La buena educación…
canina
Es importante que tengamos todos los sentidos puestos en nuestros perros cuando vamos con ellos por la calle, siendo ejemplo de otros, siendo ejemplo de civismo y siendo ejemplo de educación A menudo, cuando se escucha hablar de educación canina, se nos puede venir a la cabeza la imagen de un perro realizando ejercicios de obediencia, puesto que es normal confundir la educación con el adiestramiento. La educación canina pretende generar una buena convivencia entre humanos y perros, basada en el entendimiento mutuo, el respeto, las normas y límites, el saber estar… Pero es importante tener en cuenta que la educación comienza y termina con la conciencia, la información y la formación. Estos requisitos son imprescindibles para toda aquella persona que tenga un perro o, en su defecto, quiera tenerlo en un futuro. Pero además, la 68 | Mérida 2017
conciencia y la información, también son imprescindibles para aquellas personas a quienes no les gustan los animales, y más concretamente los perros. ¿Por qué decimos esto? Es simple. Decía Bruce Lee que la violencia proviene del miedo a lo desconocido, y es lo que provoca a su vez el rechazo de determinados elementos, personas o animales que nos rodean. La buena educación cívica involucra tanto a personas con perro como a personas sin él, porque la tolerancia en la convivencia debe ser mutua en un entorno civilizado, en una comunidad humana que gusta cada vez más de la compañía de los perros. Hay quien ve como una falta de educación el que un perro se le acerque oliendo y le toque con el hocico en una mano o en el pantalón. Sin embargo, en su lenguaje, es una forma muy respetuosa de dirigirse a una persona. Existe mucho
desconocimiento por parte de la ciudadanía acerca del comportamiento de los perros, y esto da lugar en multitud de ocasiones a malos entendidos entre los convecinos. Al hablar de educación canina, hablamos también de educación cívica para la convivencia, ya no sólo entre diferentes especies, como pueden ser la canina y la humana, sino también entre individuos de la misma. Aprender a respetar el espacio de los perros y de sus responsables, aprender a respetar el espacio de quienes no gustan de tener un perro, aprender a dirigirse a otra persona de manera correcta con talante constructivo y sin ánimo de ofensa, aprender a respetar las normas de convivencia básicas que marca el órgano municipal, y aprender a entender las consecuencias de nuestras acciones, nos lleva a un cierto equilibrio en la educación ciudadana.