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El valor de no escribir
LIBROS
Sara Giambruno
George Steiner es ensayista, fi lósofo, narrador. Sus
ensayos, publicados ya sea en forma de libros o artículos, nos muestran una pluma prodigiosa y un estilo deslumbrante. En todos. Eso no es fácil. Su libro más famoso, Después de Babel, casi de culto para los lingüistas, es sólo una probatida de las maravillas que escribió luego.
en Los libros que nunca he escrito abrimos esta lujosa edición en tapa dura con la en Inglaterra. El atractivo que sentía Steiner por este investigador se debía, básicamente, a la titáexpectativa de proyectos futuros que nos asom- nica obra que había emprendido, que lo converbren y deleiten. Nada más alejado de la reali- tía en un humanista y enciclopedista de primedad. El autor, en siete capítulos, cada uno de- ra. Las razones que da para no haberlo escrito dicado a proyectos diferentes, explica por qué son, repito, de principios. Podrá el lector estar los abandonó. No voy a reseñar todos para dejar o no de acuerdo con el sustrato político que subpicado al lector. Pero sí me voy a referir a dos. yace en esto, pero nadie puede negar que Steiner En uno de ellos, los principios, sólidos y bien se mantuvo fi el a sus principios. Después, como fundamentados, abortan un proyecto que pudo igual se quedó con ganas de escribirlo, nos comser grandioso. En el segundo, la imposibilidad parte algo de lo que podría haber sido. –según él– de abarcar el tema, en este caso la Needham era prolífi co y variado: bioquímieducación, le ató las manos. ca, biología, embriología, cristalografía, instru-
“Chinoiserie” es el título del primero. En él mentos de la Antigüedad… Sin embargo, las recuenta acerca de una propuesta para escribir la laciones entre Oriente y Occidente, los confl ictos biografía de Joseph Needham, un famoso biólo- entre ciencia y religión también le interesaban. E go y sinólogo de la Universidad de Cambridge, incluso con pseudónimo publicó novelas histó-


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George Steiner.
ricas de la época de Cromwel. Y con asombro y admiración Steiner nos explica que todo eso (más de 300 publicaciones) es nada comparado con la gran obra de Needham: los 30 tomos de Science and Civilization in China. Habría necesitado 107 años para escribirla, y “sólo” vivió 93… Por ello, en cuanto a producción, lo compara con Voltaire y Goethe.
La obsesión de Needham fue tratar de entender la causa del estancamiento de la ciencia china, después de haber logrado grandes avances, mucho antes de que se dieran en Occidente.
Hay un recuento de los inventos chinos. Los más conocidos: la pólvora, el papel, la imprenta, mecanismos de relojería, la brújula, la porcelana, el estribo y la noria. Los menos conocidos: el ábaco, el abanico, el paraguas y las sillas plegables, el cepillo de dientes, el carrete de cañas de pescar, la veleta. Además, los mapas de estrellas, la metalurgia, la higiene y la medicina preventiva y luego… Occidente es ahora el adelantado en ciencias. Como marxista, Needham creyó hallar una explicación en el “feudalismo burocrático”, que inhibió el surgimiento del capitalismo moderno y la ciencia impulsada por él. En este camino hizo algo importante, según Steiner, y esto fue evitar ser eurocentrista, y algo discutible, ser prochino en la época de Mao. Al fi nal, el propio Needham aceptó que no había llegado a ninguna conclusión fi rme, aunque Steiner le reconoce “una labor sin parangón, que quedó adecuadamente pero también majestuosamente inconclusa” (p. 34). No obstante, la descripción que hace de los aportes de Needham impresiona porque en verdad abordó casi todos los temas posibles, desde las costumbres sexuales hasta las distintas religiones que dominaron las diferentes épocas de la historia de China.
Steiner también, como comparativista que es, explora las posibilidades de haber comparado a Needham con otros escritores. Y nos adelanta un lei motiv de estos ensayos: las últimas frases son lapidarias, hacen reír y, sobre todo, nos motivan a seguir leyendo. En este caso sabe que todo lo que podía haber hecho, como biógrafo o como ensayista, “Joseph Needham no lo hubiera aprobado” (p. 46).
La otra obra a la que me quiero referir es el capítulo titulado “Cuestiones educativas”. Steiner indica que en numerosas ocasiones organismos internacionales le han propuesto hacer estudios comparativos entre la educación en Estados Unidos y Europa. Su biografía lo hace el indicado: nació en París, vivió en Manhattan, ha dado clases en Chicago, Harper, Princeton, Stanford y Yale, así como en Cambridge y en Oxford. En el continente, París, Bolonia, Siena, Roma, Gerona, Ginebra…
Todo esto le da una perspectiva única a la que, sin embargo, pone reparos. En primer lu-
gar, parte de esa experiencia tan vasta se debe a que es políglota, pero no a que haya demasiadas cosas en común con las universidades que ha visitado.
Por un lado, muchas de ellas tienen una población tan diferente entre sí que no es fácil compararlas. Una universidad elitista admite a cierto tipo de alumnos, diferentes de los que entran en una popular.
Otro de los obstáculos que le parecen insuperables son los cambios que ha habido no sólo en los programas, sino en los conocimientos que se imparten y en las maneras de impartirlos.
Es indudable que hay una crisis en la educación superior, pero son tantas las causas y tan poco estudiadas, que no es sufi ciente analizar un factor, sino varios: americanización de la enseñanza, cambios en la estructura de poder, debilitamiento de la religión, dominio de tecnología, etc. Y aunque hay muchos estudios que pudieran ayudarle a dominar toda esta complejidad, también los desecha porque muchos están ideológicamente contaminados. Por si todo esto fuera poco, se siente apabullado por la era informática.
Steiner dedica una parte considerable del artículo a elogiar la educación tradicional francesa, de la que es hijo, en parte debido al rigor con el que se trata la lengua y el discurso, tanto el académico como el que no lo es. Desde la primaria, los niños franceses deben aprender a expresarse con precisión. Además, resalta la enseñanza de la fi losofía a nivel secundaria, y el hecho de que el profesor gozaba de mucho prestigio. Sin embargo, la grandilocuencia y la decadencia de Francia en ciencias son consecuencia, según él, de la excesivo acento en los valores humanistas. El hecho de insistir en el conocimiento memorístico ahoga la espontaneidad y desalienta las innovaciones.
En el caso de Gran Bretaña, el panorama es, por decirlo suavemente, confuso. Y esto es anterior a las manifestaciones actuales contra las reformas. Por un lado, los conocimientos de cultura clásica siguen siendo elitistas. Y, por el otro, se hace hincapié en las actividades deportivas. Y los esfuerzos igualitarios se han dado a “la baja”, es decir profesionalizando determinadas actividades (como las licenciaturas en gastronomía) o convirtiendo a muchas escuelas en formadores de técnicos. Critica también el nivel de incultura del estudiante inglés promedio. La especialización fragmenta el conocimiento y la cultura, y sólo benefi cia a pocas carreras.
En cuanto a Estados Unidos, el panorama universitario es tan variado y extenso que hace imposible cualquier tipo de generalización. Además, raza y religión son factores a contabilizar, así como las políticas de cada estado, y el semianalfabetismo que “ha sepultado buena parte de la enseñanza media” (p. 159). Un ejemplo estremecedor: ha disminuido la comprensión de las oraciones subordinadas, al igual que el vocabulario. Sin embargo, reconoce que las gran-
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Joseph Needham.
des universidades salvan a este país, ya que es el primero en el mundo en ciencias puras, aplicadas y en estudios empresariales. Estas contradicciones las atribuye Steiner a la falta de igualdad de oportunidades, que aunque se han proclamado, nunca se han cumplido, siempre se han postergado.
Entonces Steiner analiza qué hay que hacer. Hace un repaso rápido de la situación actual y enumera una cantidad de problemas como el analfabetismo funcional, la alfabetización de las clases más desprotegidas, la incorporación de la mujer y comenta algo que todos sabemos: falta mucho por hacer.
Para empezar, cada generación requiere más conocimientos de matemáticas (por ejemplo, todo lo relacionado con informática tiene que ver con las matemáticas), así que los niveles necesarios de conocimiento matemático (numeracy en inglés) son cada vez más elevados. Esto lleva también a la alfabetización informática, que debe ocurrir desde temprano en la niñez porque para el acceso a la educación superior se requiere un dominio en esta área. Y esto es algo irreversible. “La pantalla electrónica se ha convertido en el espejo del hombre” (p. 169) afi rma Steiner.
Así, también se refi ere a una crisis de las humanidades, que ven hacia atrás, frente a la ciencia que ve hacia delante. Para él, es también irreversible que ya no se pueda regresar a una educación humanista porque, además de centrarse en el pasado, nunca dejará de ser elitista.
Otro de los problemas que analiza es el maltrato que reciben los profesores: mal pagados, muchos se ahogan en papeleo burocrático. Además, hay falta de disciplina en las aulas, injerencia de los padres…
Sus propuestas insisten en lograr una alfabetización aceptable el que pase en primer lugar por los conocimientos matemáticos imprescindibles. Para ello indica que sería más apropiado enseñar matemáticas históricamente, es decir, la historia social que hay detrás de cada avance, los retos intelectuales que supone. También dedica parte de su exposición a la importancia de la música con lo que llega a la conjunción de estas dos actividades: la arquitectura. La armonía geométrica entusiasma a Steiner y, por lo tanto, la propone como imprescindible en la alfabetización que la época exige.
Por último, los conocimientos en biología moderna y genética son también imprescindibles. Los aportes de los mapas genómicos van acompañados de reacomodos y discusiones en ámbitos de la política, el derecho, la demografía y esto también los hace universales.
En conclusión: matemáticas, música, arquitectura y ciencias de la vida. Algo sorprendente viniendo de un profesor de literatura comparada, pero no de un súper intelectual capaz de ver el panorama completo, no desde la estrechez de su materia. Y termina: “La alfabetización en los números, en la música, en la arquitectura y en la biogenética. Un proyecto de locos. Ojalá lo fuera todavía más”.

Reseña del libro Los libros que nunca he escrito, de George Steiner, FCE-Siruela, México, 2008, 237 pp.
