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Crónicas de La Ferrera: El Teleno (Paco Pines

CRÓNICAS DE LA FERRERA TELENO

PACO PINES

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Dejo atrás Corporales con buenas sensaciones, la vida, una vez más, parece querer regresar a estos míticos pagos, inhóspitos en invierno. Camino del Morredero, la mañana está luminosa, sin una mala nube que amenace el azul celeste, cósmico, imperial.

Eria arriba son ocho kilómetros hasta la doble curva donde los más madrugadores ya han aparcado.

Una estrecha y por momentos profunda senda, desagüe natural de la montaña, es el único lugar libre de codesos y por ahí inicio la subida al coloso. El invasivo ramaje acecha el sendero, castigando piernas y tobillos.

A media subida atravieso un importante cauce, ahora seco y, algo más arriba aparece una planicie con las primeras raleas en el terreno, la retama relaja su presencia. Perdida toda referencia, sumergido en un mar de piornos, tan solo la cúspide hace de brújula. Tímidamente asoma alguna piedra y la aparición de los primeros mojones así lo corrobora: “vamos bien”.

Con la inestimable colaboración de estas anárquicas construcciones, ladera oeste arriba, alcanzo el único tramo despejado de toda la subida: es la línea imaginaria que separa a maragatos y cabreireses, apenas doscientos metros de trocha casi recta sobre el vértice que domina ambos lados.

Estoy a los pies del gigante, la imponente mole dibuja un rastro serpenteante que, a buen seguro, me llevará a la cúspide. Craso error, coronada esta primera cumbre, piedra sobre piedra, el paisaje se repite, aunque la próxima cima parece más cercana. Con la idea de coronar el mastodonte ataco este difícil tramo con una peligrosa pendiente muy propensa al vuelco, rotura de cabeza incluida, para encontrarme con un panorama similar. Hay que continuar, ya falta menos. Alcanzado el nuevo teso se divisa medio mundo y un poste geodésico que, aún lejano, indica el fi nal del camino. La ausencia de una ruta a seguir la suple la presencia del poste de hormigón. Las rocas son tan espectaculares como inestables, pero hay tal cantidad y tan amontonadas que sustentan el sinfín de historias escritas sobre el Túmulo.

Estoy tocando el cielo con la emoción desatada, levitando entre nubes y rocas. El tiempo se detiene a mis pies, la adrenalina se dispara y con la mente, que en pleno éxtasis queda, en blanco, mi vista se recrea por la mancha difusa del paisaje que, desde aquí, es el Páramo.

Leo la placa fi jada en una piedra - es de una gente agradecida -. Abrazo el pilar de cemento y miro la cruz de al lado donde con más voluntad que acierto se puede leer: Teleno 2188.

Mojones del camino

La prominente vista desde la montaña sagrada, es excepcional, sublime, sideral. Si no fuera por la emoción que me produce otear el horizonte con sus montañas infinitas y el Páramo al fondo, tendría cierta decepción por la crudeza, rayana en el abandono, que contemplan mis ojos aquí en la cima y la cicatería de las autoridades que, lejos de sonrojarse o caérseles la cara de vergüenza por el bochornoso espectáculo que damos al mundo, siguen cobrando, sus generosos emolumentos, cada mes.

Observados los montes que rodean al mito y sacadas unas fotos en dirección al Valleacabado, - no se ve nada -, tomo asiento en una de las muchas piedras moralizas que cubren la zona. Hay que comer algo y reponer fuerzas antes de iniciar el viaje de vuelta. De repente el monte tiembla y todo el valle se retuerce sobre sus codesos, mientras una voz atronadora desgarra la paz del mediodía. ¡¡¡No te da vergüenza insensato!!!, llevo más de sesenta años esperándote, me tenéis más abandonado que en tiempos del Holoceno cuando solo había agua y lo único que veía era la efigie de mi hermana la peña Trevinca, No sabía dónde meterme, con lo bien que iba todo, y ahora el dios con forma de león, melena al viento, se ensañaba con mi humilde persona como si yo fuera el responsable de la Diputación provincial, Traté de explicarle que, el abandono, no era cosa mía, pero me recordó lo bien que lo trataban los primeros pobladores nómadas que cazaban por por aquí que hasta bipedos le inmolaban, Buena gente, comenté amodo. Si no fuera por la emoción que me produce otear el horizonte con sus montañas infinitas y el Páramo al fondo, tendría cierta decepción por la crudeza, rayana en el abandono, que contemplan mis ojos.

Páramo desde el Teleno

Pero la época gloriosa, no cabía un castro más en la zona, fue la de tus antepasados astures, no, no eran turistas venidos de Gijón, se embala, sino los habitantes del siglo I y anteriores de este lado del río Astura, un río que es “La mar de ancho”. Teutatis me llamaban y me tenían tal devoción que empezaron a hacerme templos y sacrificarme animales, tiempos aquellos, Si, nada es, todo pasa. Se cebó con la visita de los prepotentes uniformados, aquellos egocéntricos milites del floripondio en la cabeza que, hartos de recibir palos de los astures, instalaron un campamento en Castrocalbón y dice que llegaron a juntar hasta cuarenta mil hombres, cuando en Artúrica, la capital, posteriormente Augusta, apenas vivirían la mitad. Todo con el fin de esquilmar esta, nuestra tierra y una vez apresados, esclavizados o crucificados los nativos, que de todo hubo, llenaron el monte de canales y embalses para laborar más de 100 minas que menudos líos se preparaban, con los turnos, a la hora de inundar el terreno, Ríe maliciosamente, el dios/león, mostrando cierta complicidad y yo fascinado, no soy capaz de concretar si estoy inmerso en una sesión de yoga, meditación o tantra. Lo que si percibo de repente es que mi rodilla izquierda deja de chasquear, la espalda, como empujada por un resorte, se pone derecha como una vela y el reuma, mi compañero del alma, se acaba de ir de paseo por uno de los muchos y serpenteantes senderos que envuelven el gran coloso, nuestro monte sagrado.

Fue una pena que aquella joven pareja quisiera hacerse un selfie en el culmen y me despertara, con lo bien que iba la tarde.

Como ocurre con la mente humana, del Teleno apenas conocemos una parte ínfima de su contenido, de su pasado reciente, de su historia vital y aunque esta sea pródiga en acontecimientos, uno piensa que estamos ante la punta del iceberg. Poco o nada sabemos de las más de ochenta minas catalogadas en la actualidad y como no ocurra una carambola similar a la de Atapuerca con el tren, así seguiremos algún tiempo, porque invertir en cultura nunca fue negocio inmediato y aquí en occidente hace años que vivimos al día, sin recursos para un mal imprevisto. Porque la fama en esto del oro se lo llevaron las Médulas, pero lo extraído allí, como dirían los modernos, es el chocolate del loro comparado con la sangría llevada a cabo en esta parte del Teleno, concretamente en el hipotético triángulo que forman: Aria (Castrocontrigo), Castrillo de la Valduerna y Molinaferrera, excluyendo la zona norte que actualmente ocupa el campo de tiro del ejército, donde la información es altamente secreta. Porque asentamientos, castros, recientemente se han descubierto siete, pero deberíamos volver al pedrusco de hielo y tener en cuenta que en Aria ya se conoce la existencia de minería del oro anterior a la llegada de los romanos, que estos, como Colón, Don Cristóbal, también sabían adonde venían.

Mención aparte merecen los petroglifos (piedra grabada), su utilidad sigue siendo una incógnita, pudiendo formar parte del ritual religioso, ser una especie de calendario o representar una ofrenda al dios de turno agradeciendo, en base a la fecha en que fueron grabados, la fecundidad de la tierra. Estos del Teleno fueron descubiertos hace apenas diez años por el fontanero Astorgano Juan Carlos Campos y presentan unas particularidades que los hacen únicos en el mundo: son, con una diferencia de casi dos mil años, los que contienen los grabados de laberintos, univarios de base siete, más antiguos conocidos y, de los pocos que no se encuentran al lado del mar. Su antigüedad dinamita los pilares establecidos hasta ahora en el estudio de estos grabados ya que en ellos aparece el laberinto conocido como laberinto clásico o “ Cretense ” que es el sello distintivo de cualquier petroglifo que se precie.

En cualquier caso y a la vista de la edad de las criaturas deberíamos pedir a las autoridades responsables, pobre Diputación acabará cogiéndonos manía, que ponga en marcha una campaña a nivel mundial reclamando la paternidad del invento y solicitando el cambio de acepción en todos los tratados, catálogos, fórums de eruditos o estudios internacionales referidos al tema, para que cuando se hable de: laberinto Cretense, sea sustituido por "laberinto Maragato" o bien "laberinto del Teleno".

Corremos el riesgo, como ya nos ocurrió con el idioma, de que el primer documento conocido, escrito en lengua romance diferente del latín, se hizo en lleunés y, la lengua resultante de aquel escrito: Nodicia de quesos, acabó llamándose castellana.

Aquí en León somos así de generosos, sean buenos.

Como ocurre con la mente humana, del Teleno apenas conocemos una parte ínfima de su contenido, de su pasado reciente, de su historia vital

El “Concorde” de Filiel

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