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Cuerpo alumbrado el 21 de junio de 1906 en Mulhouse, Alsacia, entonces bajo administración alemana, por Marie Joséphine Juchert, esposa del actor ambulante Auguste Benz. Cuerpo de niña mimada por unos padres de condición humilde, cuerpo sometido desde la infancia a las leyes de la disciplina física, bajo la atenta mirada del padre, saltimbanqui de día y de noche para llegar a fin de mes. Cuerpo de acróbata, cuerpo de hipnotizadora, cuerpo de médium, cuerpo adiestrado para interpretar papeles, cuerpo expuesto sobre un escenario a los ojos de los espectadores, cuerpo virgen, cuerpo desnudo, cuerpo despojado, cuerpo aplaudido, cuerpo apenas ve­lado, cuerpo esbelto, cuerpo inclinado, cuerpo tendido, cuerpo adorado, cuerpo exhibido, cuerpo lascivo, cuerpo amado, cuerpo libre, cuerpo frágil de senos desnudos, cuerpo de la inspiradora, cuerpo de la modelo, cuerpo que nunca concibió vida, cuerpo fotografiado, cuerpo dibujado, cuerpo revelado por el poeta, cuerpo jubiloso, cuerpo penetrado, cuerpo fantaseado, cuer23

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po sonriente, cuerpo inocente, cuerpo de mujer-niña, cuerpo desposado, cuerpo codiciado por otros hombres, cuerpo sublimado, cuerpo cubierto, cuerpo descubierto, cuerpo compartido, cuerpo desnudo aun vestido, cuerpo debilitado, cuerpo jadeante, cuerpo deprimido, cuerpo rendido, cuerpo agotado y, al fin, cuerpo en el seno de la tierra y sepultado en el cementerio Père Lachaise. Ésta es la historia de una mujer que, desde niña, da sus primeros pasos en la vida sobre el escenario de un teatro, habiendo abandonado los bancos de la escuela demasiado pronto. Un minúsculo teatro bajo una carpa miserable, del que el padre es regidor. Un teatro ambulante que recorre la frontera franco-alemana. Su padre, a quien debe el sobrenombre de «Nusch», la entrena para saltar, abrir las piernas, inclinarse y lanzarse por los aires. Le enseña las posturas para exhibirse en números de acrobacia. La joven alumna de cabello oscuro y ondulado resulta ser dócil y brillante. Siempre sonriente. Siempre dulce. El padre recalca con orgullo el talento de su pequeña Nusch. Sus brazos son ágiles. Su cuerpo es ágil. Sus curvas son las adecuadas. Semana tras semana se multiplican los ejercicios, cada vez más difíciles; hasta que, un día, ¡su padre la aplaude y la felicita! Y decide: mejor el teatro que la escuela. La niña, del todo inocente, ofrece su cuerpo grácil a las miradas de los espectadores: unos se estremecen, y otros fantasean. El público es popular, como el teatro al que asisten.

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Pero Nusch toma gusto a esa vida de nómada; desde su nacimiento no ha conocido otra, viajar de aquí para allá y la pequeña carpa montada en los alrededores de Mulhouse, o incluso un poco más lejos, al otro lado de la frontera suiza. Cada noche, la familia Benz presenta sus números de clown, trapecio y magia... Poco a poco, Nusch se transforma en artista, protagonista del espectáculo familiar. Tiene diez años. Su padre ha creado especialmente para ella un número de contorsionismo. En el escenario, encadena el cuerpo de la pequeña Nusch, vestido con un simple maillot color carne, ante un público que contiene la respiración. Una vez encadenada, un espectador sube al escenario y añade unas cuantas vueltas a las cadenas. Y, cada vez, el número concluye bajo el estruendo de los aplausos: contorsión tras contorsión, ¡Nusch logra liberarse!... El espectáculo hace furor. Y da de comer a toda la familia. En 1920, Nusch tiene catorce años. Le llega una propuesta de Berlín: allí le ofrecen trabajar en un teatro de verdad. Su padre la anima. ¡Tan joven y ya vuela sola! La deslumbran con la promesa de un porvenir de actriz. Acumula un sinfín de pequeños papeles, de todos los géneros, pero no gana dinero. Su nombre aparece abajo del todo en el cartel de una obra de Strindberg, en Berlín, pero el público no se interesa por el teatro, y nadie paga a los actores. Entonces Nusch posa para un fotógrafo a las órdenes de un editor de tarjetas postales de carácter erótico. El resultado es más halagüeño, se diría, las postales están de moda tanto en Alemania como 25

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en Francia. Sin embargo, harta de tanto esfuerzo, Nusch regresa a Mulhouse para trabajar en el pequeño teatro familiar. Hasta que, hacia 1928, aprovecha una oportunidad para marcharse a París. Con el seudónimo de Maja Benaro actúa regularmente en un espectáculo de hipnosis, en el Teatro del Grand Guignol, sito en el 20 de la rue Chaptal (distrito ix), un teatro de 347 butacas especializado en funciones de horror. Cada obra debe concluir con un baño de sangre. Es lo que motiva la afluencia de público a tan peculiar establecimiento, muy popular en esa época. Cualquier pretexto es válido para que «haya sangre», incluso en los espectáculos eróticos, los favoritos de los espectadores, interpretados a menudo en clave de humor. Pero Nusch no tarda en desencantarse. Se pasa el día vagando sin rumbo por París y duerme en una pequeña habitación de hotel junto a la estación de Saint-Lazare; se muere de hambre los días en que el teatro permanece cerrado; y también el resto de la semana, porque el regidor no paga ni a los actores ni a los extras. Y cuando ya no le queda ni un céntimo en el bolsillo para comer y pagar la habitación, siempre está la calle. Nusch sabe hacer «eso». Lo aprendió en Berlín. Se disfraza con vestidos que roba del guardarropa del Teatro del Grand Guignol y recorre las aceras de los grandes bulevares... Se adorna la cabeza con un sombrerito negro (le encantan los sombreros, le gustan sofisticados, singulares, con aire teatral) coronado por una pequeña pluma de color verde. Atrae, seduce (algo que detesta), pasa las veladas con desconocidos en los bares... Prefie26

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re interpretar el papel de echadora de cartas, en la calle, para los transeúntes que se dejan contar el futuro a cambio de unas monedas. Lee las líneas de la mano con el aplomo de una gitana; en el teatro, uno de sus números favoritos es el de «médium»: hace hablar a los muertos para responder a las preguntas de los espectadores. En su pasaporte, expedido en 1930, se lee que Maria Benz ejerce la profesión de artista, que tiene los ojos de color gris azulado y «la tez fresca».

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Vivo bañado en una luz exclusiva: la tuya. Paul Éluard, La Rose publique, 1934.

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El 21 de mayo de 1930 se produce el advenimiento de Nusch en la vida del poeta surrealista Paul Éluard. Una aparición que lo trastoca por completo, como ya le ocurriera también a André Breton con Nadja, el 4 de octubre de 1926. Nusch aparece en el bulevar Haussmann, junto al gran almacén Les Galeries Lafayette, ataviada con un vestido muy largo, calzada con zapatos de tacón de aguja y tocada con un sombrero rematado por un cuervo negro. Como una actriz de teatro. Camina sin rumbo... La calle es puro ajetreo y bullicio, por el barrio circulan a esa hora muchos hombres... La bonita Nusch ofrece su mirada penetrante a todo el que la mira. ¡Es de verdad una aparición para René Char y Paul Éluard! Los dos amigos poetas tienen la costumbre de recorrer las aceras de los grandes bulevares y se dedican a «abordar» a las mujeres. Aparece Nusch: es la chica que buscan. La conmoción del encuentro, un instante de «estado de gracia con el azar», en palabras de André Breton. Vacilaciones, miradas y balbuceos. Nusch se aleja 31

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de ellos; la boca del metro está a dos pasos, y se precipita escaleras abajo. Pero ¡demasiado tarde!, los dos amigos alcanzan a la desconocida y les bastan unos minutos para convencerla de tomarse una copa con ellos en un café en la esquina de la rue Chaussée d’Antin y el bulevar Haussmann. Acomodada en el asiento de molesquín negro, la joven de delgadísimo cuerpo y mirada viva no se quita el sombrero. Los dos chicos parecen simpáticos, le inspiran confianza. Ya no les tiene miedo. ¡Y se muere de hambre! Ese día como casi todos. Paul y René contemplan embelesados a esa muchacha de boca fina y labios de color violeta que, en el café ruidoso y lleno de humo, devora los dos croissants a los que la han invitado. Habla deprisa, alegremente y sin tapujos, con un marcado acento alemán. Les cuenta su propio mundo surrealista, su calle, su teatro, sus papeles de tres al cuarto, su tristeza, su miseria, su arroyo. La conversación es deliciosa y libre. La muchacha cautiva a los dos poetas, que se rinden a sus encantos. Éluard contempla el rostro bien dibujado de esa joven de veinticuatro años. René Char conoce a su amigo. Lo sabe turbado. Al salir del café, al atardecer, René para un taxi y, abriendo la puerta de atrás, invita a la joven a subir, seguida de Paul. René cierra la puerta y ordena al taxista: «¡Llévelos al número 7 de la rue Becquerel!» Así empieza la historia de una pareja, él, el poeta del amor, y ella, la inspiradora del poeta. Paul y Nusch, una pareja de artistas que, durante dieciséis años de días y noches compartidos, contribuirán a 32

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su manera a enriquecer con palabras e imágenes la historia del surrealismo. En 1930, tanto Paul Éluard como René Char han leído una y otra vez el librito de André Breton titulado Nadja, lo consideran una iniciación, o incluso una suerte de enseñanza esotérica sobre el arte de conocer a una mujer. El primer encuentro como acontecimiento mágico en la vida de un hombre es la aparición repentina de una mujer, una aparición dominada por el sentimiento de la fascinación. Nusch y Nadja son los sujetos de una aparición/fascinación. Pero Nusch no se parece a la Nadja de André Breton, aunque pudieran verse ciertas semejanzas, empezando por la inicial de su nombre/sobrenombre. Tras conocerla, André Breton se cita todos las noches con Nadja (apodo elegido por ella misma), del 4 al 13 de octubre de 1926, en el escenario de su primer encuentro. Allí nace un diálogo creador suscitado por el deslumbramiento que Nadja ejerce sobre Breton; Nadja le narra sus noches habitadas de extraños sueños y las alucinaciones que se adueñan de ella; los dibujos que su mano inventa, con gestos automáticos, son lo más sorprendente para el autor del primer «Manifiesto del Surrealismo», publicado en 1924. «El surrealismo es el punto de encuentro de los embelesos, el sueño, el alcohol, el tabaco, el éter, el opio y la morfina, pero es también rompedor de cadenas; no dormimos, no bebemos, no fumamos, no nos pinchamos y soñamos.»1* *  Los números voladitos remiten al apartado NOTAS de la pág. 105 y ss. (N. de la E.)

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Después, Nadja, símbolo del sueño surrealista y efímero, desaparece. Tan sólo la obra que lleva su nombre, publicada en 1928 y revisada y corregida en 1962,2 da fe del cautivador encuentro. Nusch, cual «muñeca patética que inspira cariño y compasión»,3 del todo inocente, sin cálculo ni premeditación, encarna a la mujer que necesitaba Paul Éluard (entonces casado pero separado de Gala, su primera esposa) para proseguir el diálogo inútil del amor en la pareja. El apartamento de Paul Éluard,4 situado en la primera planta del edificio, está lleno de muebles antiguos, libros y cuadros. Nusch se queda extasiada. Ella es la primera en sentir el flechazo amoroso al franquear el umbral del reino del poeta. Nusch, tan pobre ella, que no ha ido a la escuela, o muy poco, que nunca ha leído libros, se maravilla de las obras de arte y los objetos de valor que abarrotan el apartamento del poeta. Cuentan que Paul sintió compasión de esa joven tan desgraciada; cuentan que aprendió a quererla, poco a poco. Nusch comparte su primera noche con Paul con el presentimiento de que el porvenir también será compartido. Paul, conmovido por esa extranjera que habla mejor alemán que francés, acaricia el cuerpo frágil de la joven, la mima, le renueva el vestuario e intenta, mediante la ternura, hacerle olvidar los momentos difíciles que ha vivido en la calle, abandonada a los hombres, al hambre y al frío. Nusch ya no se separará de él. Abandona sin dudarlo un momento el teatro popular y su habitación de hotel para abrazar con total libertad, en 34

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nombre del amor, la vida de Paul Éluard, a quien su fiel amiga Valentine Hugo5 describe como un hombre «alto y delgado, nervioso y lento a la vez, con un gran rostro dulce y severo, y unos ojos azules tiernos y duros».6 Nusch hace suya la intimidad del poeta y renuncia a su propio pasado. No se sabe nada o muy poco de su familia, apenas evoca la existencia de una abuela a la que visita con cierta regularidad en Mulhouse.7 La hermosa Nusch avanza cual mujer libre, cual bruja, cual hada, cual sirena. Silueta fina y delicada, impone su imagen en el Panteón de las grandes figuras femeninas de los surrealistas, cual musa al servicio de una revolución artística. La Vie immédiate, antología publicada en 1932, reúne los cincuenta y cuatro primeros poemas de Éluard inspirados por Nusch. En la edición original, la portada lleva una faja de papel cristal que reza: «El sujeto de este libro es un ser móvil.» Éluard toma esta frase de una célebre obra de magia del siglo xii,8 Les admirables secrets d’Albert le Grand, que incluye varios tratados relativos a la concepción de las mujeres, las virtudes de las plantas, las piedras preciosas y los animales, a los que se añaden un Compendio de Fisonomía y un remedio contra la peste, las fiebres malignas, los venenos y la infección del aire. Uno de los poemas se titula Nusch: el nombre de la joven hace así su entrada por primera vez en la obra poética de Éluard. Los sentimientos aparentes La ligereza al acercarse

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La cabellera de las caricias Sin recelos sin sospechas Tus ojos se entregan a lo que ven Vistos por lo que miran. Confianza de cristal Entre dos espejos De noche unos ojos se pierden Para aunar vigilia y deseo.*

Al igual que el resto de sus amigos surrealistas, Éluard muestra un gran interés por las tesis de la alquimia, el ocultismo y el esoterismo. Recuperando antiguas tradiciones ancladas en el pensamiento medieval occidental, el surrealismo celebra una mujer de múltiples rostros, maga, médium y vidente. La mujer, tal y como la define este movimiento, es esa presencia en el mundo situada exactamente en el espacio entre ambos mundos. Al amar a Nusch, Paul Éluard inventa una iniciación al amor físico y a la libertad que escapa al control de la razón y de la ley. La gran fuerza de Nusch estriba en haber comprendido el único deseo de Éluard: que se encargue de revelarle los encantos infinitos de su cuerpo de amor. El loco deseo del poeta es que Nusch, como mujer, encarne esa alquimia de las delicias en la que se funden, delicadamente, erotismo y poesía. Es una mujer que acompaña desde ese primer momento al poeta. Una mujer morena, frágil, vestida con fina lencería, voluptuosa a todas horas del día y de la noche, que hace gozar al amo del lugar. *  Todos los poemas de Paul Éluard se han traducido literalmente. (N. de la T.)

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Es una amante sumisa, que venera al hombre que la mima. No se atreve a alterar nada en el pequeño apartamento de Éluard, deja los objetos y los muebles en su lugar y respeta así el pasado que no ha compartido, pero, cual deslumbrante Cenicienta, ordena, limpia, quita el polvo, lava, encera y saca brillo. Ella se ocupa de las tareas domésticas y cuida del perro de Gala (que ésta no se ha llevado consigo a Cadaquès), y Paul organiza la agenda del día. El territorio de Nusch está circunscrito al cuerpo: cremas, ungüentos, perfumes, bálsamos, aceites, esencias, esmaltes de uñas, polvos, cremas depilatorias, tintes para el cabello, mascarillas, cualquier cosa vale para preservar la belleza del cuerpo. Nusch vigila su peso (su cuerpo es delgado), su tez pálida, sus ojeras y sus finísimas arrugas. La más mínima imperfección, ya sea un grano en el cutis, una uña mal pintada o un nuevo pliegue en el vientre, y, de inmediato, Nusch se irrita y le pone remedio. Lo que realza es una belleza natural y perfecta, sin maquillaje ni adorno. Paul se deja deslumbrar por la inocencia y la humildad de la mujer que comparte sus noches. «Nusch, bella como una faraona de circo y de cafés llenos de humo, cerrada sobre un pasado de cenizas, de timidez temeraria, dominados el asco y la violencia, pisoteada la ternura materna [...], enfermiza pero con nervios de acero [...], ojos de porcelana verde, cejas como trazos de caligrafía infantil y cabellera de nido de golondrina.»9 Desde niña aprendió a jugar con su cuerpo. Aprendió a mostrarlo. Desnudo o vestido, lo mismo da. Sólo sabe una cosa de la vida, una cosa tan 37

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sólo: que los juegos del cuerpo pueden superar la fuerza del pensamiento. De ahí la sacralización del cuerpo de Nusch, la cual, en toda su vida de pareja, se impondrá de distintas maneras, al dictado del poder del deseo de Paul. Nusch admira la generosidad amorosa de Paul, ese hombre singular de marcado acento parisino y mirada penetrante, esa mirada que, en el ardor del deseo, sin tregua la desnuda. Y te abres como un fruto maduro oh sabrosa Movimiento expuesto espectáculo húmedo y liso Abismo salvado al ras en vuelo pesado En ti en todas partes estoy en todas partes donde tu [sangre late.

Nusch invita al poeta al amor, pero no a cualquier amor. Canta así el poeta: «Creí mucho tiempo hacerle al amor el sacrificio más doloroso de mi libertad, pero ahora todo ha cambiado: la mujer a la que amo ya no es inquieta ni celosa, me deja libre, y libre me atrevo a ser de verdad.» Ya desde 1930, Nusch, animada por una certeza interior, se aventura por la senda del amor al amor y del amor a Paul, pese a que en esos inicios de relación amorosa Paul muestra públicamente su tristeza por la ruptura con Gala, su primera esposa. Pero Nusch triunfa con Paul porque acepta a Gala desde el principio. Nusch transforma la vida de Paul en un universo mágico en el que se mezclan libremente sensualidad, erotismo y libertinaje. En su correspondencia con Gala, Paul evoca por primera vez la existencia de Nusch el 12 de ju38

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lio de 1930. «Explícame bien cómo podría ir a veros con Nusch unos días.» La invitación se la hace Gala, así que Paul se lleva a Nusch consigo unos días a Cadaquès,10 durante la segunda quincena de agosto de 1930. Nusch, con la cabeza gacha y la mirada dirigida hacia el suelo, como se aprecia en las fotografías tomadas durante esas vacaciones, no demuestra sentir celos de Gala. Tan sólo calla. Las cartas de Paul a Gala desde 1930 hasta 1946 rara vez mencionan el nombre de Nusch. En una escrita desde Niza en febrero de 1934 se lee: «Me dice Nusch que si quieres que te haga un chaleco para Dalí, no tienes más que enviarle la lana (pide en la tienda la necesaria) y las medidas con un dibujo para indicar la forma exacta.»11 Y, de vez en cuando, Éluard le da recuerdos de su parte. Queda claro: Paul repite incansablemente a Gala que «la besa por todo el cuerpo», pero Nusch, sin embargo, encarna un papel de compañera discreta. A finales de agosto, al volver de sus vacaciones en Cadaquès, Paul Éluard se entera de que Gala ha iniciado los trámites de divorcio. Esa decisión reaviva el dolor del poeta (aunque Nusch esté a su lado); abandona enseguida el apartamento de la rue Becquerel, dejándolo para uso y disfrute de Gala, que vivirá en él de forma intermitente con Salvador Dalí, y se muda a un modesto estudio alquilado, en el 42 de la rue Fontaine, en el mismo edificio que André Breton. Éste de hecho se entera de la noticia a su regreso de vacaciones, sin duda una agradable sorpresa. Pero, al poco de instalarse, Paul se aleja de París, presa de una profunda melancolía, y se instala en un hotel en Aviñón desde el cual puede 39

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recorrer toda la región y reunirse con su amigo René Char en L’Isle-sur-la-Sorgue. Permanece allí varias semanas. Durante ese tiempo, Nusch se queda en Mulhouse con su familia, esperando con paciencia una señal de Paul. Éste se reunirá con ella allí. «He visto a Nusch –le confía a Gala–, muy amable. Creo que nunca encontraré mejor compañera. ¿Sabes?, tengo mucho miedo de estar solo. Estoy tan cansado, me siento tan pobre...»12 Nusch, animada por una suerte de entrega amorosa, se esfuerza, mediante su entusiasmo natural y su alegría, por aliviar la tristeza de Paul. Con su magnífico acento alemán-alsaciano que hace sonreír, divertidos, a los amigos del poeta, repite que «la vida es el amor». Nusch, mujer enigmática, se convierte en la amante indispensable del poeta, venerada tanto en la poesía como en el amor. Desde que Gala se fue, Paul se ocupa de la hija de ambos, Cécile, que ha dejado al cuidado de su abuela, madame Grindel. Paul y Gala se están divorciando. Pese a ello no rompen sus relaciones, y Paul escribe a su esposa con regularidad. La pareja tiene asimismo graves problemas económicos debidos a la crisis financiera mundial de 1929. Paul no ha ejercido nunca una profesión (para los surrealistas, el trabajo es pura alienación). Como dice Luc Decaunes, uno de sus biógrafos,13 Éluard vive de las inversiones realizadas por la sociedad inmobiliaria de su padre que, a partir de 1918, se dedica a la construcción de viviendas en la periferia de París. Gracias a ese dinero, Éluard se transforma en hombre de negocios: compra obras de arte a sus amigos pintores y luego las revende. Poco 40

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a poco se confirma como un gran conocedor del mercado de arte del momento. Es un notable coleccionista de tarjetas postales y tiene grandes dotes para encontrar piezas de valor en los mercadillos de París, que recorre a menudo los domingos con su amigo André Breton. Allí adquiere toda clase de objetos de estilo 1900: bustos, jarrones, consolas, lámparas, etc. Comparte con Gala algunos cuadros que compraron juntos. Esos años de la década de 1930 y los siguientes son tiempos de «vacas flacas», como él mismo dice. En una carta a Gala, le confía: «Aquí el tiempo es gris y triste. No albergo muchas esperanzas de poder ir a verte porque... no tengo dinero. Y lucho inútilmente por conseguirlo. En cuanto tenga, te haré llegar algo, pero de verdad vivo mal, muy mal, sobrevivo de milagro. Aunque si realmente te hace falta, envíame un telegrama, y venderé lo que sea, al precio que sea. Pero si no es indispensable, prefiero que no se sepa que estoy pasando tanta necesidad.» Esa falta de liquidez lo angustia. Pide prestado a su amiga Valentine Hugo, a Marie-Laure de Noailles y a otros amigos. Escribe a Gala en febrero de 1931: «Te escribo con prisa. Mañana retomaré esta carta porque esta noche he quedado con Gaffé para venderle el Picasso. Por otra parte he recibido un anticipo de diez mil (mañana te ingresaré cinco mil en el banco, quizá ocho mil quinientos si vendo el Picasso) por la venta de nuestras piezas de arte, que tendrá lugar el próximo mes de junio, junto con las de Breton [...]. Recibiremos cinco mil francos el 15 de abril (dos mil quinientos para ti)...» 41

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Cansancio, amargura, decepciones, apuros económicos, todo se junta y contribuye a deteriorar la salud, bastante frágil ya, de Éluard. Su estado pulmonar, bajo vigilancia médica desde la adolescencia, empeora. Su médico le prescribe una nueva estancia en un sanatorio de Suiza entre diciembre y enero de 1931. Esta vez lo acompaña Nusch. Por lo que podemos ver, los inicios de la vida en pareja de Nusch y Paul están marcados por contrariedades ajenas a Nusch, pero ésta no se desanima y acompaña a Paul de manera incondicional, brindándole su sonrisa, su amor y su dulzura. Paul Éluard, el poeta que escribía «el cansancio me mata» en Capital del dolor, obra publicada en 1926, es un hombre de salud muy delicada. A los diecisiete años ingresa por primera vez en el sanatorio Davos de Suiza para curarse de una afección pulmonar. Es allí de hecho donde conoce a una paciente rusa llamada Gala, con la que se casa en 1917. Paul alternará periodos en sanatorios con otros en clínicas de convalecencia para tratarse dolencias crónicas o recurrentes, alergias, crisis de herpes, migrañas y bronquitis. Un principio de enfermedad de Parkinson, reconocible por un ligero temblor en la mano izquierda, se manifiesta desde el principio de su relación con Nusch. Tiene entonces treinta y cinco años. «Place Blanche, a la hora del aperitivo: con las manos temblorosas y el espíritu lúcido, Éluard acudía, acompañado por su amiga Nusch, una joven muy enamorada que tenía un marcado acento alsaciano. “Qué herrmoso verr temblarr así a Paul”, decía. Y Éluard acentuaba su 42

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temblor. Unas veces se mostraba amable y expansivo, y otras, altivo.»14 Gracias a la magia del lenguaje poético, Éluard borra el sufrimiento físico, y eso que el hombre que se oculta detrás del poeta está mermado por la enfermedad. Escribe a Valentine Hugo el 6 de agosto de 1937: «Mi cuerpo me ha hecho sufrir mucho siempre; cuánto me ha humillado siempre en mi trabajo, en mis amores, etc.» El 4 de octubre de 1937 le confía a Jean Paulhan: «Me marcho, me voy al campo a pasar cuatro o cinco días, y volveré de nuevo allí la semana que viene. Ya no soporto París. Toso demasiado...»15 Nusch, justificando así su papel de compañera y de amante, lo reconcilia con esa parte secreta de sí mismo, afectada por su tara física, que lo priva de su identidad real de hombre. A lo largo de los años se ha forjado una dualidad permanente entre el hombre y el poeta. En su relación, es Nusch quien goza, y el poeta quien canta al placer. Pone su propia pasión del cuerpo al servicio de un hombre disminuido físicamente. El cuerpo de Nusch vibra con todas las emociones exaltadas por el poeta. Desde ese momento se dedicará, pues, a encarnar las sucesivas estrofas de la poética amorosa de Éluard. Desbordándose del marco de la razón, Nusch compone una figura amorosa, la de la entrega y la sumisión. Todos los amigos surrealistas evocan el recuerdo de una Nusch que se abandona en brazos de Paul con una inocencia absoluta; «está ahí para recibirme», canta Éluard en La Vie immédiate. Paul y Nusch desarrollan así unas «reglas de la vida amorosa» dedicadas al amor del amor, un 43

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amor correspondido, en que se cuidan mutuamente, se miman, se implican, se ofrecen, se reciben, se dominan, se someten, gozan y están a merced el uno del otro. Ese amor no es compatible con el deseo de maternidad. Nusch no tendrá nunca hijos. Nusch, tan complaciente y nada celosa, acepta compartir a Paul: en marzo de 1931 el poeta se reúne con Gala, y pasan varias noches juntos en una estación balnearia de la Costa Azul. Paul, que sueña con ese reencuentro, le ensalza a Gala en una carta su propio poder erótico, tan cerebral: «Eres para mí la encarnación del amor, la encarnación más total del deseo y del placer erótico. Eres toda mi imaginación. E imagino, esta tarde que estoy solo, todo lo que puedes dar de ti misma, la audacia de tu cuerpo al servicio del delirio de tu espíritu. Y me masturbo despacito. ¿Por qué no te sacaste esas fotos desnuda? Y también querría otras en las que salgas haciendo el amor. Y haré el amor contigo delante de Nusch, que sólo podrá masturbarse, y todo lo que tú quieras...»16 Y Nusch duerme cada noche junto al cuerpo de Paul, cuando él mismo confiesa soñar cada noche con Gala. Nusch despliega sus encantos y sortilegios para hacer sonreír a Paul, a quien tanto ama. Joven y frágil, necesita protección. Paul lo sabe y le demuestra una ternura paternal. Va y viene, irá y vendrá sin cesar de una a otra, atormentado y feliz; Nusch cierra los ojos y, cuando sea necesario, sin duda exhortada por Paul, escribirá o llamará a Gala para darle noticias de la salud del poeta, Nusch lo hará sin rechistar. En marzo de 1932, Paul escribe a Gala: «Soy muy injusto con Nusch, 44

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con lo buena que es ella conmigo. Y me encierro en mi soledad. Ya no hago el amor, nunca. Sólo contigo me gustaría hacerlo.»17 Nusch con los ojos cerrados no es sólo una imagen fotográfica, es también la realidad de su vida junto a Paul: cierra los ojos y muestra su libertad. Nusch comparte a Paul con Gala, como comparte Paul a su adorable Nusch con René Char, Man Ray y otros amigos. En julio de 1931, Paul Éluard se lleva a Nusch consigo de vacaciones a Bretaña, con André Breton y Valentine Hugo, que inician entonces una relación amorosa que concluirá en agosto de 1932. Valentine forma parte del primer círculo de amigas de Paul Éluard: es para él una confidente –el poeta la llama con el sobrenombre de «mi encajera»– y una mujer con la que siempre podrá contar, tan cercana que se convertirá también en amiga íntima de Nusch. Valentine, pintora y música, ha dejado en su obra un extraño dibujo en pastel sobre fondo negro (todos los dibujos de Valentine son sobre fondo negro), con fecha de 1932, que representa cuatro perfiles de Paul Éluard, con tres rostros de mujer: en el centro, el de Nusch, retenido y protegido por unas alas. De su puño y letra, Valentine añade estos versos de Paul Éluard: «Mujer con la que he vivido / Mujer con la que vivo / Mujer con la que viviré.» Sólo se conoce un dibujo erótico de Valentine, en el que aparece el cuerpo desnudo de Nusch tendido en un lecho, lo que indica que quizá existan otros más. Valentine dibujaba casi siempre rostros. 45

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El viaje por Bretaña en el mes de julio de 1931 transcurre sin contratiempos, recorriendo los pueblos de Locronan, Douarnenez, Pointe du Raz, Audierne y la isla de Sein (¡el nombre de esta isla entusiasmará a Breton y a Éluard!...).* Por desgracia, el clima húmedo de Bretaña afecta a la salud de Paul. El poeta y Nusch acortan, pues, su viaje y vuelven precipitadamente en tren a París, mientras André Breton y Valentine prosiguen su periplo.18 Nada más regresar éstos a París, las dos parejas, de nuevo reunidas, vuelven a marcharse, esta vez rumbo a la Provenza. A Breton se le ocurre la idea de hacer escala en Hauterives, en la región de la Drôme, para visitar el Palacio Ideal del cartero Cheval (Ferdinand Cheval, 1836-1924), «maestro incontestado de la arquitectura y la escultura mediánicas», en palabras de André Breton. No cabe duda de que esas semanas de verano, disfrutando juntos de unas vacaciones, acercan a Éluard y a Breton, sin atemperar sin embargo los debates intelectuales que los separarán para siempre unos años más tarde, y sellan también, entre Valentine y Nusch, una amistad femenina inquebrantable. De esas relaciones nace la creación de los Cadáveres exquisitos dibujados en 1931 y 1932, firmados con los nombres de Valentine Hugo, Paul Éluard y Nusch Éluard (Nusch no está aún casada con Paul, por lo que tendría que haber firmado con su verdadero nombre, Maria Benz). El del Cadáver exquisito es uno de los numerosos juegos de ingenio a los que se entregan los su*  «Sein» en francés significa «seno». (N. de la T.)

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rrealistas, juegos destinados sobre todo, como proclama André Breton, a combatir el aburrimiento... Marcel Jean, amigo de Breton y artista surrealista, pasa revista a esos juegos típicos del movimiento: «Cadáveres exquisitos, juego del retrato, juego de la frase pronunciada al oído de cada jugador, uno tras otro, que llega irreconocible al final del recorrido, juego del asesino, esa gallinita ciega perfeccionada; en el surrealismo, esos juegos se convertían en pruebas, iban más allá del mero pasatiempo, eran una forma de iniciación, para peligro de los participantes. El juego de la verdad podía terminar en tragedia...»19 Una sólida camaradería une a los amigos del grupo surrealista. Y, como pasan mucho tiempo juntos, conviene que las distracciones sean muchas y variadas. El juego constituye un maravilloso entretenimiento. «El cadáver exquisito –explica André Breton– nace hacia 1925 en una vieja casa sita en el 54 de la rue du Château [...]. Allí campaban a sus anchas el anticonformismo más absoluto y una total falta de respeto hacia todo, y reinaba un excelente humor. No pensábamos más que en divertirnos.» Fue Tristan Tzara quien estableció las reglas del juego: «Os sentáis tres a una mesa. Cada uno, ocultándose de los demás, dibuja en una hoja la parte superior de un cuerpo o atributos que puedan hacer las veces de cuerpo. Luego le pasáis la hoja a vuestro vecino de la izquierda, doblada de manera que quede tapado el dibujo, con excepción del principio de la parte siguiente, y recibiréis de vuestro vecino de la derecha una hoja preparada de la misma manera; al final del juego, cada hoja deberá haber realizado un recorrido com47

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pleto entre todos los participantes.» Nusch disfruta con este juego. Firma, con Paul y Valentine, tres cadáveres exquisitos dibujados con lápices de colores. Paul y Nusch realizan otros más con Tristan Tzara y su compañera Greta Knutson.20 Ambas parejas son muy amigas. Están juntos de febrero a marzo de 1934 en Niza, donde Paul, por motivos de salud, ha ido a descansar, acompañado de Nusch. Los Tzara disponen de un pequeño apartamento en la ciudad de las palmeras, donde residen con su hijo de corta edad, Christophe. Paul está muy deprimido por los graves problemas económicos por los que atraviesa. La venta de una obra de arte le permite pagar una modesta habitación de hotel en el casco antiguo de la ciudad. Con ocasión de esa estancia, Greta realiza un bello retrato de Nusch. René Char y su esposa se reúnen también con los Éluard y los Tzara. Los días pasan despacio: los amigos charlan de la mañana a la noche y pasean por las calles de la ciudad y por la playa. Paul Éluard afirma su compromiso con el amor por un lado, y con el surrealismo por otro. El poeta asume el papel de hombre «público», por lo que tiene una agenda muy apretada; todos los días hace llamadas, escribe cartas, participa en reuniones políticas o literarias, toma la palabra en conferencias y almuerza o cena con sus amigos. De nuevo Marcel Jean nos cuenta:21 «Declarados indeseables en el café Cyrano después de algunas exuberancias, los surrealistas habían trasladado su cuartel general de la hora del aperitivo al otro lado de la Place Blanche, a una cervecería frecuentada por proxenetas y traficantes de droga que no debían de im48

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portunarlos demasiado en sus discusiones literarias y poéticas.» Los surrealistas charlan, comentan, discuten, se insultan; según cuentan, Éluard, tan tierno y cortés con las mujeres, puede mostrarse grosero y colérico con los hombres. Hablan de amor, sexualidad, esoterismo y poesía; se enfadan, se reconcilian, critican, hacen, una y otra vez y siempre, la revolución contra el orden burgués. La vida cotidiana de Paul Éluard es muy agitada, está en contacto directo con la actualidad política, nacional e internacional, así como intelectual, artística y literaria. El poeta viaja también mucho por esa Europa, inquieta desde 1933, fecha de la llegada al poder del partido nazi en Alemania. Ese mismo año Éluard es expulsado del Partido Comunista, al que se afilió en 1926, como muchos de sus amigos surrealistas.22 En 1935, los surrealistas manifiestan su «recelo» por la Unión Soviética y Stalin. Éluard va a Praga en marzo de 1935 con Breton y unos amigos. Para financiar ese viaje tiene que pedir prestado. Nusch se queda sola en París. El viaje confirma la notoriedad del poeta en ese país, donde se lo recibe con tanto entusiasmo que decide prolongar su estancia. ¡Se extasía ante la belleza de las mujeres checas! Éluard no rompe verdaderamente con Moscú ni, por lo tanto, con Stalin; Breton, por el contrario, se posiciona con gran firmeza en contra del fascismo y del estalinismo. Entonces es cuando empieza a fraguarse la brecha que separará definitivamente a Breton y a Éluard en 1938. Este último se muestra muy afectado por este distanciamiento. Respaldado por algunos amigos, entre los cuales es49

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tán André Masson y Georges Hugnet, reanuda su relación con Jean Paulhan, director desde 1933 de la Nouvelle Revue Française, surgida en el seno de la editorial Gallimard.23 En 1936, la guerra civil en España abre un nuevo frente revolucionario. Éluard, que se rebela con su amigo Picasso contra la España franquista, va a Barcelona en febrero de 1936 para dar una conferencia, en el marco de una gran exposición dedicada al pintor. En una carta a su amigo Louis Parrot, escribe: «Cuando llegamos a Sevilla, llovía como en Londres. Pero esta mañana hemos visitado el Alcázar con un tiempo primaveral. Los jardines son enloquecedores. Iremos todas las mañanas. Nusch roba en ellos naranjas, mandarinas y una flor para vuestra esposa.»24 Siempre que tiene ocasión, Paul comenta esos gestos de Nusch, muy sencillos pero especiales, magníficos y delicados, que ilustran la manera en que la joven vive la amistad, que comparte intensamente con Paul. La actividad artística y poética de Éluard es de lo más variada: publica libros, inaugura exposiciones, se cartea con escritores y artistas cada vez más numerosos en abrazar, desde el extranjero, el movimiento surrealista, y participa en debates intelectuales, siempre muy animados, aunque pueda considerarse que en 1938, en Francia, el surrealismo ya ha alcanzado su apogeo y, desde ese año en adelante, inicia el declive. En nombre del surrealismo, Éluard está muy presente en todas partes: actúa, firma manifiestos, eleva peticiones, toma partido, denuncia y se opone. Pero Éluard es también el amigo que se reúne con sus compañeros los domingos por la tarde en el parque de atracciones conocido como la Foire du Trô50

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ne, instalado en la Porte Dorée, en París (un lugar mítico de diversión para los surrealistas). Éluard se ocupa de su hija Cécile, que adora a Nusch, de su madre e incluso de Gala, de la que está divorciado pero por la que se preocupa de una manera a la vez amorosa y paternal. Así, por ejemplo, en marzo de 1934 Paul y Nusch abandonan precipitadamente el hotel de Niza en el que llevan alojados varias semanas para regresar a París al enterarse de que Cécile ha contraído la rubéola. Pasan las veladas en casa de unos y otros, y los viajes y las vacaciones siempre en compañía de amigos. Y en ese contexto de fraternidad, todo lo que, de cerca o de lejos, tiene que ver con la vida de los miembros del grupo se considera importante y es objeto de cartas, telegramas y conversaciones en el café o por teléfono. El amor es uno de los temas principales de estas charlas. Los amigos se cuentan las alegrías sentimentales, las bodas y las rupturas. Todos éstos son acontecimientos que se oponen al individualismo, sistemáticamente denunciado por los surrealistas. Los surrealistas forman ellos solos una pequeña comunidad de hombres y mujeres muy unidos entre sí, con amistades, amores, disputas, separaciones y reconciliaciones, animados por intensos debates intelectuales sobre temas novedosos como la locura, el erotismo, la sexualidad, los sueños, el sueño, etc. En su obra L’évidence poétique, Paul Éluard declara: «Hay una palabra que me exalta, una palabra que nunca he escuchado sin sentir un gran escalofrío, una gran esperanza, la más grande, la de derrotar a los poderes de ruina y de muerte que atormentan a los hombres; esa palabra es: fra­ter­nidad.»25 51

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Nusch, «la elegante y encantadora Nusch de irresistible risa»,26 de rostro iluminado por la sonrisa, participa en el ritmo trepidante de los encuentros, las diversiones y los viajes. Ella misma se sitúa siempre a la sombra del gran Paul. Sonríe en las fotografías. No es más que modelo de sí misma, no es ni modelo de mujer ni mujer modelo. Pero Nusch calla y, cuando no hay nada que hacer, teje jerséis para los amigos y para ella misma. Lili Masson, la hija de André Masson, evoca el recuerdo de un almuerzo con su padre, Éluard y Nusch en el restaurante Pré Catelan del Bois de Boulogne (un lugar que los Éluard solían frecuentar). No recuerda haber oído la voz de Nusch en toda la comida. Nusch guarda el secreto de su naturaleza sencilla: «Cosas de mujeres...», le confía a su vecino de mesa en ocasión de una cena en el restaurante Catalan, en la rue Grands Augustins, en el distrito V de París, con los amigos Picasso y Dora Maar. Ésta se marcha precipitadamente nada más llegar, dejando al pintor sumido en el desasosiego. Así marca Nusch discretamente su distancia con las mujeres: nada violenta, incapaz de provocar, su papel es el de médium. Abierta al mundo ultrasensible, Nusch percibe, siente, irradia, vibra, sin recurrir jamás a un lenguaje de palabras, de colores o de formas, ella que desconoce todo eso por falta de instrucción y de cultura. En 1931, Éluard presenta a Nusch al fotógrafo Man Ray (1890-1976). Man Ray adora a las mujeres. Le gusta fotografiarlas en su taller de la rue Campagne-Première. Éluard le sugiere retratar a 52

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su amiga Nusch. Ésta ya ha posado para ilustrar tarjetas postales en Berlín. Man Ray es un fotógrafo estadounidense que llega a París en 1922 para conocer a los surrealistas. Su obra ocupa un lugar predominante en la historia del movimiento. Se puede decir que es el fotógrafo surrealista por excelencia. Nusch acude al taller de Man Ray. Las sesiones de posado son muy largas porque están muy estudiadas. Nusch se muestra paciente y dulce. Posa, desnuda o no, ante Man Ray. Éste la fotografía maravillosamente. Sus imágenes son las más cautivadoras. Nusch posa como modelo de Man Ray para presentar joyas: sortijas, relojes, pulseras... Con la mirada siempre ligeramente oblicua con respecto al objetivo, nunca de frente, a veces incluso de perfil por completo. Entre unas tomas de vista y otras, la complicidad entre modelo y fotógrafo resulta ser sensual y ligera. Aún más deseable, Nusch vuelve al final de la jornada junto a Paul, impaciente por gozar de los placeres de la joven. El trabajo de Nusch como modelo del fotógrafo Man Ray apenas se conoce. La joven, que nunca se ha enorgullecido de su belleza y de su gracia, no habla de estas fotografías. Su único placer es el que siente Paul al contemplarlas. Ante las imágenes del cuerpo desnudo de Nusch, Paul siente un contento inaudito que le permite, en efecto, acceder libremente al territorio de los deseos. Paul acaricia, en público o en privado, noche y día, el cuerpo sublime de Nusch: besos, abrazos, caricias, mimos, gestos todos estos que transgreden el código de buen comportamiento de la moral. Ir más allá de lo permitido, de lo pensable, de lo 53

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aceptable, es un camino de pronto fácil gracias al cuerpo de Nusch, la antigua maga de la calle. Libre, Nusch le ofrece la desnudez de su cuerpo, el único bien que posee. Le ofrece sus labios, sus manos, su sexo sensible. Recorta redondeles en sus sujetadores para que asomen así los pezones de sus bonitos pechos. Resulta muy excitante ataviada con vestidos libertinos, con los ligueros más suaves e invitantes, con medias de rejilla, sostenes de seda, picardías de satén, albornoces de crep de China... Paul adora a su Nusch, desnuda bajo la ropa, desnuda en la calle, desnuda en todas partes. Desnuda. Sin trabas. La fotografía le confirma que Nusch encarna ella sola todos los poderes del amor. Pese a su físico frágil y enfermizo, Paul Éluard, el poeta del amor, no renuncia a la voluptuosidad del cuerpo. Al contrario, por mediación del de Nusch, pone su propio cuerpo al servicio de una revolución, la del erotismo y la sexualidad. El cuerpo de Nusch encarna la gran fuerza del deseo. Y es ese cuerpo, delicado y provocador, lo que lo inspira y lo invita a inventar las posturas del amor carnal, incluso aquellas que más reprueba la época en la que viven. Nusch, la inspiradora, muestra su cuerpo apasionadamente celebrado por el poeta, para quien el embeleso sexual, invocado por los surrealistas, se convierte en cuerpo e imagen. Nusch se entrega y acepta ponerse al servicio de las fantasías de su esposo: éste le pide que transgreda los tabúes que asfixian la vida sexual. Provocadora, ella acepta. El poder de los deseos de Éluard reina entonces en su teatro de emociones. 54

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