Órbitas Científicas

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Rationalis

Prostitución del lenguaje científico por la “Nueva” Era (I) Hernán Toro Ingeniero electrónico UPB-Medellín hernan.toro@gmail.com

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or muchas razones hay desinformación del público general sobre conceptos científicos fundamentales para ejercer una ciudadanía responsable: sea por la mímica de los documentales basura posando de verdaderos documentales, por canales que mezclan ciencia con pseudociencia, o por libros de autoayuda que distorsionan la ciencia, la mayoría de la población cree que “somos seres de campos energéticos”, que nuestro “estado vibracional” causa enfermedad, que “creamos la realidad al pensar en ella” y mil disparates más. En la pequeña serie que inicia con esta columna, se explicarán errores tras estas ideas, y se ilustrará cómo se prostituyen términos científicos serios al ser usados con connotaciones imprecisas y pseudocientíficas por esta corriente de irracionalidad.

para decir que “el observador consciente crea la realidad”. El problema para dichas posturas de nueva era es que el observador ni tiene que estar vivo ni tiene que ser consciente. Así, un detector automático que midiera abriendo y cerrando alternadamente una de las rendijas, y que imprimiera los resultados, colapsaría la función de onda exactamente igual que una persona consciente, aunque no hubiera un solo ser vivo en el Universo que pudiera mirar las hojas impresas. En otras palabras, en mecánica cuántica un “observador” no es un científico experimental; un observador es sinónimo de detector. La nueva era toma ese término científico y lo prostituye equiparándolo a cualquier individuo ávido de creer tonterías mágicas.

Observadores y realidad La idea de que “la consciencia” crea “la realidad” es una grosera tergiversación de una realidad de la mecánica cuántica: la observación de una cantidad colapsa su función de onda y la forma de observar influye en el tipo de resultado experimental. Una función de onda de una partícula establece la probabilidad de hallarla en cierto estado. Al observar una propiedad de la partícula, su estado deja de ser probabilístico y su función de onda “colapsa” al tomar un valor. Aunque para partículas subatómicas el resultado esperado de una observación es probabilístico, para objetos de la vida cotidiana, la incertidumbre es usualmente despreciable. Se ha encontrado que el tipo de experimento establece el tipo de resultado que se obtiene. El ejemplo perfecto es el experimento de la doble rendija, en el cual se proyectan electrones hacia una rendija doble y se observa su posición de llegada en una pantalla posterior. Cuando se tapa una de las hendiduras los electrones muestran una dispersión típica de corpúsculos. Cuando se abren las dos hendiduras los electrones muestran un patrón típico de ondas que se interfieren. Es la “respuesta” de los electrones al tipo de “observación”, ora ondas, ora partículas, lo que malinterpretan los timadores de la seudociencia

El ejemplo perfecto es el experimento de la doble rendija, en el cual se proyectan electrones y se observa su posición de llegada en una pantalla posterior.

Esa tergiversación llega a niveles astronómicos en textos como “El Secreto”, un bodrio insufrible que, en muy resumidas cuentas, enseña que obsesionarse con una idea hace que el Universo nos la otorgue. Basta pensar en lo que ocurre con la fanaticada de dos equipos deportivos confrontados, con los millones de personas que compran la lotería, con las oraciones semanales dominicales de millones de personas por la paz del mundo, o con los miles de millones de personas con el corazón roto por vida afectiva insatisfactoria, para disipar el disparate de que deseos subyugan a la realidad. En una columna posterior se examinará otro malentendido en la misma línea. www.editoraneutrina.com

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