
11 minute read
Ética y sus teorías
TEMA 4
ÉTICA
Advertisement
1. LA ÉTICA COMO DISCIPLINA FILOSÓFICA
A diario y de forma inevitable hacemos valoraciones de nuestra propia conducta y también de conducta del otro, es decir, hacemos juicios de moral. Lo hacemos sometiendo a prueba nuestro comportamiento y el de nuestros semejantes. Los filósofos de todos los tiempos han gastado mucho tiempo, trabajo y esfuerzo para estudiar en qué nos basamos para valorar, en qué nos basamos para hacer esos juicios morales. Por eso podemos definir la ÉTICA como disciplina que se ocupa de examinar con qué criterios se catalogan unas acciones en un sentido (buenas) u otro (malas). La finalidad no es solo teórica, sino fundamentalmente práctica: se trata de tener un conocimiento del bien y mal concretos para saber si se obra bien o mal. La MORAL es el conjunto de normas por las que se rige una persona o colectivo. Por ello tenemos en cuenta que hay muchas morales, tantas como visiones del mundo.
1.1. Carácter y conciencia moral
Una de las características fundamentales del ser humano es la libertad. Y desde esa libertad el ser humano se va construyendo a sí mismo. Es ese carácter libre y poseedor de una iniciativa personal el que obliga a ser responsable de los propios actos y compromisos. Por ello, esa imprescindible libertad de acción y la responsabilidad en el cumplimiento es lo que le hace ser moral. La conciencia moral es esa voz íntima y personal que nos hace distinguir el bien del mal en todo tipo de comportamientos propios y, en menor medida, extraños. Eso posibilita que dispongamos de la opción de reflexionar sobre las experiencias que vivimos. Se puede afirmar, sin miedo a equivocarnos, que el ser humano es un sujeto moral.
1.2. Las normas morales
El humano es por sí mismo un ser normativo. Desde la noche de los tiempos crea normas, a la vez que las cumple, las incumple, las modifica o las olvida y supera. Sus normas se refieren a la satisfacción de necesidades atávicas (tradiciones), usos, costumbres y sobre todo, a principios de comportamiento social. Las normas morales no pertenecen al ámbito del ser (todo aquello que existe), sino al ámbito del deber ser (todo aquello que sería bueno que existiera). Y tienen una doble dimensión: • Dimensión social: todas las comunidades poseen un código de normas que regulan la forma en la que sus miembros han de obrar y comportarse en relación con su entorno. Tienen dos maneras de hacerse presentes. De forma explícita en códigos legales. O bien, de forma implícita, en los usos y costumbres de esa comunidad. • Dimensión personal: las normas morales no sólo exigen su cumplimiento, sino que la persona reconozca la norma como suya, ya que, beneficiando a la comunidad, se beneficia a sí mismo. Que se haya dado el paso de la actuación por cumplimiento a la actuación por convicción. Ese proceso lo va desarrollando la conciencia moral.
1.3. Los Valores Morales
Las normas morales permanecen en el tiempo, porque nos llevan a unos valores que están más allá de ellas. En el espectro de los valores podemos advertir dos características claras: • Polaridad: todo valor va marcado por un signo positivo o negativo, nunca los dos la vez. • Carácter idea: las normas que tenemos van encaminadas a conseguir unos valores que nos hagan una vida más plena y saludable. Eso nos confirma que los valores pertenecen al ámbito del deber ser y no tanto a lo que de hecho es.
OBJETIVIDAD Y /O SUBJETIVIDAD DE LOS VALORES
Si bien es cierto que todas las culturas tienen una serie de normas que reflejan unos valores a conseguir, no es menos cierto que estos varían de una cultura a otra. Por ello hemos de afirmar que hay dos teorías: • Teoría objetivista de los valores: según Max Scheler, entre otros, los valores son cualidades o propiedades que están en las cosas. No los inventa el ser humano. La posibilidad de conocerlos depende de la cultura, la educación y la capacidad de cada sujeto moral.
• Teoría subjetivista de los valores: no existen cosas valiosas en sí mismas, ni valores objetivos universales.
Que algo sea considerado un valor, depende de la apreciación subjetiva de una persona o de un grupo social o cultural.
1.4. El desarrollo moral
La especie humana está caracterizada por unos determinados rasgos biológicos. Uno de ellos y con sesgo determinante es el carácter moral. Pero hemos de tener en cuenta que se desarrolla y materializa de manera particular y con el paso del tiempo en cada individuo. El desarrollo de esa conciencia moral se va haciendo por medio de la interacción a través de los valores sociales que se adquieren por la educación y el entorno en general. Jugando su papel la manera de ser y pensar propia de cada uno. El psicólogo suizo Jean Piaget (1896/1980) elaboró la teoría del desarrollo moral por la cual divide la constitución de la conciencia moral en tres fases: • Pre moral: abarca los cinco primeros años, por la cual el niño aun no tiene en consideración las normas morales. • Heterónoma: se va configurando entre los seis y los diez años. Se caracteriza por la perspectiva extremista del bien y del mal. Los niños se someten a las normas por considerarlas imposiciones inalterables. • Autónoma: se perfila a partir de los 10 años, cuando el individuo considera y comprende que la normas son preceptos acordados.
Kohlbegr (1927-1987) amplió la teoría de su maestro Piaget, desglosando en seis estadios el proceso evolutivo de formación de la conciencia moral. Estos seis estadios están subdivididos en tres niveles y seis perspectivas: • Nivel pre convencional, estadio 1: las normas se acatan por obediencia y miedo al castigo. aPerspectiva social: Egocentrismo, que es la incapacidad para relacionar varias perspectivas y puntos de vista. • Nivel pre convencional, estadio 2: las normas solo se cumplen si son favorecedoras para quien ha de asumirlas. aPerspectiva social: Individualismo. Conciencia de que los otros también tienen intereses. Por tanto, el bien es relativo.
• Nivel convencional, estadio 1: se consideran normas lo que las personas cercanas esperan de nosotros. aPerspectiva social: Gregarismo. Capacidad para relacionar distintas perspectivas y ponerse en el lugar del otro. La perspectiva social, es todavía limitada y concreta. • Nivel convencional, estadio 2: las normas que están establecidas socialmente se cumplen para proporcionar un bien general. aPerspectiva social: Comunitarismo. Conciencia de que los intereses generales del sistema han de estar por encima de los intereses particulares o individuales. • Nivel pos convencional, estadio 1: se considera que sólo son legítimas las normas que nacen de un acuerdo que favorece a la mayoría. Dada la gran variedad de opiniones, principios y valores. aPerspectiva social: Relativismo. Exclusiva legitimidad de las normas que surgen del consenso, desde la conciencia de la pluralidad de normas y valores y siempre desde la apertura a la posibilidad de cambiar esas normas. • Nivel pos convencional, estadio 2: las normas son escogidas libre y racionalmente, dado que responden a principios y valores universales. aPerspectiva social: Universalismo. Conciencia de que hay valores imperturbablemente universales. Como la igualdad y la dignidad de las personas, cuando las normas establecidas no respetan esos valores, es legítimo desobedecerlas.
1.5. La inteligencia emocional
Si la teoría clásica sobre la inteligencia hablaba de una única capacidad general que sirve para resolver con eficacia toda clase de problemas, actualmente hay teorías que abogan por el paradigma de que el individuo tiene múltiples inteligencias. Según el psicólogo estadounidense Howard Gardner, existen ocho tipos de inteligencia: lingüística, lógico-matemática, espacial, naturalista, musical, kinestésica, interpersonal e intrapersonal. La unión de la inteligencia interpersonal y la intrapersonal daría lugar a la inteligencia emocional. El término de “inteligencia emocional” lo acuñó Daniel Goleman, planteando una tesis revolucionaria apoyada con el máximo rigor en los principales descubrimientos científicos, a saber: lejos de los que solía suponerse, la inteligencia no sólo no se opone a las emociones, sino que coopera con ellas.
2. TEORÍAS ÉTICAS
Una teoría ética es una reflexión filosófica que intenta fundamentar la moral. Es decir, justificar su validez y legitimidad.
2.1. Origen occidental de la ética
A) Los sofistas
La reflexión ética se inicia con los sofistas, término griego que significa sabios. Se trata de un grupo de maestros de Retórica, Oratoria y Dialéctica que ejercieron su actividad en los siglos V y IV antes de Cristo.
El rasgo fundamental de los sofistas fue el relativismo social y cultural. Identificaban la moral como un simple acuerdo entre miembros de comunidades: una convención. Debido a ello negaron la existencia de valores morales universales.
B) Intelectualismo socrático
Se trata de una corriente filosófica liderada por la escuela de Sócrates, que defiende la existencia de valores objetivos y universales. Basta conocerlos para practicarlos. Esta corriente defiende de manera tajante el intelectualismo moral, que consiste en que el conocimiento del bien lleva a su práctica.
2.2. Ética, como búsqueda de la felicidad
Damos un paso más en la historia del pensamiento filosófico a la hora de abordar la Ética. Contando con la ética para alcanzar la verdad, de Sócrates, nos adentramos en la ética para alcanzar felicidad de Aristóteles y su escuela. Las éticas que colocan la felicidad como el máximo fin al que puede aspirar el ser humano son éticas Eudemo-
nistas. A) Felicidad: prudencia
Aristóteles fue uno de los iniciadores del eudemonismo filosófico, en el que defendía que la máxima felicidad del ser humano residía en la vida contemplativa, la observación de la naturaleza y de Dios; y la conducta moral prudente. Valoraban el Justo Medio, como el ejercicio de maduración adecuado para encontrar la felicidad.
B) Felicidad: placer
La corriente que defiende el placer como mayor fuente de felicidad del ser humano lleva por nombre
Hedonismo. Así mismo hemos de tener en cuenta que existen muchas teorías hedonistas que difieren en la definición propuesta de placer.
Para los cirenaicos, el placer es entendido como goce sensorial, entendido en sentido positivo. Los epicúreos identifican placer y felicidad. Para ellos el placer es la ausencia de perturbaciones y dolor.
C) Felicidad: aceptación
El Estoicismo es la corriente filosófica que identifica la felicidad, como la aceptación e indiferencia del hombre a los placeres y dolores externos. Para los estoicos, el mundo está regido por una razón universal que marca un destino para el ser humano.
D) Felicidad: bien común
El utilitarismo tiene como tesis central el principio de utilidad, según el cual el acto moralmente correcto es aquel que proporciona mayor placer o felicidad a mayor número de personas.
2.3 Ética como búsqueda de la justicia
Las teorías éticas consideradas como éticas de la justicia son aquellas que hacen hincapié en la imparcialidad. Estas son éticas formales que no consisten en preceptos concretos, sino en condiciones formales que garanticen unos principios universalmente válidos.
A) Ética del deber
La planteó Emmanuel Kant (1724-1804) alegando que sólo una ética formal puede ser universal y garantizar autonomía moral al ser humano. La ética del deber no plantea qué debemos hacer, sino cómo lo debemos hacer. No debe ser impuesta desde fuera, sino descubierta por el ser humano.
B) Ética discursiva
Es heredera y continuadora de la ética kantiana. La propone Jürgen Habermas (1929- ) y alega que no se deben establecer normas concretas de acción. Lo que se debe establecer es el procedimiento para determinar qué normas tienen validez ética. Según Habermas sólo tienen validez aquellas normas aceptadas por consenso en una situación ideal de diálogo.
TEXTO PARA PENSAR
LA PAZ PERPETUA
Que un pueblo diga: «No quiero que haya guerra entre nosotros; vamos a constituirnos en un Estado, es decir, a someternos todos a un poder supremo que legisle, gobierne y dirima en paz nuestras diferencias»; que un pueblo diga eso, repito, es cosa que se comprende bien. Pero que un Estado diga: «No quiero que haya más guerra entre yo y los demás Estados; pero no por eso voy a reconocer un poder supremo, legislador, que asegure mi derecho y el de los demás», es cosa que no puede comprenderse en modo alguno. Pues ¿sobre qué va a fundarse la confianza en la seguridad del propio derecho, como no sea sobre el sucedáneo o substitutivo de la asociación política, esto es, sobre la libre federación de los pueblos? La razón, efectivamente, une por necesidad ineludible la idea de la federación con el concepto del derecho de gentes; sin esta unión carecería el concepto del derecho de gentes de todo contenido pensable. Considerado el concepto del derecho de gentes como el de un derecho a la guerra, resulta en realidad inconcebible; porque habría de concebirse entonces como un derecho a determinar lo justo y lo injusto, no según leyes exteriores de valor universal limitativas de la libertad de cada individuo, sino según máximas parciales, asentadas sobre la fuerza bruta. Solo hay un modo de entender ese derecho a la guerra, y es el siguiente: que es muy justo y legítimo que quienes piensan de ese modo se destrocen unos a otros y vayan a buscar la paz perpetua en el seno de la tierra, en la tumba, que con su manto fúnebre tapa y cubre los horrores y los causantes de la violencia. Para los Estados, en sus mutuas relaciones, no hay, en razón, ninguna otra manera de salir de la situación anárquica, origen de continuas guerras, que sacrificar, como hacen los individuos, su salvaje libertad sin freno y reducirse a públicas leyes coactivas, constituyendo así un Estado de naciones -civitas gentium- que, aumentando sin cesar, llegue por fin a contener en su seno todos los pueblos de la tierra. Pero si no quieren esto, por la idea que tienen del derecho de gentes; si lo que es exacto in thesi lo rechazan in hypothesi, entonces, para no perderlo todo, en lugar de la idea positiva de una república universal puede acudirse al recurso negativo de una federación de pueblos que, mantenida y extendida sin cesar, evite las guerras y ponga un freno a las tendencias perversas e injustas, aunque siempre con el peligro constante de un estallido irreparable.
Enmanuel Kant
57
ANTONIO RISUEÑO PÉREZ