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DESMEDÍCATE PROGRAMA DE 6 SEMANAS PARA RETOMAR EL CONTROL DE TU SALUD Porque tú eres quien mejor conoce tu cuerpo, lo que te sienta bien y te cura y lo que te sienta mal y te enferma

WILLIAM DAVIS Autor de SIN TRIGO, GRACIAS

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El único propósito de este libro es el de ser una obra de referencia, no un manual médico. La información que contiene está diseñada para ayudarte a tomar decisiones relacionadas con tu salud. No pretende sustituir a ningún tratamiento que pueda haberte prescrito tu médico. Si sospechas de la existencia de algún trastorno de salud, te instamos a que busques ayuda médica competente.

Título original: Undoctored: Why Health Care Has Failed You And How You Can Become Smarter Than Your Doctor Traducción: Blanca González Villegas Diseño de cubierta: equipo Alfaomega ©  2017, Dr. William Davis La traducción autorizada del idioma inglés de esta obra ha sido publicada por Rodale Books, Nueva York, Estados Unidos. Publicado por acuerdo con International Editors’ Co, The Cooke Agency International y Rick Broadhead & Associates Inc. De la presente edición en castellano: ©  Gaia Ediciones, 2017 Alquimia, 6 - 28933 Móstoles (Madrid) - España Tels.: 91 614 53 46 - 91 614 58 49 www.alfaomega.es - E-mail: alfaomega@alfaomega.es Primera edición: mayo de 2019 Depósito legal: M. 8.641-2019 I.S.B.N.: 978-84-8445-801-2 Impreso en España por: Artes Gráficas COFÁS, S.A. - Móstoles (Madrid) Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

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Dedicado a todos los lectores que reconocen que la salud es algo que debe alcanzarse a travĂŠs del esfuerzo individual y que no tiene casi nada que ver con los mĂŠdicos ni con el sistema sanitario.

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Índice

Introducción .................................................................. 13

PRIMERA PARTE

Capítulo 1 Chimpancés, parásitos, agencias de viajes y corredores de bolsa . ..............................................

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Capítulo 2 ¿Quién eliminó la «salud» del servicio de salud? . ...........

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Capítulo 3 Con amigos como estos… ...............................................

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Capítulo 4 ¿Hay algún médico en Desmedícate? ............................. 123

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SEGUNDA PARTE

Capítulo 5 Tienes compañía: información, comunidad y colaboración .......................................................... 147 Capítulo 6 Regreso a nuestras raíces sin cereales . ............................ 173 Capítulo 7 Carne, fuego, grasa y otros elementos esenciales . ........... 211 Capítulo 8 De las hierbas, las bolsas de enema y las pinzas a las apps, los relojes inteligentes y el bricolaje genético .................................................................... 269

TERCERA PARTE

Capítulo 9 Comer al estilo Salvaje, desnudo y sin lavar .................... 299 Capítulo 10 Salvaje, desnudo y sin lavar: recetas para 6 semanas ....... 335 Capítulo 11 Salvaje, desnudo y sin lavar: cultiva el jardín de tu flora intestinal . ................................................................. 377 Capítulo 12 Salvaje, desnudo y sin lavar: suplementos nutricionales para corregir déficits . ............................................... 405

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índice

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Capítulo 13 Una última mezcolanza de salud: sueño, ejercicio, evitar las toxinas y romper las mesetas del peso ................. 457 Capítulo 14 Respira, bebe agua y mantente «desmedicado» ............... 489 Agradecimientos . ........................................................... 503 Apéndice a Protocolos del programa Desmedícate: pasos adicionales para problemas de salud concretos ........................... 507 Apéndice b Fuentes ocultas de cereales y edulcorantes seguros . ....... 527 Apéndice c Recetas adicionales: agua de magnesio y fermentación de verduras . ............................................................. 535 Apéndice d Recursos adicionales ....................................................... 539 Notas bibliográficas ....................................................... 551 Índice temático . ............................................................. 587 Listado de sinónimos . ..................................................... 607

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Introducción

«Creo que las mayores innovaciones del siglo XXI estarán situadas en la intersección entre la biología y la tecnología. Comienza una nueva era». Steve Jobs

¿A quién no le gustan esas películas emocionantes sobre médicos? ¿Te acuerdas del personaje que representaba George Clooney en la serie televisiva Urgencias, ese doctor Doug Ross pediatra, mujeriego y rebelde con corazón? Añadámosle otros personajes como el autoritario doctor Kerry Weaver y la adorable enfermera Abby Lockhart y ya tenemos la fórmula perfecta para una serie que ha enganchado a toda una generación de televidentes y en la que se retrataba la atención sanitaria como algo acelerado y emocionante, con fallos, pero bien intencionado; por encima de todo, algo profundamente humano. Pero así es la televisión: dramatiza, idealiza e higieniza. La faceta privada de la atención sanitaria auténtica es completamente distinta. En la mayor parte de los casos no hay dramas, ni urgencias, ni decisiones críticas a vida o muerte, ni la sonrisa cautivadora de George Clooney, ni besos subrepticios en los rincones de los almacenes de suministros. Como llevo más de veinticinco años ejerciendo la medicina, puedo decir por experiencia propia que la mayor parte de la atención sanitaria es rutinaria, cosas aburridas como vigilar la tensión arterial y tratar hinchazones, escaras e infecciones de vejiga; es el coste y el copago, y no

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invita a que actores guapos puedan representar dramas tan fascinantes como, por ejemplo, curar unas hemorroides que pican. Pero aunque sea algo que aburriría hasta a las ovejas, mueve una gran cantidad de dinero. En el 2014, Estados Unidos gastó en sanidad un 17,5 por ciento de su producto interior bruto, lo que supone un total de tres billones de dólares (9523 por persona), mientras que otros países desarrollados con sistemas de salud comparables o mejores en calidad que el de EE. UU gastaron entre el 10 y el 12 por ciento y menos de un tercio de ese dinero se invirtió en los hospitales. Los otros dos tercios se gastaron en cosas tan poco atractivas como consultas externas, catéteres urinarios y medicamentos para el reflujo ácido1. Muchos médicos modernos se consideran a sí mismos seres omniscientes capaces de manejar cualquier aspecto de la salud, desde el parto hasta la muerte, desde las vacunas hasta la senilidad. Lo sé porque yo mismo fui uno de ellos. La relación «yo soy el médico, tú eres el paciente» ha quedado congelada desde la época de Hipócrates. A pesar de la imagen tecnificada que puedan dar, todavía siguen utilizando métodos anticuados para conservar esa autoridad paternalista. Ser médico significa llevar una bata blanca para impresionar a pacientes ignorantes y desamparados, dar una apariencia de autoridad diseñada para explotar el poder del efecto placebo, hacer perder mucho tiempo en salas de espera erigidas como barreras para acceder al privilegio de recibir la sabiduría de supuestos expertos mientras que el mundo monolítico de la facturación médica continúa siendo infranqueable. Todo parece haber quedado fosilizado aunque hayamos entrado en una era de acceso inmediato a la información, de vídeos por encargo, de entregas mediante drones y de la democratización de los debates gracias a las redes sociales. Los médicos se erigen en guardianes de la información sobre salud y consideran al ciudadano medio como una persona mal informada y sin

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experiencia, un ignorante en cuestiones de salud incapaz de hacerse cargo de cualquiera de sus facetas. ¿En qué otra industria puede el proveedor de un servicio actuar con tanta desconsideración hacia la satisfacción del cliente? Imagina que compras un coche a un vendedor que se vale de la intimidación para subir los precios, que se niega a responder preguntas y que desprecia tus preocupaciones porque las considera propias de un ingenuo no experto en temas automotrices; dudo que le compraras todo contento un nuevo descapotable híbrido. La corriente de información ha cambiado. Es posible que, en 1950, lo normal fuera que el público no supiera nada de salud, pero la rápida transmisión de información que tiene lugar hoy en día ha transformado esta interacción desigual y ha hecho que la relación paternalista entre médico y paciente del pasado sea ya tan relevante como la trepanación (abrir agujeros en el cráneo; sí, se hizo de verdad) para tratar la migraña. Tú tienes el mismo acceso a la información que tu médico. Y para ello no tienes que revisar docenas de gruesos volúmenes del Index medicus y luego rescatar datos de un estudio entre polvorientos montones de revistas médicas, como yo hice durante mi formación. El campo de juego recién nivelado que supone el acceso inmediato a la información consigue que un estudio clínico nuevo que acaba de leer tu neurólogo o tu ginecólogo esté a tu alcance con unos pocos clics de ratón. El monopolio bien guardado y de culto de la información relacionada con la salud desapareció hace tiempo y ha sido sustituido por otra información inmediata y amplia, fácilmente accesible para cualquier persona. Los recursos que tenemos a nuestro alcance se han disparado y siguen aumentando a un ritmo exponencial. El crecimiento de la información médica hace que la educación que recibió tu médico en la facultad y durante sus años de aprendizaje esté ahora polvorienta, carcomida y obsoleta. En

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1950, la cantidad de información disponible se duplicaba cada cincuenta años; en 1980 lo hacía cada siete y en el 2010, cada tres y medio. Si continúa la tendencia actual, en el 2020 lo hará cada setenta y tres días2. Pero este incremento de la información no se da solo en la medicina sino también en otras áreas que influyen sobre la salud humana, como la toxicología (como consecuencia de la proliferación de toxinas industriales en el medioambiente que trastornan la salud endocrina y aumentan el riesgo de cáncer) o las ciencias medioambientales y la planificación urbanística, pues el ruido de las ciudades, el humo, la congestión y el estrés influyen sobre diversos aspectos de la salud. Ningún ser humano puede mantenerse al día con la carga informativa existente y albergar la esperanza de proporcionar una atención sanitaria actualizada, por muy listo y trabajador que sea, por muy moderno que sea su equipo o por muchos quirófanos de que disponga. Para abordar esta explosión de información sobre salud hacen falta herramientas nuevas capaces de organizarla, darle un uso práctico y sacar de ella el máximo beneficio. ¿Qué pasaría si combináramos la recién descubierta libertad informativa que nos proporcionan las búsquedas de Internet con la herramienta de respuesta humana de las redes sociales y el auge de las pruebas analíticas directas al consumidor que el médico evade, y luego añadiéramos un poco de orientación obtenida de fuentes sin ánimo de lucro? Es posible que todo ello nos proporcionara una autoridad considerable sobre nuestra salud. Cuando aplicamos los métodos exclusivos de la Era de la Información, indiferentes al ritual, la intimidación y el beneficio económico, pueden suceder cosas absolutamente increíbles: el peso se funde sin esfuerzo, disminuyen el dolor articular y las erupciones cutáneas, el reflujo ácido y el síndrome del colon irritable remiten en cuestión de días, la fibromialgia y la colitis ulcerosa

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emprenden una rápida retirada, los medicamentos con receta se vuelven superfluos… y todo por participar en un intercambio colectivo de información cada vez mayor. Al sistema sanitario se le da de maravilla desarrollar el último desfibrilador implantable a un precio astronómico, aunque una parte sustancial de las personas que reciben estos dispositivos no los necesiten realmente. Sin embargo, es muy tacaño a la hora de proporcionar unas soluciones sencillas para las cardiopatías que pueda gestionar el propio paciente3. El sistema está muy dispuesto y decidido a obligarte a tomar medicamentos contra la diabetes y a inyectarte insulina de por vida, a que trates las enfermedades del corazón, las insuficiencias renales y las neuropatías periféricas que estos pudieran provocar con más fármacos y procedimientos médicos, y a proporcionarte una «educación» diseñada por personas que anteponen sus intereses comerciales a todo lo demás mientras nadie aporta el puñado de estrategias baratas que, según se ha demostrado, reducen e incluso revierten totalmente la diabetes tipo 2. Pueden citarte para la próxima semana para hacerte una mastectomía doble con la que evitar el cáncer de mama, pero pasarás años buscando consejos creíbles que te ayuden a minimizar la exposición a los xenoestrógenos y a los compuestos organoclorados y a reducir con ello la grasa visceral inflamatoria que favorece la enfermedad. Si eres una mujer de mediana edad, es probable que algún médico te haya aconsejado ya que empieces a tomar un medicamento para combatir la osteoporosis, y que lo sigas haciendo el resto de tu vida, pero seguramente no mencionó en ningún momento los métodos naturales, demostrados y baratos que pueden revertir la pérdida de masa ósea y devolver la normalidad a los huesos. En la atención sanitaria, el éxito se mide por el número de intervenciones quirúrgicas realizadas y por los fármacos recetados y las vidas salvadas cuando la enfermedad ya ha dado la cara, pero

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casi nunca por la cantidad de veces que se previene la enfermedad desde el principio. Sin duda existen situaciones en las que los médicos y la atención sanitaria son necesarios. Si tienes una hemorragia, has sufrido un traumatismo o tienes una neumonía que te impide respirar, las antiguas suturas, reducciones de fracturas óseas y antibióticos siguen siendo eficaces. No conozco a nadie dispuesto a ponerse una prótesis de cadera a sí mismo ni a tratar una infección de las vías urinarias con pomadas y tónicos. También se dan situaciones que escapan a nuestra capacidad de acción, como el cáncer infantil, los defectos congénitos y las enfermedades pulmonares provocadas por el tabaquismo. Hay incluso algún que otro profesional sanitario que, a pesar de lo sesgada que ha sido su formación, comprende su papel como sanador y no como engranaje de esta rueda defectuosa cuyo objetivo es la búsqueda del beneficio material. Pero no estoy hablando de estas situaciones. Quiero referirme a esos problemas de salud más comunes y caros (en total) que asolan a los seres humanos modernos: estreñimiento, migraña, eccema, disfunción eréctil, reflujo ácido, fascitis plantar, acné o trastorno de déficit de atención. Estos son los problemas que aburren hasta la médula a la mayoría de los médicos y que jamás aparecen en las series de televisión. A los médicos les apetecería mucho más ver otros problemas más emocionantes y rentables como ataques al corazón, cánceres de colon, tumores cerebrales y niños que se tragan objetos extraños. Sin embargo, estos problemas de salud tan poco interesantes para tu médico son los que se pueden reducir, revertir y me atrevería a decir curar de un modo seguro y eficaz con un puñado de estrategias sencillas que puedes poner en práctica tú mismo. Te evitarás las molestias y los peligros del sistema de salud y, como evidentemente no estarás intentando obtener un beneficio económico, eliminarás un montón de cos-

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tes innecesarios. Descubrirás además que tus problemas de salud resultan mucho más fascinantes desde el momento en que te implicas en ellos. La primera vez que observé el poder que ejerce la determinación personal sobre la salud fue hace veinticinco años cuando, a pesar de ser profesor en un hospital universitario y de estar colegiado en medicina interna y cardiología, sin querer me provoqué una diabetes tipo 2 con graves distorsiones en las cifras de colesterol y triglicéridos al embarcarme en un estilo de vida vegetariano estricto y bajo en grasas dominado por las verduras y los «cereales integrales saludables». Afortunadamente, pude revertir todos estos desastres alimentarios con unas cuantas estrategias básicas de salud y sin tomar ni un solo fármaco. Y me resultó muy fácil. Quiero dejar claro que lo que defiendo es la idea de que las personas pueden gestionar su salud de una forma segura y responsable y conseguir unos resultados superiores a los que proporciona la atención sanitaria convencional; no inferiores ni iguales, sino superiores. Aunque esta afirmación puede parecer demasiado atrevida, si mi experiencia con miles de personas a lo largo de la última década sirve de respaldo, puedo decir que casi todo aquel que pone en práctica un puñado de estrategias concretas y sencillas gana en salud mucho más de lo que conseguiría con los métodos convencionales a base de medicamentos y procedimientos médicos, por no hablar del terrible mensaje que transmiten los modernos consejos alimentarios. Comprobarás que se ha descifrado el código secreto de una lista larga y asombrosa de enfermedades. Lo que yo digo es que las personas normales pueden conseguir resultados sorprendentes sin medicamentos, sin hospitales, sin procedimientos médicos, simplemente evitando al doctor y utilizando herramientas que informan, miden y apoyan los esfuerzos que realizan en favor de sí

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mismas. Además, esta estrategia resulta relativamente fácil, barata, segura y hasta divertida. Defiendo que las personas pueden gestionar su salud de una forma segura y responsable y conseguir unos resultados superiores a los que proporciona la atención sanitaria convencional; no inferiores ni iguales, sino superiores.

Esto es algo que nunca se había podido conseguir anteriormente y que forma parte del paisaje tan cambiante de la tecnología actual. La idea habría resultado imposible, o al menos peligrosa, hace solo diez años. Solo ahora se está haciendo realidad. El empoderamiento del individuo en cuestiones de salud no es en realidad más que un aspecto de unas tendencias de cambio mayores que incluyen los coches que se conducen a sí mismos y el eco que provocan personajes desconocidos en los programas de telerrealidad y en YouTube. Los sistemas de piloto automático por ordenador llevan años utilizándose para pilotar y aterrizar aviones, la tecnología ha impulsado innovaciones en la atención sanitaria como el modelado tridimensional de fármacos y la cirugía robótica por control remoto, y don nadies virtuales exhiben talentos impresionantes para audiencias televisivas nacionales; sin embargo las innovaciones modernas todavía no se han explorado a fondo para empoderar al individuo en cuestiones de salud. Pues bien, ha llegado el momento de hacerlo: las herramientas de la tecnología, unidas a una masa crítica de información nueva y al potencial interactivo de la masa, han alcanzado unos niveles que permiten a cualquier persona normal recuperar el control personal de su salud. Los cuatro primeros capítulos del libro pueden resultarte turbadores, incluso estremecedores, porque ahí es donde disec-

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ciono y analizo en lo que se ha convertido la atención sanitaria moderna con la perspectiva del que lleva muchos años dedicado a ella. No lo hago solo para señalar culpables ni para que te enfades, sino para exponer que el servicio de salud es algo muy distinto de lo que creías, una mera sombra de lo que debería ser, conformado por prácticas obsoletas, el cumplimiento casi sectario de unas normas, la necesidad patológica en ocasiones de controlar las vidas de las personas y el beneficio económico. Solo después de que haya planteado una serie de preguntas graves acerca de la atención sanitaria moderna, nos zambulliremos en una parte mucho más interesante y cautivadora del tema: la forma de empezar a vivir una vida sin médicos. En la parte práctica del libro expongo mi programa completo de seis semanas con recetas para empezar, instrucciones para que emprendas confiado tu camino hacia una vida sin médicos y una serie de pasos que puedes dar para reducir o eliminar los medicamentos. Quiero dejar claro lo que no es este libro: no es una guía para autodiagnosticar diversas enfermedades ni una farmacopea de tratamientos sin receta. Observarás que el proceso Desmedícate da un giro de 180 grados a la situación actual de la sanidad al mostrar un planteamiento que restaura la salud de la cabeza a los pies de formas inesperadas, que revierte numerosas dolencias, de muchas de las cuales probablemente no eres siquiera consciente, y también muchos problemas de salud evidentes. Solo después de este proceso inicial nos desviaremos hacia otras direcciones que pueden implicar la exploración de diagnósticos y tratamientos. Analizaré cómo podemos distinguir la información buena de la mala, los consejos tendenciosos diseñados para exprimirte más dinero de la orientación segura e imparcial, y te mostraré cómo poner en práctica un puñado de normas básicas que te mantendrán en el buen camino.

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Aunque el sistema sanitario es indiferente a la salud real que no implique actividades remuneratorias, nunca hasta ahora había sido tan grande el volumen de información y herramientas que pueden aplicarse a la salud. Sin embargo, el sistema no está equipado para proporcionarte esta información y transmitírosla a tu familia y a ti… ni tiene el más mínimo interés en hacerlo. Estos son los papeles que quiero que desempeñe Desmedícate: quiero que sea un catalizador del cambio, un libertador de las cadenas de la ignorancia indefensa que permita a la atención sanitaria convencional prosperar, un manifiesto y un mapa que nos lleve a conseguir algo mucho mejor, porque gran parte de ello es posible sin la actuación de ningún médico. Así como los teléfonos inteligentes han transformado la comunicación humana (cuando Madonna cantaba Vogue nadie mandaba selfis ni buscaba pareja en Tinder), la información y las herramientas de una salud sin médicos y autogestionada van a cambiar nuestra forma de pensar acerca de nosotros mismos, nuestra forma de alcanzar la salud y nuestra relación con el sistema sanitario. Te liberarán del dominio estrangulador (sí, estrangulador) que ejerce el sistema sanitario sobre las personas y lo sustituirán por una salud que tú mismo crees; te liberarán también de las citas, de la impersonalidad, del abandono y del gasto de lo que hoy en día se hace pasar por cuidado de la salud. No te han aplicado sanguijuelas a los brazos y las piernas para sangrarte, pero has tenido que soportar algo que solo es un poco menos malo y que supone un dineral por persona y año. Si sigues adelante, esto será ya cosa del pasado. En las próximas páginas analizaré por qué y cómo estas estrategias maravillosas dirigidas hacia uno mismo no son solo posibles sino esenciales para tener éxito: si dejas tu salud en manos de tu médico y del sistema sanitario y te sometes a su «cuidado», estás condenado para el resto de tu vida a seguir sus normas, que

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no tienen otro fin que su propio beneficio. El poder que ostentas alcanza múltiples aspectos de la salud de tu familia y de la tuya propia: se puede reducir el colesterol sin medicación, controlar la presión sanguínea y bajar los niveles de azúcar prediabéticos, tal y como hemos hecho miles de personas y yo mismo. Puedes perder quince kilos en unas semanas (porque el exceso de peso es un reflejo de un problema de salud, no solo un asunto de belleza), identificar y corregir trastornos del tiroides, crear un programa para prevenir o revertir la osteoporosis y aumentar tu energía, y todo utilizando recursos que están a tu alcance y muchos de los cuales ya posees. Puedes compartir tus experiencias con otras personas, revisar las de otros que piensan como tú y encontrar soluciones nuevas a problemas anteriormente irresolubles, y todo sin la ayuda de un médico. Pero, a medida que vayan apareciendo las herramientas y revelaciones de esta nueva era, esto será solo el principio. Al final del programa de seis semanas de Desmedícate, tu vida y tu salud se habrán transformado de un modo irreconocible, hasta el punto de dejar boquiabiertos a los que te rodean. La escalada de los costes sanitarios hace que la salud autogestionada sea no solo un motivo de fascinación para los que la acaban de adoptar sino una necesidad, porque este incremento de los gastos de la atención sanitaria actual se asemeja a una burbuja (y las burbujas estallan). Si el sistema de salud colapsara bajo el peso de sus costes insostenibles, el movimiento autogestionado de salud se catalizaría porque los individuos se verían obligados a soportar un incremento en los costes de los seguros médicos o de los impuestos, en los países en los que existe una sanidad pública universal. A medida que el consumidor vaya recuperando más control sobre el dinero empleado en la atención sanitaria, irá buscando unas soluciones mejores que no impliquen costosos servicios médicos. Estos ahorros se irán produ-

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ciendo cuando los consumidores asuman más responsabilidad y eviten médicos, recetas y servicios hospitalarios caros que con nuestro esfuerzo se habrán vuelto innecesarios y contraproducentes. Por muy económicamente desastrosa que sea la escalada de los costes de la atención sanitaria, también debes reconocer que la industria de la salud la celebra calladamente por el aumento de beneficios que le supone. Hay pocos incentivos para arreglar este sistema sanitario defectuoso porque lo que tú pierdes es lo que ellos ganan. Las empresas farmacéuticas, los fabricantes de dispositivos médicos, los doctores, los hospitales privados, las aseguradoras, todos ellos tienen su parte en esta tarta cada vez mayor, esa que tu familia y tú os sacrificáis para sostener. Es poco probable que las soluciones a todos estos problemas (coste, acceso, prestación solo de aquellos cuidados que generen beneficios) provengan del interior del sistema, de modo que nosotros aportamos aquellas que nos permiten considerar la atención sanitaria en gran medida como una opción, no una necesidad para la mayoría de los problemas de salud. Pronostico que tus esfuerzos por «desmedicarte» van a reducir enormemente tu necesidad de atención sanitaria y, al mismo tiempo, te van a ayudar a sentirte mejor (e incluso a tener mejor aspecto) y a ahorrarte cientos de problemas de salud. De hecho, te van a permitir tomar la decisión de no acceder a la mayor parte de los servicios de la atención sanitaria. Si no puedes vencerles… no participes en el juego y gánalo aplicando tus propias reglas. El mayor ahorro se produce cuando no llegas a desarrollar una enfermedad o cuando consigues revertir por ti mismo trastornos crónicos como el reflujo ácido o la hipertensión arterial. El primer año sin reflujo, por ejemplo, puede suponer ya un gran ahorro porque no te sometiste a la obligatoria (y a menudo in-

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necesaria) endoscopia y no te recetaron los medicamentos antiácido que te habrían provocado trastornos en la flora intestinal y, con ello, hinchazón, estreñimiento, urgencia defecatoria intermitente e inflamación intestinal, además de pérdida de densidad ósea y déficits nutricionales, unos problemas de salud derivados de lo que a menudo se considera un tratamiento farmacológico «benigno». En lugar de eso, habrás instituido unas medidas simples que no solo abordan la causa del problema sino que, además, producen otros beneficios para la salud sin provocar efectos secundarios indeseables. Y este enfoque cuesta, en el peor de los casos, unos pocos euros, pero puede incluso ahorrarte dinero. De este modo dejas de contribuir con los médicos, enfermeros, dietistas, técnicos, directivos de hospitales privados, farmacias, servicios de gestión de recetas, ejércitos de vendedores, ejecutivos farmacéuticos y fabricantes de dispositivos médicos que, de lo contrario, se habrían embolsado el dinero que habría generado tu problema. Multiplica estos ahorros por miles y luego por millones de personas para una sola dolencia y verás lo que se conseguiría si persuadiéramos a la población de que nos siguiera y abriera un camino de salud en cientos de trastornos. Crearíamos también un mundo de personas sanas, esbeltas y llenas de vida que confiarían menos en un sistema sanitario centrado únicamente en los beneficios económicos y carísimo. Todos gestionaríamos nuestra salud de un modo seguro, eficaz y barato y lo haríamos mejor que un sistema que antepone los beneficios económicos a los resultados. Te explicaré cómo y por qué he decidido seguir este camino tan arriesgado. De hecho, no me propuse desarrollar un programa para asumir el control de la salud personal ni para ahorrar dinero. Como ocurre en muchos casos, todo sucedió por una serie de incidentes fortuitos y un deseo de obtener mejores respuestas que se produjeron en el umbral de una Era de la Infor-

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mación emocionante y empoderada. Y, oh, sorpresa, mi equipo de desarrollo y yo creamos inadvertidamente un sistema para combatir por nosotros mismos una enorme cantidad de problemas de salud. Fue la primera vez en miles de años que la idea tradicional de la relación entre médico y paciente se vio absolutamente superada. Y estoy convencido de que Hipócrates habría estado de acuerdo. A lo largo del libro te contaré historias de algunas personas que se han embarcado en el proceso Desmedícate y han conseguido unos resultados que, solo veinte años atrás, habrían sido imposibles, ejemplos de personas que han cogido las riendas de su salud y han alcanzado grandes éxitos. Te describiré los requisitos básicos que prácticamente todo el mundo debe seguir, tenga la edad que tenga; sea hombre o mujer; de un partido político u otro; alto o bajo, delgado o con sobrepeso; con trastornos gastrointestinales, problemas autoinmunes, diabetes tipo 2 o cualquier otra enfermedad: lo importante es que sea una persona que quiera evitar estos problemas en el transcurso de su vida, estar sano y rendir al máximo. Tendremos que discutir los límites, dónde deben terminar tus estrategias de salud para acudir a la atención sanitaria convencional y el papel de tu médico en este mundo nuevo. Presento Desmedícate en tres partes. En la primera analizo detalladamente cómo y por qué el sistema sanitario, desde los médicos a los organismos oficiales que actúan como defensores de la salud, no consigue proporcionar salud ni una información sanitaria fiable. Reconocer la información no fiable o engañosa es el primer paso para declararte «desmedicado». En la segunda te conduciré a toda máquina por el mundo de la prevención y te revelaré las razones lógicas y las herramientas esenciales que necesitas para adoptar este enfoque de vida tan emocionante. En la tercera estudiaremos en profundidad los alimentos, los suple-

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mentos nutricionales y otras estrategias de la forma de vida «desmedicada» en un programa de seis semanas, la cantidad de tiempo necesaria para transformar nuestra salud y nuestra vida y para empezar a liberarnos de las cadenas del sistema sanitario. Enciende la luz de lectura, acomódate en tu sillón, coge el mando para apagar la serie médica de la televisión y prepárate para ilustrarte y comprender que tu futuro va a ser mejor y más sano porque has decidido que ya has hecho ganar bastante dinero al sistema de atención sanitaria y que vas a recuperar el control de tu salud y tu suerte, y todo… «desmedicado».

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