Tipografia en Latinoamérica

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NACEN LAS PRIMERAS ITÁLICAS

Manucio y Griffo colaron en plomo la primera tipografía itálica. Los libros resultaban excesivamente grandes cuando se componían en romanas, cuyo cuerpo rondaba los 16 puntos. Aldo deseaba un libro de bolsillo que resultara más atractivo a los compradores. Para ello Griffo hizo la nueva itálica basándose en una cursiva humanística estrecha y de poca inclinación, y le dio un cuerpo de unos 12 puntos. Sus capitales fueron las primeras “versalitas” de la historia, los ascendentes de minúsculas sobrepasaban largamente la altura de mayúsculas. Hubo muchos ensayos y errores en el camino hacia una cursiva apropiada para lectura. Su cercanía con la caligrafía planteaba la dificultad de hasta dónde reproducir la conectividad natural de una escritura manual. Como comenta Updike11 la tipografía itálica no fue verdaderamente exitosa entre los impresores hasta que no se independizó totalmente de sus orígenes caligráficos. Pero el nombre más importante en la búsqueda de una itálica fundida es sin duda el de Ludovico Vicentino degli Arrighi, el gran escriba del Vaticano. Para su propio manual de escritura de 1523 Vicentino “diseñó” una cursiva imitando su propia cancilleresca (grabada por un joyero de Perugia, Lautitio di Meo), y más tarde la perfeccionó en una segunda versión que ha sido de gran inspiración en la historia.

Segundo tipo itálico de Arrighi grabado por Lautitio c. 1523 (imagen: Donald Anderson, Calligraphy)

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D.B. Updike, Printing Types (1922), p. 130 (de la cuarta edición: 2001).


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