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El agua en el paisaje natural y cultural de El Escorial

El agua ha sido históricamente uno de los principales elementos vertebradores y articuladores del paisaje en nuestras latitudes. Es por eso que hoy se hace difícil hablar del paisaje sin asociarlo al agua, y al patrimonio cultural e histórico que puede surgir con su colaboración.

No es discutible que el agua constituye el sistema sanguíneo del paisaje, y que puede correr libre y sin control alguno formando arroyos, ríos, inundando valles, creando navas, estructurando lagunas, etc., dando lugar a un paisaje natural constituido por grandes masas arbóreas e inmensas herrenías (prados inundados de agua durante la primavera), que producirá hierba abundante que alimentará a una mínima cabaña ganadera, reservándose para la agricultura los espacios de una mayor calidad.

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Un ejemplo de ese paisaje natural nos lo recuerdan topónimos tales como: Las Ferrerías de Fuent de Val de Lámparas, Las Ferrerías Debajo, Las Casas del Salcedón, El Alberquilla, Las Derroturas del Helechar, Los Labrados de Robledo Hueco, La Fresneda, El Campillo, Monesterio, y como no El Scurial. Todos ellos se localizan allí donde el agua es abundante, corre libremente y riega los tierras de mejor calidad.

En la primavera de 1561 Felipe II viaja al monasterio jerónimo de Guisando “y a la ida y a la vuelta era por el lugar del Scurial para le visitar”. Para entonces Felipe II tiene muy claro que en la dehesa de La Herrería levantaría su magna obra: El Monasterio de El Escorial.

Tomada la decisión, Felipe II ayudado por su secretario Pedro de Hoyo, ordena el territorio de acuerdo con los siguientes criterios. En primer lugar, el Monasterio debía quedar rodeado de una masa vegetal lo más amplia posible, que constituyese el jardín natural de su Casa; en segundo lugar, si el Monasterio era un lugar de rezo y oración, todo lo que le rodeaba lo concibe el rey como un espacio de ocio y diversión para sí mismo y para su familia; en tercer lugar, ese espacio reservado debía ser acotado y defendido, con una pared de piedra seca (Cerca Histórica); en cuarto lugar, el agua debía ser el elemento que irrigara e hiciera posible la belleza programada por el monarca.

El resultado de esta ordenación, conservada, mantenida y respetada por los reyes sucesores, hasta la desamortización de las propiedades reales, allá por 1870, será la consecución de una unidad de conjunto de un marco territorial único, con una superficie aproximada de un centenar de kilómetros cuadrados, abrazados por una pared de piedra de una longitud de 51.150 metros.

Desde una perspectiva geográfica el conjunto se compone de un anfiteatro montañoso donde destaca el orgulloso monte de Abantos y las sencillas Machotas, y de un paisaje de rampas de pie de monte, donde se han depositados los materiales del roquedal montañoso. El elemento que articula montaña y valle será el agua.

Felipe II conociendo la importancia del agua para su gran proyecto, llevará a cabo un proceso de patrimonializacion y de apropiación de su uso, poniéndola a su servicio: para la construcción del Monasterio, para el abastecimiento de los habitantes de su Gran Fabrica, para poner en marcha los grandes ingenios que eran necesarios para la edificación de la gran obra filipina, y sobre todo, para crear un espacio de ocio y diversión para la familia real y sus cortesanos más próximos. Nacía así el paisaje cultural de El Escorial.

Para hacer visible ambos tipos de paisaje, el Ayuntamiento de El Escorial ha preparado una exposición para este verano con un doble objetivo: en primer lugar, hacer entender al gran público el mundo escurialense tal y como lo concibió Felipe II, como un conjunto unitario abrazado por una pared de piedra; en segundo lugar, mostrar como el proceso de apropiación del agua por el monarca fundador, hizo surgir un paisaje cultural específicamente propio, que ayudó a la integración de esa unidad de conjunto, y que es necesario difundir, conocer, amar y conservar.

Gregorio Sánchez Meco

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