fallecido, o de morir en vida deprimiéndose, que es otra forma de seguirle de algún modo. Concluyendo, la pena profunda no simboliza más amor, sino un amor más inconsciente. Cuando lo comprendemos de corazón y no solo mentalmente, experimentamos una gran liberación desde la que nos damos, por fin, permiso para ser felices.

Los familiares que más repercuten en nuestro destino Las personas que más influencia pueden tener sobre nues­ tro destino, en relación a los recursos y cargas que recibimos del sistema, son principalmente los padres, los hermanos, los

El amor que libera.indd 53

12/6/19 13:33


54 | el amor que libera

abuelos, los tíos y, en algunos casos, también los bisabuelos y antepasados anteriores. Después también influirán, como es lógico, los que hayan llegado después, es decir, los hijos, los nietos y los sobrinos, pero esta influencia será diferente, ya que nos vendrá dada como si fueran espejos, es decir, que serán el reflejo de lo que esté pendiente de sanar de nuestros anteceso­ res, en especial de los que quedasen excluidos. Por esta razón, todo lo que tengamos pendiente de nuestra familia de origen nos volverá proyectado sobre nuestra familia actual en forma de patrones y repeticiones a través de nuestra pareja, nuestras amistades, nuestros compañeros de trabajo y, sobre todo, nues­ tros descendientes. Además de los familiares directos, en los casos de hijos adoptivos también repercutirán quienes hayan sido sus cuida­ dores. Si fue una institución la que se responsabilizó de la edu­ cación de una persona, también deberemos tener en cuenta las cargas que esta pueda sufrir procedentes de las personas que hayan trabajado en ella o de los internos anteriores, puesto que la institución representa también un tipo de sistema y, por tanto, se establecerán relaciones entre sus integrantes. Otros que pueden estar conectados con nosotros son las anteriores parejas de nuestros padres, y a veces hasta las de los abuelos. En Constelaciones Familiares se contemplan muchos casos en que las experiencias inconclusas de una anterior rela­ ción de nuestra madre, padre o algún abuelo tienen un fuerte impacto en el destino de quien constela. Unas veces lo deter­ minante es el hecho de que nuestro antecesor no pudo desape­ garse del todo de alguna pareja anterior, lo cual le supuso car­ gar con una enorme frustración y un anhelo no resuelto. Si tenemos presente que un niño o niña es un blanco muy fácil sobre el cual pueden recaer las emociones no sanadas del siste­ ma, y que, además, los hijos, desde su amor ciego, están dis­

El amor que libera.indd 54

12/6/19 13:33



Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.