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COLISIÓN CON EL

INFINITO UNA VIDA MÁS ALLÁ DEL YO PERSONAL

SUZANNE SEGAL

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Título original: Collision with the Infinite Traducción: Diego Merino Sancho ©  2018, Arielle Giusto Publicado por acuerdo con Arielle Segal Giusto, P.O. Box 1101, Woodacre CA, 94973 EE.UU. El prólogo y la nota final han sido publicados con permiso de Stephan Bodian. La entrevista que aparece en la página 221, extraída de The Awakening West, de Lynn Marie Lumiere and John Lumiere-Wins, ha sido publicada con permiso de Lynn Marie Lumiere. De la presente edición en castellano: ©  Gaia Ediciones, 2018 Alquimia, 6 - 28933 Móstoles (Madrid) - España Tels.: 91 614 53 46 - 91 614 58 49 www.alfaomega.es - E-mail: alfaomega@alfaomega.es Primera edición: abril de 2019 Depósito legal: M. 3.953-2019 I.S.B.N.: 978-84-8445-796-1 Impreso en España por: Artes Gráficas COFÁS, S.A. - Móstoles (Madrid) Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

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Índice  0

Prólogo ........................................................................ 9 Introducción ................................................................ 17 1. Los primeros años ................................................ 23 2. El campo trascendente ......................................... 35 3. Preludio al vacío ................................................... 65 4. Colisión con el vacío ............................................ 77 5. Subestimando el vacío .......................................... 109 6. Analizando el vacío .............................................. 123 7. El vacío reconocido como Vastedad ...................... 147 8. El secreto del vacío ............................................... 173 9. Viviendo la Vastedad ............................................ 181

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Epílogo: Conversaciones con la Vastedad .................... 207 Entrevista a Suzanne Segal extraída del libro The Awakening West ............................................. 221 Agradecimientos ........................................................... 245 Nota final ................................................................... 247 Recursos ...................................................................... 253

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Prólogo  0

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olo hay una realidad, una verdad, una misma conciencia que mira a través de tus ojos y de los míos en este momento. Es el sujeto último de todos los objetos, el fundamento del ser en el que toda manifestación surge y desaparece y de la que está hecha toda existencia aparentemente objetiva. Como lo expresa Meister Eckhart: «Los ojos con los que veo a Dios son los ojos con los que Dios me ve». Ya se llame espíritu, naturaleza búdica, vacío, Ser o Yo, todas las religiones apuntan hacia esto y ofrecen diversos métodos y técnicas para alcanzarlo. Sin embargo, tal como dejan claro las tradiciones esotéricas, se trata de un misterio indescriptible que no se puede conocer a través de la mente. Antes de que podamos despertar al reconocimiento de que no somos más que ese misterio, el yo separado que anhela alcanzar y comprender la verdad ha de ser visto por lo que es: un constructo (ciertamente persuasivo y cautivador) que en realidad carece por completo de existencia permanente. Como los grandes sabios nos recuerdan una y otra vez: «El buscador es lo 9

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buscado, el observador es aquello que el propio observador pretende encontrar». ¡No hay nada más! ¡Tan solo existe esto! Por supuesto, llegados a este punto, las palabras fallan y lo único que podemos hacer es sobrecogernos y maravillarnos ante lo inasible. En todas las épocas han aparecido ciertos individuos excepcionales que, mediante su convicción y claridad inquebrantables, nos han recordado que lo que realmente somos es lo indescifrable. Puesto que están más allá de toda identidad limitada y no ven a los demás como seres separados, confinados o incompletos en modo alguno, por lo general tales individuos siempre se han negado a aceptar el papel de maestro o gurú. Por ejemplo, Ramana Maharshi, el gran sabio del sur de la India, recibía a todos aquellos que acudían a él considerándolos el Yo único, el sagrado e indivisible Sí Mismo. Este libro nos presenta a Suzanne Segal, quien también pertenece a la categoría de estos seres extraños y excepcionales que nos indican de un modo muy claro y directo que nuestra identidad real es el misterio. Al igual que en el caso de Ramana, su realización se produjo de forma abrupta e inesperada y sin ningún tipo de preparación. Estaba esperando al autobús tranquilamente y, en un instante, dejó de ser alguien; su identidad personal como Suzanne Segal desapareció en un chasquido para no regresar nunca más. La autobiografía que tienes en tus manos es la extraordinaria historia de cómo una joven judía de la región central de Estados Unidos consiguió afrontar, comprender y aceptar esta extraordinaria transformación a pesar de los implacables intentos de su mente por convertirla en una patología, y también de cómo la experiencia finalmente dio sus frutos y acabó 10

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haciendo posible que alcanzase la completa realización del Ser (es decir, de su auténtica naturaleza). Conocí a Suzanne cuando, allá por el 1992, se presentó por primera vez en mi consulta de psicoterapia con la intención de recabar ayuda para hacer frente al miedo profundo que llevaba diez años atormentándola. Desde la desaparición de su identidad personal, su mente había estado luchando por reconstruirla (sin el menor éxito), o bien generando la aterradora creencia de que debía de estar ocurriéndole algo terriblemente malo. En su intento por encontrar respuestas en la psicología occidental con las que poder dar sentido a su experiencia, se graduó en Psicología Clínica, e incluso llegó a convertirse en doctora en este campo. Antes de acudir a mí ya había consultado a casi una docena de terapeutas. Todos coincidían en que se trataba de un problema serio, pero, como es evidente, ninguno de ellos había logrado curarla. Cuando escuché a Suzanne describir su estado permanente de conciencia, supe de inmediato que había experimentado un profundo despertar espiritual, y así se lo hice saber. Sin embargo, lo que no lograba comprender era por qué le provocaba tanto miedo, así que le sugerí que le plantease sus dudas a Jean Klein, mi maestro, quien casualmente por esas fechas estaba dando charlas sobre el advaita (no-dualidad) por la zona. Tras confirmarle que su carencia de un «yo» no solo distaba mucho de ser un problema (que es lo que ella creía por aquel entonces), sino que en realidad era el estado de ser «perfecto», Jean le hizo algunas breves sugerencias sobre cómo podía gestionar el miedo que sentía y relacionarse con él. No la volví a ver durante casi los tres años siguientes. 11

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En noviembre de 1994 me llamó por teléfono para ver si le podía echar una mano con la edición de su autobiografía espiritual. Lo que había escrito era un primer borrador del relato de su «colisión con el vacío» y cómo vivió en los años posteriores a este suceso. Accedí de buen grado a ayudar a Suzanne a desarrollar esta primera semilla para transformarla en un compendio más completo de todo por lo que había pasado en su viaje, y no tardé en animarla a añadir otros detalles, sobre todo los concernientes a su infancia y los años que pasó practicando meditación trascendental. Aunque en principio no tenía ningún interés particular en hablar de su vida personal (al fin y al cabo, ya no se identificaba a sí misma como una persona), aceptó mi consejo cuando le expliqué que una descripción más completa de su vida contribuiría a que el lector encontrase el relato más atractivo y cautivador, y también a que la historia de su despertar y los enormes esfuerzos de su mente por dotarle de sentido resultasen mucho más accesibles. Así, capítulo a capítulo, la autobiografía fue adquiriendo su forma actual. En el tiempo que estuvimos trabajando juntos, para mí resultaba más que evidente que aquella mujer asustada que tres años atrás había acudido a mi despacho en busca de ayuda se había transformado por completo. La Suzanne que veía ahora era un ser valiente, alegre y libre de temores que irradiaba amor y cuya sabiduría espiritual igualaba a la de los exponentes del zen y el advaita que yo más admiraba. Sin embargo, al mismo tiempo, me parecía una persona completamente normal, totalmente accesible y sin la más mínima pretensión o ambición (cualidades que había aprendido a reconocer en 12

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mis días de practicante de zen como las características distintivas del estado despierto). Le pregunté a Suzanne si, a cambio de mi ayuda con el libro, estaría dispuesta a dedicar algo de tiempo a resolver mis dudas, a lo que accedió gustosamente. Así, por cada hora que yo trabajaba en el libro, ella pasaba otra ayudándome a clarificar y refinar mi propia comprensión espiritual. En concreto, siempre había creído que la presencia del miedo (que yo mismo sentía a menudo y sin razón aparente) significaba que, a pesar de mis años de práctica y de mis abundantes conocimientos sobre la naturaleza del ser, debía de estar haciendo algo mal, y esto me impedía integrar mi comprensión en la vida cotidiana, en mi existencia real. Creía que si tan solo era capaz de desprenderme de este miedo, conseguiría alcanzar la libertad, pero cuanto más trataba de ocuparme de él (intentando llevar la respiración hacia él, purificarlo, transformarlo o amarlo plenamente), más sólido y arraigado parecía volverse. Lo que Suzanne me ayudó a comprender fue que el miedo no quiere decir absolutamente nada más que el simple hecho de que el miedo está presente. No eclipsa ni oscurece nuestra verdadera naturaleza a menos que nos creamos la historia que nos cuenta o consideremos que significa algo que en realidad no significa. De hecho, la conciencia infinita que constituye nuestra verdadera identidad lo contiene todo en su propio seno, y eso incluye cualquier estado mental o emocional. El miedo, la ira, los celos, la tristeza y otras emociones aparentemente «negativas» también están ahí presentes, flotando como si fueran algas en el ilimitado océano que somos nosotros mismos. Sencillamente no es cierto que exista un yo separado al 13

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que se refieran todas estas cosas. Después de todo, si el infinito que todos somos de forma intrínseca es así —infinito—, ¿cómo podría ser de otra manera? Tras unos seis meses (y algunos avances significativos por mi parte) comencé a sugerirle a Suzanne la posibilidad de presentarle a algunos amigos míos que también estaban interesados en lo que ella podía enseñarles. Al igual que solía hacer siempre con todo, me dijo que eso ocurriría cuando fuese «obvio», de modo que no fue hasta finales de 1995 cuando cerca de una docena de personas nos reunimos con ella una tarde en casa de un amigo. A este encuentro le siguieron otros, cada uno más multitudinario que el anterior, y a los pocos meses varios cientos de personas nos apiñábamos en una iglesia local para escuchar a Suzanne relatar su historia y responder a nuestras preguntas. Sin embargo, a pesar de la creciente atención, ella siempre se negó a referirse a sí misma como maestra. En lugar de eso, insistía en definirse como una mera «descriptora» del «estado que se da de forma natural» en todos y cada uno de nosotros. Independientemente de quiénes creamos ser o de lo perdidos o equivocados que creamos estar, ella nos recuerda que, en realidad, somos la base del ser mismo, lo que ella denomina «inmensidad» o «vastedad», la sustancia infinita de la que todo está hecho y en la que todo surge. Esta Vastedad no pertenece a nadie en concreto; de hecho, no podemos encontrar en ninguna parte a ningún yo separado a quien pudiera pertenecerle. El hecho de haber sido editor jefe de la revista Yoga Journal durante los últimos diez años me ha hecho desarrollar una especie de escepticismo saludable hacia todo aquel que se consi14

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dere a sí mismo maestro espiritual. Tras haber pasado muchísimas horas con Suzanne como editor, consejero y amigo, puedo decir con total confianza que esta increíble mujer (que no se considera a sí misma ni maestra, ni gurú, ni sabia) es exactamente como ella misma se describe en estas páginas; en verdad no hay nadie en casa, y en esta ausencia se revela el infinito. Creo que la forma absolutamente única que tiene Suzanne de expresar las verdades atemporales de nuestra naturaleza nodual, tiene el potencial de llegar a muchas personas que de otro modo no se sentirían atraídas hacia ellas, y estoy convencido de que este pequeño libro está destinado a convertirse en un clásico espiritual. Me hace profundamente feliz haber tenido la oportunidad de formar parte de su gestación. Stephan Bodian Mill Valley (California) junio de 1996

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