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El desastre inminente
Luis Ignacio de la Peña
El cine mudo desarrolló los recursos más puros del humor para ese memedio, que señalaban la preponderancia de los aspectos visuales sobre el discurso so hablado, el imperio de las bufonadas (slapstick) y un baño de caos sobre la verrborrea. Por ello, cuando surge el cine hablado, no es de extrañar la reticencia a de Chaplin, el ocaso de Keaton o el que las películas sonoras de Lloyd no acaben de convencer. Sin embargo, hubo veteranos que supieron aprovechar lo que les ofrecía la nueva característica sin perder la esencia, así como recién venidos que vieron con claridad las posibilidades que tenían enfrente.


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una de las parejas de cómicos que han marcado de manera indeleble la historia del cine la formaron un estadounidense y un inglés: Oliver Hardy y Stan Laurel, el Gordo y el Flaco, para los hispanohablantes. Ambos se iniciaron el cine mudo (en 1917 y 1914, respectivamente) y realizaron una enormísima cantidad de películas, tanto solos como en pareja. Si nos limitamos a aquéllas en las que aparecen como mancuerna, las cifras indican más de cien películas realizadas entre 1921 y 1951, dos tercios de ellas cortometrajes, 32 mudas y unas cuántas en las que aparecen en forma especial.
Su primera película juntos, The Lucky Dog (El perro afortunado),1 los reunió por pura y simple
1 Usaré los nombres de las películas en inglés porque se han exhibido con nombres tan diferentes (según época y región) que en general nada tienen que ver con los originales. casualidad. Volvieron a trabajar juntos en 1926, cuando el productor Hal Roach los congregó de nuevo en Duck Soup (Sopa de pato, y nada que ver con la comedia del mismo nombre de los hermanos Marx). Coincidieron ese mismo año en otras diez comedias antes de madurar los personajes –de manera destacada en The Second Hundred Years (Los segundos cien años)– y formar oficialmente la pareja que ahora recordamos en Putting Pants on Philip (Pantalones para Philip).
El Gordo y el Flaco serían desde entonces los mismos personajes con un nombre determinado (Stan y Ollie), reconocibles por su físico, sus personalidades, su vestimenta, sus actitudes y sus reacciones ante un destino despiadado que siempre les jugaba rudo. Eran la suma de contrastes que se complementan: delgado obeso; bobo con chispazos de genialidad pomposo y pretencioso que no da una; corbata de moño
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El perro afortunado (The Lucky Dog) Elperroafortunado(TheLuckyDog) es la primera película que eslaprimerapelículaque Oliver Hardy y Stan Laurel filmaron juntos.

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Escena de Los segundos cien años (The Second Hundred Years)Escenade Lossegundoscienaños(TheSecondHundredYears).
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Escena de Pantalones para Philip (Putting Pants on Philip)Escenade PantalonesparaPhilip(PuttingPantsonPhilip).
corbata de tira larga; cara afeitada bigotito recortado. Ambos se calaban un bombín, que al Flaco le quedaba chico, aunque a veces prescindían de él y usaban algún otro sombrero de acuerdo con el contexto de la trama. Sabemos también cómo reaccionarán: el bombín que brinca disparado de la cabeza de Stan, su lloriqueo mientras se rasca y se revuelve el pelo corto, el Gordo tamborileando con los dedos luego de una caída, su índice enredándose en la corbata. Les conocemos ciertas frases recurrentes: “Vaya, otro hermoso lío en el que me has metido” (que en ocasiones adopta variantes), “Dímelo de nuevo” (y Stan no podrá expresarse coherentemente en el segundo intento). Llegan incluso a caer en proposiciones verbales asombrosas y afortunadas: “Soñé que estaba despierto, pero desperté y estaba dormido” (el Flaco en Oliver the Eight –Oliver VIII–, de 1934).
Curtidos por años en el cine mudo, aprendieron bien en él la lección y su humor se apoya en el encadenamiento de desplantes visuales que llevan irremediablemente a una auténtica orgía de destrucción. La llegada del sonido la asumieron con sabiduría. Antes de hablar realizaron algunas comedias con sonido sincronizado, en las que descubrieron que los efectos sonoros agregaban mucha gracia a los chistes visuales (y años más tarde harían escenas en las que se escucha el ruido del desastre en marcha pero sólo vemos las caras y reacciones de los testigos). Cuando por fin hablaron, sus voces y parlamentos se ajustaban a la perfección con los personajes que encarnaban.
El desarrollo de las mejores películas de Laurel y Hardy casi siempre sigue un esquema que podríamos llamar “ojo por ojo”, un juego de toma y daca en el que paso a paso se van agregando golpes, embadurnadas de sustancias varias y desmontaje vandálico y gradual de objetos o lugares, todo ello con sus respectivas pausas para contemplar lo logrado en cada




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Escena de Dos carriles (Two Tars), de 1928.Escenade Doscarriles(TwoTars) de1928
etapa. Así, por señalar sólo un caso, en Two Tars (Dos carriles, 1928) atestiguamos un festival de destrucción de autos. Si bien la sorpresa es uno de los resortes habituales del humor (Cato saldrá, por ejemplo, del lugar más inesperado para atacar al inspector Clouseau en las películas de la Pantera Rosa), no la hallaremos en las comedias de esta pareja, que siguen una secuencia que prácticamente ya sabemos de antemano y eso es lo que nos hace reír.2 Lo que sí hay son estupendas irrupciones del absurdo, como vemos en Wrong Again (Equivocados otra vez, 1929), en la
2 Pensándolo bien, las escenas mencionadas de Peter Sellers y
Burt Kwouk le deben mucho a Laurel y Hardy, pues si bien existe la sorpresa de dónde va a aparecer Cato, sabemos con antelación que irremediablemente irrumpirá y que ambos van a destruir media casa en su empeño. que creen que un cuadro perdido es un caballo (tienen el mismo nombre) y proceden a cumplir la orden de colocarlo sobre el piano. En cuanto al espíritu demoledor que los caracterizaba, circuló una anécdota, desmentida por el Flaco, que decía que Roach compró una casa para que ellos la destruyeran por completo, y que a la hora de filmar eso hicieron puntualmente, pero en la construcción vecina a la designada.
La pareja del Gordo y el Flaco en realidad fue un trío. El tercer elemento fue le productor Hal Roach, quien se caracterizó por aceptar con manga ancha las propuestas de lo que se filmaría. En el aspecto creativo amplio, la pareja fue uno solo: Stan Laurel, cuya inventiva obsesiva planeaba y ponía en ejecución las intrincadas catástrofes que debían enfrentar, buena parte de los diálogos y en muchas ocasiones se encargó



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En la película Equivocados otra vez (Wrong Again, 1929), Stan y Ollie creen que un cuadro perdido es un caballo (tienen el mismo nombre) y proceden a cumplir la orden de colocarlo sobre el piano.


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Escena de La caja de música (The Music Box), de 1932 con la que ganaron su único Óscar.
incluso de dirigir los desastres paso a paso. Fue él quien seleccionó la música (La danza de los cucos) que siempre abre sus películas. Cuando finalmente la pareja se redujo estrictamente a dos (Hal Roach dejó de trabajar con ellos y los otros productores nunca dejaron que Laurel metiera su cuchara) empezó la decadencia, con películas en las que muchas veces se sienten más como relleno que como protagonistas.
Entre la nutridísima filmografía del Gordo y Flaco prefiero, personalmente, los cortometrajes. Aunque largometrajes como Sons of the Desert (Hijos del desierto, 1933) merecen atención, su talento brillaba más en tramos cortos en los que no había un minuto de desperdicio, de la misma manera que hay corredores de velocidad y de fondo. Vale destacar entre sus películas cortas The Music Box (La caja de música, 1932), no porque con ella ganaran el único Óscar de su carrera, sino porque convierte la simple entrega de un piano en una especie de epopeya al revés que hace de la condena de Sísifo un chiste mayúsculo.
Como queda visto, el Gordo y el Flaco dejaron su impronta en la forma de hacer humor en el cine. Sus películas han marcado tanto a espectadores de todo el mundo como a quienes se dedican a este arte: Jerry Lewis rinde un homenaje al Flaco en El botones (Bellboy, 1960), Blake Edwards pone en La carrera del siglo (The Great Race, 1965) una dedicatoria a Mr. Laurel y Mr. Hardy.