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Babel La vuelta al mundo en 20 idiomas

GASTON DORREN

TRADUCCIÓN DE JOSÉ C. VALES


Título:

Babel. La vuelta al mundo en 20 idiomas © Gaston Dorren, 2018 Edición original en inglés: Babel. Around the World in Twenty Languages, Profile Books, 2018

De esta edición: © Turner Publicaciones S.L., 2019 Diego de León, 30 28006 Madrid www.turnerlibros.com Primera edición: febrero de 2019 De la traducción del inglés: © José C. Vales, 2018 Reservados todos los derechos en lengua castellana. No está permitida la reproducción total ni parcial de esta obra, ni su tratamiento o transmisión por ningún medio o método sin la autorización por escrito de la editorial. ISBN: 978-84-17141-83-7 Diseño de la colección: Enric Satué Ilustración de cubierta: Diseño TURNER Imágenes de cubierta: Wells, H. G., The Outline of History, Nueva York, The Macmillan Company, 1921 [disponibles en FCIT: etc.usf.edu] Depósito Legal: M-1296-2019 Impreso en España La editorial agradece todos los comentarios y observaciones: turner@turnerlibros.com


La lengua es un patrimonio muy personal, algo que uno posee en la misma medida que uno tambiĂŠn le pertenece a ella. La lengua estĂĄ estrechamente vinculada a los fundamentos del propio ser, a los recuerdos y las emociones, a las sutiles estructuras de los mundos en los que uno vive. alok rai, Hindi Nationalism



ÍNDICE

Introducción 20 lenguas para la mitad del mundo . ............................................. 11 20 Vietnamita | 85 millones de hablantes Alpinismo lingüístico ........................................................................ 19 Coreano | 85 millones Sonido y sensibilidad . ...................................................................... 18 Tamil | 90 millones Una cuestión de vida o muerte ....................................................... 17 Turco | 90 millones Irreparablemente mejorado ............................................................. 16 Javanés | 95 millones Adular o humillar ............................................................................. 15 Persa | 110 millones Fundadores de imperios y obreros de la construcción ................. 14 Punjabi | 125 millones El tono es el mensaje ........................................................................ 13 Japonés | 130 millones Discriminación lingüística de género ............................................ 12 Suajili | 135 millones El despreocupado multilingüismo de África . ................................ 11 Alemán | 200 millones Un excéntrico en Europa Central ................................................... 10 Francés | 250 millones ¡Abajo con ‘la différence’! ................................................................

17 43 65 81 99 113 133 151 165 187 203


9 Malayo | 275 millones El vencedor ....................................................................................... 8 Ruso | 275 millones Sobre la condición de indoeuropeo ................................................ 7 Portugués | 275 millones Superándose a sí misma ................................................................... 6 Bengalí | 275 millones Líderes mundiales en ‘abugidas’ ..................................................... 5 Árabe | 375 millones Breve diccionario de nuestro árabe ................................................ 4 Hindi-urdu | 550 millones Siempre hay algo que nos separa .................................................. 3 Español | 575 millones ¿‘Ser’ o ‘estar’? Esa es la cuestión ................................................... 2 Mandarín | 1.300 millones La mítica caligrafía china ................................................................. 2b Japonés (revisitado) Un sistema de escritura sin sistema ................................................ 1 Inglés | 1.500 millones ¿Una ‘lingua franca’ extraordinaria? . .............................................

221 239 257 275 299 321 341 357 377 389

Fuentes y lecturas complementarias ............................................... 4 09 Agradecimientos ............................................................................... 415 Créditos fotográficos ......................................................................... 417


INTRODUCCIÓN 20 LENGUAS PARA LA MITAD DEL MUNDO

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ontar las lenguas del mundo es tan difícil como contar los colores. Desde luego, hay unas cuantas lenguas normalizadas, como el inglés, el francés, el ruso o el tailandés: establecer un listado de dichas lenguas es tan fácil como contar los colores de un cuadro de Mondrian. Pero la mayoría de las lenguas nunca se han normativizado. En muchos territorios lo único que hay es un conglomerado de variedades locales y decidir dónde acaba una lengua y comienza otra es tan difícil como distinguir los colores particulares en un cuadro de Turner. De modo que resulta imposible concretar un número de lenguas definitivo. Dicho esto, la estimación habitual del número de lenguas habladas y escritas actualmente en el mundo asciende a unas seis mil, lo que equivaldría a una lengua para cada 1.250.000 personas. Es una diversidad fabulosa: ¡vivimos en una verdadera torre de Babel! ¿O no? Hay otra estadística sorprendente: si uno consigue dominar simplemente cuatro lenguas –inglés, mandarín, español e hindiurdu–, puede recorrer la mayor parte del mundo sin necesidad de un intérprete. El hindi-urdu y el mandarín se hablan y se entienden amplísimamente en los dos países más poblados de la Tierra, el español puede emplearse tranquilamente en la mayor parte del continente americano y el inglés es lo más parecido que tenemos a una moneda lingüística global. Así que podríamos pensar que esa torre de Babel no es para tanto. Las lenguas más habladas del mundo, que son el objeto de este libro, están provocando a su vez el declive de centenares e incluso miles de otras menos afortunadas. Es una tragedia, porque cuando las lenguas más pequeñas pierden vigencia en un territorio, desaparece para siempre un conglomerado valiosísimo de conocimientos codificados en palabras, narraciones y nombres, lo que Alok Rai denominaba “las 11


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sutiles estructuras de los mundos en que vivimos”. Al mismo tiempo, las lenguas dominantes ofrecen en sí mismas más variedad lingüística, cultural e histórica de la que habitualmente suponemos. Este contraste hace de Babel un libro con sabor agridulce: las veinte lenguas de las que nos ocuparemos son maravillosas y peligrosas en la misma medida. En conjunto, esos idiomas son las lenguas maternas de más de la mitad de la población mundial. Si incluimos a las personas que las hablan como segunda lengua, las cifras serán muchísimo mayores. En todo caso, las cifras quizá sean discutibles, pero se puede asegurar sin duda que al menos el 75% de la población de este planeta está en condiciones de comunicarse en una de las veinte lenguas de Babel. Una cifra menos pertinente, pero tal vez más exacta, sería la siguiente: más del 90% de la humanidad vive en países donde uno o más de estos veinte idiomas se emplean habitualmente en su Administración central. ¿Cómo han llegado esas lenguas a alcanzar su actual posición predominante? La historia de cada una de ellas es distinta, pero la mayoría tienen una cosa en común: el carácter de lenguas francas, lenguas que permiten la comunicación entre personas que tienen distintas lenguas maternas. Dos de las lenguas francas que aparecen en Babel –el suajili y el malayo– surgieron al principio como lenguas comerciales. Más adelante, varios gobiernos las adoptaron como lenguas de la Administración, pero incluso en la actualidad se hablan más como segundas lenguas –muy útiles para personas de distintas procedencias– que como lenguas maternas. En todo caso, el impulso primario y vehicular de las lenguas francas ha sido siempre el imperialismo: el persa, el portugués o el inglés crecieron y se desarrollaron gracias a esta forma de gobierno. Otras lenguas asiáticas discurrieron por los mismos caminos: el árabe se difundió gracias al califato medieval; el mandarín, gracias a las sucesivas dinastías chinas; el turco, gracias a los otomanos; y el vietnamita, gracias a los reyes y los ejércitos del pueblo Việt. Como el portugués y el inglés, otras lenguas europeas también corrieron parejas con distintos imperios coloniales. El español y el francés se propagaron por mar y el ruso, por tierra. Y no parece que 12


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la historia haya cambiado, o así lo cree la gente del sur de la India, mientras trata de resistir con vehemencia el avance del hindi como lengua vehicular para todos los indios. Hasta ahora solo he mencionado trece lenguas. Las siete restantes son el alemán, el japonés, el javanés, el coreano y tres lenguas del sur de Asia: el bengalí, el punjabi y el tamil. Catalogar estas lenguas como lenguas francas sería una exageración. Lo que estas tienen en común es que se usan en regiones pequeñas, pero densamente pobladas. Si bien las veinte lenguas de Babel han tenido éxito en diferentes sentidos, semejante logro también ha constituido el principio de su evolución hacia la diversidad. No puede sorprender a nadie, desde luego, que todas las lenguas sean diferentes en su léxico, en la gramática que emplean y en la fonética que usan. Sus sistemas de escritura no son solo asombrosamente variados en su apariencia, sino también muy diferentes en su operatividad y funcionamiento. La gente tiene sentimientos colectivos distintos respecto a sus propias lenguas: algunos pueblos sienten por ellas veneración, otros orgullo o una actitud protectora, a veces indiferencia, pero también –sobre todo cuando se trata de hablantes de una segunda lengua– resignación o desprecio. Las lenguas tienen diferentes usos también: la mayoría, pero no todas, cuentan con el favor de los Gobiernos y las empresas; otras tienen largas y fructíferas tradiciones literarias, y otras, menos; algunas se conservan en poblaciones de emigrantes durante varias generaciones, mientras que otras se pierden enseguida. Todas las lenguas ofrecen una cierta diversidad interna, pero los modelos difieren sustancialmente; con frecuencia se dan variedades regionales; otras veces, hay una lengua para hablar y otra para escribir; o una para conversaciones formales y otra para comunicaciones informales; o se dan diferentes variedades para hablar con los grupos sociales considerados superiores, inferiores o iguales, etcétera. En otras palabras, aparte de ser sistemas de comunicación excepcionales, todas y cada una de las veinte de Babel también tienen su propia historia y su propia cultura lingüística; son verdaderos universos en sí mismas. A lo largo de los veinte capítulos del libro (más un semicapítulo de propina), procuraré asomarme a cada uno de esos universos 13


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lingüísticos, comenzando por el más pequeño y avanzando hacia el más grande, la “superpotencia lingüística” mundial. Pero así como cada capítulo se va a centrar en una lengua, también analizaremos un tema concreto, un rasgo particular de ese idioma. Por ejemplo, ¿qué queremos decir realmente cuando decimos que el ruso está emparentado con el inglés? ¿Cómo es posible que las lenguas con escrituras sin vocales, como las de la India o China, funcionen tan operativamente como nuestra escritura de veintiséis letras? Si Bélgica y Canadá ya tienen problemas para mantener la paz lingüística, ¿cómo se las apañan en países multilingües como Indonesia? ¿Cómo un diminuto país colonial como Portugal ha expandido su lengua y, sin embargo, no ha ocurrido lo mismo con los Países Bajos? ¿Por qué las mujeres japonesas hablan de un modo diferente que los hombres? ¿Y cómo este libro le dio al autor dos sobrinas vietnamitas?

sobre ‘babel’: algunos detalles (poco) prácticos

Cada capítulo comienza con una breve descripción de la lengua en cuestión: sus distintos nombres, su origen lingüístico, las cifras de hablantes, algunos elementos gramaticales básicos, así como la fonética y el sistema de escritura, y la información sobre los préstamos (cuál es la principal fuente de adquisición y qué palabras han adoptado las lenguas de nuestro entorno, y especialmente el español, de dicha lengua). Las cifras, por supuesto, son discutibles, porque las estadísticas lingüísticas suelen ser muy desiguales y poco fiables. He consultado muchas fuentes, he ignorado los casos particulares y raros, he matizado los fiables y he redondeado el resultado hasta la cifra más probable. Resulta difícil representar sonidos raros de lenguas extrañas sin utilizar el alfabeto fonético internacional (afi), que puede resultar un poco oscuro para los que no son especialistas. He solventado ese problema de dos maneras distintas. En la mayoría de los casos, he intentado aproximar la pronunciación de las palabras extrañas remitiendo al sonido convencional de voces españolas o inglesas (por ejemplo, 14


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usando /i:/ [una i larga] como en la palabra inglesa bee, ‘abeja’) o empleando alguna fórmula de algún país europeo (donde se emplee dicha i larga o donde ese sonido sea representativo). En algunos casos concretos, donde ni siquiera esto funcionaría, he añadido referencias a mi página web (www.languagewriter.com), donde se puede pinchar el botón babel del menú, desde donde se accede a una página con archivos de sonido. A la hora de citar palabras, expresiones o frases como ejemplos, he intentado ser tipográficamente coherente en este sentido: Babel

Cursiva. Palabras en otras lenguas. También se emplea para dar énfasis o nombrar voces. /babel/ Barras: aproximaciones fonéticas. ‘babel’ Comillas simples: traducciones y definiciones. “Babel” Comillas dobles: expresiones y frases. Prácticamente la mitad de las lenguas que se estudian en Babel se escriben en un alfabeto distinto al latino. Las palabras en ruso, mandarín y otros a veces se han transliterado o transcrito. En cuestión de grafías, como de gramática o léxico, varias de las lenguas estudiadas tienen más de un sistema, así que, si el lector nota que las palabras coreanas, japonesas o árabes que se representan aquí son un tanto diferentes de las que él conoce, esa será seguramente la explicación. He procurado ser muy preciso y riguroso en las palabras citadas en este libro; sin embargo, es probable que haya errores de transcripción de todos modos, sobre todo en las lenguas no europeas. Agradeceré cualquier corrección que los lectores puedan enviarme (a traves de mi página web, www.languagewriter.com) y procuraré que aparezcan sus aportaciones en posteriores ediciones y traducciones. Entretanto, consideren tales errores como lo que son: la prueba ineludible de que aún vivimos en la torre de Babel. Gaston Dorren, 2018

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Vietnamita Tiếng Việt 85 millones de hablantes En Vietnam viven alrededor de 75 millones de personas cuya lengua nativa es el vietnamita; en el país, este es el único idioma oficial; otro medio millón de hablantes vive en Camboya. En Estados Unidos viven unos dos millones de vietnamitas y hay también un número considerable de ellos en Francia, Australia, Canadá, Alemania, República Checa y Reino Unido. En el propio Vietnam hay de 5 a 10 millones de personas, minorías étnicas principalmente, cuya segunda lengua es el vietnamita.


Vietnamita Designación oficial

Tiếng Việt, y en ocasiones Tiếng Việt Nam o Việt ngữ.

Familia

El vietnamita es con mucho la lengua más hablada de toda la familia austroasiática, en la cual debe incluirse el jemer, la lengua oficial de Camboya. En todo el sureste asiático y en la India oriental se hablan más de cien lenguas austroasiáticas menores.

Grafías

Alfabeto romano, con un número considerable de signos diacríticos (tildes, apóstrofos). Hasta las primeras décadas del siglo xx se utilizaron grafías basadas en el chino.

Gramática

Véase texto.

Fonética

Véase texto.

Extranjerismos

En la prehistoria, el vietnamita adoptó la terminología agrícola a partir de las lenguas tailandesas vecinas. Se asimiló también una enorme cantidad de palabras procedentes de las lenguas chinas durante un periodo de unos dos mil años, hasta mediado el siglo xx; según ciertas estimaciones, del 30 al 60% del vocabulario vietnamita es de origen chino. Durante el gobierno colonial francés, se adoptó también un número considerable de palabras francesas y se adaptaron a los sistemas fonético y ortográfico vietnamitas. En la actualidad se están adoptando constantemente palabras del inglés (ejemplos, en el texto).

Préstamos

La lengua española no cuenta con préstamos vietnamitas directos. El inglés utiliza voces vietnamitas principalmente para referirse a la cultura del país. La más conocida puede ser pho (de phở), un plato de sopa de la cocina tradicional. Durante la guerra de Vietnam, algunas palabras vietnamitas se colaron en la jerga militar americana, como di di (đi đi), que equivale a ‘fuera’ o ‘vete’, Quan Canh (quân cảnh), que es ‘policía militar’ o so mot (số một), ‘el mejor’ o, literalmente, ‘el número uno’.

Dificultades orales

El vietnamita cuenta con una gran variedad regional en cuanto a pronunciación y vocabulario, aunque no en la gramática. Para los estudiantes de lenguas, esta es la mayor dificultad: es fácil distinguir los acentos más comunes, pero es más difícil comprenderlos, sobre todo los que se hablan en el sur. En realidad, incluso los hablantes nativos del norte tienen problemas a la hora de manejarse con algunos de los dialectos sureños menos conocidos. La pronunciación normal recomendada es una mezcla de algunos rasgos sureños con otras características –la mayoría– típicas de los dialectos vietnamitas septentrionales.


20 VIETNAMITA ALPINISMO LINGÜÍSTICO

Y

a ha transcurrido la mitad de mi estancia de tres semanas en Hanói cuando me oigo decir a mí mismo: “Bác học tiếng Việt một năm và ruỗi… No, espera… rưỡi… rồi nhưng chưa có thể nói không được!”. Las palabras salen de mi boca a trompicones, pero veo que Loan –mi profesora– asiente, así que es posible que efectivamente esté diciendo lo que estoy intentando decir: que llevo estudiando vietnamita un año y medio, y aún soy incapaz de hablarlo. ¿Habré conseguido hacerme entender por fin? Si es así, acabo de pronunciar mi frase más larga –y paradójica también– en vietnamita hasta este momento. Loan (que se pronuncia aproximadamente /lwahn/) se queda en silencio durante unos instantes. Luego hace un gesto de contrariedad con la cabeza. “Bueno, vamos a corregir eso”. Ignoro el sentimiento de frustración que me invade y procuro que mi respuesta suene simpática: —¿Por qué? ¿Crees que digo mal que no sé hablar vietnamita? —La frase tiene varios errores —dice, y empieza a enumerarlos—. Ahora, dilo otra vez. —Bác học tiếng Việt một năm rưỡi rồi nhưng chưa thể nói được. Me gusta estudiar con Loan. No solo habla un inglés muy bueno (aunque eso puede ser un arma de doble filo), sino que también es muy alegre, divertida y una verdadera entusiasta del estudio de las lenguas, tanto de las de sus estudiantes como de la suya. Hemos ido juntos a los museos, a las librerías y a un restaurante, e incluso me ha presentado a algunos de sus amigos. Pero, aunque es una profesora entregada a su labor, no puede negarse que tal vez es un poco severa. En vez de alabar los pocos progresos que puedo estar haciendo, cree firmemente en la fuerza motivacional de su desprecio: 19


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—¿Cómo es que no conoces esa palabra, bác (‘tío’)? ¡Si la leímos ayer! —Seguro, pero me resulta imposible memorizar todas y cada una de las palabras con las que me encuentro, cháu (‘sobrina’), ¡ni siquiera la mitad! Aprender el vocabulario vietnamita es khó khăn… ¡es muy difícil! —Pues deberías, de todos modos. ¡Eres muy buen estudiante! Entonces, doy un respingo. —Aunque es verdad que en la conversación no has mejorado mucho.

El templo de la Montaña de Jade, en Hanói. Durante siglos, la mayor parte de los textos escritos utilizaron las grafías chinas clásicas. Una versión adaptada de su escritura también se utilizó para el vietnamita. 20


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Vuelvo a abatirme. —Sin embargo, algo tienes. Y tu pronunciación desde luego sí que ha mejorado. Pero no mucho, y ahora menos, porque esos escasos cumplidos me dejan sin palabras. Y así andamos, mi joven profesora vietnamita de veinte años y yo. Pero, en primer lugar, ¿por qué estoy aquí, a 10.000 kilómetros de mis amigos y mi familia, peleándome con una lengua en la que, salvo unos cuantos expatriados, solo los extranjeros más estrafalarios se atreven a adentrarse? La respuesta es… este libro. Tal y como mencioné en la introducción, uno necesitaría aprender solo veinte lenguas para poder hablar con la mitad de la población mundial en sus lenguas maternas. Algunas personas lo han conseguido. En cierta ocasión pude saludar al políglota americano Alexander Argüelles, que habla dieciséis o diecisiete lenguas de nuestra torre de Babel y otras muchas que no se encuentran entre las veinte principales. Personalmente, yo he estudiado siete de esas veinte en algún momento de mi vida (inglés, alemán, español, francés, portugués, ruso y turco), con resultados dispares que van desde cierta fluidez a –con más frecuencia– una mera aproximación. La idea de intentar aprender la serie completa de los veinte idiomas me tentó durante un tiempo. Pero no tardé en darme cuenta de que ni siquiera sería capaz de abordar los rudimentos básicos en un periodo de tiempo mínimo para que mi editor, mi cuenta bancaria o, incluso, mi expectativa de vida me lo permitieran. Así que decidí probar solo con uno… pero uno que fuera un verdadero reto. El vietnamita parecía una buena elección. Al contrario que la mayoría de las otras opciones, como el árabe, el hindi o el coreano, no requería el aprendizaje de un alfabeto nuevo al completo, ni –que el cielo me libre– los miles de caracteres chinos. Y como el vietnamita iba a ser el protagonista del capítulo inicial, la aproximación a este idioma me permitiría ir esbozando algunos rasgos de las lenguas que se iban a tratar en el libro. Una razón más, aunque de carácter privado, era que así podría dirigirme a Tuyet, nuestra señora de la limpieza vietnamita, en su propio idioma materno, y pensaba hacerlo por sorpresa. Así que 21


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me decidí por el vietnamita: adquirí un manual* para estudiarlo por mi cuenta y emprendí el viaje. Este capítulo es un resumen de ese viaje.

primeros contactos

El vietnamita escrito causa una sorprendente primera impresión: ninguna otra lengua que yo conozca tiene tantos signos diacríticos. Cuando era un crío, me parecía que la revista Paris Match de mi padre era muy exótica, porque tenía muchas é, à e î, e infinitos apóstrofos (’); sin embargo, el francés parece austero y sobrio comparado con el vietnamita. Con no menos de nueve diacríticos diferentes (á, à, ả, ã, ạ, â, ă, đ y ơ, me encanta el término informal “o con bigotes”, para la última), es una lengua para gente con buena vista. Las palabras, e incluso las letras con varios diacríticos, no son en absoluto una cosa rara: no tardé en descubrir que el nombre de Tuyet se debía escribir realmente Tuyết (y que significa ‘nieve’). Todas esas tildes son necesarias para asegurar una pronunciación correcta, pero añaden una considerable dificultad a la hora de ser memorizadas. Afortunadamente, el vietnamita escrito también parece tener una cara más favorable: casi todas las palabras son monosilábicas. Las palabras cortas del vietnamita (de hasta seis letras, como mucho) deberían ser más fáciles de memorizar que todas esas tan largas como ciempiés que tanto gustan al alemán, al ruso o al turco. Más buenas noticias: a diferencia del inglés y como el español, la grafía del vietnamita refleja de forma bastante ajustada la pronunciación. Esto no significa que todas las reglas ortográficas se ajusten a un sentido intuitivo. ¿Por qué tienen tres maneras diferentes de escribir el sonido /z/ (una s sonora)? ¿Y por qué la letra z no debería ser una de sus representaciones? Y, también, ¿por qué tienen tres maneras diferentes de escribir el sonido /k/? (Aunque, claro, en castellano Agradezco a Assimil que me ofreciera su curso de vietnamita. En la sección “Fuentes y otras lecturas”, al final del libro, ofrezco un listado de los recursos educativos que he empleado. *

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también tenemos casa, kiwi, queso… y no *kasa, kiwi y *keso; y en inglés tienen can, keen y queen, y no *kan, keen y *kween). Otra complicación del vietnamita es la distinción entre t y th: la primera tiene un sonido /t/ y la segunda un sonido /th/, es decir, una /t/ con un leve exhalación de aire. En inglés existe también ese sonido, pero se escribe también como t, así que no es justo quejarse si los vietnamitas prefieren ser más precisos en este punto. En términos generales podría decirse que la pronunciación vietnamita es fácil si no fuera por “el elefante en el salón”: el enorme y gordísimo elefante cantarín que emponzoña la mayoría de las lenguas asiáticas: el tono. Cada palabra debe vocalizarse de acuerdo con un tono concreto de un repertorio total de seis. Yo ya sabía esto de antemano, pero confiaba en que como hablante nativo de una lengua regional tonal (el limburgués o limburguiano), podría manejarlo sin excesivos problemas. Pero no tuve esa suerte: los seis tonos vietnamitas son muy diferentes del ínfimo par de tonos a los que yo estaba acostumbrado. Uno utiliza el tono equivocado en Vietnam y ‘aquí’ se convierte en ‘allí’ (đây, đấy) y el significado de (đi) puede cambiar radicalmente de ‘ir’ a ‘prostituta (đĩ) o ‘escroto’, o ‘maltratado’ (ambos, đì). Afortunadamente, la grafía vietnamita viene en nuestro auxilio: cinco de los nueve diacríticos se transcriben para indicar el tono correcto; el sexto tono está marcado por la ausencia de los cinco anteriores. El resultado de todo este embrollo es que la escritura vietnamita es al mismo tiempo texto y partitura. Hay algo sutilmente maléfico en la gramática vietnamita. Por un lado, resulta sencilla en todas aquellas partes donde la experiencia me ha enseñado que las lenguas suelen complicarse mucho. La conjugación verbal ¿no es el calvario de la mayoría de las lenguas europeas? Pues aquí, nada de eso: basta con añadir un puñado de sencillas partículas invariables (e incluso ese detalle puede pasarse por alto también). ¿Y los casos, como en el latín y el griego, las lenguas eslavas y el alemán? Absolutamente inexistentes. ¿Y los plurales irregulares, como en el grupo de lenguas eslavas,* el danés y el alemán? Recuérdese que las lenguas eslavas son en muchos sentidos diametralmente opuestas al vietnamita. Durante varias décadas, la Unión Soviética fue el principal aliado de *

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El vietnamita ni siquiera tiene plurales tal y como nosotros los conocemos. Todo esto se puede resumir del siguiente modo: ¡no hay terminaciones! Las palabras vietnamitas se quedan siempre como están: nunca cambian. Es difícil de creer, pero es cierto. Pero justo cuando uno está empezando a creer que la lengua vietnamita puede ser bastante más fácil de lo que uno pensaba, surgen varios gremlins… Gremlin 1: los pronombres personales, que son… demonios, uno no sabe ni por dónde empezar. El problema de los pronombres vietnamitas es que son demasiados. Uno no puede decir sencillamente tú y yo, porque hay multitud de tús y de yos para escoger, que en parte dependen del género, pero también de las relaciones y de la edad. El pronombre que uno elige genera un tipo específico de relación social. Aun cuando uno decida emplear la forma más neutral de la primera persona del singular, que es tôi, esta no es realmente neutral, porque su uso consigue que uno parezca extraordinariamente distante, lo cual no es el mejor modo de hacer amigos. Mucho más habituales que los pronombres neutros o distantes son los pronombres que, en su traducción literal, designan toda suerte de relaciones familiares. Si un conocido es, digamos, algo mayor que yo, me dirigiré a él como anh (‘hermano mayor’) o chị (‘hermana mayor’), mientras que me referiré a mí mismo como em (‘hermano menor’). Sin embargo, si el conocido es más joven, lo llamaré em y me referiré a mí mismo (si soy hombre) como anh. Entiéndase que esas tres palabras pueden significar tanto ‘tú’ como ‘yo’, dependiendo de quién le está diciendo qué a quién. Si los personajes en un diálogo vietnamita utilizan esos pronombres, lo primero que hay que hacer es averiguar, a partir del contexto, quién es el más joven y quién es el mayor, así se podrá establecer qué pronombre le corresponde a cada cual. Pero si la diferencia de edad es más amplia, entran en escena una serie de palabras completamente distintas. La razón por la que Loan y yo, en el diálogo transcrito anteriormente, nos llamábamos mutuamente bác Vietnam, lo cual obligó a dos sufridas generaciones de vietnamitas a estudiar ruso, que es una lengua eslava.

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y cháu (literalmente, ‘tío’/‘tía’ y ‘sobrina’/‘sobrino’) es que yo tengo aproximadamente la misma edad que sus padres. Y, por cierto, no incluí esas palabras en el diálogo para dotarlo de cierto color local: los vietnamitas las utilizan habitualmente incluso cuando están hablando en inglés u otra lengua. El segundo gremlin es lo que me gusta llamar las “frases laberínticas”. Por supuesto, cuando uno está empezando a aprender un idioma nuevo, es normal sentirse un poco torpe e ignorante. Pero con otras lenguas, aun cuando el significado de las palabras no esté del todo claro, uno puede decir qué tipo de palabras son, en general. Hay numerosos indicios –terminaciones, acompañamiento de artículos y pronombres, etcétera– que nos ayudan a reconocer si estamos ante un verbo retorcido, ante un sustantivo farsante o un adjetivo malvado. Esto resulta reconfortante y útil, tanto como ser capaz de adivinar formas vagas y difusas en la oscuridad. Como el vietnamita no tiene terminaciones ni artículos y, en cambio, cuenta con demasiados pronombres, resulta muy fácil quedarse absoluta- y completamente perdido en una frase. Y no tardé en darme cuenta de una tercera complicación. Muchas palabras comunes del vietnamita pueden ser verbos, sustantivos o preposiciones, pero también cualquier otro tipo de palabras, con significados que pueden estar relacionados o no. La palabra chỉ puede significar ‘señalar’ o ‘solamente’. La voz ở a menudo significa ‘a’ o ‘hacia’, pero también puede significar ‘ser’ o ‘quedarse’. El término là puede significar ‘ser’ (‘es’, ‘eres’, ‘era’, etcétera), pero también ‘que’, como en la fórmula “Ella dijo que…”. Y được tiene tantos significados y funciones gramaticales –según me han dicho– que a lo único que puede aspirar uno es a intentar adquirir cierto conocimiento de la palabra tras practicar y practicar sin descanso. Hay aún un tercer gremlin: el orden de las palabras. El orden básico de las palabras es un juego de niños: sujeto, verbo, objetos (igual que en inglés y, generalmente, en español). Los adjetivos van tras los sustantivos, al contrario que en inglés, pero de un modo muy parecido al francés o al español. Por desgracia, otros tipos de palabras y frases vietnamitas son tan caprichosos como erráticos en sus gustos a la hora 25


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de situarse. La palabra que significa ‘muy’ va delante del adjetivo (y así rất lớn es ‘muy grande’), pero otras palabras insisten en que vaya detrás (lớn lắm, ‘grande mucho’, literalmente). La forma khi nào (‘cuándo’), al final de la frase, suele referirse al pasado, mientras que cuando se emplea al principio de la frase mira al futuro. La partícula para la expresión del tiempo pasado (đã) se pone antes del verbo, pero otras se ponen después (rồi); etcétera y enloquecedoramente etcétera. La pronunciación y la gramática tienen algunos aspectos complicados, pero también otros que son muy sencillos. En el vocabulario, sin embargo, la sencillez se da muy de vez en cuando. Teniendo en cuenta las influencias europeas que ha sufrido Vietnam desde finales del siglo xix, uno esperaría encontrarse con numerosas incorporaciones y extranjerismos. ¡Ojalá fuera así! Aparte de algunos sustantivos extranjeros y ciertas palabras raras de origen foráneo, el léxico vietnamita consiste en agrupaciones profundamente raras e impenetrables de letras (de una a seis) que tienen que aprenderse de memoria. No puedo decir que semejante perspectiva fortaleciera mi motivación. Tampoco favoreció mi primer encuentro real con dicha lengua. Acababa de dar una charla ted sobre las ventajas individuales y colectivas del multilingüismo, en la que mencioné brevemente mis adelantos con el vietnamita, cuando se dirigió a mí un joven con aspecto asiático. No entendí ni una palabra de lo que me dijo. Amablemente comenzó a hablar en alemán y me explicó que solo me había dicho “hola” en la lengua de sus padres: era, en realidad, la primera frase de mi primera lección, pero yo había sido incapaz de reconocerla. Y cuando algún tiempo después me animé a saludar a nuestra señora de la limpieza, Tuyết, en vietnamita, su reacción fue más de enfado que de agradable sorpresa. Supongo que el pronombre que elegí sugería que la trataba como a una mujer menor de sesenta años, lo cual, en la cultura vietnamita, no es en absoluto un cumplido. A principios de abril, después de seis meses de lucha, decidí tomarme un respiro.

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