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El más charro de los deportes. Por Carlos Antonio Trinidad Sánchez

EL MÁS CHARRO DE LOS DEPORTES

Carlos Antonio Trinidad Sánchez

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DESDE LAS CULTURAS CLÁSICAS HASTA EL SIGLO DE ORO

Desde Egipto hasta las civilizaciones precolombinas se han encontrado vestigios de juegos antecesores o análogos a los actuales deportes de pelota. Los primeros reglamentos escritos proceden de Grecia y Roma, donde se dio nombre de “pila” (por estar rellena de pelos) a la pelota que cabe en una mano, habiendo reglamentos de juegos para niños, jóvenes y mayores. Los juegos de pelota más abundantes son los de “lanzamiento directo” aunque en la Grecia clásica ya encontramos un juego de “lanzamiento indirecto” llamado Απόρραζιs (apórraxis) que consistía en botar la pelota contra el suelo, ganando el que más botes le diera. Otra variante, jugando contra la pared, puede considerarse antecesor de nuestro frontón.

Desde entonces, las canchas son lugar de encuentro. Ya Platón hace referencia a los juegos de pelota, pidiéndole a Dionisio de Siracusa que salude a sus compañeros en el juego de pelota. Para Galeno, el padre de la medicina, los juegos de pelota constituían ejercicios físicos muy completos y destaca la importancia de usarlos en la educación infantil. Durante el Siglo de Oro español, el juego de la pelota era el divertimento por excelencia de clérigos, nobles o plebeyos: Felipe II en 1502 se trajo desde Flandes su propio séquito de compañeros

Isidoro de Sevilla (en “las etimologías de San Isidro” hacia de juegos. 633) hace mención a estos juegos replicando los reglamentos clásicos y la fabricación de “pilas”: “no dejes de reunir pelos de ciervo veloz hasta que haya una onza de más de dos libras”, constatando así la continuidad del juego en la época visigoda.

Durante el Siglo de Oro español, el juego de la pelota era el divertimento por excelencia de clérigos, nobles o plebeyos. Felipe II en 1502 se trajo desde Flandes su propio séquito de compañeros de juegos; Miguel de Cervantes en La Gitanilla lo relaciona con el mundo bohemio, del truhan, del pícaro: “...A doquiera que llegaban, él se llevaba el precio y las apuestas de corredor y de saltar más que ninguno; jugaba a los bolos y a la pelota estremadamente; tiraba la barra con mucha fuerza y singular destreza. Finalmente, en poco tiempo voló su fama por toda Estremadura, y no había lugar donde no se hablase de la gallarda disposición del gitano Andrés Caballero y de sus gracias y habilidades;...” “...Dejaron, pues, a Estremadura y entráronse en la Mancha, y poco a poco fueron caminando al reino de Murcia. En todas las aldeas y lugares que pasaban había desafíos de pelota, de esgrima, de correr, de saltar, de tirar la barra y de otros ejercicios...”.

Desde la escuela y la milicia se impulsó como entrenamiento o instrucción para otras disciplinas, pero en contra, Carlos III, dictó, en 1771, una Real Pragmática para tratar de atajar los abusos por ser fuente de apuestas y más de una pendencia.

Frontón viejo a la derecha de la foto, original de Pazos. Gentileza del grupo “Fotos antiguas de Ciudad Rodrigo”.

Frontón, plaza de toros y ermita de Fuentes de Oñoro. Tres espacios para la fiesta charra.

DEL “JEU DE PAUME” AL FRONTÓN COMO DEPORTE PROPIAMENTE ESPAÑOL

Todos los estudios coinciden en situar el origen del frontón, más concretamente “la pelota a mano”, en el francés “jeu de paume”, practicado desde hace cerca de mil años, siendo también antecesor del tenis y por extensión de todos los deportes de raqueta.

Este juego de lanzamiento directo fue el rey del deporte entre entre los años 1250 y 1650. La capital del juego era París, debido al bote excepcional de las bolas confeccionadas por los artesanos parisinos especializados, les paumiers. El juego de palma fue el primer deporte en atribuirse un título de Campeón del Mundo desde 1740 hasta la actualidad. Juegos de lanzamiento directo se practican hoy en el País Vasco, Canarias y sobre todo en tierras levantinas. En los “trinquets” valencianos el público se integra en la misma cancha, perviviendo la pasión y espíritu del deporte de los mosqueteros, sin árbitros, pues los jugadores acataban las decisiones del respetable.

Los juegos de lanzamiento indirecto limitaban su práctica a los reducidos espacios cubiertos de los claustros o atrios de la iglesias, dada la poca capacidad de rebote de las pelotas, hechas con materiales naturales del viejo continente como la lana, trapos, pelos o pieles, hasta que el descubrimiento de América trajo el caucho, revolucionando el juego al usar desde 1850 el látex en la fabricación de las pelotas. El juego francés“au Ble” (jugar contra la pared) gana mucha viveza y dureza imponiéndose como deporte propio en España.

Podemos intuir que nuestro deporte se introduce desde Francia por el País Vasco, Navarra y La Rioja, extendiéndose por ambas Castillas hasta Andalucía traspasando el Atlántico en una deriva similar a la recorrida por nuestra lengua castellana.

Mientras en Inglaterra se iban fraguando los actuales deportes de masas, avezados empresarios vascos descubrieron en las nuevas tendencias deportivas, una nueva fuente de inversión. Al calor de las apuestas y los adelantos arquitectónicos basados en la nueva ingeniería del hierro se edifican recintos cerrados. A finales del XIX y todo el XX florecieron los “Jai Alais” en todas las capitales españolas y en las principales ciudades de Francia, América y Filipinas gracias a la espectacularidad de la “Cesta punta”. Sobre estas nuevas canchas, con pared izquierda, reglamentó el resto de modalidades “La Federación Internacional de Pelota Vasca”, fundada en Buenos Aires el 19 de mayo de 1929, impulsada por las federaciones española, francesa y argentina. Los juegos tradicionales de lanzamiento indirecto, nacidos o reinventados en distintos lugares, se han ido diluyendo en las nuevas reglamentaciones federativas.

EL FRONTÓN, DEPORTE DE LA CHARRERÍA

Las recias paredes de las iglesias o los lienzos de las murallas fueron los primeros “desafíos”, hasta que se levantaron los tradicionales frontones de una pared o “plaza abierta” dibujando, junto a los campanarios, la silueta de los pueblos charros. La misa, el partido de pelota y la “joriza” eran los eventos principales de cualquier fiesta, feria o festividad. Se jugaba a diario sin que faltaran las apuestas alentadas por los industriales quienes patrocinaban a sus jugadores favoritos. Los pelotaris competían en fama con los toreros. En los pueblos se levantaban tablados o se cercaban con carros para albergar al púbico. Otro juego era “Las Casillas”. Consistía en dividir la cancha en

Se jugaban varias modalidades. El “mano a mano” era y casillas asignadas a un jugador es la modalidad reina. Si es por parejas, uno guarda los cua- que tendría que devolver si dros delanteros y otro se hace cargo de la zaga. El zaguero botaba en ella. era el deportista más recio, mantenía el peso del partido y los fervores del púbico. El delantero defendía las caídas y remates; con la evolución técnica del juego, pasó a ser el rematador siendo, actualmente, el jugador de más prestigio. Otra modalidad muy característica de estas tierras era el juego a tres en plaza abierta. El zaguero cubría la zaga y los dos delanteros cubrían un lado cada uno.

La bravuconería o la arrogancia de los contrincantes podía dar lugar a singulares desafíos. En las tabernas se acordaban retos de 1 contra 2, 2 contra 1, mientras se fumaba un puro, o jugando solo con la chota. Patato I retó a dos pelotaris en el frontón de la iglesia de Fuenteguinaldo con la condición de que él jugaría a mano y los dos contrincantes con pala. Ni que decir tiene que ganó el gran Patato I, cuya fama se hizo copla:

cuando Patato Juega a la pelota las de Martín del Río se vuelven locas entre el Regalaó y el Molinero han ganado a Patato por ser tan fiero

De forma natural surgieron también juegos infantiles. Por ejemplo “El Botero” que era un juego de uno contra todos. El botero sacaba y a la vez nombraba al jugador que tendría que devolver para volver a entrar en juego; él que fallara abandonaba la cancha hasta quedar en un mano a mano. Otro juego era “Las Casillas”. Consistía en dividir la cancha en casillas asignadas a un jugador que tendría que devolver si botaba en ella. Según fueran los jugadores o la cancha se podrían establecer o improvisar otros juegos.

CIUDAD RODRIGO, PASIÓN POR LA PELOTA

Nos consta que en las Vascongadas y Navarra se aprovechaban los lienzos de iglesias y murallas como pared de soporte para juegos de lanzamiento directo. En muchas ciudades italianas se conservan los ‘sferisterio’, un campo de juego con capacidad para miles de personas en los que la cancha la limita una pared de hasta 90 metros de largo situada en frente de las gradas. Con estas premisas podemos suponer que en los lienzos de fosos y murallas,

Frontón viejo a la derecha y nuevo a la izquierda. Gentileza del grupo “Fotos antiguas de Ciudad Rodrigo”.

especialmente en los más cercanos a los cuerpos de guardia, se jugara al “largo” o “juego de chazas castellanas”, nombres con que se conocían en Castilla los juegos de lanzamiento directo.

El primer juego de pelota que tenemos referencia en Ciudad Rodrigo fue la pared del convento del San Francisco, comprada por el Ayuntamiento en 1884, “... dedicando las piedras de las paredes laterales y posterior para acera de las calles. Como la pared exterior se utilizaba para juego de pelota, decidieron conservarla, por ser una diversión popular, antigua y necesaria al desarrollo de la juventud. Desde ese momento aparece inventariada entre los bienes municipales como juego de pelota y a esto de debe que siga aún en pie...” (Mari Paz Salazar Acha, Revista de Estudios Mirobrigenses, vol. I 2005). Dada la cercanía al “Campo de las Reses” y “la Encañeria”, los ganaderos de la comarca alentaban los desafíos en la pared del convento las vísperas de ferias y mercados. Otra cancha estaba situada en la Puerta de Santiago, cerca de los “Cuerpos de Guardia”.

“El frontón viejo” de la puerta del Sol, situado en la parte izquierda según se sale de la muralla, tenia la particularidad de contar con pared a la derecha y “machón” a la izquierda. Esta singularidad hacía que los desafíos contra los militares del Batallón de Antequera, venidos del norte, se decantarán hacia los jugadores locales hasta que vascos y navarros le cogían el intríngulis a las 3 paredes y, de veteranos, ya le hablaban de tú a tú a las glorias locales.

El suelo era de tierra pero, a decir de quienes allí jugaron, estaba tan pulido como uno de obra gracias al buen hacer de Ángel Vallejo, Maura, más conocido por regentar con su familia el carro de golosinas situado en la Rúa del Sol y otro de cambio de tebeos y novelillas en El Árbol Gordo. Además de cuidar el frontón, hacia alpargatas de esparto y las pelotas, que alquilaba junto a la cancha.

Las pelotas de frontón artesanas guardan su secreto en los diferentes ovillos, apretados y uniformes, por capas que la forman para que el bote sea franco y previsible, sin piques ni extraños y nos brinde ese bonito chasquido percutido que embriaga a jugadores y público.

Por 100 pesetas compré mi primera pelota en la vetusta tienda de Viuda de Aquilino Sánchez situada en la plaza Del Jazmín. De la mesa camilla enterrada entre badanas y papeles, se levantó para ofrecerme varias pelotas sacadas de un cajón bajo el antiguo mostrador. Sobre el suelo de piedra pulido de tanto pisar fui probando una a una hasta que escogí la que tenia un bote alegre y entraba bien en la mano. Con esta pelota jugué, disfruté, sin necesidad de protección, muchos partidos hasta que se racharon las costuras. La deshice para desentrañar su secreto: dos “ochos” de piel de cabra (aunque se decía que la mejor era la de gato), cosidas con puntadas finas de fuera a dentro la remataban; para protegerla la untábamos con sebo tras cada partido; bajo la piel se apretaba con hilo la primera capa de lana recosida dando uniformidad a la siguiente capa de trapos que escondía un alma de goma de cámara de bici.

Cada pelota artesana tiene sus características, por ello el botero elige el material, pudiéndose cambiar de pelota varias veces a lo largo del partido.

La edad de oro de la pelota a mano, en Miróbriga, coincide con la implantación de la nueva reglamentación federativa. La fuerte afición mirobrigense obligó al Ayuntamiento a construir un nuevo frontón reglamentario en la otra parte del revellín de la Puerta del Sol, inaugurado por los hermanos Patato en los años 50.

El día que le pedí a Joaquín Chanca, nieto de Patato I, una entrevista para el diario Tribuna de Salamanca me dio largas desviándome hacia otros pelotaris. Le busqué las cosquillas recordándole que era el único que había jugado con los mejores profesionales de su época. Me mandó callar, miró a su alrededor por si alguien nos oía y me dijo al oído:

La edad de oro de la pelota a mano, en Miróbriga, coincide con la implantación de la nueva reglamentación federativa. La fuerte afición mirobrigense obligó al Ayuntamiento a construir un nuevo frontón reglamentario.

- ¡Pero con esos no se podía jugar mucho!. - ¿Por qué? - Porque ganaban

Jugó con Vineren, Azpitiano, Chabarca, San Miguel, Corono, Borja, Herma y de la afamada saga de los Atanos con el VIII, Pedro María Juaristi Alberdi con quien disputó, junto a su hermano, incontables partidos en los frontones de Soria, Salamanca y Zamora.

Se hicieron empresa varias veces para montar partidos siempre con fines benéficos, montando los tablados carnavaleros para la ocasión. La Borriquilla del Domingo de Ramos se compró gracias al altruismo, al sudor y la mano limpia, de estos deportistas calzados con alpargatas de esparto, entrenados en el trabajo diario y las tardes de frontón.

La carrera de los hermanos Patato comenzó cuando Joaquín apenas tenía 15 años. Resultó que su padre, quien también fue jugador, solo disponía de una yegua puesta a los toros. No se le ocurrió otra cosa que se la disputaran en un partido de pelota. Manuel, el mayor, tenía más fuerza y como buen zaguero aguantaba mejor las jugadas. Joaquín era más pícaro, rematador como buen delantero. Fue un partido “a cara de perro”. Al final el más pequeño ganó contra pronóstico poniendo a su padre en un apuro, pues no estaría bien visto que el primogénito no entrara a caballo en la plaza, dando a entender que solo contaban con una caballería puesta a los toros. Por entonces el buen o mal momento de la casa se conocía por el lustre de las caballerías. Para cumplir la palabra paterna, Joaquín, ilusionado, hizo el recorrido por el campo convencido que entraría en la plaza; pero, antes de Torroba, en las primeras casas, su padre lo esperó amagado tras una pared y de sopetón le cogió la yegua por las riendas y con autoridad le mandó desmontar para que fuera su hermano quien entrara en la plaza con la consiguiente rabieta que le duró una buena temporada.

Joaquín ganó fama jugando de pareja con Borrego, un gran pelotari de Lumbrales al que recordaba como un buen deportista y mejor persona. Otros pelotaris de la época eran Alberto, Pipe, Anta, Pepe Moreno, Julián Gutiérrez, Baranda, Tetilla, Zenón, El Gitano, Nacho Domínguez, Raboso, El niño, destacaron en la década de los 50. Carlichis, El Churrero, El Fari, Gelu, El panadero y otros muchos destacaron en los años 60. “El Cholas” es recodado con gracia por su desparpajo y gracia en el juego prodigando los golpes por debajo de la pierna.

En 1945, ya hizo pareja con su hermano al acabar Manuel su servicio militar. Inauguraron la mayoría de los nuevos frontones de la provincia. Los pelotaris competían en fama con los toreros en las fiestas y ferias. Mozos y mozas querían compartir con ellos un cacho y un trago vino: “cenábamos hasta cinco veces...”

Manuel se hizo picador, falleció en un accidente de tráfico el año 1964, impidiéndole sus compromisos acudir a las canchas. Joaquín siguió haciendo pareja con otros pelotaris. Abandonó las canchas tras perder un partido a tres en Cabrillas, junto a Ocampo y el gran Heli, de la Fuente de San Esteban. Y hablar de Heli, herrero de profesión, y la Fuente de San Esteban es también hablar de Los Galgos de Sando, rivales y amigos de los mejores pelotaris mirobrigenses. Hoy la saga sigue más viva que nunca con Pedro, Galgo IV como figura consagrada y continua hasta Galgo VII en las categorías infantiles y juveniles.

De izquierda a derecha: el más alto Zenón, a su lado su compañero pelotari de Sahelices que llamaban El Niño. Miguel Vicente y Manolo Raboso. Al fondo “los tablados”.

“Había aficionados que no salían del juego de pelota, porque los partidos eran continuos, se reservaba hora pidiendo el frontón a Maura que tenía un buen surtido de pelotas” (“La voz del recuerdo”, Ángel de Elías, Libro de Carnaval de 1986) y se me antoja que cualquier tarde un gacetillero podría haber escrito la siguiente crónica imaginaria:

UNA TARDE EN EL JUEGO DE PELOTA

Los afamados pelotaris mirobrigenses, oriundos de Fuenteguinaldo, fueron contratados para inaugurar en Babilafuente uno de tantos frontones que conforme a la nueva reglamentación está levantado la organización española cultural y recreativa de Educación y Descanso dependiente de la Organización Sindical Española, que desde 1939 promueve todo tipo de actividades artísticas, culturales y deportivas.

No pudiendo contar con ninguno de sus compañeros habituales, de pura casualidad se lo ofrecieron al jefe local de la Falange para salir del paso. Llegaron al frontón y el “tercero” en vez de vestir camisa blanca, limpia y planchada como mandan los cánones, se presentó con la camisa azul de la Falange. Bien fuera por faltar a la tradición o por otra espúrea razón, el caso fue que la concurrencia armó una algarabía de aúpa cada vez que el “tercero” entraba en liza. Cabreados, los hermanos decidieron no dejarle entrar en juego rematando el partido en un santiamén. Cobraron las 1,500 pesetas de bolsa como ganadores. Tras pagar el taxi, al señor Ángel el alquiler de las pelotas y repartir el resto, se metieron al taxi y le espetaron: “con nosotros no vuelves a jugar” y no volvieron a decir palabra en todo el camino.

El sofocón sufrido les tenía algo mohínos. Este bajo estado de ánimo fue aprovechado por Abrahan Cid Montero, labrador y buen aficionado, para meterlos en liza contra su favorito, Zenón, gitano espigado, pelotari listo y elegante donde los haya que en las ultimás tardes no perdía un partido. Los imbatidos guinaldeses se mostraron remolones pues ya se sabe que la enjundia de este deporte está en la igualdad de los contrincantes. Ofrecieron intercalar las parejas; pero ante la insistencia del promotor, el cruce de apuestas y alguna fanfarronada de Zenón aceptaron el reto si la delantera azul la cubriera el buen pelotari, atleta y futbolista Nacho Domínguez, quien se excusó a causa del importante partido que el Ciudad Rodrigo C.F. tenia el domingo. El señor Abrahan propuso al santiespiritucense Manolo Raboso, un joven delantero que estaba dando mucho juego en los frontones del Campo Charro, formando así una prometedora pareja.

El desafío merecía las mejores galas y jugarse en el nuevo frontón reglamentario, lleno a rebosar en cuanto se corrió la voz.

En lo que los pelotaris iban calentando la mano el público confió el oficio de arrayador al tío Carriles ante la negativa del señor Ángel, el pelotero, que ofreció un buen surtido de su apreciado material echando al cesto tres cada pareja, escogiendo los guinaldeses, con fajín colorado, las más recias.

El chiquilleril, desterrado a jugar en cualquier pared hasta que el juego termina cuando rompen un cristal o embocan la pelota, aprovechó la ausencia de vigilancia y de mayores para jugar ilusionados en el frontón viejo, emulando a sus ídolos.

Antes de botar el primer saque, que cayó en suerte de colorados, dieron en llegar los rezagados trabajadores de las fábricas del Pincho y el Chorlo, conminando a que se agacharan o se sentaran los que estaba delante provocando algún revuelo que molestó a los jugadores, quienes pidieron mantener el orden. Los que podían se encaramaban en los sillares de piedra que hay alrededor. En la muralla ya no cabía ni un alfiler.

A la izquierda Manuel Chanca, Patato II. En el centro, Nacho Domínguez y a la derecha Joaquín Chanca, Patato III. 293

Se jugó a “saque libre” según la costumbre antigua.

El primer saque enrasado sorprendió a la pareja azul: - El primero para colorados.

Cantó el arrayador mientras marcaba la primera raya con su varita de fresno en el suelo de tierra.

Un saque largo no entró en la mano del zaguero azul, ni el siguiente arrimado a la pared. Dos seguidos a los cuadros delanteros marcaron el primer “sombrerito” sobre la quinta raya por ninguna de azules que no acababan de encontrar el toque a la pelota ni el sitio en la cancha y así llegaron al tanto siete. Algunos espectadores se marcharon con gestos insolentes.

Raboso iba a entrar al saque a la desesperada cuando Zenón se lo pidió desde atrás; lo esperó atrasado y cuando la pelota iba cayendo enrabietada se fue hacia ella con dos pasos certeros, sacando su largo brazo desde atrás lanzando un bolea alta que hizo recular a Antonio hasta el siete. Los delanteros iban retrasándose para intentar entrar y rematar el tanto, entrando impaciente Raboso al corte de cacheta (golpe dado de arriba abajo) a ras de falta que delató la chivata con una sonora campanada. - ¡Levántame esas pelotas!

Gritó con su consabida sorna El Buñolero, provocando la hilaridad del público y una mirada de refilón de la pareja azul. El siguiente saque se lo olió el delantero azul y repitió la suerte, ahora con acierto: - ¡Uno a ocho! En cero ya no quedan.

Los azules tuvieron unas breves palabras en lo que enfriaban el partido y escogían pelota, de más salida y menos peso para evitar al delantero colorado.

El de Sanctis, sacó dos veces al pique con suerte y la tercera al ancho sorprendiendo al zaguero colorado.

El quinto saque lo cortó Joaquín al rincón y tuvo que estar muy vivo para devolverlo atrás pues se quedó descolocado. Otra vez se midieron los zagueros en los cuadros largos haciendo las delicias del respetable apuntándose otra raya los azules. - ¡Y los que se han ido se lo han perdido! Ahora empieza lo bueno. Se oyó desde la muralla.

Una equivocación en el saque dejo entrar al delantero rojo cruzando con la chota desde la pared al ancho que saco de la cancha al azul quedando franca para que él remate a placer: - ¡Nueve a cinco!

Los colorados siguieron mandando en la cancha y el marcador mientras azules intentaban mantener la compostura. A colorados les entró prisa por acabar un partido que tenían en el bolsillo y sumaron hasta “el de la mala suerte”. Buscando el tanto catorce, el botero sacó ajustado al pique de pared pero no pilló de sorpresa el delantero azul que devolvió largo, esperó el resto y jugó a contramolde sacando de la cancha a Patato ll que devolvió dejando la pelota placer; el de Sanctis amagó el golpe confundiendo al zaguero contrario que subió a cubrir la delantera, pero la dejó pasar para que entrara desde atrás el espigado zaguero metiendo riñones lanzando una bolea alta que pasó por encima de la pareja colorada. - ¡No corráis que es peor! - ¡Levántame esas pelotas! Grito con su consabida sorna El Buñolero, provocando la hilaridad del público y una mirada de refilón de la pareja azul.

Joaquín Chanca recibiendo de manos de Tato, como delegado de Deportes, el reconocimiento a su trayectoria deportiva.

Gritaron con sorna desde la muralla. Tanto para azules y cambio de pelota. Con las prisas fallaron el resto y al siguiente colorados buscaron el remate restallando la pelota contra la chivata: - ¡Levántame esas pelotas!.

Repitió la gracia El Buñolero siendo ahora colorados quienes le miraron de refilón mientras el padre de los campeones acababa de liar su tercer pitillo. - ¡A quince, la niña bonita, iguales beben!.

El frontón era una fiesta la primera vez que los cuatro fenómenos se dieron un respiro para echar un trago al inconfundible botijo ¡qué tan buena agua hace! hecho por Gabriel o su primo Mesio en los alfares del Arrabal con el barro flojo extraído en las barreras de San Giraldo. - ¿Parece que a sus hijos le cuesta?.

Chinchó un espectador al señor Antonio mientras echaba un trago a la bota. - ¡Mis hijos aun no han empezado a sudar!

Espetó mientras encendía el pitillo que acababa de liar y pasaba la bota al Tío Carriles.

El saque azul lo cortó de cacheta el delantero colorado rematando a un dedo de la limba. El saque siguiente fue respondido con solvencia por azules dando lugar a un apasionado peloteo de poder a poder hasta que una pelota al ancho fue cantada como linea por el zaguero azul y buena por el colado, preparándose una trifulca entre la asistencia. El arrayador, tapado por el público, no pudo ver la jugada. Los delanteros pidieron parecer a los espectadores más cercanos: - Yo la he visto buena - Yo raya -¿Y usted? - Buena - ¡A dieciséis, iguales vuelven a beber!

Los contendientes excusaron las botas de vino que le ofrecían insistentemente los asistentes mientras se pisaban la mano para hacer bajar la hinchazón.

Joaquín devolvió el saque al machón sorprendiendo al botero azul que devolvió como pudo. Miró amagando como si fuera a devolver al ancho engañando a la pareja azul y sin apartar la vista del ancho dejó otra vez la bola en la pared, picardía que hizo las delicias del respetable y a partir de aquí el partido se puso “a cara de perro”.

Las manos embotadas y alguna sangrienta. Zenón, como de costumbre, se quitó las alpargatas para acabar descalzo la contienda. La nube de humo de tabaco, espesada de sudor, se podía cortar.

Costaba seguir las jugadas. No había quien sujetara tanta pasión. El Tío Carriles tenia que apartar con la varita a los enardecidos aficionados para que no le borraran las rayas. Los espectadores se tenían que abrir en abanico para que los fenómenos pudieran devolver empujados por los vítores y palmas de los aficionados que seguían de cerca cada golpe hasta estorbar en un lance encrespando a los contendientes. - ¡Hagan el favor de ponerse de la raya para fuera o esto se acaba aquí!

El zaguero azul aprovechaba su altura para devolver al botivoleo (al corte) para evitar carreras; por su parte el zaguero rojo devolvía de sobaquillo (por bajo del brazo) las pelotas pasadas. Los delanteros no se la jugaban y tiraban atrás. A los contramoldes llegaban al vuelo. Las palmas ardieron para aplaudir al delantero que tras responder un contramolde al vuelo desde fuera de la cancha volvió a volar hasta el rincón para hacer una dejada imposible que sorprendió a los contrarios que ya celebraban el tanto.

Cada golpe era una gesta y cada tanto un triunfo hasta que: - ¡La novia para colorados!. Cantó el arrayador.

El publico vitoreó entusiasmado la carrerilla del que podría ser el ultimo saque. Quiso rematar partido el zaguero colorado con un remate de cacheta que rozo la chapa para desazón de colorados y alivio de azules. La mirada de refilón de los cuatro pelotaris dejó mudo al Buñolero. El fallo de tan buen golpe fue aplaudido hasta por los contrarios. - ¡Aliqueró la pucaba!

Comentó un primo de Zenón con un gesto de satisfacción, y el forastero preguntó: - ¿Qué ha dicho? - ¡Qué chistó la chivata!.

Y el forastero se quedó igual. - ¡Iguales a 24!

El respetable enronqueció pidiendo ¡dos nuevas! mientras los fenómenos descansaban jadeantes apoyados en el contramolde. Ante tanto entusiasmo los jugadores accedieron unánimes con una mirada sin saber que volverían a igualar a 25.

El frontón era un bramido entusiasmado pidiendo otras dos nuevas, pero ya los jugadores no podían ni con las cangallas. Uno de ellos hizo gesto por bajo con la mano respondido por el resto: - ¡Aquí muere!

El saque fue aclamado como nunca se vio por estos lares. Desde atrás se devolvía a no perder prodigando los golpes a “la remanguillé”. El tanto definitivo se alargaba hasta que desde el cinco un zaguero golpeó de raspalijón con un efecto endiablado a matar. Los espectadores de primera fila podían escuchar el silbo de la pelota, expectantes a que la pelota restallara contra la chivata o a un dedo por cima de la limba decantando el partido hacia colorados o azules y....

aquí el tiempo se paró, bien porque al gacetillero se le acabara la tinta o a este servidor la imaginación.

CURTO Y RAMAJO: LA TÉCNICA CONTRA LA FUERZA

En muchos muros de iglesias o fortificaciones de España se han conservado y restaurado los muros encalados donde se jugaba al frontón, como un elemento significativo de nuestro patrimonio. A finales de los 60, acuciados por la dirección general de Bellas Artes se derribó primero el frontón antiguo y después el contra-

Final Manomanista año, 1981. Con fajín colorado, Alfredo Ramajo. Con fajín azul, el ganador, Rafa Curto. Final parejas año 1981. Con fajín colorado, Ramajo y Rubio. Con fajín azul los ganadores, Curto y Alipio.

molde del nuevo dando un golpe mortal al más nuestro de los deportes. Si fue para dar realce al baluarte defensivo de poco sirvió, pues los fosos se convirtieron en un vertedero, en una escombrera.

En el patio del Seminario se siguió jugando aprovechando la pared trasera del Hotel Conde Rodrigo imponiéndose la modalidad con raqueta por las propias limitaciones de la cancha.

La llegada de la democracia trajo consigo la eclosión de iniciativas populares, entre ellas la recuperación del frontón de la Puerta del Sol por suscripción popular, impulsada entre otros por Tato Galerías y Rafa Curto.

Rafa Curto y Alfredo Ramajo fueron los nombres propios de esta nueva etapa junto a Resti, Rubio, Ángel, Corchero. Los mirobrigenses se habían hecho jugando de mozos con los grandes pelotaris de la época anterior. Ramajo, Resti y Rubio se habían hecho pelotaris en Sahugo, donde el juego pervivió al igual que en los pueblos de la comarca. La pelota había pasado a ser el deporte de los pueblos.

Curto y Ramajo se vieron las caras en todas las finales. Ramajo era más recio, su fuerza y su buen golpe levantaba los fervores del numeroso público que se volvió a congregar como si el tiempo no hubiera pasado, pero Rafa se llevaba el gato al agua con un juego mucho más técnico. Curto, Ramajo, Resti y Alipio jugaron varios campeonatos provinciales.

Ramajo gozó de gran cartel en los pueblos de la Ribera y el Campo Charro.

Esta remembranza quería ser un homenaje a todos los grandes deportistas que llenaron de emoción, tarde tras tarde, los aledaños de la Puerta del Sol durante décadas, haciendo de la pelota a mano el deporte que más afición ha congregado en Miróbriga hasta la desaparición definitiva de los frontones de la Puerta del Sol.

Pero mientras estaba preparando esta colaboración, la pandemia de coronavirus se llevó por delante a Alfredo Ramajo el 31 de marzo de 2020. Se consagró a su vocación sacerdotal el 15 de julio de 1979, al tiempo que acrecentaba su fama como pelotari. Sirvan estas líneas como un brindis al cielo al gran pelotari y mejor persona. Rafa Curto y Alfredo Ramajo fueron los nombres propios de esta nueva etapa junto a Resti, Rubio, Ángel, Corchero. Los mirobrigenses se habían hecho jugando de mozos con los grandes pelotaris de la época anterior.

LA PUERTA DEL SOL SE QUEDÓ VACIA

El nuevo frontón se reconstruyó con tanta ilusión como desacierto en los materiales empleados. El áspero cemento de suelo y contramolde rasgaban las pelotas y dañaba a los jugadores cuando tenían que tirarse para devolver.

Al igual que en los años 60, la dirección de Bellas Artes ordenó su demolición definitiva, pero en esta ocasión, el alcalde Miguel Cid, se negó a llevarla a cabo hasta que estuviera construido el nuevo frontón en la trasera del campo de fútbol. Para su inauguración, a finales del los 80, se contrataron a Los Galgos disputando contra una pareja zamorana un igualado partido que se alargó a petición del público. No faltó a la inauguración Joaquín Chanca, Patato III quién al final del partido volvió a degustar las mieles de este gran deporte levantando los aplausos del público con un peloteo individual, cerrando así “La Edad de Oro” de la pelota a mano en Ciudad Rodrigo.

Pelotas manufacturadas por Ángel Vallejo, Maura.