efectos personales
Martina Castro Es productora, editora y diseñadora de sonido. Hija de uruguayos, nació en Estados Unidos, donde se formó como periodista radial. Hoy es productora principal de Radio Ambulante, podcast de crónicas latinoamericanas en español, que ganó el Premio Gabriel García Márquez de periodismo en la categoría innovación. Desde su llegada, está armando una biblioteca con los sonidos de Montevideo: los niños en el Parque Rodó, las bocinas, los autos, las motos, los ómnibus, los tangos de Gardel en AM, y hasta el grito del niño cantor del Cinco de Oro
Por Nausícaa Palomeque Foto Matilde Campodónico
Operación retorno Durante años soñé con una beca Fulbright, es muy prestigiosa. Vine como profesional de la radio con el respaldo académico de la Universidad de Montevideo, con el proyecto de enseñar lo que sé hacer: periodismo narrativo en audios. Fue un proyecto con los estudiantes de la carrera de Comunicación. Hicimos siete crónicas radiales sobre el tema de los retornados y estamos armando un podcast. Por supuesto, el tema me atraviesa. Negarlo sería mentir. Martina uruguaya Nací en Estados Unidos, en Virginia, mis padres son uruguayos, se conocieron allá. Soñaba con vivir un tiempo en Uruguay. Me vine queriendo mejorar mi español, conocer Uruguay y a mi familia de manera más profunda, y a no sentirme tan extranjera. Mi padre me metió esa idea romántica del Uruguay, el mate, la música, Los Olimareños… Fueron pistas que
dibujaron una idealización. Yo quería ser Martina uruguaya, intenté serlo durante años, pero ahora, con la beca, fue una experiencia compleja, porque tenía que representar a Estados Unidos. Fue raro comprender finalmente que represento una parte de Estados Unidos. Hay muchos como yo que se identifican con muchas raíces, que pertenecen a varias culturas y que son estadounidenses. Es un país superdiverso y yo me estaba encajonando tanto como encajona la gente de afuera. Eso lo comprendí acá y me sacó mucha presión, porque finalmente pude admitir quién soy. ¿Podés creer? Hay una voz Mis alumnos no sabían de qué hablaba. No conocían nada de esto, no entendían muy bien el formato. Lamentablemente, no existen muchos ejemplos. Hay una resistencia a ver las crónicas radiales como periodismo. Les parecía más liviano, cuentos musicalizados, ficción, pero son testimonios y tocan temas relevantes. Claro, no es el periodismo tradicional, duro, ese que te dice: “Aquí están todos los datos”. Esto es mucho más artístico, literario. Todo cambió cuando les hice analizar la estructura narrativa de sus películas favoritas: quiénes son los personajes, cuál es la historia, cómo se desarrolla. Algo hay que inspirar en los oyentes, ¿y qué pasa? ¿después qué? Es un relato. En una cena con amigos, si querés contar lo que pasó ayer, ya sabés cómo engancharlos, qué detalles contar, cuáles no, el suspenso, el momento clave, es supernatural en lo cotidiano. Pero es muy difícil hacerlo como periodismo si toda la vida escuchaste otra cosa. Cambio y fuera Todo es muy igual en las radios acá: siempre el mismo formato de charla y en vivo. Es buenísimo el formato de la radio en vivo, está muy explorado acá, ¡charlemos! Me
43 Dic. 2015
La casa de los abuelos Mi abuela Chiquita, María Elena, tenía 16 años, vivía en Minas y se fue a visitar a una amiga. Fueron a la estación de tren, porque ahí estaba toda la actividad, recibían cartas, llegaba la gente, y la amiga de mi abuela le quería presentar a un muchacho. Desde lejos mi abuela vio a un hombre con varios perros. Y mi abuela le pregunta: “¿Es él?”. Quería que fuera él. Se acuerda que solo le veía la nuca, y no podía dejar de mirarlo. Era mi abuelo Homero. Se conocieron en un baile y poco después se declararon el amor en el cerro del Verdún. Estuvieron casados 57 años y tuvieron cuatro hijos. Tres de esos cuatros hijos se fueron al exterior y hasta ahora no volvió ninguno. Uno de ellos fue mi padre. Creo que nunca imaginaron que sus hijos se iban a ir y que la primera en volver iba a ser yo, una nieta que se crió en otro país, en otro idioma, en otra cultura.