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pasan por varias etapas como el niquelado (consiste en la aplicación en la superficie de un objeto una capa de níquel, la finalidad es mejorar la resistencia a la corrosión o por cuestiones decorativas o como base para otros revestimientos) , la electrogalvanoplastia (es el revestimiento de un objeto, como una llave, con una capa de metal.) y por último el dorado con laminas de oro. Juan considera que su taller es un poco de reciclaje económico, por lo que el auge y la demanda han crecido enormemente por varias razones, entre ellas; La economía, las piezas cuestan de 100 a mil 500 pesos, cuando una joya de oro de grandes dimensiones va de 15 a 50 mil pesos o más. La inseguridad, debido a los asaltos y secuestros, las mujeres ya no invierten tanto en oro ante el temor de ser objetos de la violencia. Pero Juan no es el único que interviene en el proceso de fabricación, también está su esposa Nereida Ruiz, que recibe los pedidos, arma y ajusta las diferentes piezas

para completar una joya completa. En algunas ocasiones realiza el mismo procedimiento de limpieza con las joyas en reciclaje. Para completar el ciclo las exhibe en unas vitrinas de su pequeño negocio colocado en la parte frontal de su casa en la Avenida Juárez. Juan y Nereida no conciben la vida de otra manera, tampoco vislumbran a una zapoteca sin joyas, de oro o fantasía, mucho menos un reino sin dorado.

SÉPTIMA SECCIÓN 12 PM

Lo primero que te recibe en el hogar de Jorge y Fernando es ese penetrante olor a mar, característico de la Séptima Sección, zona de pescadores. La bienvenida te la da una red de pescar colgada en el tendedero y varios niños juguetones batallando en una “maquinita”, al fondo un pequeño cuarto de cemento que apenas deja entrar la luz del sol y el aire fresco, el taller de orfebrería de los hermanos Jiménez. En el cuartito una mesa de madera con varias gavetitas sobresale

Lunes 28 de Mayo del 2012

de todos los artefactos que simulan instrumentos de tortura del medievo. Los calendarios, el poster de un equipo de futbol y la estampa del Sagrado Corazón de Jesús en un nicho son las motivaciones visuales de estos dos hermanos zapotecas que pasan el mayor tiempo de sus vidas entre el calor del fuego y las canciones rancheras de una vieja grabadora sostenida en la pared del taller. Fernando Jiménez, tiene 22 años, además de orfebre se dedica a la pesca artesanal en las aguas de Playa Vicente, lo mismo camarones, jaibas o mojarras trae a casa para contribuir con la economía familiar en esta época de crisis. Fernando se inclinó por la elaboración de joyas de fantasía en cobre, anillos, aretes, brazaletes, collares y medallones, las más rápidas de construir y más vendibles en el mercado local. El joven elabora por varias horas las piezas, después de juntar la cantidad suficiente en varios días, las lleva al taller de Juan y Nereida Marcial para que reciban el proceso de dorado y así entregarlos

a sus clientes. Desde los 16 años Fernando combina el oficio de orfebre y pescador, no puede separar una de la otra, aunque cuando se le pregunta el por qué, simplemente sonríe y sus ojos cafés se tornan más claros. Jorge tiene 34 años, el más parlanchín de los dos, su dedicación se centra en las joyas de oro, pasa más tiempo frente al fuego y la fuerza que le imprime al trabajo es mucho más intensa que la que inyecta Fernando a sus piezas. El procedimiento para lograr un objeto bien elaborado le lleva casi una semana, aunque la paga es mucho más satisfactoria. También Jorge ha dejado los mejores años de su juventud en el pequeño taller familiar, no se ve en otro oficio, no se siente cómodo en otro. Para Fernando y Jorge parte de la identidad de las mujeres, las fiestas y las tradiciones de Juchitán no se conciben sin ellos, los orfebres, los que sudan con un marro de acero golpeando el cobre y el oro en espacios cerrados, los hombres dorados del reino zapoteca.


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