5 minute read

¿Cómo puede la arquitectura hacer cumplir los derechos humanos?

Frente a la pregunta: ¿por qué la arquitectura está conectada y tiene que ayudar a hacer cumplir los derechos humanos?, es posible ensayar varias respuestas; desde el punto de vista que se presenta en este artículo, la arquitectura se comprende como conocimiento acumulado, de manera que es una herramienta que todos tienen derecho a utilizar y, por tanto, también se puede aprovechar para defender los derechos humanos, si se emplea de manera adecuada.

En diferentes partes del mundo y distintos momentos históricos, la arquitectura se utilizó como una herramienta de cambio social. En lo que respecta a la salud, la experiencia nos muestra que, en las ciudades, las enfermedades pueden ser un problema; por ejemplo, la peste bubónica persistió en Europa por mas de trescientos años, entre la llamada Peste Negra de 1348 y los últimos brotes importantes en Londres de 1665 y Marsella de 1720. Es probable que un tercio de la población europea occidental murió entre 1348 y 1350.

Advertisement

El diseño de infraestructuras para el control de epidemias

A propósito de las epidemias y su efecto en las ciudades, para comprender cómo la arquitectura se puede convertir en una herramienta de cambio social es necesario analizar al sistema en su conjunto, y no a la enfermedad en sí. Muchos autores coinciden en que la base de los estudios epidemiológicos se encuentra en el hallazgo de la causa para la epidemia de cólera, ocurrida durante el otoño de 1854 en Soho, una de las áreas mas importantes de Londres, en la cual perdieron la vida cerca de 500 personas tan solo diez días.

A pesar que los problemas de higiene eran constantes en las urbes europeas, existieron crisis que dejaron importantes lecciones a los primeros salubristas e impulsaron la transformación en las ciudades. Durante el siglo XIX, Londres era una de las ciudades mas pobladas del planeta y, debido a que no existía un sistema de alcantarillado adecuado ni un servicio público de recolección de desechos, el río Támesis se convirtió en el desagüe abierto mas grande de Inglaterra; la crisis se había desarrollado con los años, pero en el verano de 1858 las altas temperaturas provocaron la descomposición acelerada de los residuos que flotaban en el río.

En esta época, se creía que los malos olores transmitían las enfermedades. El Gran Hedor o The Great Stink inundó con olores pestilentes toda el área central de Londres y alcanzó la recién construida Cámara de los Comunes. El Parlamento se vio obligado a cerrar las sesiones durante ese caluroso verano, a causa del mal olor que provenía del río; el ministro de Hacienda, Benjamin Disraeli, propuso un proyecto de ley que fue debatido y aprobado en 18 días, mediante el cual se dio autoridad y recursos a la Junta Metropolitana de Obras para realizar la obra de ingeniería civil mas grande del siglo: un sistema de alcantarillas interconectadas para conducir los desechos fuera del centro de Londres, que causó una gran mejora en la salud pública.

Las medidas para afrontar la dispersión de enfermedades tienen una larga tradición. Tal es el caso de la cuarentena, que se empleó desde el siglo XIV para controlar la propagación de peste negra en Europa. Entre 1347 y 1350, una incontrolable pandemia causó la muerte del 60% de la población; la gravedad de la situación obligó a las autoridades a tomar medidas extremas para controlar la transmisión: por ejemplo, el señor de Milán decretó la expulsión de la ciudad a toda persona contagiada, y en Mantua se ordenó que cualquier persona que viajara a zonas con alta mortalidad no podría volver, bajo pena de muerte.

El derecho a la vivienda y el derecho a vivir

A partir de la Revolución Industrial, una serie de utopistas y activistas en Estados Unidos y Reino Unido se enfocaron en la relación entre el derecho a la vida urbana y el derecho a la vivienda, el derecho al trabajo, la búsqueda de la salud y bienestar, que han sido la base para una serie de movimientos urbanos en el siglo XX y XXI.

La devastación, producto de la Segunda Guerra Mundial, condujo a un movimiento global a favor de los derechos sociales. La Asamblea General de las Naciones Unidas en su Resolución 217 A (III) del 10 de diciembre de 1948, adoptó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que se ha convertido en un documento sumamente importante para dirigir la toma de decisiones, las políticas públicas de los países y los esfuerzos de las asociaciones civiles en el mundo; en su Artículo 25 se indica que todas las personas tienen derecho a un estándar de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, alimentación, vestido, vivienda, asistencia médica y los servicios sociales necesarios.

¿Cómo serán las ciudades post-COVID?

Los acontecimientos del año 2020 han provocado un cambio radical en nuestras vidas, y tendrán un gran impacto en el futuro de nuestras ciudades. Se ha estimado que cerca del 90% de todos los casos de COVID-19 se han reportado en áreas urbanas, debido a la densidad de población y la forma en que interactuamos en las ciudades; el impacto de la pandemia se ha sobrepuesto a problemas de seguridad, trabajo, transporte, servicios de salud, y la población mas afectada es aquella que tiene menor ingreso.

Producto de la crisis, notamos que las ciudades son sistemas obsoletos y necesitan una fuerte renovación, porque la población urbana es la mas afectada en cualquier tipo de catástrofe, ya sean desastres naturales, pandemias o guerras. También nos conduce a cuestionar el lugar donde trabajamos, los espacios donde vivimos y la forma en que habitamos nuestras casas, la densidad y extensión de las ciudades y los elementos o partes que pueden componer una ciudad, como parques, espacios públicos y calles.

Una ciudad es un producto ideológico, social e intrínsecamente político. Sabemos que esta no puede ser una discusión entre técnicos y políticos, sino que se debe construir de forma colectiva. Es momento de repensar todo; no solamente las respuestas, sino también las preguntas. Juntos podemos generar una ciudad mas saludable: no es algo que, nada mas una organización, pueda resolver: se requiere la participación activa de todas las personas.

Leer más, en: Kalmanani Toj, Año 1, No. 1

This article is from: