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Vive el Milagro UNA GUÍA CON SENTIDO COMÚN PARA ENTENDER UN CURSO DE MILAGROS

D. Patrick Miller


Título en inglés: Living with miracles: a common sense guide to A Course in Miracles Copyright © 2011 by D. Patrick Miller Título en castellano: Vive el milagro Una guía con sentido común para entender Un curso de milagros Autor: Patrick Miller Traducción Miguel Iribarren Diseño del libro y portada Félix Lascas Primera edición en España Abril 2013 Copyright © 2013 para la edición en España El Grano de Mostaza Impreso en España Depósito legal B.6857-2013 ISBN 978-84-940870-4-2 EDICIONES EL GRANO DE MOSTAZA, S. L. Carrer de Balmes, 394 ppal. 1.ª 08022 Barcelona, SPAIN «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 45)».


VIVe el MILAGRO UNA GUÍA CON SENTIDO COMÚN PARA ENTENDER UN CURSO DE MILAGROS

D. PATRICK MILLER


«Una maravillosa guía del arte del perdón tal como se presenta en Un curso de milagros. Recomiendo este libro a cualquiera que esté interesado en alcanzar la paz interior y, en último término, la iluminación.»

Gary R. Renard, autor de La desaparición del universo


índice de CONTENIDOS Introducción: un nuevo tipo de sentido común

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Primera parte

Las bases ¿Qué es Un curso de milagros? 17 ¿Cómo (y por qué) empezar a estudiar el Curso? 37 Entender el lenguaje 53 Oír la voz interna 73

Segunda parte

Las grandes ideas Empezar a perdonar Reconoce lo que es real (y lo que no lo es) Soltar el ego Transformar las relaciones especiales

91 105 127 147

Tercer parte

El aprendizaje a largo plazo Perdonar transgresiones Ver más allá del cuerpo Tomar descansos y darse espacio

169 185 203

Cuarta parte

Las compensaciones Milagros de una vida 227 Perdonar veinticuatro horas al día y siete días a la semana 245 Despertar al sueño feliz 263

Apéndice

Recursos para continuar estudiando el Curso

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Introducción: un nuevo tipo de sentido común

Un curso de milagros (UCDM) es una enseñanza espiritual moderna que se autodescribe como «entrenamiento mental» y que conduce a sus estudiantes hacia una visión radical de la realidad basada en una intensa disciplina de perdón. Fue publicado originalmente en Estados Unidos a mediados de la década de los setenta como un conjunto de tres libros y, desde entonces, ha vendido más de dos millones de ejemplares en todo el mundo, y se ha traducido a veinte idiomas. Actualmente, la Fundación para la Paz Interior, con sede en California, lo publica como un compendio de tres volúmenes en uno. La edición estándar de UCDM abarca unas mil doscientas páginas, compuestas por un extenso «Texto» —que establece su filosofía básica—, un «Libro de ejercicios» más breve —con trescientas sesenta y cinco lecciones de meditación, una para cada día del año— y un breve «Manual para el maestro» —que, a su vez, incluye una «Clarificación de términos» y otros materiales explicativos—. Originalmente, el Curso fue tomado en taquigrafía por una profesora de Psicología de la Universidad de Columbia llamada Helen Schucman, mediante un proceso conocido como «dictado interno».


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Ella se negó en todo momento a arrogarse mérito alguno por el mensaje o las ideas transmitidas. La prosa es pronunciada por una voz en primera persona que se identifica claramente con Jesucristo y ofrece una importante revisión de algunos de los principios fundamentales del cristianismo moderno. Como no podía ser de otra manera, la naturaleza misteriosa de esta voz tan autorizada ha provocado mucha discusión y controversia con respecto a la verdadera autoría de UCDM. Schucman trabajó en secreto durante siete años con su supervisor en la Universidad de Columbia, William Thetford, para completar la transcripción del Curso, pero solo habló de ello en público una vez, antes de su muerte en 1981. Thetford también se negó a convertirse en portavoz de UCDM antes de su fallecimiento en 1988. Si bien UCDM no es la base de una religión en el sentido habitual, tiene al menos varios millones de estudiantes e incontables grupos de estudio dedicados a él, y cientos, si no miles, de profesores autoproclamados. Ha ejercido una intensa influencia en una gran variedad de pensadores, escritores, activistas y líderes empresariales, entre los que se incluyen Marianne Williamson, Oprah Winfrey, Wayne Dyer y John Mackey, cofundador de la cadena de supermercados Whole Foods. Influyó de manera esencial en la fundación de organizaciones de investigación y servicio, como el Instituto para las Ciencias Noéticas y los centros para la Curación Actitudinal. Aunque a menudo se lo identifica como una pieza central de la denominada nueva era, en realidad UCDM contradice algunos elementos clave del pensamiento nueva era y tiene similitudes filosóficas más profundas con el vedanta oriental, el gnosticismo occidental, el «inmaterialismo» del filósofo del siglo xviii Georges Berkeley y la moderna psicología transpersonal. Aunque a menudo emplea términos cristianos, como Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, el mensaje de UCDM, con frecuencia, contradice el cristianismo convencional, por lo que ha recibido vehementes críticas de los círculos conservadores, tanto protestantes como católicos.


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A nivel práctico, el Curso está diseñado para servir como un manual de autoestudio para la transformación personal. Ofrece una teoría exhaustiva y una exigente práctica diaria orientada a renunciar a las percepciones ordinarias, al pensamiento convencional y a las creencias cómodas; a cambio, propone vivir siguiendo momento a momento la sabiduría de una bondad instintiva. A esta sabiduría activa el Curso le da el nombre de «Espíritu Santo» y sugiere que la práctica del perdón nos permite aprender a dejarnos guiar constantemente por él. Aquello a lo que el Curso se refiere con «perdón» va mucho más allá del uso popular del término, pero seguiremos con esto más adelante.

Una visión diferente del amor En el sentido más amplio, Un curso de milagros es una enseñanza de amor, pero su objetivo no consiste en persuadir a más gente para que «crea» en el amor. Ya hay muchas personas que creen en él y continúan sufriendo soledad, perplejidad o desesperación, mientras buscan la gran fuerza curativa que siempre parece decepcionarlas o eludirlas. Más bien, UCDM dice que el amor es «nuestra herencia natural», y su objetivo consiste en desplazar de la mente del estudiante todo aquello que le impide reconocer dicha herencia. Como se afirma de forma recurrente en el «Libro de ejercicios»: «Dios es solo amor, y por ende, eso es lo que soy yo». ¿Qué hay en nuestras mentes que se interpone en el camino del amor, que es nuestra verdadera naturaleza? No es fundamentalmente el odio o el egoísmo, como cabría esperar. Según UCDM, estas energías negativas solo son los síntomas del verdadero obstáculo: nuestras creencias fundamentales de que el mundo cotidiano que nos rodea es real; que todos vivimos y morimos en cuerpos separados con mentes individuales, y que el tiempo y el espacio limitan nuestra existencia. Estas creencias parecen ser de sentido común para casi todo el mundo. Pero el Curso afirma que estas creencias no solo están equivocadas, sino que son una locura.


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Para conocer qué es el amor —y para vivir su verdad en lugar de limitarnos a creer en él—, hemos de renunciar gradualmente a las creencias básicas que alimentan nuestra locura colectiva. En otras palabras, debemos aprender a vernos a nosotros mismos y a relacionarnos unos con otros como seres espirituales más que como seres físicos. El Curso afirma que vivimos en nuestras mentes, no en nuestros cuerpos, y que incluso la convicción de que tienes una mente separada de todas las demás es una ilusión. Mientras que otras vías espirituales nos apremian a «rendir» nuestros egos individuales, el Curso sugiere que no tienes que rendir ni que luchar contra algo que, para empezar, ni siquiera existe. Solo tienes que reconocer que tu ego, como el cuerpo al que llama su hogar, es una profunda ilusión. Como se resume en la introducción al «Texto» de UCDM: «Nada real puede ser amenazado. Nada irreal existe. En esto radica la Paz de Dios». Traducción: lo que es real en nosotros no puede correr peligro. Puesto que todo lo que es físico está amenazado por el deterioro y la muerte, esto significa que el mundo entero es irreal y, por lo tanto, no existe. Comprender esto es la clave para reconocer nuestra realidad espiritual; es decir, que somos el amor mismo, y nada más. Esta comprensión acaba trayéndonos una paz real y permanente en medio de las ilusiones cambiantes y caóticas del mundo material de cada día. Aunque este diagnóstico y esta prescripción puedan sonar muy radicales, no son ideas nuevas. Tanto el hinduismo como el budismo han sugerido desde hace mucho tiempo que nuestro objetivo más profundo como seres humanos es «despertar» a un orden de realidad superior, con respecto a la trama de ilusiones en la que solemos estar atrapados. Pero Un curso de milagros tiene una curiosa manera de explicar esta enseñanza al buscador moderno. Es mucho más que una filosofía intelectual para ser ponderada y discutida, y luego dejada a un lado, mientras lidiamos con los retos cotidianos y las oportunidades del mundo real. UCDM está pensado para ser


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una guía firme hacia un nuevo modo de vida basado en una comprensión de la realidad profundamente diferente. Con el tiempo, el Curso produce asombrosas experiencias de cuestionamiento psicológico, de comprensión espiritual y de curación de las relaciones. Y lo hace sin exigir que el estudiante practique una religión ni se vaya a un monasterio, ashram o cueva solitaria. Esto no significa que UCDM encaje exactamente con el estilo de vida moderno. No resulta fácil de aceptar que estás loco, o someterte a un exigente «entrenamiento mental» que tiene como objetivo alterar todas tus percepciones habituales. Como comentaré más adelante en este libro, incluso los estudiantes más dedicados necesitan tomarse un descanso de la disciplina de vez en cuando (en ocasiones durante meses o años). Existe, además, una tendencia a interpretar erróneamente esta enseñanza, lo que ha contribuido a la percepción popular de que los estudiantes de UCDM son sectarios y tienen lavado el cerebro. Como la mayoría de los estudiantes veteranos confirmarán, el Curso puede ser extremadamente difícil de comprender, incluso después de años de estudio y práctica. Esto se debe a que no está tan enfocado en la educación intelectual como en una auténtica transformación de la mente y el corazón humanos. Y la transformación a menudo es un proceso torpe, imprevisible y emocionalmente descontrolado.

El propósito de este libro El propósito de este libro es ayudar a los estudiantes del Curso, cualquiera que sea su nivel de experiencia, a afrontar más fácilmente algunos de los misterios de la enseñanza, sus giros sutiles y los retos que plantea abandonar el ego. Con un cuarto de siglo de estudio de UCDM a mis espaldas, no pretendo tener una comprensión perfecta, ni siquiera avanzada. Pero he superado trabajosamente algunos de los primeros errores conceptuales y de las espinosas etapas de desarrollo que a menudo confunden a los nuevos estudiantes. He


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hablado y escrito durante muchos años sobre el Curso con la perspectiva combinada tanto de un periodista como de un estudiante, y asimismo he ofrecido tutorías personalizadas a algunos estudiantes. También he entrevistado a los principales profesores y a cientos de alumnos, así como a observadores, eruditos y críticos de UCDM. Buena parte de este trabajo está resumido en mi anterior libro, Understanding A Course in Miracles: The History, Message, and Legacy of a Spiritual Path for Today (Cestial Arts/Random House). Los lectores pueden remitirse a esta obra para acceder a una historia más detallada y a comentarios críticos sobre UCDM más completos que los que presentaré en este volumen, que es una guía práctica con la suficiente historia y contexto para introducir en el Curso a los recién llegados, al tiempo que ofrece nuevas perspectivas y compresiones a los veteranos. Si he de decir la verdad, a menudo siento que actualmente ningún ser vivo del planeta comprende el Curso en su totalidad. Por eso me doy mucho espacio a mí mismo y a otros estudiantes que parecen no estar «comprendiéndolo» como yo. Está claro que el Curso no es para todos, e incluso aquellos que gravitan en torno a él como un camino de vida se orientan hacia una comprensión de la existencia, de la autoconciencia y del cosmos que muy bien podría requerir varias generaciones más de estudiantes para alcanzar la madurez. Actualmente, UCDM solo lleva con nosotros unos treinta y tantos años, lo que significa que está en su infancia como camino espiritual. Teniendo en cuenta lo novedoso que es, notable que ya tenga millones de estudiantes en todo el mundo y que ejerza tanta influencia cultural. Según parece, el propósito de que haya aparecido un «curso de milagros» en nuestro tiempo es el de familiarizar a un número creciente de personas con una perspectiva profundamente curativa para sus vidas. Tal como un programa de estudios en una lengua extranjera nos familiariza con un vocabulario y una cultura que al principio pueden parecernos exóticos e impenetrables, este pro-


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grama de estudios tiene la intención de habituarnos a un nuevo e incomparable lenguaje y cultura del amor. Cuando podamos hablar la lengua de manera natural y actuar reflexivamente sobre la base del amor, estaremos viviendo en un mundo totalmente diferente, incluso si esto resulta incomprensible desde nuestro punto de vista actual. Si este libro ayuda aunque solo sea a unos pocos estudiantes a entender el Curso como un nuevo tipo de sentido común, entonces todos mis años de estudio, de desconcierto periódico y de comprensiones ocasionales habrán merecido la pena.


Primera parte


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Las bases

¿Qué es Un curso de milagros? No pienses que puedes encontrar la felicidad siguiendo un camino que te aleja de ella. Eso ni tiene sentido ni puede ser la manera de alcanzarla… Si esto fuese difícil de entender, entonces seria imposible aprender este curso. Más solo en ese caso. Pues, de lo contrario, este curso es una simple enseñanza de lo obvio.

Capítulo 31, IV: 7

En el invierno de 1985 estuve muy enfermo y me sentí muy desanimado. A primeros de agosto había sido víctima de algo parecido a una gripe, que fue empeorando a medida que las semanas se convertían en meses. Estaba agotado, sufría constantemente del estómago y dormía hasta dieciséis horas al día sin sentirme descansado. Se me diagnosticó una enfermedad nueva, llamada «síndrome de fatiga crónica», para la que no había un tratamiento específico. Algunos médicos creían que ni siquiera era una auténtica enfermedad. Pero yo estaba enfermo de verdad y este diagnóstico tan vago era todo lo que tenía para seguir adelante. Desesperado por hallar una cura que no encontraba en la medicina convencional, me orienté hacia la psicología y la espiritualidad, temas a los que no prestaba mucha atención desde mis días en la universidad, más de diez años antes. Una parte de esta exploración


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de mi vida interna consistió en empezar a estudiar un extraño libro llamado Un curso de milagros (UCDM), que encontré en una librería que estaba situada frente a la consulta de mi médico. Aunque al principio me desagradaron su lenguaje religioso y sus propuestas metafísicas, me sentí inesperadamente atraído a estudiar su denso «Texto» y las peculiares trescientas sesenta y cinco lecciones de meditación del «Libro de ejercicios». Temiendo por mi cordura, además de por mi salud, no le dije a nadie que estaba estudiando el Curso. Confiaba en que me daría cuenta de si el libro demostraba ser peligroso, y de hecho estaba empezando a preocuparme por sus efectos sobre mi subconsciente. En las seis o siete semanas transcurridas desde que empecé a estudiarlo, mis sueños eran cada vez más intensos y, a veces, molestos. Una noche soñé que iba conduciendo una vieja camioneta blanca propiedad de mi padre, la misma en la que había aprendido a conducir cuando era adolescente. En el sueño, la vapuleada camioneta daba bandazos y resultaba difícil de conducir; además, estaba entrando en una densa niebla que nublaba todo lo que tenía delante. Mientras me esforzaba por encontrar mi camino para seguir avanzando, me di cuenta de que tenía un pasajero en el asiento de al lado que no era otro que el expresidente Jimmy Carter. Ahora, además de la frustración por la conducción, sentía la vergüenza de tratar con un invitado importante, a quien respetaba mucho y cuya seguridad estaba en mis desventuradas manos. Al final, me sentí demasiado ansioso para seguir conduciendo, por lo que frené abruptamente en un stop y le pedí perdón a mi pasajero por los ajetreos del viaje. «Además de eso, señor presidente —añadí mansamente—, no tengo ni idea de hacia dónde voy». El presidente Carter sonrió gentilmente y, mientras abría la guantera y metía la mano dentro, dijo: «No te preocupes. Tengo un mapa aquí mismo».


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Entonces me pasó la edición de tapa rústica de Un curso de milagros, y en ese momento desperté. Tras este sueño me sentí mejor con respecto a la seguridad que suponía tener a UCDM como guía en aquella peligrosa etapa de mi vida; parecía que mi inconsciente me había dado la señal de «todo está bien». Un par de semanas después comenté con mi terapeuta posibles nuevos caminos para nuestras sesiones. Desde hacía algún tiempo, sentía que hablaba mucho sin conseguir que esa «cura de hablar» psicoterapéutica me diera una sensación de dirección. Él me preguntó qué me gustaría hacer de otra manera, y yo le confesé que estaba haciendo el Curso. Esperaba de su parte una advertencia de que no debía involucrarme en sistemas de creencias sectarios. Pero, en cambio, me sonrió y dijo: «Si puedes manejar el Curso, probablemente no me necesitas». De hecho, poco después abandoné la terapia y a partir de ese momento confié en el Curso como mi guía central para gestionar el imponente viaje de mi enfermedad, que duraría unos siete años. Después de hablar con muchas otras personas que también padecían el síndrome de fatiga crónica, estoy convencido de que mis esfuerzos se habrían prolongado mucho más tiempo si hubiera seguido otra ruta. Así, para mí, Un curso de milagros fue en primer lugar una inesperada forma de intervención en un momento en el que mis hábitos profundamente arraigados de ira y pesimismo habían contribuido al colapso generalizado de mi sistema inmunitario. En primer lugar, el Curso me ayudó a entender por qué y cómo había enfermado, lo que en mi caso guardaba relación con un profundo resentimiento no reconocido que había estado absorbiéndome la energía. A partir de ese momento, UCDM me dio instrucciones explícitas y continuadas sobre una forma avanzada de perdón que demostraría ser clave para mi curación. Aunque se podría decir que los efectos a largo plazo son milagrosos, hubo muchos momentos en los que continué sospechando de la validez de la enseñanza. A menudo


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me resistía a la disciplina que el Curso conlleva, y ello mientras continuaba estudiándolo voluntariamente, incitado por un poderoso instinto que parecía, al mismo tiempo, nuevo y extrañamente antiguo. Como aprendí investigando la historia del Curso, yo no era la primera persona que se relacionaba con UCDM de manera tan conflictiva. Esta distinción corresponde a la brillante y problematizada mujer que pasó siete años escribiéndolo, para acabar proclamando hacia el final de sus días: «Sé que el Curso es cierto, pero yo no me lo creo».1

De dónde vino el curso 1965 fue un año de intensa fermentación en la conciencia cultural del mundo occidental. Martin Luther King Jr. empezó a dirigir marchas de protesta en Selma, Alabama, cuando el Acta del Derecho al Voto se hizo ley. En el Reino Unido, una banda británica conocida con el nombre de Los Beatles acaparaba las listas de éxitos de la música pop, y Mary Quant lanzó la minifalda en Chelsea. Las fuerzas norteamericanas bombardeaban masivamente Vietnam del Norte en la operación conocida como Trueno Rodante, mientras las primeras tropas de combate estadounidenses aterrizaban en Da Nang. En San Francisco, el periódico The Chronicle hablaba del inicio del movimiento jipi en el distrito de HaightAshbury. Un pícaro profesor de Harvard llamado Timothy Leary hizo una subversiva sugerencia: «Sintoniza, pásalo bien y abandona los estudios»; y el poeta Allen Ginsberg habló del flower power o «poder de las flores» para describir la creciente oleada de la contracultura norteamericana. Entre tanto, un intercambio privado entre dos académicos de la Universidad de Columbia, en Nueva York, ponía la semilla de un proceso místico cuyo significado se iría desplegando a lo largo de 1 Robert Skutch, Viaje sin distancia, El Grano de Mostaza, Barcelona, 2011.


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las décadas siguientes. Durante el otoño de ese año, el director del Departamento de Psicología del Centro Médico Presbiteriano de Columbia, un lacónico profesor de cuarenta y dos años llamado Bill Thetford, invitó a su mordaz ayudante Helen Schucman, que entonces tenía cincuenta y seis, a entrar en su oficina. Quería comentar el deterioro que estaba sufriendo la relación entre ellos y con el resto del departamento, que estaba inmerso en diversas riñas, tensiones y competiciones. Con palabras que, según admitió más tarde, en aquel momento le parecieron empalagosas, Thetford dijo a Schucman que «tenía que haber otra manera» de abordar la carga de trabajo académico que ambos soportaban. Habitualmente inclinada a oponerse a su jefe, en esta ocasión Schucman se sintió movida a cooperar. Su acuerdo dio como resultado cierta mejora en el funcionamiento del departamento, aunque Schucman y Thetford nunca aprendieron a llevarse del todo bien. Sin embargo, iban a cooperar estrechamente en la empresa mística que estaba a punto de comenzar. La noche del 21 de octubre, poco después del día en que habían hablado sobre las políticas del departamento, Schucman oyó una voz interna que decía: «Esto es un curso de milagros. Por favor, toma notas». Tendente a las experiencias místicas desde niña, Schucman había escuchado esta voz antes, e incluso había aceptado su guía, pero nunca había recibido unas instrucciones tan específicas como aquellas. Con el temor de estar perdiendo el juicio, llamó ansiosamente a Thetford y le preguntó qué debía hacer. Sin perder la calma, él le sugirió que tomara notas tal como la voz le decía y le propuso repasarlas con ella a la mañana siguiente para ver si tenían sentido. Schucman tomó las notas iniciales. Con el tiempo se vio que eran el comienzo de un «dictado interno» de siete años de duración, que acabaría convirtiéndose en la enseñanza de mil doscientas páginas conocida como Un curso de milagros. Abarca un extenso «Texto» que explica los fundamentos de su filosofía, un «Libro de ejerci-


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cios» con trescientas sesenta y cinco lecciones y un «Manual para el maestro» relativamente corto. Schucman y Thetford mantuvieron en secreto el registro y la corrección de su enorme manuscrito hasta que se completó, pues durante el proceso creyeron que el Curso solo era una respuesta elaborada a su búsqueda privada y compartida de «una manera mejor». Pero, a medida que compartieron cautelosamente el proyecto terminado con sus amigos y confidentes, la presión para publicarlo empezó a crecer. UCDM fue publicado por primera vez en 1975 como tres volúmenes de tapa dura. Hoy se comercializa en un único volumen con cubierta de cartoné o rústica, y se han impreso más de dos millones de ejemplares en veinte idiomas. El Curso, que ya no está sujeto a derechos de autor, está disponible en varias versiones de diversos editores. La edición estándar, la única que fue aprobada para su publicación por Schucman y Thetford, sigue siendo distribuida por el editor original, la Fundación para la Paz Interior. (Véase «Apéndice: Recursos recomendados para continuar con el estudio del Curso»).

¿Una nueva visión de la cristiandad? Tal vez el elemento más controvertido del Curso es su autoría. Aunque Helen Schucman lo escribió con la ayuda y el apoyo en la corrección de Bill Thetford, ninguno de los dos dijo nunca que ellos fueran la fuente de sus ideas. En el texto del Curso hay referencias inequívocas en primera persona que identifican al autor como Jesucristo. «Si los Apóstoles no se hubieran sentido culpables —dice en el capítulo 6 del “Texto”—, nunca me habrían podido atribuir expresiones tales como: “No he venido a sembrar paz sino espadas”. Esto está en clara oposición a todas mis enseñanzas.» Hay muchos otros pasajes en los que Jesús afirma hablar, a menudo en abierta contradicción con la Biblia y presentando definiciones


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sustancialmente diferentes de las que la terminología estándar del cristianismo ofrece sobre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Ha habido interpretaciones muy diferentes de estas pretensiones de autoría. Muchos estudiantes creen que el Jesús histórico, de algún modo, «canalizó» una nueva visión del cristianismo a través de la mente de Helen Schucman. Otros se sienten más cómodos con la opinión de Bill Thetford de que Schucman accedió a un nivel elevado de la «Conciencia Crística» —potencialmente a disposición de todos— y se sintió obligada a articularla. Incluso he conocido a estudiantes de UCDM que creen que Schucman era una esquizofrénica brillante que produjo el Curso, pero disfrazó inconscientemente su autoría porque temía su propio mensaje. Al margen de cuál consideremos que es la fuente del Curso, su significado sigue siendo claro: se trata de una revisión radical y sofisticada de la teología cristiana, unida a una disciplina experiencial de perdonar, diseñada para producir un profundo cambio personal. Como este libro explicará en los capítulos siguientes, el concepto de perdón que propone el Curso va mucho más allá del significado convencional que se atribuye a esta palabra y, en último término, cuestiona la comprensión que tiene el estudiante de la realidad. Cuando perdonamos a alguien, no minimizamos sus fallos, sus defectos o sus insultos; más bien soltamos nuestras creencias sobre esa persona y sobre nosotros mismos. El objetivo último del perdón, tal como lo enseña UCDM, es soltar lo que creemos con respecto al mundo en general. O, como sugiere la lección 132, «liberar al mundo de todo lo que jamás pensé que era». Al soltar progresivamente el mundo tal como estamos acostumbrados a verlo, nos convertimos en «maestros de Dios», el tipo de personas que realizan milagros de forma regular.


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¿Qué es un milagro? Es importante entender que la definición de milagro que presenta el Curso también difiere de la comprensión convencional. Esto puede ser un escollo para los nuevos estudiantes si esperan que UCDM sea una guía para alcanzar curaciones físicas, experimentar visiones o resolver en un instante los grandes problemas de sus vidas. Como me dijo Scott Schnurman, un estudiante del norte de California: «Al principio, pensaba que la palabra milagros se refería a experiencias psíquicas y a un camino hacia la abundancia económica». Con el tiempo y el estudio concentrado, lo que implicó repasar las lecciones del «Libro de ejercicios» dos veces al día, Scott llegó a entender que UCDM es «una vía que entrena de nuevo nuestra mente para que conozca a Dios y experimente la paz de Dios, un programa que me enseña paz, alegría, simplicidad y compasión». En este sentido, el Curso es, al mismo tiempo, más y menos de lo que parece en un principio. No es una guía al estilo nueva era para hacer del mundo un lugar más brillante y feliz, donde todos los seres humanos vivan en paz y los deseos de cada cual se vean cumplidos. En incontables pasajes tanto del «Texto» como del «Libro de ejercicios», el Curso declara con claridad diamantina que el mundo de cada día no es real, y que intentar cambiarlo para producir la curación física, la felicidad personal o la justicia global es pretender realizar ajustes en una ilusión. «No trates de cambiar el mundo —aconseja UCDM en el capítulo 21 del “Texto”—, sino elige cambiar de mentalidad con respecto al mundo». Y la lección 128 del «Libro de ejercicios» dirige al estudiante a meditar en el pensamiento: «El mundo que veo no me ofrece nada que yo desee». Si un milagro no es una transformación física de nuestras circunstancias cotidianas, entonces ¿qué es? El Curso ofrece muchas definiciones del milagro, pero una de sus cualidades clave es un «cambio de percepción» que transforma nuestra manera de mirar


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el mundo. Si estás reflexionando sobre el pasado con amargura, el Curso te apremia a aceptar que «el pasado no puede tocarme» y que el momento presente es lo único que importa. Si contemplas a alguien como un oponente o como un verdugo, se te anima a verlo como la clave de tu paz y de tu felicidad. Si te sientes solitario y abandonado, se te recuerda que tú mismo eres la fuente del amor, siempre unido a todos al nivel de la mente. Finalmente, si tienes miedo a la muerte, el Curso no sugiere que a esta vida le seguirá la vida eterna en el cielo, sino que tú siempre tienes la vida eterna, aunque confundes la trampa temporal y mundana de la encarnación física con tu existencia real. Tu existencia real se halla en el reino del espíritu, que es totalmente abstracto, infinito e intemporal, y, de hecho, estás allí ahora. Pero estás trágicamente distraído del conocimiento de tu verdadero ser y de experimentar la felicidad total debido a la falsa identificación con el ego, que te hace creer que eres un ser humano individual. Si se toman en serio, todos estos cambios de percepción son muy profundos y completamente contradictorios con nuestra experiencia cotidiana en el mundo. Podemos decir, como mínimo, que contradicen nuestro sentido común. Así, los «milagros» que enseña el Curso no están destinados a curar a los enfermos o a alterar las circunstancias del mundo, aunque dichos cambios son totalmente posibles. Más bien, los milagros son los medios que nos permiten empezar a despertar del sueño en el que, según UCDM, estamos atrapados: «Estás soñando continuamente. Lo único que es diferente entre los sueños que tienes cuando duermes y los que tienes cuando estás despierto es la forma que adoptan, y eso es todo. Su contenido es el mismo» (capítulo 18, II: 5).

De la religión al «entrenamiento mental» Como Un curso de milagros usa muchos términos e ideas religiosos, es natural asumir que está pensado para ser la base de una


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nueva religión. De hecho, hay un puñado de pequeñas iglesias que usan el Curso como su evangelio y que forman y certifican «ministros» en su nombre. Sin embargo, dos de los centros de enseñanza más grandes e influyentes: la Fundación para Un Curso de Milagros, en el sur de California, y el Círculo de Expiación, en Arizona, tratan el Curso como un programa de estudios esotérico. Incluso en iglesias del Curso bien establecidas, como el Community Miracles Center, de San Francisco (California), las imágenes de Dios y Jesús no son «adoradas» de la manera tradicional. Más bien se estudian y se consideran como modelos para alcanzar una iluminación accesible a cualquiera. En los grupos del Curso, tanto a Dios como a Cristo se los considera ideas poderosas, y los estudiantes aspiran a darles una importancia primordial en su conciencia y en su conducta de cada día. El Curso redefine los pecados del tipo que sean como «errores» que pueden ser corregidos por una nueva manera de pensar, y reinterpreta las ideas de pecaminosidad, culpa y redención asociadas a muchas tradiciones religiosas. Por ejemplo, UCDM habla a menudo de la «expiación», pero no se refiere a la expiación de los pecados. La expiación consiste más bien en tomar conciencia de que el estudiante «es uno» con todos los demás seres humanos y con Dios en el nivel de la mente. En lugar de convencer a otras personas de la corrección de las propias ideas religiosas, el objetivo de estudiar el Curso siempre es «aceptar la expiación» para uno mismo. Así, la expiación no es un acto de contrición, sino la aceptación de la idea de que «soy un solo Ser, unido a mi Creador» (lección 95). Todas estas ideas radicales constituyen lo que el Curso denomina el «entrenamiento mental». Su objetivo no es adoctrinar a los estudiantes con una nueva serie de creencias religiosas, sino cambiar el funcionamiento habitual de sus mentes. Esto significa responder a los retos de cada día con una actitud constante de perdón, en lugar de ofrecer las habituales respuestas de temor, ira o venganza.


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La lección 34 es un buen ejemplo del entrenamiento mental que propone UCDM, pues sugiere que el estudiante puede aprender a mirar cualquier dificultad con la actitud: «Podría ver paz en lugar de esto». Así, se puede considerar el Curso como un manual provocador para la transformación personal, basado en un proceso fundamental de perdón, pero no como un catecismo para determinar el comportamiento religioso o la corrección moral. El Curso no ofrece mandamientos, ni prescribe rituales ni prohíbe ningún comportamiento, y no tiene nada que decir sobre temas tan controvertidos como el aborto, la homosexualidad, el sexo extramarital o las políticas de derechas o de izquierdas. Aunque algunos de los grandes divulgadores del Curso, como Marianne Williamson, no mantienen en secreto sus preferencias políticas, en realidad el Curso mismo no puede ser politizado, puesto que es difícil defender la mejora de un mundo que en realidad no existe. Por otra parte, no debemos creer que el Curso propone una «espiritualidad personal» sin efectos más allá de uno mismo. Porque, como sugiere uno de los cincuenta «Principios de los milagros» con los que se abre el «Texto», un milagro «puede tocar a muchas personas a las que ni siquiera conoces, y producir cambios que ni siquiera sueñas en situaciones de las que no eres consciente».

Una guía para transformar las relaciones Solemos referirnos a Un curso de milagros como un libro de autoestudio porque está contenido por completo en un volumen que cualquiera puede estudiar sin supervisión, pero es importante entender que es poco probable que aprendas del Curso sin ayuda. En primer lugar, antes o después, prácticamente todos los estudiantes buscan un grupo de estudio, o un profesor, que los ayude a entender UCDM, y consultan las guías escritas por los múltiples autores que se dedican a este campo. Muchas personas enfocan su


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vida en el Curso, se convierten en profesores y alumnos dedicados y pasan mucho tiempo con personas de mentalidad afín. La «comunidad» mundial del Curso es diversa y difícil de caracterizar, pero siempre nace una sensación de reconocimiento y pertenencia entre las personas que asumen esta desafiante disciplina a largo plazo. Más concretamente, esta disciplina, que empieza leyendo un libro en privado, acaba abordando nuestra manera de relacionarnos con los demás. El perdón es siempre relacional; aunque el proceso pueda comenzar con una meditación o una oración silenciosa, los efectos del perdón acaban experimentándose en las relaciones. Uno estudia el Curso leyendo el «Texto» y practicando las lecciones del «Libro de ejercicios», y este trabajo puede hacerse solo o en grupo. El propio Curso no prescribe cómo debemos iniciar o continuar su estudio, solo dice que cada estudiante recibirá una guía cada vez mayor del «maestro interno» conocido como el Espíritu Santo. Pero los efectos del estudio al final se plasman en las relaciones del estudiante, a menudo de maneras inesperadas. Cuando empecé a estudiar UCDM, tomé conciencia muy pronto de lo enfadado que estaba con mis padres, que vivían a cinco mil kilómetros de distancia. Como habíamos limitado nuestro contacto, no les conté que estaba involucrado con el Curso hasta muchos meses después. Pero sí que los tenía en mente cuando aplicaba muchas de sus lecciones, sobre todo la 21: «Estoy decidido a ver las cosas de otra manera». La siguiente vez que vi a mis padres, cuando vinieron a California porque les preocupaba mi salud, los encontré muy cambiados: más abiertos y sensibles, más honestos con respecto a sus dificultades y limitaciones. Me sentí anonadado ante aquellos cambios en apariencia repentinos y, al principio, no conecté esta transformación con el trabajo de perdón que había llevado a cabo «en solitario». Cuando empecé a sentir la conexión y cómo funcionaba, tomé conciencia de que una parte sustancial del cambio ocurrido tenía que ver con cómo miraba a mis padres. De hecho, no estaba seguro


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de quién había cambiado más, si ellos o yo. En cualquier caso, esta transformación demostró ser uno de los primeros puntos de inflexión importantes en la curación de mi enfermedad. Esta también fue una de mis primeras lecciones sobre cómo funcionan los milagros tal como los define el Curso. La clave no era que todos mis problemas se hubieran solucionado, o que las cosas fueran exactamente como yo quería, sino que una relación fundamental había dado un paso significativo hacia su sanación. Y esa sanación estaba avanzando de una manera diferente y en mayor medida de lo que yo podría haber planeado o ejecutado por mí mismo. Como sugiere UCDM: «Los milagros son hábitos, y deben ser involuntarios. No deben controlarse conscientemente. Los milagros seleccionados conscientemente pueden proceder de un falso asesoramiento» (capítulo 1, I: 5). El milagro con mis padres parecía deberse solo a que asumí la intención y la disciplina de percibir un aspecto importante de mi vida de manera diferente. Yo era responsable de iniciar el proceso de cambio, pero no controlaba su destino exacto ni el resultado final. En un sentido muy real, ese resultado era «involuntario». ¿Quién dirigía el cambio? Una inteligencia que, al mismo tiempo, parecía estar dentro de mí y mucho más allá de mis recursos personales. A falta de mejor identificación, tuve que asumir que esa inteligencia era lo que el Curso identifica como el Espíritu Santo.

El encuentro con tu Maestro interno Una de las novedades teológicas más sorprendentes del Curso es la idea de que Dios no creó el mundo que vemos y, de hecho, este mundo no le preocupa, porque es una ilusión sensorial que nosotros fabricamos por nuestra cuenta. Si bien en el Curso hay frecuentes referencias a un Dios amoroso que lo creó todo, que nos ama y desea para nosotros la perfecta felicidad, Él no es consciente de que nos hemos quedado dormidos y estamos deambulando en un


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sueño regido por el tiempo, la materia y la muerte. Dios no puede actuar en un mundo que no existe, de modo que no interviene de forma directa en nuestros asuntos humanos ni en los acontecimientos terrestres. (Para cualquiera que se haya preguntado alguna vez cómo podría haber algún tipo de amor o de lógica detrás de los «actos de Dios», que causan muertes masivas en terremotos, sunamis y huracanes, esta cosmología radical puede evocar un reconocimiento chocante). Dentro de nuestro sueño turbulento, al menos somos parcialmente conscientes de que algo ha ido muy mal. Parecemos atrapados en un mundo donde la belleza siempre es contrarrestada por el horror y solamente conocemos la felicidad por contraste con la pena y el sufrimiento. Al margen de lo que creamos o de cómo conduzcamos nuestras vidas, todos estamos condenados a morir. Además, en secreto, nos culpamos a nosotros mismos por nuestra situación. De hecho, nos sentimos culpables por abandonar la realidad ilimitada de Dios y tememos su castigo. Esta es la explicación que ofrece el Curso de las ideas religiosas convencionales de un Dios estricto, juez e incluso vengativo: Pues este mundo es el símbolo del castigo, y todas las leyes que parecen regirlo son las leyes de la muerte. Los niños vienen al mundo con dolor y a través del dolor. Su crecimiento va acompañado de sufrimiento y muy pronto aprenden lo que son las penas, la separación y la muerte. Sus mentes parecen estar atrapadas en sus cerebros, y sus fuerzas parecen decaer cuando sus cuerpos se lastiman. Parecen amar, sin embargo abandonan y son abandonados. Parecen perder aquello que aman, la cual es quizá la más descabellada de todas las creencias. Y sus cuerpos se marchitan, exhalan el último suspiro, se les da sepultura y dejan de existir. Ni uno solo de ellos ha podido dejar de creer que Dios es cruel. Si este fuera el mundo real, Dios sería ciertamente cruel. Capítulo 13, Introducción 2-3


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Todo lo cual son tonterías, dice UCDM, porque, de hecho, nunca nos hemos separado de Dios ni de nuestra realidad última en el espíritu, y no podríamos hacerlo. Así, no hay razón para que suframos la muerte ni ningún otro tipo de castigo. Pero en nuestro sueño continuamos creyendo que estamos separados de nuestro Creador, y esta creencia fabrica, literalmente, el mundo material y a menudo doloroso que vemos. Si no fuera por la parte de nuestra mente que nos recuerda nuestro hogar, estaríamos perdidos, sin ninguna esperanza de reconocer la verdad o de encontrar la felicidad. Ese hogar no es el «cielo» en el sentido cristiano, ni ningún lugar dentro del universo físico, sino que consiste más bien en darnos cuenta de que pertenecemos a una conciencia infinita y eterna. La parte que recuerda de nuestra mente es lo que el Curso llama el Espíritu Santo: una especie de embajador de Dios que traduce su amor infinito y esencialmente impersonal a términos personales de cuidado y guía específica que nosotros podemos comprender. Podríamos decir que el Espíritu Santo es el recuerdo amoroso de nuestra realidad divina más allá del tiempo y del espacio. Al perdonar de forma constante el mundo ilusorio que vemos a nuestro alrededor, vamos recordando más y más lo que es verdadero y real. En uno de los pasajes más líricos del «Texto», en el capítulo 21, el Curso describe este recuerdo con la metáfora de una «canción olvidada»: Escucha… tal vez puedas captar un leve atisbo de un estado inmemorial que no has olvidado del todo; tal vez sea un poco nebuloso, mas no te es totalmente desconocido: como una canción cuyo título olvidaste hace mucho tiempo, así como las circunstancias en las que la oíste. No puedes acordarte de toda la canción, sino solo de algunas notas de la melodía, y no puedes asociarla con ninguna persona o lugar ni con nada en particular. Pero esas pocas notas te bastan para recordar cuán bella era la canción, cuán maravilloso el paraje donde la escuchaste y cuánto amor sentiste por los que allí estaban escuchándola contigo.


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Las notas no son nada. Sin embargo, las has conservado, no por ellas mismas, sino como un dulce recordatorio de lo que te haría llorar si recordases cuán querido era para ti. Podrías acordarte, pero tienes miedo, pues crees que perderías el mundo que desde entonces has aprendido a conocer. Sin embargo, sabes que nada en este mundo es ni la sombra de aquello que tanto amaste. Escucha y mira a ver si te acuerdas de una canción muy vieja que sabías hace mucho tiempo y que te era más preciada que cualquier otra melodía que te hayas enseñado a ti mismo desde entonces.

Capítulo 21, I: 6-7

El prefacio del Curso se refiere al Espíritu Santo como el «Maestro interno», y esto puede clarificar su papel. Si bien el Espíritu Santo de UCDM guarda algún parecido con el Espíritu Santo de la Santísima Trinidad cristiana, no realiza los deberes teológicos que se le asignan en las tradiciones católica o protestante, y no capacita para «hablar en lenguas» u otras habilidades inusuales que le atribuyen los pentecostales. Dicho de manera simple, la mejor forma de entender al Espíritu Santo del Curso es como la «conciencia despierta»: no solo una sensación interna de lo que está bien o mal, sino una guía instintiva para pensar, actuar y relacionarse basándose en el amor en lugar del temor. Según UCDM, la elección de escuchar y seguir al Espíritu Santo siempre está a nuestra disposición, y también la elección de vivir en el temor. El temor es, literalmente, la modalidad por defecto de la humanidad: escoger el temor de forma automática y consistente es lo que mantiene nuestra autoconciencia atrapada en un cuerpo, con una aprensión casi constante hacia la muerte. Pero, cuanto más podamos aprender a escuchar la guía del Espíritu Santo y optar por el amor, menos atrapados nos sentiremos por nuestra aparente encarnación y más nos veremos como intemporales, ilimitados y libres de pecado. Esto no significa necesariamente que vayamos a aparecer ante los demás como «iluminados» o especiales; de hecho, la diferencia en nuestra presencia puede ser muy sutil.


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Hay una manera de vivir en el mundo que no es del mundo, aunque parezca serlo. No cambias de apariencia, aunque sí sonríes mucho más a menudo. Tu frente se mantiene serena; tus ojos están tranquilos. Y aquellos que caminan por el mundo con la misma actitud que tú reconocen en ti a alguien semejante a ellos. No obstante, los que aún no han percibido el camino también te reconocerán y creerán que eres como ellos, tal como una vez lo fuiste.

Lección 155

Deshacer el ego Además de una teología contraria a la tradicional y una guía exigente para la transformación personal, Un curso de milagros ofrece un análisis radical del ego humano que tal vez no tenga paragón en la literatura moderna. Tanto Helen como Bill eran psicólogos clínicos con considerable formación y notables logros, y su formación está omnipresente en los pasajes psicológicos del Curso. La propia Schucman solía decir que la forma de UCDM era en gran medida suya, al tiempo que se disociaba casi por completo de su mensaje. Uno tiene que preguntarse cuán diferente podría haber sonado el Curso de no haber sido transcrito por una psicóloga. El hecho de que lo fuera dio como resultado un estudio profundo y sorprendente de la psique, adecuado para una era posfreudiana en la que surgiría una psicología «espiritualizada» o transpersonal. A pesar de que nos anima amorosamente a reconocer nuestro potencial para alcanzar la conciencia universal, el Curso es implacable y duro con nuestra condición egocéntrica normal, en la que nos experimentamos como si estuviéramos separados de esa conciencia: El ingenio del ego para asegurarse su supervivencia es enorme, mas dicho ingenio emana del mismo poder de la mente que el ego niega. Esto quiere decir que el ego ataca lo que lo sustenta, lo cual no puede sino producir gran ansiedad. Por eso es por lo que el ego jamás reconoce lo que está haciendo. Es perfectamente lógi-


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co, pero a todas luces demente. Pues para subsistir, el ego se nutre de la única fuente que es totalmente adversa a su existencia. Temeroso de percibir el poder de esa fuente, se ve forzado a menospreciarla, lo cual amenaza su propia existencia, produciendo un estado que le resulta intolerable. Prosiguiendo de manera lógica, aunque todavía demente, el ego resuelve este dilema completamente descabellado de un modo igualmente descabellado: deja de percibir que su existencia está amenazada, proyectando la amenaza sobre ti y percibiendo a tu Ser como inexistente. Esto asegura su continuidad si te pones de su parte, garantizando así que no puedas conocer tu Seguridad.

Capítulo 7, VI: 3

En pasajes como este, el Curso deja claro que su visión de la psique se diferencia significativamente de la estructura freudiana de id, ego y superego, en la que el ego representa el campo de batalla de una lucha incesante entre los impulsos no civilizados del id y la supervisión moral del superego. (De hecho, los términos id y superego no aparecen nunca en UCDM). Más bien, el Curso «te» (al estudiante) habla constantemente como a un ser inteligente que siempre tiene elección entre el temor (el consejo consistente pero caótico del ego) y el amor (el mensaje inquebrantable del Espíritu Santo). La finalidad del entrenamiento mental diario tal como lo delinea el «Libro de ejercicios», no es dominar el ego, sino desplazarlo poco a poco por medio de nuevos hábitos mentales y del corazón. Como explica el capítulo 30 en la sección titulada «Reglas para tomar decisiones»: Tomar decisiones es un proceso continuo, pero no siempre te das cuenta de cuándo las estás tomando. Mas con un poco de práctica con aquellas de las que ya eres consciente, comienza a establecerse un patrón que te ayudará con las demás. No es conveniente que te preocupes por cada paso que tengas que dar. Si adoptas una perspectiva correcta al despertar, habrás ganado ya una gran ventaja. Mas si experimentas gran resistencia y ves que tu resolución flaquea, es que todavía no estás listo. No luches


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contra ti mismo. Piensa más bien en la clase de día que te gustaría tener, y dite a ti mismo que existe una manera fácil en que este día pueda transcurrir así. Trata entonces una vez más de tener la clase de día que deseas.

Capítulo 30, I: 1

Resumen No hay una respuesta simple a esta pregunta: «¿Qué es Un curso de milagros?». UCDM ofrece una revisión completa de la teología cristiana, pero, en sí mismo, no es una religión. Provee de un mapa para la transformación personal, pero no brinda un programa para cambiar o salvar el mundo. Hace pública una negación completa de la realidad cotidiana que todos experimentamos, aunque también nos apremia a perdonar esa realidad en lugar de odiarla o de hundirnos en la desesperación nihilista. El Curso incluye uno de los análisis del ego más rigurosos y críticos que la psicología ha registrado nunca, pero propone una solución espiritual, más que psicoanalítica o terapéutica, para los problemas del egocentrismo. Finalmente, el Curso es una receta curativa, para la condición humana, en forma de «entrenamiento mental» dirigido a desechar nuestros hábitos mentales, emocionales y de conducta impulsados por el temor, y reemplazarlos por respuestas instintivas de amor en acción. Y, para muchas personas que se topan con él y se dedican a estudiarlo, Un curso de milagros es lo mismo que fue para este escritor: una intervención inesperada en el discurrir de una vida que no funciona demasiado bien. Como adictos que no pueden librarse de la bebida, de fumar o de las relaciones abusivas, muchas personas se hallan en las garras de una mentalidad improductiva que parece imposible de abandonar, aunque sus efectos negativos hayan quedado perfectamente claros. Como ilustrará el capítulo siguiente, el Curso tiende a aparecer en la vida de las personas cuando ellas están preparadas, a algún nivel, para confrontar su mentalidad improductiva, aunque sea lo último que esperen hacer.


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