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CONTRACOSTUMBRE El Lenguaje es una Piel
~ Contracostumbre ~
Por Isabel Pavón
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El lenguaje es una piel
No sé si a usted le pasa lo mismo, pero yo, cada vez que me reúno para charlar en torno a una mesa, a menudo entro en conflicto con los pies de mis contertulios. Y la cosa es que arriba, sobre el tapete, las palabras fluyen elocuentes, las manos gesticulan armoniosas y las sonrisas se reparten. Sin embargo, eso de tropezar al menor movimiento con los pies del otro, me trae de cabeza. En un intento de buena voluntad y para hacer extensible la armonía que se celebra en la parte superior, en ocasiones he decidido estacionarlos un rato debajo de mi asiento. Pero a la menor discrepancia se escapan de nuevo tras una palabra que considero entrometida, o alguna frase doble intencionada y vuelvo a tropezar con algún pie suelto que se adelanta a su vez con el mismo afán de provocar a los míos. Los pies son maleantes que planean sus propias guerras. Andan siempre provocando peleas, van a su aire y cuando menos te lo esperas ¡zas! patada o pisotón al canto, como una advertencia antes de llegar a las manos para que nadie se pase con chulerías. Por mi parte considero una grosería agacharme para poner orden en ese mundo suburbano así que, cuando la cosa se pone insoportable me levanto y me despido hasta la próxima tertulia. Aquí paz y después gloria. He llegado a la conclusión de que aunque sobre el tablero todo se desarrolle con normalidad, por los bajos fondos esos miembros inferiores traman temas belicosos, o sea, que de cintura para arriba, podemos estar de acuerdo en todo porque se nos ve la cara pero, de cintura para abajo... de cintura para abajo es otro cantar amigo mío. Los pies tratan temas en los que no están dispuestos a llegar a un acuerdo. Son miembros agresivos, no podrán negármelo. Es como si tuvieran su propia interpretación de la vida, como si tuviésemos dos cerebros que viven en constante pugna dentro de nosotros. Como si estuviésemos convencidos de algo con el cerebro de arriba, y los pies, con el suyo, quisiesen demostrarnos lo contrario. Me da miedo pensar en todo esto. ¿Será que por la boca sale lo contrario de lo que pensamos y los pies se nos rebelan? ¿Y si resulta que la conciencia está en los pies? No sé pero, a veces, noto patadas en la cabeza mientras hablo y lo peor no es eso, lo peor es que últimamente empiezo a sentirlas en el estómago mientras escucho. ¿Me estaré volviendo loca?
Ojalá algún día decidiéramos todos llegar a buen consenso, milagros mayores he visto, entonces se harían realidad las siguientes palabras: El lenguaje es una piel; yo froto mi lenguaje contra el otro. Es como si tuviera palabras a guisa de dedos, o dedos en la punta de mis palabras. Mi lenguaje tiembla de deseo. La emoción proviene de un doble contacto: por una parte, toda una actividad discursiva viene a realzar discretamente, indirectamente un significado único, que es “yo te deseo”, y lo libera, lo alimenta, lo ramifica, lo hace estallar (el lenguaje goza tocándose a sí mismo); por otra parte, envuelvo al otro en mis palabras, lo acaricio, lo mimo, converso acerca de estos mimos, me desvivo por hacer durar el comentario al que someto la relación. Lingüista francés Roland Barthes (Del libro Corazones Inteligentes)