En un instante, la ogresa la atrapó, se la llevó consigo y la encerró en una cueva oscura escondida en el bosque. Luego tomó la forma de la muchacha del melón y la sustituyó en todo y para todo.
—Te lo ruego, ábreme: soy una pobre caminante que necesita un trago de agua —suplicó. La joven, de buen ánimo, abrió en seguida la puerta e invitó a la mujer a que se acomodara.
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En un instante, la ogresa la atrapó, se la llevó consigo y la encerró en una cueva oscura escondida en el bosque. Luego tomó la forma de la muchacha del melón y la sustituyó en todo y para todo.
—Te lo ruego, ábreme: soy una pobre caminante que necesita un trago de agua —suplicó. La joven, de buen ánimo, abrió en seguida la puerta e invitó a la mujer a que se acomodara.
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Al ver al monstruo, el joven consiguió mantener la calma, a diferencia de su tío, que estaba petrificado de miedo. El dragón tomó el pedazo de carne que correspondía al chico, se sentó, le miró y dijo: —Por fin he encontrado al joven escondido. Estás gordito y apetitoso: te comeré con placer en cuanto termine de devorar la carne del ciervo.
El muchacho no se acobardó y replicó: —No, tú hoy no me comerás ni tampoco la carne del ciervo. Después de pronunciar estas palabras, se acercó sin miedo al dragón, cogió su pedazo de carne y volvió a sentarse.
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Al ver al monstruo, el joven consiguió mantener la calma, a diferencia de su tío, que estaba petrificado de miedo. El dragón tomó el pedazo de carne que correspondía al chico, se sentó, le miró y dijo: —Por fin he encontrado al joven escondido. Estás gordito y apetitoso: te comeré con placer en cuanto termine de devorar la carne del ciervo.
El muchacho no se acobardó y replicó: —No, tú hoy no me comerás ni tampoco la carne del ciervo. Después de pronunciar estas palabras, se acercó sin miedo al dragón, cogió su pedazo de carne y volvió a sentarse.
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